La noche estaba en su punto más oscuro cuando me lancé en busca de la verdad en la sala de la sesión espiritista. De un lado a otro, levantaba cojines, pateaba cortinas, bajaba lienzos, todo con la esperanza de encontrar una pista que revelara el truco detrás del engaño. Pero nada. No había cables, no había gramófonos, ni un hombre escondido que imitara las voces de los muertos. Me sentía avergonzado. "Oh, Ed", gimió Theo. "Tal vez sí sea cierto después de todo..." "No lo creas", le respondí. "Nunca creas eso". El Gran Zampa sonreía triunfante, ordenándome que abandonara sus sagrados dominios. Y entonces, como si fuera una revelación, lo vi claro. Así es como lo había hecho. Así había resucitado al Coronel Lawrence Collins del más allá. Sin necesidad de reencarnación. Y la respuesta había estado frente a mí desde el momento en que vi al gran farsante por primera vez. Curioso que nadie más lo hubiera notado.

La solución era más simple de lo que imaginaba: el turbante gigantesco sobre la cabeza del Gran Zampa ocultaba un grabador de cinta, que podía manipular con simples movimientos de su mano. La sala, casi completamente oscura, hacía imposible que alguien viera sus movimientos o manipulaciones. La voz del Coronel Collins era fácilmente imitable y reproducible por cualquier actor competente. Había estado en suficientes noticieros antiguos y programas de televisión como para que un embustero como Zampa pudiera asegurarse de los efectos sonoros necesarios. Así que, no, la señora Collins no recuperó a su amado esposo. Pero sí recuperó su dinero y, lo más importante, sus pies en el suelo firme. Los muertos no regresan, nunca. Es tan simple como eso. Si crees lo contrario, estás en problemas serios.

Theo Collins estaba, por supuesto, encantada con mi habilidad para resolver el caso. La generosa recompensa que me dieron habría sido suficiente. Sin embargo, había otros incentivos en este caso. ¿Qué problema podría haber con la quinta mujer más rica de América siendo, además, una criatura fantásticamente bella que también piensa que eres un tipo genial? Ninguno, eso es lo que pienso.

El siguiente misterio fue el caso Scholditz. Un caso que casi me cuesta la vida. Es algo que ocurre cuando te acercas demasiado a un asesino. De alguna manera, por esa razón, hay que tener muchísimo cuidado con las pistas, especialmente cuando todas apuntan en una sola dirección... la del asesino, quien espera para matarte. Cuando me desperté, estaba tendido sobre un charco de sangre. Mi propia sangre. Estaba cerca de la piscina de la mansión de Marla Grange. La mansión era impresionante, una de esas grandes propiedades con patios, bares y árboles altísimos que bordearan el terreno de uno de los escenarios más lujosos del mundo. A veces, los eventos corren a través de tu mente cuando despiertas de un sueño profundo. Uno que comenzó con un golpe. Había estado investigando en la finca de Grange cuando alguien me golpeó desde atrás. Con una barra de hierro, por supuesto. Fue tan pesado como el acero y me dejó fuera de combate.

Todo había comenzado en una fiesta en la casa de Marla Grange. Marla, la estrella más brillante de Broadway, la querida de Nueva York, y también la más escandalosa celebridad femenina viva. Yo, Ed Noon, fui contratado y recibido en su casa para mantener la paz entre los invitados, evitando que se golpearan o se robaran entre sí las joyas y diamantes. Luego apareció Harry Scholditz, quien había conducido desde Nueva York en su flamante Mercedes-Benz y se unió a la fiesta. Harry bajó del auto, dio tres pasos sobre el césped perfectamente cuidado y, de repente, cayó muerto. Al llegar a su lado, estaba más allá de cualquier ayuda. El olor a almendras amargas en sus labios era inconfundible. Había sido envenenado.

No fue un suicidio, ni un accidente. Encontré una caja de bombones en el compartimento del coche de Harry. Estaba abierta y una pieza faltaba. Todos sabíamos dónde estaba esa pieza: dentro de Harry. Harry Scholditz tenía una conocida obsesión por los dulces, especialmente los cubiertos de chocolate. La fiesta estaba llena de sospechosos, personas que tenían razones para odiar a Scholditz. Él era el actual novio de Marla, el hombre número uno en su vida. Esto despertaba envidia y celos entre casi todos los hombres presentes. Johnny Jackson, el exnovio de Marla, un experto en caballos. Radcliffe, el pintor surrealista que también había sido amante de ella. Ben Miller, un trompetista conocido por su maestría en el jazz. Bob Browning, un escritor que había dedicado su último libro a Marla. Todos ellos aún sentían algo por ella, y cualquiera de ellos podría haber matado a Harry con gusto.

Me llevé la caja de chocolates como evidencia y la revisé sentado en una silla cerca de la piscina. Mientras tanto, los demás estaban dentro de la casa, llamando para decir que se retrasarían debido a que la policía local estaba investigando. Fue entonces cuando alguien me golpeó por la espalda. Cuando desperté, la caja de chocolates había desaparecido, al igual que Marla y todos los invitados. Pero ya sabía lo que necesitaba saber. La caja de chocolates era importante, tanto para el asesino como para los posibles cómplices. Alguien había enviado esa caja a Harry, o se la había dado, con la intención de que la comiera en Nueva York y muriera allí, lejos del asesino. El hecho de que Harry apareciera muerto en la fiesta de Marla había asustado mucho al culpable, quien se apresuró a desaparecer antes de que pudiera hacer las preguntas incómodas.

Finalmente, la solución estaba clara: veneno. Un veneno que tiene el característico olor a almendras amargas. El veneno debió ser ingerido por Harry mientras viajaba de Nueva York a la finca Grange. En algún punto de los cien kilómetros de carretera entre ambos lugares, se envenenó accidentalmente. La caja de chocolates era clave, porque Harry no hubiera comido de una caja que planeaba regalarle a Marla. La muerte había sido provocada por el veneno que Harry comió antes de llegar, y el asesino había hecho todo lo posible por ocultarlo, incluso golpeándome para que no pudiera continuar mi investigación.

¿Cómo se resuelven los crímenes de dentro hacia afuera?

Un crimen siempre tiene una estructura, una lógica que debe seguirse para entenderlo. No siempre es evidente al principio, pero los detalles, por más pequeños que sean, revelan la verdad. Benny Ricco me llamó un día para pedir mi ayuda en un caso que, a primera vista, parecía de lo más trivial, pero que al final mostró cómo las pequeñas inconsistencias pueden ser la clave para desvelar lo que realmente sucedió.

El robo en el Coronet Club fue, para Benny, un golpe bajo. La seguridad de su negocio, un banco de apuestas ilegales, había sido violada y él mismo no quería llamar a la policía. Necesitaba a alguien que pudiera investigar sin levantar sospechas y que tuviera la astucia para llegar al fondo del asunto. El caso no era simple, pero al igual que con los mejores crímenes, todo se basa en observar, en notar lo que parece irrelevante.

Al principio, la solución no parecía tan clara. El ladrón, según Benny, debía ser alguien de su círculo cercano, alguien de su propia organización, porque el dinero robado era de apuestas ilegales y, por lo tanto, no podía implicar a los oficiales. Benny, siempre confiado en sus "hombres", no quería creer que uno de los suyos fuera el traidor. La pregunta inicial era: ¿quién más sabía la combinación de la caja fuerte?

Las pistas se revelaron al hacer una simple serie de preguntas a las tres mujeres que Benny estaba cortejando en ese momento. La primera mujer, Lisa, dijo que las correas de un trineo estaban separadas por cinco pies. La segunda, Belle, no sabía lo que era un trineo. La tercera, Sandy, simplemente no sabía la respuesta. Esto parecía trivial, pero la diferencia en las respuestas era crucial. Belle y Sandy no parecían lo suficientemente astutas ni tan interesadas en ocultar algo. Pero Lisa, al adivinar una respuesta sin entender el contexto, mostró que era lo suficientemente calculadora para intentar manipular la situación.

La clave estaba en una pregunta aparentemente inocente: "¿A cuántos dígitos equivale marcar un número de teléfono en Manhattan?". Las respuestas de las otras dos mujeres eran erróneas, pero Lisa no solo sabía que el número correcto era siete, sino que también estaba lo suficientemente cerca de la inteligencia necesaria para burlar un sistema como el de la caja fuerte.

Por último, el hecho de que Lisa hubiera depositado una gran suma de dinero esa misma mañana fue la prueba final. Un rápido registro de su bolso reveló un libro bancario que confirmaba que ella era la ladrona. La clave, por lo tanto, estaba en los detalles que las demás mujeres no podían manejar: la correcta combinación de astucia, conocimiento y la capacidad de responder preguntas con la suficiente rapidez para ser creíble.

Es fundamental entender que, al resolver un crimen, no todo debe ser observado desde una perspectiva superficial. A veces, la respuesta está en las pequeñas respuestas, en las palabras que no encajan. Lo que inicialmente puede parecer un error o un malentendido puede ser, en realidad, la clave de todo. Además, la psicología detrás de los personajes involucrados, sus motivaciones y sus debilidades, son tan importantes como los hechos físicos del crimen. Observar cómo reaccionan las personas ante preguntas sencillas puede desvelar mucho más que cualquier otra evidencia tangible.

El trabajo del detective no es solo buscar huellas o evidencias materiales. Es escuchar, observar y, sobre todo, hacer las preguntas adecuadas. La perspicacia para descubrir lo que otros podrían pasar por alto es lo que distingue a un investigador capaz de resolver un caso de aquellos que se quedan atrapados en las apariencias.