La gestión de fugas en las redes de distribución de agua se enfrenta a una serie de desafíos complejos, derivados tanto de factores internos como externos. Uno de los elementos más difíciles de abordar es la fijación de objetivos de fuga que, a pesar de ser fundamentales para el control de los recursos hídricos, dependen de un conjunto de variables que cambian con el tiempo. Los objetivos de fuga son influenciados por varios factores como las condiciones climáticas, las presiones económicas, la competencia del mercado, la disponibilidad de personal especializado y las innovaciones tecnológicas. No obstante, es común que los objetivos se ajusten de manera conservadora, con mecanismos que evitan que los objetivos suban, incluso en situaciones atípicas de corto plazo.
Un aspecto crítico en la gestión de fugas es la interacción entre las metas establecidas y el verdadero Nivel Económico de Pérdida (ELL, por sus siglas en inglés). Este nivel ideal puede variar, dependiendo de factores como las condiciones meteorológicas, los efectos del cambio climático o el estado del sistema de infraestructura. Por ejemplo, en años de sequía, la escasez de suministro puede llevar a costos adicionales por el uso de fuentes de agua más caras o la importación de agua desde otras regiones. Una vez que la sequía se supera, el ELL tiende a estabilizarse en su nivel de largo plazo.
Sin embargo, lo que es más importante entender es que, aunque las condiciones a corto plazo puedan alterar las métricas de fuga, los objetivos generalmente no se ajustan en consecuencia. Las políticas y los marcos regulatorios actúan como un freno que previene que los objetivos suban, incluso cuando las circunstancias lo justifiquen. En lugar de permitir ajustes flexibles, los objetivos tienden a seguir un camino descendente, impulsados por un mecanismo de "traba" que previene que los objetivos aumenten. Esto tiene como finalidad garantizar que la fuga se mantenga dentro de un nivel óptimo a largo plazo, sostenible, que pueda ser gestionado de forma efectiva sin generar un impacto negativo en los recursos hídricos o los costos operativos.
En cuanto a los marcos regulatorios, juegan un papel crucial en el establecimiento de objetivos de fuga. En países como el Reino Unido, las empresas de agua están sometidas a estrictos controles regulatorios que exigen la entrega de informes anuales sobre la gestión de las fugas, los cuales son evaluados por organismos como OFWAT. Estos informes no solo se centran en las cifras de fuga, sino también en cómo las compañías están gestionando los costos de operación e inversión para garantizar una oferta de agua de calidad a un precio razonable para los consumidores. Además, las presiones del gobierno y de los grupos ambientales buscan evitar que se extraigan grandes cantidades de agua de los recursos naturales, lo que puede generar daños a ecosistemas frágiles, como ríos y lagos.
La regulación también implica una serie de expectativas de los distintos actores involucrados. Los clientes esperan que el agua no solo sea de calidad, sino también que los precios sean accesibles. Por otro lado, los reguladores gubernamentales esperan que las empresas de agua justifiquen los costos operacionales e inviertan adecuadamente en la mejora de la infraestructura. Los accionistas, por su parte, buscan un retorno de su inversión, lo que implica una gestión eficiente de los recursos. Asimismo, los reguladores ambientales y los grupos de presión se aseguran de que la extracción de agua no tenga efectos adversos sobre el medio ambiente.
A nivel práctico, establecer una estrategia para la gestión de fugas requiere una comprensión profunda de los factores internos y externos que afectan a la empresa de agua. Un aspecto fundamental es determinar si los objetivos de fuga son impuestos externamente por los reguladores o si son establecidos de manera interna, dependiendo de la situación local de abastecimiento y demanda. Si bien algunos países carecen de directrices claras para fijar estos objetivos, la mayoría de los gestores de distribución de agua deben tomar decisiones informadas sobre las metas de fuga, ajustándolas en función de la capacidad de la infraestructura y los costos asociados.
Una vez definidos los objetivos, es esencial asegurarse de que sean alcanzables y realistas. En muchos casos, la implementación de un plan estratégico de gestión de fugas depende de factores como la disponibilidad de personal calificado, las condiciones de las infraestructuras existentes y la competencia en el mercado. Por ejemplo, en situaciones donde hay escasez de personal experimentado, los costos iniciales de contratación pueden ser altos, lo que eleva los márgenes de ganancia de los contratistas. Sin embargo, a medida que la experiencia se acumula y la competencia aumenta, los costos tienden a reducirse, lo que genera una tendencia a disminuir los objetivos de fuga.
El impacto de la tecnología también es un factor clave. Las innovaciones tecnológicas en la detección de fugas y en la mejora de la eficiencia operativa tienden a reducir el nivel de fuga, lo que hace que las empresas puedan alcanzar los objetivos de manera más eficiente y con menos inversión. La implementación de tecnologías como los sistemas avanzados de monitoreo y análisis predictivo puede ayudar a detectar fugas de manera más precisa y temprana, lo que reduce tanto los costos de reparación como las pérdidas de agua.
Además, es crucial tener en cuenta la naturaleza dinámica de los objetivos de fuga. Las condiciones climáticas, el cambio en la oferta y demanda de agua, y las presiones regulatorias son factores que, a lo largo del tiempo, pueden modificar el ELL, lo que obliga a las empresas a adaptarse. Aunque los objetivos a corto plazo tienden a estar más enfocados en la reducción, el verdadero reto consiste en gestionar los recursos de manera que se alcance un nivel de fuga sostenible y económicamente viable en el largo plazo, teniendo siempre en cuenta las expectativas regulatorias, económicas y ambientales.
¿Cómo seleccionar y dimensionar medidores de flujo para la medición de pérdidas de agua en redes de distribución?
La precisión en la medición de caudales y el monitoreo efectivo de las redes de distribución de agua son fundamentales para la gestión eficiente de los recursos hídricos, especialmente en lo que respecta a la detección de fugas. La correcta instalación y selección de medidores de flujo es un factor determinante para el éxito de estos procesos. Existen diferentes tecnologías de medidores que pueden adaptarse a diversas necesidades operativas, y es crucial elegir el más adecuado dependiendo de la situación específica de cada red.
Un medidor de flujo adecuado debe instalarse en condiciones que aseguren su precisión. Para los medidores de tipo electromagnético, por ejemplo, es necesario garantizar que haya una longitud mínima de tubería recta de al menos 10 diámetros de la tubería antes del medidor, y preferiblemente 50, para evitar que las curvas y otros factores alteren el perfil de velocidad del flujo. Una alternativa es el medidor ultrasónico tipo clamp-on, aunque este es considerablemente más caro, alrededor de 4 a 5 veces el costo de un medidor electromagnético de inserción.
El proceso de instalación de un medidor de suministro implica la evaluación de los datos disponibles: es crucial determinar la fuente de los datos, la validez de los mismos, y verificarlos mediante un medidor de comprobación, pruebas de caída o un medidor de inserción. Además, se recomienda recalibrar los medidores existentes y realizar un control regular, como una revisión anual, utilizando medidores de inserción o clamp-on ultrasónicos. Los medidores electromagnéticos de gran diámetro suelen ser preferidos para instalaciones permanentes debido a su bajo mantenimiento, aunque se recomienda realizar verificaciones periódicas en los sistemas secundarios de instrumentación.
En cuanto al monitoreo de pérdidas, el metrado zonal es generalmente la primera etapa de la detección de fugas en redes de distribución. Se suele dividir el área de suministro en zonas de entre 10,000 y 50,000 propiedades, dependiendo de los límites de presión o las características geográficas del área. Este tipo de monitoreo permite detectar aumentos en la demanda o pérdidas, facilitando una gestión proactiva de las fugas. En algunos casos, es necesario realizar un monitoreo más detallado dentro de las zonas de suministro para realizar un seguimiento del flujo nocturno y gestionar las fugas de manera más eficaz.
Para poner en práctica este tipo de zonificación, se recomienda empezar con una zona piloto, donde se reparen fugas de manera inmediata, se observe el cambio en la demanda y se garantice que los consumidores no dejen sus grifos abiertos. El uso de esta estrategia en zonas piloto puede ayudar a convencer a los ingenieros locales del valor de la zonificación, lo que facilitará su implementación en otras áreas. Además, en zonas de difícil acceso o con redes de distribución menos desarrolladas, la zonificación se vuelve más compleja, pero igualmente relevante.
El medidor de zona más utilizado es el Woltman o el medidor de álabes helicoidales, que tienen una amplia relación de reducción de caudal, lo que permite medir tanto los picos de demanda como los flujos mínimos nocturnos. Estos medidores son bastante accesibles y fáciles de mantener, ya que generalmente no requieren calibración y pueden ser reemplazados rápidamente en caso de fallo. No obstante, es recomendable instalar tamices antes del medidor, ya que algunos procesos de tratamiento permiten que pasen residuos hacia las tuberías de distribución, lo que puede dañar los álabes helicoidales.
El medidor electromagnético, por su parte, ha ganado popularidad para el monitoreo de zonas y zonas de medición de áreas de distribución (DMA). Estos medidores se pueden enterrar y no requieren una cámara de medición, lo que facilita su instalación, especialmente en áreas de difícil acceso o en países en desarrollo.
Cuando se selecciona un medidor para una zona, deben tomarse en cuenta varias características técnicas. La tecnología de medidores de última generación, que incluye medidores mecánicos, electromagnéticos y ultrasónicos, permite seleccionar un dispositivo que sea capaz de medir con precisión tanto los flujos pico diarios como la demanda estacional. Además, deben considerarse los flujos nocturnos en las zonas de DMA, los flujos asociados con las pruebas de paso y las muy bajas corrientes asociadas a las fugas. La elección del tamaño y tipo de medidor dependerá de varios factores, como el tamaño de la tubería principal, el rango de flujo, la necesidad de medir flujos reversos, la precisión y la capacidad de comunicación de datos, así como el costo y los requisitos de mantenimiento del medidor.
En términos generales, los medidores de flujo deben estar dimensionados para tener en cuenta la caída de presión, las fluctuaciones estacionales y los cambios en la demanda. En áreas donde ya se ha identificado una alta tasa de fuga, es probable que los flujos mínimos cambien significativamente, lo que debe reflejarse en el dimensionamiento del medidor. Si se dispone de un modelo de red, este puede utilizarse para predecir el rango de flujo necesario para el medidor, teniendo en cuenta las demandas máximas y mínimas, así como las fugas y los flujos nocturnos.
La selección y el dimensionamiento adecuados de los medidores son esenciales para el monitoreo eficiente de las redes de distribución de agua y la detección temprana de fugas, lo que contribuye a la conservación del agua y a la mejora de la eficiencia en la distribución. Sin embargo, un aspecto clave que a menudo se pasa por alto es la necesidad de mantener una revisión constante de los datos recolectados, ya que los medidores pueden necesitar ajustes o reemplazos periódicos debido a la acumulación de residuos o el desgaste de los componentes.
¿Cómo localizar pérdidas de agua en redes de distribución eficientemente?
La localización de fugas en las redes de distribución de agua es una tarea crucial para garantizar el buen funcionamiento de los sistemas y evitar el desperdicio de agua, recurso vital y limitado. Existen diversas técnicas y equipos que permiten identificar, localizar y reparar las fugas de manera efectiva. Cada técnica tiene sus particularidades y es importante comprender las circunstancias en las que se deben utilizar, así como la relevancia de cada método en función del tipo de tubería, las características del terreno y la tecnología disponible.
Los sistemas de localización acústica han avanzado significativamente en los últimos años, facilitando la detección de fugas con mayor precisión. Uno de los métodos más comunes es el uso de loggers de ruido, los cuales registran sonidos específicos de las fugas en la red de agua. Sin embargo, la interpretación de estos resultados debe hacerse comparando las lecturas de varios dispositivos en conjunto, en lugar de considerar los datos aislados de cada uno. Los sistemas más avanzados permiten que los loggers sean monitoreados desde un vehículo en movimiento, lo que facilita la inspección de grandes áreas. Solo aquellos dispositivos que captan señales anómalas son investigados más a fondo.
Una variante de este sistema es el logger correlacionador, que no solo registra el sonido de la fuga, sino que también correlaciona los resultados de los loggers para determinar con precisión la ubicación de la fuga. Esta herramienta se está volviendo indispensable para redes de transmisión más largas, ya que permite detectar ruidos de baja frecuencia a lo largo de distancias considerables.
En las tuberías de transmisión, la localización de fugas puede realizarse mediante sensores fijados en puntos de sondeo. Estos sensores detectan el ruido de la fuga dentro del agua misma, en lugar de en el material de la tubería. Esta técnica tiene la ventaja de poder detectar fugas a distancias mayores, lo que la hace especialmente útil para redes de transmisión largas. Sin embargo, uno de los inconvenientes es la falta de puntos de fijación en muchas de estas tuberías, lo que requiere la instalación de nuevos puntos de sondeo a intervalos regulares.
El sondeo acústico, que es una forma de inspección directa de las tuberías, sigue siendo ampliamente utilizado, tanto en redes nuevas como en mantenimiento de redes existentes. Esta técnica consiste en escuchar los ruidos de fuga en puntos específicos de la red, como válvulas, hidrantes y tapas de válvula, utilizando distintos tipos de equipos. El sondeo puede realizarse mediante un simple palo de escucha o un micrófono de contacto, ambos diseñados para amplificar el sonido del agua que se filtra a través de las tuberías.
Los micrófonos de tierra son herramientas sofisticadas que pueden operar en dos modos: uno de contacto para trabajar sobre los accesorios de las válvulas, y otro de encuesta, que se utiliza para detectar fugas entre los accesorios. El micrófono de tierra es útil porque puede detectar ruidos de fuga más amplificados cuando se coloca sobre el terreno, sobre todo en aquellas tuberías que están enterradas.
Sin embargo, uno de los métodos más avanzados es el correlador de ruidos de fuga, que no depende únicamente del nivel de ruido de la fuga, sino de la velocidad con que el sonido viaja a lo largo de la pared de la tubería. Este equipo puede determinar con precisión la ubicación de una fuga, incluso en condiciones difíciles como tuberías de gran diámetro, no metálicas o de baja presión. El correlador tiene la ventaja de ser portátil, y su funcionamiento no se ve afectado por ruidos ambientales, lo que lo convierte en una herramienta eficiente durante el día, a diferencia de otros métodos que requieren un ambiente silencioso.
Al utilizar un correlador de ruido, se pueden realizar dos tipos de tareas: primero, la encuesta de la red para detectar fugas en tramos de tubería; y segundo, la localización precisa de las fugas cuando se ha identificado su presencia. Un operador usa el correlador y coloca los micrófonos en puntos estratégicos de la red, mientras que otro operador se encarga de la comunicación y el desplazamiento entre los puntos de medición. Esta técnica es eficiente, especialmente en redes de gran tamaño, ya que se realiza rápidamente y proporciona resultados con alta precisión.
La localización precisa de la fuga es un paso fundamental para optimizar los recursos y minimizar el tiempo de intervención. Sin embargo, es crucial recordar que no todas las fugas pueden ser localizadas fácilmente con estos métodos. Algunas fugas, en especial las que ocurren en tuberías de materiales no metálicos o con baja presión, pueden presentar desafíos adicionales, y se requerirán ajustes o técnicas complementarias para su detección.
A lo largo de los años, las técnicas de localización de fugas han evolucionado, permitiendo que las redes de distribución de agua sean más eficientes y sostenibles. Sin embargo, lo que es fundamental entender es que, independientemente de la tecnología empleada, cada red tiene sus particularidades, y el éxito en la localización de fugas depende de la combinación adecuada de técnicas, herramientas y personal capacitado para interpretar los resultados y actuar de manera oportuna.
¿Cómo la Gestión de la Presión en las Redes de Distribución de Agua Afecta al Consumo y la Infraestructura?
La gestión de la presión en los sistemas de distribución de agua tiene un impacto significativo tanto en el consumo como en el funcionamiento de los sistemas de plomería. Aunque pueda parecer que la reducción de presión no afecta a dispositivos como los inodoros, en realidad existen dos factores que contribuyen a una disminución en el volumen de agua utilizado. En primer lugar, la presión reducida disminuye el flujo de agua que pasa a través del cisterna del inodoro hacia el recipiente, lo que resulta en un menor volumen de descarga. En segundo lugar, la reducción de presión puede mejorar el sellado de la válvula de bola, lo que previene el goteo y la sobrecarga del cisterna, evitando un desperdicio adicional de agua. Sin embargo, estos efectos no se experimentan de igual manera en todos los inodoros, ya que dependen de factores como la antigüedad y el tipo de válvula de bola, así como la configuración interna del sistema de plomería.
La influencia de la gestión de presión en el consumo de agua varía considerablemente según la estructura del sistema de plomería de una zona determinada. Si un dispositivo está conectado a un depósito de agua elevado, como en un desván, la reducción de presión no tendrá un impacto notorio. Por otro lado, en áreas donde se utiliza un sistema de presión más baja, el flujo de agua será menor, lo que afectará la cantidad de agua utilizada en cada descarga del inodoro. Este fenómeno es crucial cuando se planifica la implementación de sistemas de reducción de presión en una zona.
Un aspecto importante a considerar es la frecuencia de las rupturas en las redes de distribución de agua. La instalación de sistemas de gestión de presión ha demostrado reducir la frecuencia de estas rupturas. En un estudio realizado en el Reino Unido, se observó que una reducción en la presión de la red resultó en una disminución de hasta cuatro veces en la frecuencia de las rupturas. Sin embargo, es importante destacar que otros factores, como las condiciones climáticas, las fluctuaciones de presión, el daño accidental o el movimiento del suelo, también influyen en la frecuencia de las rupturas, lo que complica la obtención de datos concluyentes sobre los beneficios de la reducción de presión.
Además de la reducción de rupturas, la gestión de presión contribuye a una mejor provisión de agua constante a los consumidores. Sin una gestión adecuada de la presión, los consumidores pueden experimentar fluctuaciones en la presión del agua, lo que puede resultar en quejas por falta de agua o problemas en dispositivos como calentadores de agua. La variabilidad de la presión depende de diversos factores, como la capacidad del sistema, las fluctuaciones en la demanda y la condición interna de las tuberías. Cuando se implementa una gestión de presión adecuada, se puede mantener la presión dentro de límites aceptables, lo que mejora la fiabilidad del suministro y reduce las quejas de los usuarios.
Otro beneficio de la gestión de presión es la capacidad de lucha contra incendios. La preocupación de muchos organismos de suministro de agua es que una reducción en la presión afecte la disponibilidad de agua para los bomberos. Sin embargo, con las técnicas modernas de diseño, es posible reducir la presión y, al mismo tiempo, garantizar un suministro adecuado para la lucha contra incendios. Es importante entender que no siempre una alta presión garantiza un mayor flujo; la capacidad de la red también depende del diámetro de las tuberías y su estado interno.
Además de los beneficios inmediatos en el consumo y la fiabilidad del suministro, la gestión de presión también protege la infraestructura a largo plazo. Las variaciones diarias en la presión ejercen tensiones en la red de tuberías, lo que puede causar daños en las juntas y fittings, e incluso fracturas en las tuberías debido a un efecto de fatiga. La gestión de presión ayuda a reducir el rango de estas variaciones y, por lo tanto, disminuye el desgaste de los materiales, prolongando la vida útil de la red de distribución.
Es crucial que, cuando se planifique una inversión en la gestión de presión, se realicen pruebas piloto en áreas específicas para evaluar el impacto en el consumo y el comportamiento de las instalaciones. Las pruebas permitirán comprender mejor cómo la reducción de presión afecta el uso del agua y la eficiencia del sistema, proporcionando datos concretos que respalden la implementación de medidas a gran escala.
¿Cómo gestionar eficazmente la presión en redes de distribución de agua y minimizar fugas?
La gestión de la presión en redes de distribución de agua es una de las estrategias más importantes para mejorar la eficiencia del sistema, reducir las fugas y garantizar un suministro estable para los consumidores. Sin embargo, esta tarea no está exenta de retos, y su éxito depende de la correcta implementación y monitoreo de diversos dispositivos y procedimientos. El control de la presión se basa en varios componentes clave, incluidos los válvulas reductoras de presión (PRV) y dispositivos de modulación de flujo. A continuación, se exploran los aspectos esenciales para gestionar la presión en redes de agua y cómo evitar posibles problemas que puedan surgir durante el proceso.
La implementación de un programa de monitoreo a lo largo de todo el proceso es crucial. La instalación de registradores de datos o la realización de encuestas de presión en las áreas clave debe llevarse a cabo mientras se está realizando la reducción de presión. Para asegurar que los efectos sean los esperados, los registradores deben dejarse en los puntos críticos del distrito y descargarse periódicamente. Esto permite detectar cualquier desviación de los parámetros planificados y actuar a tiempo para corregir posibles problemas. Además, las quejas de los clientes deben ser monitoreadas y gestionadas después de cada fase del proceso, lo que garantizará que se tomen las medidas correctivas oportunas en caso de que la calidad del servicio se vea afectada.
Los problemas con las válvulas reductoras de presión son otro aspecto importante a tener en cuenta. Aunque las válvulas de diafragma modernas son equipos confiables, pueden surgir fallas. Las válvulas pueden fallar en la posición abierta si hay un bloqueo o una falla en el lado de entrada de la tubería del piloto. También pueden fallar en la posición cerrada si ocurre un problema en el lado de salida de la tubería. A veces, las válvulas pueden volverse inestables debido a un mal funcionamiento del piloto o el diafragma puede romperse por desgaste o daños causados por escombros que transporta el agua en la red.
Para evitar que estas fallas afecten el sistema, es necesario realizar un mantenimiento regular. Las válvulas reductoras de presión, a diferencia de las válvulas de compuerta que suelen instalarse y dejarse sin más, requieren un monitoreo constante, ya que son máquinas pequeñas que funcionan de manera continua. Los avances en el diseño de estas válvulas han permitido que necesiten un mantenimiento relativamente bajo. No obstante, para minimizar el riesgo de fallas o malfuncionamientos, la mayoría de los fabricantes recomiendan un programa periódico de inspección y mantenimiento. La frecuencia del mantenimiento varía dependiendo del fabricante y del modelo de la válvula, lo que debe considerarse cuidadosamente al seleccionar qué válvula utilizar.
El mantenimiento típicamente incluye la inspección y limpieza del filtro que protege al piloto de los escombros, el cambio de juntas, la sustitución del diafragma y la inspección y limpieza de la válvula piloto. Las intervalos de mantenimiento pueden variar entre seis meses y dos años. La elección del proveedor de agua debe basarse en un análisis de los costos de mantenimiento frente al riesgo de una posible falla. Un enfoque adecuado consiste en categorizar las válvulas en grupos de alto y bajo riesgo, y realizar mantenimientos más frecuentes en aquellas válvulas más propensas a fallar o que pueden tener un gran impacto en el suministro de agua.
A pesar de un programa de mantenimiento, las válvulas pueden fallar debido a daños imprevistos o eventos extremos. Por lo tanto, es recomendable monitorear el funcionamiento de todas las válvulas a intervalos regulares. Este monitoreo puede consistir en visitas regulares para verificar la configuración del medidor de salida, la recopilación de datos en intervalos determinados, registros continuos o la instalación de sistemas de telemetría para obtener los datos en línea. La opción elegida dependerá de los costos y el nivel de riesgo asociado.
En lo que respecta a la modulación del flujo, esta se utiliza como un método para reducir las presiones excesivas y, por ende, lograr una mayor reducción de fugas. En un sistema con una válvula de salida fija, la pérdida de carga en la zona bajo control significa que las presiones dentro de la red variarán con la demanda de los clientes. La modulación del flujo ajusta la configuración de salida de la válvula para compensar la pérdida de carga, de modo que la presión en el punto crítico se mantenga dentro de los límites aceptables. A medida que disminuye la demanda, la presión en la red se reducirá, y se logra una reducción de las fugas. Sin embargo, debe reconocerse que no es posible mantener la presión fija en todos los puntos de la red, lo que implica que se debe realizar un compromiso entre la presión de entrada y la presión en el punto crítico.
Existen varios dispositivos de modulación de flujo, como los controles electrónicos remotos, que ajustan la configuración de la válvula en función de la presión en el punto crítico, y los controles electrónicos locales, que ajustan la válvula basándose en el caudal. También existen dispositivos hidráulicos que permiten realizar ajustes continuos a la válvula sin necesidad de medidores de flujo o electrónica. Los controladores simples solo ajustan la presión en dos momentos del día, lo que es útil para reducir las presiones nocturnas, cuando las fugas son más frecuentes.
Finalmente, existen varios factores que pueden restringir la capacidad de reducir la presión en una red de distribución de agua. Uno de estos factores son los edificios altos, como apartamentos, oficinas o instalaciones industriales. Estos edificios suelen tener sistemas de presión internos que pueden no verse afectados por las modificaciones en la presión de la red. Si el suministro de agua depende de la presión de la red para alimentar los pisos superiores, la gestión de la presión puede verse limitada. En tales casos, puede ser rentable modificar la plomería interna de los edificios para permitir una mayor reducción de presión y, por ende, una mayor reducción de fugas. Sin embargo, incluso si se lleva a cabo la reducción de presión, existe la posibilidad de que las bombas de refuerzo se activen más frecuentemente o a una presión más baja, lo que podría generar un costo adicional para el propietario del inmueble.
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