Las diferencias institucionales surgen a la hora de definir la naturaleza que ostenta derechos, los derechos reconocidos, quién puede hablar en nombre de la naturaleza, si alguien es responsable de proteger esos derechos y, de ser así, cómo se debe hacer. Esta cuestión se encuentra en el núcleo del pensamiento de la economía ecológica social, un campo que, inspirado por la filosofía crítica realista de la ciencia, aborda la relación entre los sistemas económicos, sociales y ecológicos, integrando elementos tanto ontológicos, epistemológicos como metodológicos.

En primer lugar, es necesario entender que la economía ecológica social parte de una visión preanalítica fundamentada en una serie de principios esenciales que incluyen la interdependencia de los sistemas sociales, económicos y ecológicos. A continuación se presentan algunos de los aspectos fundamentales de esta visión:

Ontología
La ontología se refiere a la naturaleza del ser, cuestionando qué existe y cuáles son las entidades primarias de cada campo de estudio. Según esta perspectiva, existe una realidad objetiva independiente de la cognición humana. Esta realidad se descompone en tres dominios: el empírico, el actual y el real, cada uno representando diferentes niveles de existencia: experiencias, eventos y estructuras subyacentes. La realidad social, en particular, no puede ser reducida a individuos, ya que las relaciones sociales y las estructuras emergen de una interacción compleja entre sus partes. Además, se reconoce que la actividad económica humana tiene límites biophísicos, pues todo el uso de recursos culmina en una reintroducción de material y energía al medio ambiente, lo que subraya la necesidad de replantear el consumo y la producción dentro de los límites ecológicos.

Epistemología

La epistemología, por su parte, se ocupa del conocimiento y de los límites de este. Se sostiene que la verdad de una afirmación se valida cuando la realidad corresponde a lo que dicha afirmación describe. Sin embargo, el conocimiento científico es siempre falible y está sujeto a incertidumbre. Además, no todo el conocimiento pertenece únicamente al ámbito experto; las formas informales de conocimiento, como el saber indígena o el de la comunidad, pueden desafiar y complementar al conocimiento técnico. Esto implica que el proceso científico debe ser abierto, reflexivo y crítico, sin depender exclusivamente de la cuantificación matemática, sino que también es necesaria una conceptualización cualitativa y dialéctica de los problemas. La interrelación de los diversos campos de conocimiento es crucial, lo que lleva a la necesidad de una cooperación interdisciplinaria basada en principios ontológicos y epistemológicos comunes.

Metodología
La metodología de la economía ecológica social debe ser necesariamente interdisciplinaria. La integración de distintas disciplinas solo es posible cuando se comprende y se adopta una base ontológica y epistemológica común. El pluralismo metodológico debe ser estructurado, lo que significa que se debe trabajar con una diversidad de enfoques que, aunque diferentes, estén orientados hacia una comprensión compartida de la realidad. La pluralidad en este contexto no debe ser desordenada ni caótica, sino que debe propiciar la creación de conceptos integradores que permitan avanzar en el conocimiento de los sistemas sociales y ecológicos.

Axiología
La axiología, que se refiere a la naturaleza de los valores, juega un papel fundamental en la economía ecológica social. Tanto los seres humanos como los no humanos son considerados moralmente valiosos, cada uno con su propio bien intrínseco. No es necesario que este bien se materialice completamente, pero sí es necesario un juicio ético para determinar qué constituye el “bien” para cada entidad. Las aspiraciones humanas deben ir más allá del hedonismo, buscando un sentido más profundo de existencia, como lo plantea el concepto de "vida digna" o el "buen vivir". Además, la realidad social está constituida por valores plurales, lo que implica que las decisiones y las políticas públicas deben tener en cuenta una diversidad de intereses, y no pueden ser simplemente neutrales desde el punto de vista ético.

Ideología

La ideología, entendida como un conjunto de ideas y creencias que orientan las políticas públicas, también juega un rol crucial en la economía ecológica social. La acción política debe enfocarse en abordar las relaciones de poder y las desigualdades sociales que existen dentro de los grupos sociales, tanto a nivel temporal como geográfico. Es indispensable cuestionar los altos niveles de consumo material y energético de los países industrializados, pues sus consecuencias sociales y ambientales son insostenibles. La propuesta de alternativas a las economías capitalistas centradas en el crecimiento ilimitado es central para el cambio hacia un modelo más justo y equitativo. En este sentido, el rechazo a la guerra y la destrucción innecesaria es una postura coherente con los principios de justicia, inclusividad y respeto por los derechos humanos.

El conocimiento de los sistemas ecológicos y económicos es complejo y debe ser tratado con un enfoque crítico y reflexivo. El desafío consiste en reconocer las interrelaciones que existen entre los seres humanos y el entorno natural, entender los límites biophísicos del planeta y generar políticas públicas que no solo busquen el bienestar inmediato, sino que promuevan una forma de vida sostenible para las generaciones futuras.

¿Cómo las soluciones locales contribuyen a la justicia ambiental y la sostenibilidad?

En las últimas décadas, la noción de sostenibilidad ha adquirido una relevancia sin precedentes, tanto en el ámbito académico como en las políticas públicas. Sin embargo, la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales globales y locales ha sido un desafío complejo, pues la sostenibilidad no puede entenderse de forma aislada ni como una fórmula única aplicable a todos los contextos. Es en este sentido que las soluciones locales han emergido como una respuesta clave a la crisis ambiental, especialmente cuando se piensa en su capacidad para promover la justicia ambiental en territorios específicos.

Las propuestas de justicia ambiental giran alrededor de la distribución equitativa de los costos y beneficios del desarrollo. En muchos casos, las comunidades locales, especialmente las que dependen de los recursos naturales, sufren desproporcionadamente las consecuencias de la degradación ambiental, como la contaminación o la deforestación. Es aquí donde las soluciones locales pueden ser efectivas. Estas soluciones, basadas en el conocimiento y la experiencia local, no solo abordan las necesidades inmediatas de las comunidades afectadas, sino que también promueven modelos de desarrollo más sostenibles a largo plazo. En este contexto, se reconoce la importancia de las prácticas comunitarias y la cooperación local para alcanzar objetivos de sostenibilidad que se alineen con las realidades socioculturales y económicas de cada región.

La justicia ambiental, por tanto, no es solo una cuestión de equidad en términos de acceso a los recursos, sino también de reconocimiento de los derechos de las comunidades locales para gestionar y proteger su entorno natural. En muchos casos, las comunidades que han estado históricamente excluidas de las decisiones políticas o económicas sobre el uso de los recursos naturales han encontrado en la lucha por su derecho a la tierra y al agua un medio para revitalizar sus tradiciones de manejo sostenible.

Un enfoque local también permite una crítica más profunda a las soluciones impuestas desde modelos económicos globales que, frecuentemente, no consideran las particularidades del territorio o de las culturas locales. Los proyectos de desarrollo sostenible que surgen desde las bases, como la agricultura sostenible, la economía circular o las energías renovables comunitarias, son ejemplos claros de cómo las comunidades pueden innovar y ofrecer alternativas viables a los modelos de crecimiento económico tradicionales. De hecho, muchas veces estas iniciativas locales resultan ser más efectivas y menos invasivas que las soluciones globales o tecnocráticas, pues están arraigadas en la realidad específica del lugar y cuentan con la participación activa de los involucrados.

Por otro lado, el concepto de "economía ecológica" resalta la importancia de integrar las prácticas económicas con los límites ecológicos. La sostenibilidad no puede lograrse a través de la perpetuación de un sistema económico que promueve el crecimiento sin fin, como ocurre en los modelos dominantes del capitalismo global. En este sentido, la teoría del decrecimiento ofrece una alternativa a los modelos basados en el crecimiento continuo. Esta corriente propone una reducción voluntaria de la producción y el consumo, en favor de una vida más simple y equilibrada con la naturaleza. A diferencia del crecimiento verde, que busca seguir creciendo de manera “sostenible”, el decrecimiento plantea que la sostenibilidad solo puede alcanzarse si se renuncia a la idea de crecimiento económico perpetuo, entendiendo que los recursos planetarios son finitos.

La economía ecológica, como disciplina, juega un papel crucial al ofrecer una nueva mirada sobre la relación entre economía, naturaleza y sociedad. Su visión no solo cuestiona la noción tradicional de crecimiento económico, sino que también revaloriza el concepto de "cuidado". Este último es fundamental para una comprensión profunda de los ecosistemas, pues nos recuerda que nuestra relación con el medio ambiente debe estar basada en principios de respeto y regeneración, no de explotación. Aquí, el cuidado no es solo un concepto relacionado con la protección ambiental, sino que está intrínsecamente ligado a las relaciones de poder, la justicia social y el bienestar colectivo. La idea de que el cuidado debe ser distribuido de manera equitativa dentro de las comunidades también implica que las mujeres, como históricamente cuidadoras, deben ser consideradas en estos modelos de justicia ecológica.

Por último, la crítica al modelo económico dominante es fundamental. La creciente conciencia sobre los impactos ambientales del capitalismo global, con su tendencia a explotar los recursos naturales y concentrar las riquezas en pocas manos, ha dado lugar a un movimiento de crítica y resistencia, donde las soluciones locales emergen como una de las formas más efectivas de enfrentar las injusticias ambientales. Las iniciativas basadas en el respeto mutuo, el reconocimiento de las diferencias y la colaboración intergeneracional son la base de una nueva política ambiental que busca transformar las relaciones económicas y sociales para hacer frente a la crisis ecológica.

A través de la comprensión y la implementación de soluciones locales, las comunidades no solo luchan por su supervivencia, sino que también abren caminos para una reconfiguración del sistema económico global, en la cual la sostenibilidad y la justicia social no sean valores marginales, sino principios rectores.