El legado de Dioscórides, un médico griego que vivió aproximadamente entre los años 40 y 80 d.C., es incalculable. A lo largo de su vida, realizó una recopilación meticulosa de los conocimientos sobre las plantas medicinales de su época, lo que dio como resultado una obra monumental: De Materia Medica. Esta obra se convirtió en la farmacopoeia estándar durante siglos y fue utilizada tanto en el mundo griego como en el árabe y europeo, hasta la Edad Media y más allá. El enfoque de Dioscórides fue pragmático, centrado en los efectos fisiológicos de las plantas y no en su clasificación según las teorías humorales de la medicina griega de la época. De hecho, rechazó clasificar las plantas según el sistema humoral predominante, optando en su lugar por agruparlas según sus acciones fisiológicas: purgativas, eméticas, narcóticas, expectorantes, vulnerarias, entre otras.

La obra de Dioscórides es impresionante no solo por su extensión, sino por su aproximación moderna al estudio de las plantas medicinales. Aunque no conocía la química, sus observaciones sobre los efectos fisiológicos de las plantas le permitieron, de una manera casi química, clasificar las plantas por sus componentes activos. Describió más de mil productos naturales, de los cuales más de seiscientos eran plantas, detallando sus propiedades botánicas, sus usos medicinales, los efectos secundarios, las dosis recomendadas, los métodos de cosecha y almacenamiento, y las regiones geográficas donde se encontraban de forma natural. Esta exhaustividad en la documentación de las propiedades de las plantas es uno de los aspectos que hace de De Materia Medica una obra excepcional, que no solo reflejaba el conocimiento de su tiempo, sino que lo organizaba de manera clara y racional.

El impacto de Dioscórides fue tal que su obra fue la base de la farmacología como disciplina científica. Durante siglos, De Materia Medica se consideró uno de los textos médicos más influyentes de Europa, Asia Menor y el Medio Oriente. La invención de la imprenta en el siglo XV permitió que la obra de Dioscórides se difundiera rápidamente por toda Europa, con más de 90 ediciones publicadas hasta finales del siglo XVI, muchas de ellas traducidas a lenguas vernáculas como el italiano, el francés, el alemán, el español y el árabe.

A pesar de su enorme influencia en la medicina tradicional, la obra de Dioscórides pasó desapercibida para la medicina biomédica moderna. La valoración de los conocimientos tradicionales disminuyó en el contexto del positivismo que caracterizó el proyecto biomédico en los últimos dos siglos. Sin embargo, la medicina herbaria contemporánea continúa reconociendo la valía de muchas de las plantas descritas en su obra.

Además de su contribución al conocimiento de las plantas medicinales, la obra de Dioscórides refleja la transición de la medicina hacia una forma más observacional y científica. Su método, aunque basado en la observación empírica y no en teorías filosóficas complejas, anticipó conceptos fundamentales en la farmacología moderna, como la noción de que las plantas contienen compuestos activos responsables de sus efectos sobre el cuerpo. Esta perspectiva marcó un antes y un después en el desarrollo de la medicina, alejándose de las teorías especulativas hacia una medicina más basada en la observación y el análisis.

Es importante que los lectores comprendan que, aunque la medicina moderna ha avanzado considerablemente en términos de conocimiento y tecnología, muchas de las prácticas medicinales que Dioscórides documentó siguen siendo útiles en la medicina herbaria actual. La obra de Dioscórides no debe verse simplemente como un vestigio del pasado, sino como una base sobre la que se ha edificado una comprensión más profunda de la interacción entre los seres humanos y las plantas medicinales.

El conocimiento de las plantas y sus usos no solo depende de la teoría científica moderna, sino que también sigue siendo relevante en el ámbito de las medicinas tradicionales. Esto no significa rechazar la medicina biomédica moderna, sino más bien reconocer que hay formas valiosas de conocimiento que no siempre encajan dentro del marco de la ciencia contemporánea, pero que pueden complementar y enriquecer las prácticas médicas actuales.

¿Cómo ha influido el modelo biopsicosocial en la medicina moderna?

El modelo dominante de enfermedad hoy en día es el biomédico, con la biología molecular como su disciplina científica básica. Este modelo no deja espacio dentro de su marco para las dimensiones sociales, psicológicas y conductuales de la enfermedad. De esta manera, el modelo biomédico abraza tanto el reduccionismo como el dualismo mente-cuerpo. Asume que el lenguaje de la química y la física finalmente será suficiente para explicar los fenómenos biológicos.

El artículo de Engel sirvió como un manifiesto que detallaba un nuevo modelo de medicina: el modelo biopsicosocial, que él creía que podría corregir las deficiencias profundamente arraigadas de una biomedicina que estaba siendo cada vez más desafiada tanto desde dentro como desde fuera. Engel identificó abiertamente sus reformas como un proyecto esencialmente científico y rechazó cualquier valorización de la medicina como arte, o del médico como sanador. Se basó en el pensamiento sistémico para proporcionar una estructura teórica de apoyo a sus ideas. Engel consideraba que enfoques como estos proporcionarían un equilibrio al reduccionismo que dominaba la biomedicina.

Desde su perspectiva, Engel estaba claro respecto a las deficiencias de la biomedicina. Tenía poco interés en los enfoques “no científicos” de la medicina que estaban atrayendo cada vez más la atención de aquellos que buscaban otras formas de sanación. En sus escritos posteriores, Engel expresaba lo siguiente: los dogmas opuestos que hoy en día se presentan como oposición al dogma biomédico se conocen como medicina “holística” y “humanística”. Los calificaba como dogmas porque rechazaban el método científico, apoyándose en cambio en sistemas de creencias y fe transmitidos por figuras de autoridad remotas o carismáticas. Irónicamente, Engel revelaba su propia postura dogmática al considerar que el único conocimiento médico válido y aceptable provenía del método científico. En este sentido, de manera implícita, desechaba la noción de que los seres humanos son capaces de obtener conocimiento y comprensión de otros y del mundo a través de medios distintos a los proporcionados por la abstracción, la experimentación y la cuantificación que fundamentan el método científico.

La medicina holística y la medicina humanística, que comenzaban a encontrar su lugar como correctivos de la biomedicina contemporánea, fueron simplemente rechazadas por Engel como algo que posiblemente no tuviera nada útil que ofrecer. A pesar de este rechazo, Engel logró alertar a muchos de sus colegas sobre el hecho de que el lado humano de la medicina había sido de alguna manera opacado por lo biológico y lo técnico. El temor de Engel al reduccionismo de la biomedicina fue evidente, y enfatizó que sus colegas deberían prestar más atención a la experiencia vivida y los mundos de vida de sus pacientes.

Este llamado a la reflexión y al cambio resonó fuertemente en muchos sectores de la profesión médica, especialmente entre aquellos que deseaban incorporar más empatía y compasión en la práctica médica. Veinticinco años después de la publicación de su artículo seminal, Borrell-Carrío y sus colegas reflexionaron sobre la influencia del modelo biopsicosocial: su modelo encontró eco en sectores de la medicina que buscaban un enfoque más holístico y humano. De hecho, el modelo biopsicosocial promovido por Engel provocó un aumento en la autorreflexión dentro de las instituciones médicas. Como concluyeron los sociólogos británicos Albert Farre y Tim Rapley en 2017, este modelo ha influido en aspectos fundamentales de la práctica médica, la educación y la investigación en diversas áreas de la medicina.

Sin embargo, algunos consideran que el modelo ha perdido fuerza con el paso de los años. La epistemóloga médica británica Miriam Solomon, en 2015, concluyó que el modelo biopsicosocial prácticamente había desaparecido. El psiquiatra estadounidense Nicholas Kontos criticó la naturaleza totalizadora del proyecto de Engel, prefiriendo describir la práctica biomédica contemporánea, con su inherente reduccionismo, como una respuesta pragmática (aunque inadecuada) a las complejidades y contradicciones asociadas con la experiencia humana de la enfermedad.

A pesar de este escepticismo, el término "medicina biopsicosocial" está plenamente establecido en el léxico de la medicina académica contemporánea, la medicina complementaria, la medicina integrativa y la salud pública. Sin embargo, lo que realmente significa sigue siendo un tema de debate y reflexión. El filósofo de la ética médica David Greaves observó astutamente que las reformas sugeridas por Engel no tocaban las dimensiones fundamentales de la medicina científica. Las cosmovisiones que subyacen en sistemas como el Ayurveda, la medicina tradicional china, la medicina herbaria tradicional, la homeopatía y la medicina energética no encuentran lugar en el modelo biopsicosocial, a pesar de que las consideraciones psicológicas, sociales, culturales y espirituales condicionan cada una de estas modalidades.

La medicina contemporánea, aún con los avances logrados por el modelo biopsicosocial, sigue siendo un campo de tensión entre la ciencia y las prácticas complementarias, donde la necesidad de un enfoque más completo y holístico de la enfermedad y la salud persiste, incluso en medio de las resistencias a la integración de nuevas perspectivas.

¿Cuál es el futuro de la medicina holística y las prácticas alternativas de sanación en un mundo dominado por la biomedicina?

A lo largo de la historia, la intención de sanar ha adoptado muchas formas, reflejando las profundas necesidades humanas de aliviar el sufrimiento y otorgar significado a la experiencia de la enfermedad. Este impulso se ha manifestado en oraciones, invocaciones y prácticas de sacerdotes y chamanes, así como en la búsqueda de sustancias naturales y creadas por el ingenio humano que facilitan la recuperación de la salud. Hoy en día, la medicina científica contemporánea, también conocida como biomedicina o medicina occidental, constituye una de las formas más potentes y singularmente desarrolladas de este deseo de curar. Su influencia se extiende a nivel global, siendo respaldada por gobiernos que financian programas educativos y recursos, y sirve de base a tecnologías de vanguardia.

Sin embargo, a diferencia de sus contrapartes orientales, la medicina occidental ha desvinculado en gran medida sus prácticas de sus raíces históricas. Los médicos occidentales, al menos en su mayoría, han dejado de lado las filosofías y métodos de sanación de sus antepasados. Hoy en día, tanto la enseñanza como la práctica de la medicina son notablemente uniformes en todo el mundo desarrollado, con programas educativos que son casi idénticos y médicos que emergen de su formación con un conocimiento enciclopédico sobre el cuerpo y sus enfermedades. Así, la medicina en el mundo occidental se ha vuelto altamente estandarizada: el diagnóstico de una misma enfermedad probablemente resultará en un tratamiento idéntico, sin importar en qué ciudad del mundo se consulte al médico.

No obstante, se reconoce cada vez más que la biomedicina es solo una de las muchas aproximaciones para tratar la salud, aunque poderosa y única en su ámbito. A lo largo de su breve historia, la medicina científica ha coexistido con otras formas de mantener la salud y abordar las enfermedades, aunque estas han sido a menudo eclipsadas y vistas como marginales frente al sistema biomédico dominante. Durante las décadas de 1970 y 1980, se produjo un desarrollo cultural sorprendente. En el mundo occidental, un número creciente de practicantes independientes de modalidades no biomédicas, como la naturopatía, la homeopatía, la osteopatía, la acupuntura y la medicina herbal, comenzaron a atraer la atención de un número cada vez mayor de personas. Muchos médicos biomédicos se sorprendieron al descubrir que sus propios pacientes recurrían a estas prácticas alternativas, consideradas a menudo como "prohibidas". En 1984, el antropólogo médico Arthur Kleinman trató de contextualizar este fenómeno, argumentando que el creciente interés por la medicina holística y los sistemas alternativos de sanación podían ser vistos como un movimiento populista histórico que, quizás con razón, era percibido como anti-profesional por el establecimiento médico.

Aunque las décadas de 1980 y 1990 no ofrecieron una respuesta definitiva a la pregunta de Kleinman sobre el futuro de la medicina alternativa, el siglo XXI nos ha mostrado que el poder hegemónico de la biomedicina sigue intacto. Este se reafirmó de manera dramática en la gestión médica y política de la pandemia de Covid-19 en los primeros años de la década de 2020. A pesar de la casi universal implementación de políticas de salud pública basadas en la biomedicina, surgieron voces disidentes, tanto dentro como fuera del campo biomédico, que abogaban por considerar enfoques alternativos frente a la vacunación masiva, tales como aquellos principios que subyacen a la medicina holística.

Estos enfoques alternativos apelan a un tratamiento más personalizado y consciente de las circunstancias, vulnerabilidades y fortalezas de cada paciente, buscando fortalecer el sistema inmunológico y reducir el riesgo de complicaciones graves. Por ejemplo, al inicio de la pandemia, un pequeño grupo de educadores y practicantes de la medicina complementaria en Estados Unidos, como Joseph Pizzorno y Samuel Yannuck, publicaron protocolos detallados para la prevención y tratamiento activo del Covid-19, destacando la importancia de tratar de manera temprana a las poblaciones vulnerables como los ancianos o aquellos con enfermedades preexistentes. Sin embargo, sus propuestas tuvieron poca influencia en la política pública, ya que las medidas de salud pública estuvieron dirigidas principalmente a contener el virus a través de confinamientos, distanciamiento social, mascarillas y la rápida distribución de nuevas vacunas genéticas.

Lo que claramente ha emergido de la experiencia de Covid-19 es que la biomedicina y las tecnologías de vanguardia actualmente dictan las directrices para la atención de la salud, y esto probablemente continuará en el futuro cercano. Sin embargo, la medicina holística, aunque sigue siendo una corriente marginal, conserva un enorme potencial transformador. A pesar de los avances de la biomedicina, las prácticas alternativas y complementarias siguen ofreciendo una visión más integradora de la salud, que considera al individuo en su totalidad, con una profunda comprensión de sus necesidades emocionales, físicas y espirituales.

Es relevante entender que la creciente medicalización de la sociedad, advertida por Ivan Illich en las décadas de 1970 y 1980, continúa su curso sin un cambio significativo en su dirección. Los avances tecnológicos y científicos seguirán marcando la pauta, pero la medicina holística y los enfoques alternativos a la sanación podrían reconfigurar la manera en que entendemos la salud en el futuro, especialmente si se reconoce que estos enfoques pueden complementar y enriquecer los tratamientos biomédicos tradicionales, en lugar de ser vistos como una amenaza.

¿Qué tan real es la influencia de las energías sutiles en la medicina?

Desde principios de la década de 1990, muchos practicantes dentro y fuera de la biomedicina han comenzado a explorar y aceptar la noción de que ciertas personas tienen la capacidad de percibir y trabajar con las energías que rodean y fluyen dentro de sus pacientes. Esta perspectiva es compartida por figuras destacadas como Karagulla y McGuire, quienes señalan que muchos sanadores alternativos se consideran por delante de la ciencia médica en cuanto a la comprensión de fenómenos energéticos, convencidos de que eventualmente la medicina oficial confirmará lo que ellos ya intuyen. Aunque este enfoque no encaja fácilmente dentro del marco de la biomedicina convencional, las investigaciones sobre el poder de la mente y la intención en la sanación siguen acumulándose.

El cuerpo, como fenómeno material, responde de manera directa a intervenciones físicas: las anemias, por ejemplo, se tratan con suplementos de hierro. Sin embargo, cuando se trata de las energías sutiles que se cree están presentes en los procesos vitales, la medicina tradicional no tiene un mapa claro para navegar en ese territorio. Esto plantea un desafío para aquellos que se enfocan en curar a través de energías o intenciones mentales. Técnicas como la fotografía Kirlian, desarrollada por el científico ruso Semyon Kirlian, ofrecen una posible ventana a este mundo sutil. A través de imágenes que capturan los campos de energía que emanan de los cuerpos vivos, se han podido observar cambios durante prácticas como la meditación profunda o la sanación espiritual, aunque la naturaleza exacta de estos cambios sigue siendo incierta.

La fotografía Kirlian, a pesar de su desuso en la actualidad, fue considerada en su época una herramienta prometedora para investigar tanto las energías biológicas como las intencionales. Estudios realizados en la década de 1970 mostraron imágenes impactantes de los efectos de la meditación trascendental y la acupuntura en las imágenes electromagnéticas. De manera similar, la investigación de los bio-campos, como las teorías de Rupert Sheldrake sobre los campos morfogenéticos, sigue siendo un campo de estudio controvertido, aunque se mantiene en la vanguardia de los debates sobre energías sutiles.

No todos los sanadores alternativos, como homeópatas o acupunturistas, tienen la capacidad de percibir directamente estos campos energéticos. Sin embargo, su trabajo está enfocado en corregir las energías sutiles en el cuerpo del paciente, restaurando el equilibrio en niveles que aún no son totalmente comprendidos por la ciencia convencional. La acupuntura, por ejemplo, busca desbloquear flujos de energía, mientras que la homeopatía se basa en la premisa de que sustancias diluidas tienen un efecto energético más allá de lo material.

A pesar de las dudas persistentes, la posibilidad de que la ciencia médica se acerque alguna vez a una comprensión más amplia de estos fenómenos no parece tan lejana. Un osteópata señaló en los años 90 que en su vida probablemente sería testigo de cómo la medicina convencional empezaría a reconocer la influencia de las energías sutiles, al igual que hoy en día se observa la aceptación creciente de la existencia del aura. Si bien aún es temprano para una integración total en la medicina moderna, el avance en tecnologías de imágenes y el estudio de fenómenos como los campos bioenergéticos podrían abrir nuevas puertas al entendimiento de estos procesos invisibles.

Jean Gebser, filósofo suizo, propone que la humanidad está en un proceso de transformación de la conciencia, que denomina la "concreción del espíritu". Este concepto sugiere que lo espiritual no debe ser visto como una abstracción, sino como una energía vibrante y coherente que se hace cada vez más visible en el mundo. Gebser anticipa que la conciencia humana está evolucionando para percibir dimensiones sutiles de la realidad que antes eran invisibles o incomprensibles.

Cinco siglos atrás, Paracelso, el célebre médico alquimista, hablaba de la importancia de reconocer lo invisible e inmaterial en la medicina. Para él, un médico verdadero no solo debía conocer lo que es visible, sino también aquello que es inefable, lo que aún no tiene nombre, pero que es igualmente eficaz en el proceso de curación. La medicina moderna ha logrado un conocimiento vasto y detallado de la anatomía y las enfermedades, pero aún está lejos de comprender completamente los efectos de las influencias invisibles e inmateriales.

En este sentido, la medicina energética, que se enfoca en la influencia de los campos sutiles sobre la salud, sigue siendo una frontera por explorar. Las teorías y prácticas alternativas, aunque no siempre aceptadas en los círculos científicos tradicionales, presentan una perspectiva de la salud que va más allá de lo físico, reconociendo que la salud del cuerpo está interrelacionada con la salud de los campos de energía que lo rodean. La ciencia futura, como predijo Thomas Kuhn, podría eventualmente integrar estos conocimientos en un nuevo paradigma médico, revolucionando nuestra comprensión de la salud y la enfermedad.