El impacto de la religión en las elecciones presidenciales de 1960, especialmente en relación con la candidatura de John F. Kennedy, fue significativo y problemático. En un contexto en el que la religión desempeñaba un papel crucial en la política estadounidense, la fe católica de Kennedy se convirtió en un tema de debate y controversia que se prolongó durante toda la campaña. Aunque Kennedy defendió enérgicamente su independencia religiosa, señalando la importancia de la separación entre la iglesia y el Estado, el debate sobre su fe nunca desapareció por completo.
En un discurso crucial pronunciado el 12 de septiembre de 1960 ante la Greater Houston Ministerial Association, Kennedy se enfrentó a las críticas que sugerían que su lealtad religiosa interferiría con su capacidad para liderar como presidente. Aseguró: “Creo en una América donde la separación entre iglesia y Estado es absoluta, donde ningún prelado católico le diría al presidente cómo actuar, y donde ningún ministro protestante le diría a sus feligreses por quién votar”. Con estas palabras, Kennedy trató de disuadir la idea de que su fe influiría en sus decisiones políticas, un punto que, aunque válido, se desdibujó rápidamente en el imaginario colectivo de muchos votantes.
La controversia religiosa se exacerbó durante las primarias en estados como Wisconsin y Virginia Occidental, donde los votantes católicos estaban marcados como decisivos para Kennedy, mientras que los protestantes, especialmente en el sur del país, veían con escepticismo la posibilidad de votar por un católico. En Wisconsin, por ejemplo, la campaña de Kennedy ganó fuerza a pesar de las campañas anti-católicas, que enviaron folletos a los votantes sugiriendo que Kennedy no podría ser imparcial debido a su fe. En Virginia Occidental, Kennedy repitió su mensaje de separación entre iglesia y Estado, aunque los votantes, en su mayoría no religiosos o protestantes, prestaron atención más a sus propuestas políticas que a su religión. La interpretación exagerada de los medios de comunicación sobre la religión de Kennedy hizo que se cuestionara su capacidad para dirigir el país, pero al final, Kennedy prevaleció, no por su fe, sino por su habilidad para conectar con los intereses políticos y económicos de los votantes.
El tema religioso se desvaneció en gran medida cuando se acercaba el día de las elecciones generales. Sin embargo, durante la última parte de la campaña, el tema resurgió con la cercanía de la contienda electoral y las acusaciones de fraude electoral comenzaron a tomar fuerza. Esta fue otra cuestión que marcó profundamente las elecciones de 1960, incluso más allá de la religión.
Las acusaciones de fraude electoral se convirtieron en un tema central tras la estrecha victoria de Kennedy. Los republicanos, especialmente Richard Nixon, empezaron a denunciar prácticas corruptas, como el “compra de votos” y el “relleno de urnas”. Aunque las acusaciones nunca fueron confirmadas en su totalidad, el rumor de fraude persiguió a la administración Kennedy durante los primeros meses de su mandato. De hecho, en Chicago se rumoreaba que se habían manipulado los votos, lo que, en retrospectiva, se parece a las acusaciones de interferencia electoral que surgieron en la elección presidencial de 2016.
En 1960, la campaña de Kennedy también estuvo marcada por la especulación de que elementos del crimen organizado habían respaldado su candidatura, lo que llevó a acusaciones de compra de votos a través de donaciones a iglesias protestantes, especialmente en comunidades afroamericanas. Hubert Humphrey, uno de los rivales de Kennedy dentro del Partido Demócrata, hizo eco de estos rumores, señalando la práctica de los "bagmen", quienes repartían dinero para asegurar el apoyo de políticos y organizaciones locales.
Aunque estas acusaciones nunca se confirmaron, el clima de desconfianza e incertidumbre que generaron afectó significativamente el resultado electoral. A pesar de que Nixon no se pronunció tan contundentemente como Humphrey sobre los fraudes, las acusaciones de irregularidades comenzaron a circular rápidamente, alimentadas por el resultado extremadamente ajustado de las elecciones. Las denuncias de fraude persistieron, incluso después de que Eisenhower y Nixon reconocieran que la campaña republicana no se ejecutó tan eficazmente como la demócrata. La cercanía del resultado fue una de las razones de este brote de desconfianza, similar a lo que ocurrió en otras elecciones presidenciales, donde las acusaciones de manipulación electoral han jugado un papel importante en la deslegitimación de los resultados.
El caso de las elecciones de 1960 subraya una cuestión esencial: la religión, aunque fue un factor importante, no fue determinante en la elección de Kennedy, ya que su victoria se debió más a su habilidad para ganar el apoyo popular en base a temas económicos y políticos. En cuanto a las acusaciones de fraude electoral, aunque se mantuvieron en el imaginario popular, la realidad es que no se resolvieron de manera satisfactoria, dejando una sensación persistente de corrupción que perduró en la historia electoral estadounidense.
El contexto político de la época, marcado por la competencia feroz entre los candidatos y la polarización social en torno a la religión y la política, refleja cómo el debate sobre la fe y las prácticas electorales ha sido un tema recurrente en la historia de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. En lugar de ser un problema aislado, las acusaciones de fraude y las cuestiones religiosas en torno a las elecciones de 1960 abrieron un precedente que seguiría presente en campañas futuras.
¿Cómo afecta el debate sobre el cambio climático a la percepción de la humanidad sobre el futuro del planeta?
El debate sobre el cambio climático es uno de los temas más polarizados y complejos de la actualidad. El impacto potencial de este fenómeno en la humanidad y la vida silvestre ha generado innumerables discusiones, donde los dos bandos principales, los alarmistas y los escépticos, se enfrentan con posturas claramente definidas. Por un lado, los proponentes del calentamiento global sostienen que la actividad humana es la principal causa de un calentamiento acelerado del planeta; por otro lado, los escépticos argumentan que los datos históricos y científicos no respaldan la gravedad del cambio climático tal como lo presentan los medios y ciertos grupos científicos.
Un estudio publicado en la revista Science en 2006 analizó los anillos de árboles de 14 sitios en tres continentes y llegó a la conclusión de que las temperaturas durante el Período Cálido Medieval, que ocurrió hace entre 800 y 1,000 años, fueron similares a las del siglo XX. Este tipo de estudios históricos pone en duda la premisa de que la humanidad está viviendo una era de calentamiento sin precedentes. En lugar de ver fenómenos como huracanes, olas de calor, tormentas de hielo y sequías extremas como interrupciones anormales, algunos científicos los consideran parte del comportamiento natural del planeta, una especie de "negocio habitual" de la Tierra.
Se argumenta que lo que nosotros entendemos como "clima" es simplemente una media de los extremos de temperatura y precipitación a lo largo del tiempo. Los eventos extremos no son necesariamente señales de una catástrofe inminente, sino más bien manifestaciones naturales del ciclo climático. Por ejemplo, durante el Período Frío Mínimo, entre los siglos XIV y XVII, el número de inundaciones en China aumentó significativamente, lo que indica que los eventos climáticos extremos son cíclicos y no necesariamente anómalos.
Los escépticos del cambio climático, como los investigadores Singer y Avery, sostienen que, aunque la Tierra ha experimentado un calentamiento de 0.8 grados Celsius desde 1850, este proceso ha sido errático y gradual. Atribuir este calentamiento a la actividad humana, según ellos, es apresurado, ya que muchos de los registros de temperatura no tienen en cuenta factores como las islas de calor urbanas o el enfriamiento reciente de la Antártida. Además, argumentan que, a pesar del aumento de las emisiones de CO2, las temperaturas actuales no son significativamente más altas que en 1940, lo que cuestiona la relación directa entre la actividad humana y el calentamiento global.
A pesar de estos argumentos, los "alarmistas" del cambio climático continúan señalando la falta de evidencia que contradiga la idea de un calentamiento global inducido por el hombre. Muchos de ellos argumentan que la tecnología moderna debe ser descartada independientemente de que el clima se esté calentando rápidamente o no. Este enfrentamiento de visiones contrasta con la postura de los escépticos, que critican a los defensores del cambio climático por basarse en modelos de computadora no verificados y en teorías que no explican satisfactoriamente los patrones climáticos pasados.
En algunos círculos políticos y económicos, el cambio climático ha sido visto no solo como un problema ambiental, sino también como una oportunidad económica. Por ejemplo, el economista Robert Mendelson de la Universidad de Yale, testificó en 2000 ante un comité del Senado que el cambio climático podría resultar en beneficios económicos para Estados Unidos, especialmente en el sector agrícola. Las regiones más cálidas podrían experimentar una mejora en la productividad agrícola, lo que compensaría las pérdidas esperadas en otros sectores como la energía y el agua.
No obstante, los escépticos continúan atacando el argumento del "consenso" científico, acusando a sus defensores de depender de "informes desacreditados" y "expertos falsos". Según estos críticos, las afirmaciones de un consenso global sobre el calentamiento global son infundadas y se basan en una interpretación sesgada de los datos. En este contexto, figuras como la historiadora de la ciencia Naomi Oreskes, quien defendió la existencia de un consenso científico sobre el cambio climático, han sido blanco de ataques, especialmente desde sectores conservadores y escépticos. Aunque Oreskes encontró más de 900 artículos académicos que apoyaban el cambio climático antropogénico, sus detractores argumentaron que su búsqueda no era lo suficientemente exhaustiva y que la mayoría de esos artículos no confirmaban las alarmas sobre el calentamiento global.
Una de las críticas más comunes es que los "expertos" citados por los defensores del cambio climático no son verdaderos especialistas en climatología. Por ejemplo, algunos estudios de caso citan a biólogos de especies específicas, como los búhos, que presuponen que el cambio climático afectará a la fauna sin ofrecer un análisis concreto sobre cómo se produciría este impacto. De igual forma, cuando los "alarmistas" recurren a geólogos para confirmar sus predicciones, los escépticos argumentan que se está tergiversando la ciencia en beneficio de una narrativa alarmista.
El papel de los medios de comunicación en este debate también ha sido objeto de críticas por ambas partes. Los defensores del cambio climático acusan a los medios de no dar suficiente espacio a las posturas escépticas, mientras que los escépticos acusan a los medios de amplificar el alarmismo en torno al cambio climático para ganar audiencia y apoyar agendas políticas. La falta de contexto, la exageración de los hechos y la omisión de evidencias contrarias son aspectos que se señalan como manipulaciones de la información con fines comerciales o ideológicos.
Lo importante que debe entender el lector es que, aunque el debate sobre el cambio climático puede parecer simplista y polarizado, es un tema profundamente complejo que involucra tanto ciencia como política, economía y ética. Los modelos predictivos, aunque útiles, no siempre tienen la precisión necesaria para predecir con certeza los efectos del cambio climático en un futuro cercano. Además, la forma en que se interpretan y se presentan los datos puede variar considerablemente dependiendo de la agenda de quien los divulga. El cambio climático, entonces, no debe ser visto únicamente como una crisis ambiental, sino también como un fenómeno que desafía nuestras formas de entender la ciencia, la política y la responsabilidad colectiva.
¿Cómo la tecnología y las redes sociales han transformado la lucha contra las noticias falsas?
En la actualidad, los teléfonos inteligentes son la herramienta más común para acceder a información, con una penetración del 81% en la población estadounidense, un aumento significativo respecto al 35% registrado en 2011. Este fenómeno refleja la creciente influencia de la tecnología en la vida diaria de las personas, superando incluso el acceso a medios tradicionales como la televisión, la radio, los periódicos y los libros. Los datos recopilados por diversas encuestas desde 2008 revelan que, en promedio, los usuarios pasan más de 70 horas al mes en aplicaciones, lo que equivale a más de dos horas al día. Si bien los adolescentes son los más intensivos en su uso, el grupo de adultos también muestra un alto grado de dependencia de los dispositivos móviles.
Este contexto invita a reflexionar sobre cómo el internet, en sus diversas formas, representa una nueva, pero continua, etapa en la historia de la desinformación. Los historiadores de la información han demostrado cómo la aceptación y difusión de información, tanto veraz como falsa, ha permanecido relativamente constante a lo largo de las décadas. De hecho, si entendemos el acto de "buscar en Google" como una búsqueda de información, podemos afirmar que esta práctica no es algo completamente moderno, sino que tiene sus raíces en siglos pasados. Las investigaciones actuales sobre el uso de internet reafirman esta observación, mostrando que los patrones de búsqueda y consumo de información no han cambiado sustancialmente a lo largo del tiempo. En este contexto, es pertinente reconocer que muchas de las lecciones aprendidas en el pasado sobre cómo lidiar con la información falsa podrían aplicarse perfectamente a la era digital.
El principal desafío de hoy radica en la capacidad de los usuarios para distinguir entre hechos verídicos y noticias falsas. Esta preocupación no es nueva; de hecho, desde hace más de dos siglos se ha debatido sobre el impacto de las noticias falsas en la opinión pública. Sin embargo, el surgimiento de internet y, en particular, de las redes sociales, ha amplificado enormemente este fenómeno. Hoy en día, las barreras para la publicación de información han desaparecido casi por completo, permitiendo que cualquier persona, sin importar su autoridad o conocimiento, pueda difundir sus ideas a una audiencia global. Las redes sociales, con su sistema de "me gusta", no ofrecen mayores garantías sobre la veracidad de la información. De hecho, este sistema a menudo refleja los sesgos del grupo, favoreciendo la difusión de opiniones más que de hechos comprobados.
Un estudio realizado por la Pew Foundation en diciembre de 2016, durante el periodo electoral presidencial en Estados Unidos, reveló que dos de cada tres personas afirmaban que las noticias falsas confundían a los votantes sobre temas y eventos recientes. Aunque el 40% de los encuestados sentía que podían distinguir entre la verdad y la falsedad, ese porcentaje se desplomó cuando se evidenció que las mentiras de un presidente eran repetidas por numerosos seguidores en internet. Un tercio de los encuestados reconoció haber visto noticias falsas de manera habitual, y un 25% admitió haber compartido noticias falsas sin darse cuenta de su falsedad, lo que resalta la facilidad con la que la desinformación se propaga en las plataformas digitales.
Además, en el contexto de la política estadounidense, el crecimiento de la desinformación se ha intensificado desde 2015, con una mayor atención a los temas políticos y el papel de los medios. Esto exige que los usuarios de información posean no solo una conciencia política, sino también habilidades tecnológicas y confianza en fuentes confiables para navegar por un mar de mentiras. La dificultad para discernir la verdad de la falsedad se pone de manifiesto en pruebas realizadas por la Pew Foundation, que revelaron que la mayoría de los estadounidenses tiene dificultades para identificar declaraciones verídicas entre una serie de afirmaciones.
Las pruebas también sugieren que aquellos que logran discernir mejor entre hechos y falacias son los que combinan una conciencia política, un conocimiento técnico adecuado y una dependencia de fuentes confiables. Esta conclusión resalta la necesidad de un enfoque multidisciplinario para abordar el problema de la desinformación en la era digital. Además, hay un creciente reconocimiento de que la tarea de detectar noticias falsas no recae únicamente en las instituciones, sino en el individuo, que debe ser capaz de tomar responsabilidad por su propio consumo de información. En este sentido, los expertos en relaciones públicas, psicología, política y publicidad han reconocido durante décadas que la opinión pública es fácilmente manipulable. Sin embargo, el sistema democrático estadounidense se basa en que cada individuo sea responsable de formar sus propias opiniones.
El problema de las noticias falsas es especialmente evidente en el ámbito político, donde el intercambio de ideas y hechos está en constante batalla. Sin embargo, también se observa en el ámbito mediático, donde los grandes conglomerados de medios, como Viacom, CBS, Time Warner y otros, son responsables de la creación de contenidos que, en muchos casos, reproducen y amplifican la desinformación. La proliferación de blogs, que a menudo reparten contenido de estos medios para ajustarlo a puntos de vista específicos, también contribuye a la expansión de noticias erróneas. Algunos medios de comunicación, como el New York Times y el Washington Post, están tomando medidas activas para exponer las mentiras a medida que surgen, pero la lucha es ardua y constante.
Este escenario pone de manifiesto que, en última instancia, la responsabilidad recae en el individuo, quien debe ser capaz de ejercer un juicio crítico ante la avalancha de información, tanto veraz como falsa, que caracteriza la era digital. En este contexto, el desafío no solo es el de los medios de comunicación o las instituciones gubernamentales, sino también el de los propios ciudadanos, quienes deben aprender a navegar por la información con discernimiento y responsabilidad.
¿Qué revela la prensa sobre el asesinato de Abraham Lincoln?
El asesinato de Abraham Lincoln no solo es un suceso fundamental en la historia de los Estados Unidos, sino también un acontecimiento que refleja las complejas dinámicas de la información y la opinión pública en una época de profunda división política. Los periódicos de la época desempeñaron un papel crucial en la construcción de la narrativa en torno a la muerte de Lincoln, y sus informes, en gran medida, modelaron la percepción pública del crimen y sus responsables.
La cobertura del asesinato de Lincoln fue, en muchos casos, inmediata y repleta de incertidumbre. Al conocerse la noticia de su muerte el 15 de abril de 1865, los periódicos se apresuraron a publicar reportajes, aunque la información aún era incompleta y, en muchos casos, contradictoria. El Washington Evening Star y el Richmond Whig, entre otros, fueron algunos de los diarios que informaron sobre el asesinato, contribuyendo a difundir teorías tanto sobre la motivación del crimen como sobre los posibles implicados. Los reportes iniciales destacaron la figura de John Wilkes Booth como el principal sospechoso, pero rápidamente surgieron otras interpretaciones, muchas de las cuales alimentaban las sospechas de una conspiración más amplia.
Los medios de comunicación de la época, como se observa en los informes reproduciidos en Smithsonian Magazine (marzo de 2015), reflejaron una sociedad en shock, pero también un país dividido que no tardó en atribuir el asesinato a una red más compleja de actores políticos y sociales. El papel de la prensa fue crucial, ya que no solo reportaba, sino que también influenciaba la dirección en que la opinión pública entendió los hechos. La cobertura no fue meramente descriptiva; los periódicos, en su mayoría, eran vehículos de opiniones políticas que a menudo ayudaban a consolidar o cuestionar las teorías oficiales.
En particular, la reacción de los periódicos del norte y del sur de los Estados Unidos reveló las tensiones de la posguerra civil. En el norte, el asesinato de Lincoln fue percibido como un acto de venganza por la derrota de los confederados, mientras que en el sur algunos publicaron informes que minimizaban la culpabilidad de Booth o incluso sugerían que el asesinato fue una maniobra de los propios republicanos. De hecho, varios informes, como los de The Richmond Whig, contribuyeron a la idea de que el asesinato estaba vinculado a una especie de venganza política, un asesinato cuya autoría se extendía más allá de Booth.
La propagación de estas teorías a través de la prensa puede ser entendida dentro de un contexto más amplio de manipulación de la información. Los periódicos de la época no solo informaban sobre los hechos, sino que a menudo los interpretaron de acuerdo con los intereses políticos de quienes los controlaban. Esto es importante porque refleja cómo la percepción de un hecho histórico puede ser modelada por la narrativa dominante en los medios de comunicación, algo que sigue siendo un tema relevante en el análisis de la política contemporánea.
El análisis de la cobertura mediática del asesinato de Lincoln también muestra cómo las primeras respuestas de la prensa fueron clave para la creación de la figura de Lincoln como mártir y líder nacional, algo que ayudó a consolidar su legado en la historia de los Estados Unidos. De esta manera, los periódicos no solo informaron sobre el asesinato, sino que también participaron activamente en la construcción de una narrativa emocional que buscaba unir al país en un momento de profunda crisis.
Además de la cobertura inmediata, es fundamental comprender cómo los informes de la época contribuyeron a la formación de teorías conspirativas que, con el tiempo, seguirían siendo parte del discurso público estadounidense. A lo largo de las décadas, diversos estudios y publicaciones, como los de Harold Holzer en Lincoln and the Power of the Press, han demostrado que los medios de comunicación desempeñaron un papel crucial en el proceso de consolidación de la figura de Lincoln como un mártir de la democracia. Sin embargo, no todos los informes coincidían en los detalles, y algunos, como los que aparecieron en el Washington Evening Star, continuaron siendo objeto de controversia debido a la forma en que trataban ciertos aspectos del caso, como la implicación de otras figuras dentro de la administración de Lincoln.
Al estudiar el papel de la prensa en el caso de Lincoln, uno puede observar el poder de los medios de comunicación no solo como transmisores de hechos, sino como creadores de relatos nacionales. Esta influencia mediática se ha mantenido a lo largo de la historia, y su estudio permite comprender cómo los acontecimientos históricos son, en gran medida, una construcción colectiva, determinada por las narrativas prevalentes en el momento. Este fenómeno es clave para entender la evolución de la información pública y la política en las sociedades modernas.
¿Cómo la Desinformación y la Negación Climática Moldean la Percepción Pública?
El fenómeno de la negación del cambio climático ha sido, en parte, una consecuencia de una elaborada estrategia mediática que busca sembrar dudas sobre la realidad científica del calentamiento global. A través de años de manipulación de la información, ciertos actores políticos y económicos han logrado crear una división en la sociedad, basándose en la diseminación de desinformación que rechaza las conclusiones científicas sobre el cambio climático. Esta estrategia no solo ha favorecido intereses corporativos, como los de las grandes petroleras y las industrias del carbón, sino que también ha desviado la atención del público hacia una narrativa de incertidumbre que socava los esfuerzos para abordar la crisis ambiental.
Desde los primeros estudios científicos sobre el cambio climático, la evidencia sobre el impacto del dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en el calentamiento global ha sido clara. Sin embargo, los detractores han intentado desacreditar estos estudios, argumentando que las predicciones eran demasiado inciertas o que el fenómeno no era tan grave como se sugería. Este tipo de retórica ha sido popularizada por una serie de think tanks conservadores y medios de comunicación que, en muchos casos, han minimizado el consenso científico o lo han presentado como una cuestión de debate. La creación de conceptos como la "verdadiness" o "verdad aparente" se ha convertido en una herramienta clave en esta estrategia, permitiendo que declaraciones sin fundamento o erróneas sean percibidas como verídicas por amplios sectores de la población, debido a su simplicidad y capacidad para resonar emocionalmente con el público.
El uso de esta táctica no es casual. La industria del petróleo, por ejemplo, ha estado vinculada a la financiación de campañas de desinformación desde hace varias décadas. Un informe filtrado de ExxonMobil, fechado en 1981, demostraba que la compañía ya era consciente de los riesgos del cambio climático, pero optó por financiar a los negacionistas del clima durante los años siguientes para retrasar la acción gubernamental. Esta doble moral no es un fenómeno aislado; otras grandes corporaciones con intereses en la industria fósil han seguido patrones similares, creando un frente unido contra las políticas de mitigación del cambio climático.
A nivel global, las negociaciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero también han sido influenciadas por la negación del cambio climático. Durante décadas, los países industrializados, especialmente aquellos con economías basadas en el carbón y el petróleo, han trabajado para bloquear acuerdos que pudieran poner en peligro sus modelos de producción y consumo. El Protocolo de Kioto, por ejemplo, fue un paso crucial en el intento por frenar el calentamiento global, pero su implementación fue obstruida por la oposición de varios actores económicos que argumentaban que los costos de la transición a energías limpias eran demasiado altos.
El público, por su parte, se ha visto atrapado en esta disputa ideológica, donde la política ha jugado un papel más importante que la ciencia. La polarización política ha exacerbado la división en la sociedad, especialmente en países como Estados Unidos, donde los votantes republicanos y demócratas tienen posturas diametralmente opuestas sobre el cambio climático. Los estudios muestran que la percepción sobre el cambio climático está fuertemente influenciada por las señales políticas y mediáticas. La manipulación de la información ha creado un entorno donde los ciudadanos se sienten más inclinados a creer en las opiniones de los líderes políticos y los medios de comunicación que en las advertencias de los científicos.
Además, la idea de que el cambio climático es un "tema lejano" o un "problema futuro" ha ayudado a restar urgencia a la acción. Muchos aún no entienden la magnitud de los efectos a corto plazo, como el aumento de los fenómenos climáticos extremos, la pérdida de biodiversidad y el desplazamiento masivo de personas debido a desastres naturales. En este contexto, la negación del cambio climático se convierte en un mecanismo de defensa ante la sensación de impotencia ante una crisis global que requiere respuestas inmediatas y transformadoras.
Es crucial que los lectores comprendan que la desinformación no es solo una cuestión de hechos incorrectos, sino también de la forma en que estos hechos se presentan, se distorsionan o se amplifican para servir a intereses específicos. La batalla por el reconocimiento de la ciencia climática está, en última instancia, vinculada a una lucha por el poder, donde las corporaciones, los gobiernos y los medios de comunicación juegan roles cruciales en la formación de la opinión pública. Las estrategias de manipulación de la información, como la creación de falsas equivalencias entre las opiniones de los científicos y los intereses económicos, son tácticas utilizadas para generar confusión y, de este modo, prevenir la acción política y social que se requiere para enfrentar el cambio climático.
Por lo tanto, es esencial que los individuos se eduquen sobre la ciencia detrás del cambio climático y desarrollen una conciencia crítica hacia las fuentes de información que consumen. La confianza en los hechos científicos debe prevalecer sobre las narrativas manipuladas que buscan diluir la gravedad de la situación.
¿Cómo influyó Dioscórides en la medicina de su tiempo y más allá?
¿Cómo resolver ecuaciones diferenciales parciales utilizando el método de Gauss-Seidel?
¿Cómo funcionan los segmentos de slice en la codificación HEVC?
¿Cómo se modelan los campos de temperatura en la simulación numérica de procesos de irradiación láser?

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский