La desinformación, entendida como información falsa que puede influir en la opinión pública, adopta múltiples formas: sátira que no pretende engañar, rumores no verificados, teorías conspirativas difíciles de refutar y engaños deliberados que suelen apoyarse en fuentes aparentemente confiables. Su propagación se ve potenciada por la estructura de las redes sociales, donde las dinámicas de interacción y la arquitectura algorítmica favorecen la visibilidad de contenidos llamativos por encima de los verificados.

El auge de las redes sociales ha transformado profundamente la manera en que la información circula. Estas plataformas no sólo amplifican la velocidad con que se disemina una noticia, sino también su alcance y diversidad. La difusión de una información en Twitter, por ejemplo, puede ser medida en términos de alcance (cuántas personas están expuestas), velocidad (la rapidez con la que se comparte) y amplitud (cuán profundamente penetra en diferentes comunidades).

La veracidad de una noticia tiene efectos detectables en su trayectoria de difusión. Estudios empíricos, como el análisis de noticias políticas australianas en Twitter durante 2017, muestran que la falsedad no impide, y en algunos casos incluso favorece, una mayor propagación. Esto puede estar relacionado con las características emocionales del contenido falso, que suele apelar a miedos, indignación o asombro, motivando así una respuesta impulsiva de compartir.

La detección de desinformación puede abordarse desde dos enfoques principales: manual y computacional. El primero implica revisión por expertos en el contenido, un método costoso pero de alta precisión. El segundo se apoya en grandes volúmenes de datos y modelos algorítmicos capaces de identificar patrones lingüísticos, redes de usuarios y relaciones contextuales que sugieren falsedad. Ambos enfoques son complementarios y necesarios para un monitoreo eficaz.

El concepto de desinformación ha sido politizado en el discurso público. Casos emblemáticos como el del certificado de nacimiento de Barack Obama o la teoría de una red de tráfico infantil ligada a Hillary Clinton han ilustrado cómo la desinformación puede instrumentalizarse con fines ideológicos o de desprestigio. En muchos contextos, el término "fake news" ha sido cooptado como arma retórica para deslegitimar voces críticas, más allá de la veracidad del contenido señalado.

Las motivaciones detrás de la creación y difusión de desinformación son diversas. En su origen, pueden responder a intereses económicos —gracias a los ingresos por clics y publicidad— o a fines ideológicos, buscando moldear la percepción pública o desestabilizar opositores. No obstante, quienes comparten esta información frecuentemente lo hacen sin conciencia de su falsedad, impulsados por creencias previas, sesgos cognitivos o simplemente por la necesidad de validar su identidad grupal.

La difusión de noticias falsas se ve influida también por las creencias epistémicas de los usuarios: su forma de concebir el conocimiento y su grado de confianza en fuentes de autoridad determinan qué aceptan como verdadero. Este elemento se entrelaza con la exposición selectiva, fenómeno por el cual los individuos tienden a consumir información alineada con sus convicciones, lo que reduce la posibilidad de confrontar errores o rectificar creencias.

A todo ello se suma el efecto de las normas sociales percibidas: las personas ajustan su comportamiento en función de lo que creen que es socialmente aceptable o común. Si perciben que compartir ciertos contenidos, aunque dudosos, es habitual dentro de su red, es más probable que lo hagan también. Este mecanismo refuerza círculos de retroalimentación donde la desinformación se normaliza.

Es crucial comprender que los entornos digitales no sólo son canales neutros de transmisión informativa; son sistemas estructurados que modelan activamente el comportamiento de los usuarios. Los algoritmos priorizan la interacción, no la veracidad. Este diseño crea condiciones en las que la desinformación, por su capacidad de generar respuestas emocionales y clics, adquiere ventaja competitiva sobre la información precisa.

Frente a este escenario, alfabetizar digitalmente a la ciudadanía en cuestiones de veracidad, fuentes confiables, heurísticas cognitivas y pensamiento crítico se vuelve una estrategia de salud pública. La capacidad de discernimiento individual es fundamental, pero debe ir acompañada de una regulación transparente de plataformas digitales y del fortalecimiento de instituciones periodísticas comprometidas con la veracidad.

Es importante también tener en cuenta la dimensión psicológica de la desinformación: la disponibilidad en la memoria de ciertas narrativas puede aumentar su credibilidad percibida, aunque hayan sido desmentidas. Asimismo, la repetición frecuente de información falsa puede generar una ilusión de verdad, fenómeno conocido como efecto de mera exposición. Por eso, el combate contra la desinformación no debe limitarse a la corrección factual, sino que debe considerar las dinámicas emocionales y cognitivas que sost

¿Cómo se difunden las noticias falsas en las redes sociales y qué influencia tiene la veracidad en su propagación?

La propagación de las noticias en redes sociales como Twitter plantea importantes preguntas sobre cómo se distribuye la información, especialmente cuando se trata de historias verdaderas y falsas. Aunque no siempre es posible trazar el camino exacto de difusión, es posible estudiar cómo se diseminan las historias a través de los retweets, observando las conexiones entre los usuarios y el momento en que comparten el contenido. Este análisis revela patrones que pueden iluminar cómo se esparcen las noticias, especialmente en lo que respecta a su veracidad.

En el caso de un estudio específico sobre noticias políticas australianas, se observó la difusión de una historia de alto perfil, la cual recibió 47 retweets. La red de usuarios que la compartieron presentaba una clara inclinación ideológica: los usuarios más activos en la difusión eran predominantemente seguidores de políticos de izquierda, específicamente del Partido Laborista. Sin embargo, también existían algunos retweets provenientes de seguidores cercanos a políticos de la coalición Liberal-Nacional, lo que sugiere una cierta dispersión en la audiencia, aunque limitada.

Se establecieron tres medidas clave para evaluar la propagación de las historias en función de su veracidad: el alcance, la velocidad y la amplitud. El alcance se refiere al número total de retweets, mientras que la velocidad mide el tiempo que tarda en lograrse el 50% de los retweets totales. Por último, la amplitud considera la distancia geodésica promedio, o el número de pasos más cortos entre los retweeters dentro de la red de seguidores. Estos indicadores no solo muestran cómo las historias se difunden, sino también cómo el tipo de red social y la naturaleza de las conexiones entre usuarios afectan esa difusión.

Uno de los mayores desafíos en este análisis fue la falta de datos suficientes, ya que solo se analizaron 14 historias debido a la complejidad del proceso de verificación y a las limitaciones en la selección de noticias relevantes durante tres días específicos. Además, la mayoría de las historias obtenidas fueron calificadas como verídicas (con una calificación de 4 o 5), lo que dificultó la variabilidad en los resultados y la posibilidad de obtener conclusiones definitivas sobre cómo las noticias falsas se difunden en comparación con las verdaderas.

El análisis de una historia falsa en particular, titulada "Citizenship Test", mostró un patrón de difusión atípico para una noticia falsa. Con un alcance de solo ocho retweets, tardó 64 horas en alcanzar el 50% de los retweets, un tiempo mucho mayor que el promedio. Además, la amplitud de su difusión fue más estrecha que la de otras historias, lo que indica que, contrariamente a lo que se podría esperar, las noticias falsas no siempre se propagan más rápidamente o a más personas. Sin embargo, este caso aislado no es suficiente para generalizar sobre el comportamiento de todas las noticias falsas debido a las limitaciones de los datos.

La evidencia sugiere que las noticias falsas no siempre se difunden de la manera que se podría esperar. Si bien estudios previos indicaron que las noticias falsas tienden a tener mayor alcance y se propagan más rápidamente, este caso específico desafía esa suposición. En lugar de asumir que todas las noticias falsas seguirán un patrón similar, es crucial reconocer la variabilidad en los procesos de difusión y la influencia de factores como la ideología política, el contexto social de los usuarios y el tipo de historia.

Los estudios sobre la difusión de noticias, tanto verdaderas como falsas, son esenciales para entender cómo las redes sociales influencian la forma en que nos informamos y cómo las ideologías y los sesgos pueden afectar la circulación de la información. Los resultados de este tipo de análisis pueden proporcionar una base sólida para mejorar las estrategias de verificación de hechos y para el desarrollo de políticas públicas que busquen mitigar la propagación de noticias falsas en plataformas sociales.

Además, es fundamental comprender que la difusión de noticias en plataformas como Twitter no solo depende de la veracidad de la información, sino también de las redes sociales en las que circula. La existencia de burbujas de filtro, donde los usuarios tienden a consumir contenido que refuerza sus creencias preexistentes, puede ser un factor determinante en la propagación de ciertas historias. Por lo tanto, la política de contenido y los algoritmos de recomendación juegan un papel crucial en la forma en que se difunden tanto las noticias verdaderas como las falsas.

¿Cómo afectan los artículos retirados a la ciencia y la percepción pública?

El impacto de los artículos científicos retirados puede ser profundo, no solo en el ámbito académico, sino también en el público general. Plataformas como Facebook y Twitter han emergido como fuentes claves para la diseminación de información científica y médica, lo que amplifica los riesgos cuando esta información es incorrecta o manipulada. De acuerdo con investigaciones de Pew, las redes sociales se están convirtiendo en fuentes predominantes de información científica (Greenwood, Perrin, & Duggan, 2016), lo que hace que los artículos falsificados o erróneos se conviertan en una amenaza significativa para la salud pública. Los problemas surgen especialmente cuando dichos artículos son compartidos en redes sociales y, en algunos casos, por los propios medios de comunicación.

Una de las dificultades principales con los artículos compartidos en línea es que, a menudo, es mucho más difícil rastrear y corregir la información errónea. Una vez que un artículo recibe atención, ya sea positiva o negativa, una retractación formal puede no ser suficiente para cambiar las percepciones del público, como sí ocurre dentro de la comunidad científica. Aunque los medios de comunicación pueden rectificar un artículo y declarar un “mal artículo científico”, la corrección puede no ser lo suficientemente rápida o efectiva para que se modifique la percepción pública de manera adecuada.

Para estudiar el impacto científico y social de los artículos retirados, se utilizó la base de datos de citas Scopus para rastrear las citas de los artículos antes y después de su retractación. Scopus es una base de datos integral que indexa millones de artículos en diversas disciplinas científicas. Su principal ventaja es que permite rastrear las citas por año, lo que facilita la comparación entre las citas pre-retractación y post-retractación. Esto resulta crucial, ya que proporciona una visión clara de cuántas veces se cita un artículo después de que haya sido retirado de la literatura científica.

Además, para medir la atención en las redes sociales y los medios de comunicación, se utilizaron plataformas como PlumX y datos de Altmetric.com. Altmetric se refiere a los “métricos alternativos” en ciencia, que incluyen no solo las citas tradicionales, sino también indicadores como las menciones en redes sociales, la lectura de artículos en plataformas como Reddit, y la presencia en blogs. Estas plataformas ofrecen una visión integral de la repercusión de los artículos en medios no tradicionales, lo que permite evaluar si el impacto de los artículos retirados persiste de manera negativa o positiva después de su retractación. Mendeley, una red científica conocida por permitir a los investigadores guardar y compartir artículos científicos, también proporciona datos sobre la cantidad de lecturas de artículos retirados.

Al analizar los datos geográficos de los artículos retirados, se observó que la mayoría de los artículos provienen de Estados Unidos, China, India y Japón. En cuanto a las razones de la retractación, se encontró que los artículos estadounidenses suelen ser retirados por manipulación de imágenes o falsificación de datos. En China, la mayoría de los artículos se retiran por revisión por pares falsa, mientras que en India, la razón más común es el plagio. En Japón, los artículos se retiran principalmente debido a resultados poco fiables o fabricación de datos.

Es relevante entender que el contexto de presión para publicar influye considerablemente en el fenómeno de las retractaciones. En muchos países, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido, la cantidad de publicaciones y las citas recibidas se utilizan como principales métricas para evaluar el rendimiento científico. Este sistema genera una presión considerable sobre los investigadores, que a veces recurren a la manipulación de datos para cumplir con los requisitos establecidos. En países como China, donde los científicos pueden recibir recompensas económicas por un número determinado de publicaciones, esta presión se ve intensificada. Estos factores, sumados a la falta de políticas rigurosas en algunos países, crean un entorno donde el comportamiento deshonesto en la ciencia puede proliferar con mayor facilidad.

Un aspecto interesante de este fenómeno es la creciente cantidad de retractaciones anuales. Aunque el número de publicaciones que eventualmente son retiradas se mantiene estable, el número de retractaciones está aumentando cada año. Este aumento puede atribuirse a la mejora de las tecnologías de verificación de datos y a la capacidad de los editores para emitir retractaciones de manera más rápida y eficiente. El tiempo necesario para retirar un artículo también ha disminuido considerablemente: si en 2010 se tardaba un promedio de 2.7 años, para 2014 la cifra había bajado a 1.1 años. Este avance es especialmente relevante en áreas como la medicina, donde los errores pueden tener un impacto directo sobre la salud pública y el bienestar de los pacientes.

En relación con las razones de las retractaciones, es importante destacar que los motivos más comunes incluyen el plagio, la manipulación de datos y la falsificación de resultados. Estos problemas subrayan la importancia de la integridad científica, ya que las consecuencias de la difusión de investigaciones falsas o incorrectas pueden ser devastadoras. Si bien los investigadores deben estar sujetos a estrictos estándares éticos, también es crucial que las instituciones científicas y los gobiernos trabajen de manera más coordinada para implementar políticas de control y corrección eficaces.

Para los lectores, es fundamental comprender que, más allá de la simple retractación de un artículo, la dinámica de la ciencia moderna está profundamente afectada por las redes sociales y las plataformas de comunicación digital. La rapidez con que se difunde la información en línea hace que las malas prácticas sean más difíciles de manejar, ya que la información errónea puede tener un alcance mucho mayor que nunca antes. Esto refuerza la necesidad de una vigilancia continua y de mecanismos más robustos para la corrección de la ciencia pública, más allá de los límites de la academia tradicional.

¿Cómo la repetición y la facilidad de procesamiento afectan la percepción de la verdad?

La repetición ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales por los demagogos como una herramienta eficaz para moldear la percepción de la verdad. Como señaló Hitler, "La propaganda debe limitarse a unos pocos puntos y repetirlos una y otra vez". Esta estrategia no es solo un truco de poder, sino que está profundamente respaldada por la psicología cognitiva. Los estudios empíricos demuestran que cuantas más veces una persona es expuesta a un mensaje, más probable es que lo perciba como verdadero, independientemente de su veracidad.

Un estudio realizado por Allport y Lepkin en 1945 sobre rumores de guerra mostró que la cantidad de veces que una persona escucha un rumor es el mejor predictor de su creencia en él. Hasher, Goldstein y Toppino, en 1977, replicaron este fenómeno en un laboratorio, mostrando que incluso declaraciones falsas (como "La República Popular China se fundó en 1947") ganaban credibilidad simplemente al ser repetidas varias veces. Lo que es aún más alarmante es que este efecto no se limita solo a las personas que no están seguras de la veracidad de la información. Incluso aquellos que saben que una afirmación es falsa pueden, al ser expuestos repetidamente a ella, llegar a aceptarla como cierta, simplemente porque su familiaridad les lleva a no cuestionarla.

Este fenómeno se conoce como el "efecto de la verdad ilusoria", una distorsión cognitiva en la que la repetición aumenta la confianza en la veracidad de una afirmación, aunque esta no esté fundamentada en hechos. Este efecto se ve reforzado no solo por la cantidad de repeticiones, sino también por la forma en que la información es presentada. Por ejemplo, si una afirmación se repite varias veces, incluso si la fuente es una sola persona, la percepción de consenso social se incrementa. Los estudios de Weaver, Garcia, Schwarz y Miller (2007) mostraron que cuando una opinión era repetida varias veces, ya fuera por diferentes personas o la misma, los participantes tendían a creer que más personas compartían esa opinión.

La repetición no solo afecta la credibilidad, sino también la familiaridad, lo que a su vez aumenta la percepción de popularidad de un mensaje. Este fenómeno no se limita a los rumores, sino que también se observa en el ámbito político y comercial. Los consumidores confían más en los anuncios que presentan información repetida de manera consistente. Este mismo principio es aplicable en las redes sociales, donde la repetición de un mensaje por parte de amigos y conocidos puede hacer que los usuarios lo acepten como cierto, incluso si el contenido carece de fundamentos.

Aunque la repetición juega un papel crucial en la construcción de la credibilidad, no es el único factor que influye en la percepción de la verdad. La facilidad con la que se procesa una afirmación también tiene un impacto significativo. Investigaciones de Reber y Schwarz (1999) mostraron que las personas tienden a considerar más veraz un mensaje cuando es fácil de leer. Esto se puede observar incluso en las fuentes de información más cotidianas: cuando un mensaje es presentado en una tipografía clara y legible, aumenta la probabilidad de que sea percibido como verdadero.

Además, la facilidad de procesamiento no se limita al texto escrito. Un mensaje hablado o visual también es más persuasivo cuando es claro y fácil de entender. La pronunciación de un nombre o la calidad de una grabación de audio pueden hacer que una persona sea percibida como más confiable o creíble. Un estudio sobre vendedores en línea descubrió que los consumidores confiaban más en aquellos cuyo nombre de usuario en plataformas como eBay era fácil de pronunciar. Este fenómeno de la "facilidad de procesamiento" también se extiende a las rimas: las afirmaciones que riman, aunque equivalentes en contenido a las que no lo hacen, son percibidas como más verdaderas.

Este impacto de la repetición y la facilidad de procesamiento se extiende más allá de los rumores o las afirmaciones políticas. En muchos casos, una simple imagen que acompañe un mensaje puede hacer que ese mensaje se perciba como más convincente, aunque la imagen no aporte ninguna información adicional. Este principio subraya la importancia de ser consciente de cómo las percepciones son moldeadas no solo por el contenido de un mensaje, sino también por su presentación.

Es crucial reconocer que, aunque la repetición y la facilidad de procesamiento pueden hacer que una afirmación sea aceptada más fácilmente, no siempre es una indicación de su veracidad. La familiaridad con una idea o la simplicidad de su presentación no garantiza que sea correcta. La confianza que depositamos en lo que escuchamos o leemos está profundamente influenciada por cómo se nos presenta la información, y esto tiene implicaciones significativas, especialmente en contextos como el de las noticias, la política o la publicidad. La manipulación de la percepción de la verdad mediante estos mecanismos es una herramienta poderosa que puede ser utilizada tanto para el bien como para el mal, lo que subraya la importancia de desarrollar un pensamiento crítico y una actitud escéptica frente a las afirmaciones repetidas y aparentemente inofensivas.