En sistemas complejos, como las aeronaves no tripuladas (UAS), la integración de monitores de seguridad resulta esencial para garantizar operaciones seguras y eficientes. La plataforma RTLola, diseñada para la evaluación en tiempo real, permite una gran flexibilidad en el manejo de flujos de datos, lo cual es clave cuando se trata de monitorear condiciones de vuelo críticas. Cada flujo de datos en RTLola puede evolucionar de forma independiente y en tiempos arbitrarios, lo que significa que los resultados pueden basarse tanto en eventos como en evaluaciones periódicas. Los flujos de salida eventuales se computan cada vez que un valor relevante de entrada o salida se produce, mientras que los flujos periódicos se evalúan a un ritmo constante, utilizando ventanas deslizantes que permiten agregar los datos entrantes de manera eficiente y garantizar que se mantengan dentro de límites de consumo de memoria aceptables. Esto resulta crucial cuando se manejan situaciones como la detección de violaciones de geovallado.

El sistema de geovallado, diseñado en Lola, permite especificar de manera clara y comprensible reglas de comportamiento ante posibles violaciones de zona de seguridad. Un ejemplo de esto es el cálculo de la velocidad promedio durante los últimos cinco segundos, un proceso que puede expresarse de forma concisa mediante agregación con ventanas deslizantes. Esta metodología proporciona una forma sencilla de determinar cuándo un vehículo excede un umbral crítico, como ocurre en el siguiente fragmento de código en Lola:

lola
input velocity : Float64
output avg_velocity : Float64 @1Hz := velocity.aggregate(over: 5s, using: avg) trigger avg_velocity > 5 “WARNING: average velocity exceeds threshold”

La introducción de esta técnica no solo mejora la precisión y la modularidad del monitoreo, sino que también reduce el riesgo de errores en el diseño, lo que resulta en sistemas más confiables y fáciles de mantener. Además, el monitoreo modular hace que el sistema sea más fácil de entender, lo que es fundamental cuando se trabaja con sistemas complejos que deben integrar múltiples fuentes de datos.

En escenarios críticos, como los vuelos no tripulados de aeronaves de ala fija o giróscopos, la simulación de riesgos juega un papel fundamental. Los resultados experimentales basados en simulaciones con condiciones de viento variables permiten predecir comportamientos en diferentes trayectorias. Por ejemplo, la simulación muestra cómo el viento afecta la precisión del comportamiento esperado de un vehículo en vuelo, lo que podría causar que el vehículo se desvíe de su ruta prevista, violando así el geovallado y poniendo en riesgo la misión.

Un caso destacado en los resultados experimentales involucra el análisis de un "buffer de riesgo", el cual es la zona de seguridad alrededor de un geovallado. Cuando este buffer se cruza, se activa un comportamiento de terminación de misión. En el estudio de caso, el monitor de geovallado generado en Lola permite manejar situaciones donde las condiciones de viento (desde suaves hasta fuertes) alteran la posición y actitud de la aeronave. En el caso del giróscopo, la simulación reveló que las condiciones de viento fuertes impedían alcanzar la maniobra deseada de descenso en espiral, lo que llevó a una violación del buffer de riesgo. En tales situaciones, una solución podría ser aumentar el tamaño del buffer para compensar el efecto subestimado del viento, o bien, modificar las condiciones operacionales permitidas.

El uso de simulaciones para validar estos sistemas de seguridad es crucial. Estos experimentos permiten prever posibles fallos antes de que ocurran, brindando la oportunidad de ajustar tanto las especificaciones del sistema como las políticas operacionales. Por ejemplo, si se observa que las condiciones de viento extremas afectan negativamente la seguridad de la misión, se puede modificar la operación para no permitir vuelos bajo tales condiciones.

En el caso de las aeronaves de ala fija, como los modelos de alas de caja, el monitoreo de geovallado sigue un enfoque similar. Sin embargo, en lugar de una maniobra de descenso en espiral, se emplea un paracaídas como mecanismo de terminación en caso de violación del geovallado. A pesar de que las condiciones de viento no afectan tanto el comportamiento de la aeronave debido al uso del paracaídas, los resultados muestran que el monitoreo de riesgos sigue siendo fundamental para garantizar que el vehículo se mantenga dentro de los límites de seguridad establecidos.

Lo más relevante en este tipo de estudios y simulaciones es que el monitor de geovallado permite a los operadores conocer en tiempo real el estado de la misión, ajustando las condiciones o la terminación de la operación de acuerdo a los límites preestablecidos. La capacidad para anticiparse a problemas potenciales, como un cambio repentino en las condiciones de viento, es esencial para el diseño de sistemas autónomos de vuelo seguro.

Además, el diseño modular de estos sistemas y la simplicidad de su especificación no solo mejoran la fiabilidad y el mantenimiento, sino que también ofrecen una gran ventaja cuando se integran en entornos críticos de seguridad, como los vuelos no tripulados en áreas de alto riesgo.

¿Cómo funciona el proceso automatizado de construcción de simulaciones multidisciplinarias?

El proceso de construcción automatizada de simulaciones en un entorno multidisciplinario se basa en un esquema de dos fases: la fase de descripción y la fase de construcción. Durante la fase de descripción, se crean las estructuras de preconfiguración dentro del espacio de trabajo de MATLAB. Este proceso se inicia con un script de inicio que recopila y evalúa automáticamente las descripciones disponibles, las cuales definen las opciones del escenario (como el tiempo de simulación, el tamaño de los pasos, etc.), el sistema y los módulos. Dichas descripciones se almacenan en una estructura que puede considerarse como una preconfiguración del sistema. En la fase de construcción posterior, los scripts de inicialización para cada escenario, sistema y módulo se llaman automáticamente con la preconfiguración como entrada. El resultado final, que incluye los parámetros y el modelo de Simulink de cada módulo, se integra en la configuración final del sistema y el entorno. El ensamblador realiza comprobaciones automáticas de consistencia para asegurar que se disponga de una variante definida para cada modelo. Si no se encuentra una variante, el proceso de ensamblaje se detiene con una notificación para definir o crear dicha variante.

El proceso de construcción de dos etapas se vuelve necesario debido a las dependencias intermodulares que pueden surgir. A veces, esas dependencias provocan que un módulo establezca su variante en función de las opciones de otro módulo. Un ejemplo de esto puede ser el módulo de viento, el cual podría cambiar su variante dependiendo del modelo atmosférico seleccionado. La preconfiguración, junto con la configuración final que incluye el conjunto de parámetros del módulo o del escenario, se pone a disposición en el espacio de trabajo de MATLAB al finalizar el proceso de construcción de la simulación. Esto permite revisar la configuración y almacenarla para su reutilización o comparación con otros experimentos de simulación.

En cuanto a los módulos del sistema, dentro del marco de simulación ALAADy, se describen cinco módulos clave: Fusion de Sensores (SF), Monitor de Operación Segura (SOM), Gestor de Misiones (MM), Sistema de Terminación (TS) y Control de Vuelo (FC). El módulo SF calcula la solución de navegación. Para el sistema real, el algoritmo de fusión de sensores procesa datos de diversos sensores. Sin embargo, para simplificar la simulación, la emulación de sensores no se ha implementado, y la solución de navegación se calcula directamente en función de los resultados del modelo de mecánica de vuelo, que forma parte de la información ambiental. El SOM utiliza los datos posicionales para identificar violaciones a las restricciones operativas, como los límites geográficos, y, si ocurre alguna violación, envía una señal de activación al TS para iniciar la terminación del vuelo. Si no hay violaciones, el MM ejecuta la trayectoria enviando comandos de seguimiento de la trayectoria al FC. Finalmente, el FC traduce las posiciones objetivo a comandos de actuadores para seguir la trayectoria ejecutada.

A su vez, existen módulos del entorno que complementan el modelo del sistema. Estos incluyen el módulo de mecánica de vuelo (FM), el módulo de viento (WIND) y el módulo de mapa (MI), que incorpora información sobre el terreno. Además, se incluye la emulación de componentes del sistema como el enlace de datos C2 (DL2GCS, DL2MM) y la Estación de Control en Tierra (GCS), que permiten simular efectos de fallos en la comunicación cuando se envían datos a la estación de control en tierra o se reciben desde ella. Los módulos del sistema y los del entorno interactúan a través de interfaces de entrada y salida, que se detallan en las tablas correspondientes.

Uno de los aspectos más importantes de la simulación automatizada es la capacidad de ejecutar estudios de parámetros, en los que se deben realizar múltiples experimentos de simulación con configuraciones y parámetros alterados. La gestión de configuraciones es crucial en este contexto. En un escenario típico de investigación, donde se exploran diferentes configuraciones de vehículos y situaciones de vuelo, se deben hacer modificaciones en todos los niveles de la jerarquía de la simulación. Variaciones en el vehículo, los módulos o los parámetros deben ser investigadas, lo que da lugar a un conjunto de combinaciones de configuraciones del vehículo que deben ser simuladas. Para los tres tipos de vehículos investigados, las variaciones por módulo o parámetro resultan en un número de permutaciones de configuraciones del vehículo que necesitan ser simuladas.

Es esencial tener en cuenta que cada módulo dentro del sistema y del entorno cumple con tareas específicas y tiene entradas y salidas bien definidas. Estas tareas y las interacciones entre los módulos permiten la ejecución precisa y eficiente de las simulaciones. Además, los parámetros de cada módulo están estrechamente vinculados con el rendimiento general del sistema y con los resultados de la simulación. Por lo tanto, un manejo adecuado de las configuraciones y las variaciones de los parámetros es clave para obtener resultados de simulación que sean fiables y útiles para evaluar el rendimiento del sistema bajo diferentes condiciones.

¿Cómo las comunidades remotas pueden beneficiarse del transporte aéreo no tripulado para la ayuda humanitaria?

Las comunidades insulares remotas a menudo enfrentan desafíos significativos debido a las grandes distancias, el transporte irregular y la infraestructura limitada. Groenlandia es un ejemplo claro de cómo el suministro a la población rural se ve afectado por factores climáticos. Las localidades en Groenlandia están principalmente ubicadas en la costa oeste, donde se puede utilizar el transporte marítimo en verano, pero en invierno los trineos tirados por perros se convierten en el medio principal de transporte, complementado por vehículos que pueden transitar sobre el mar congelado. Sin embargo, para el transporte rápido de mercancías, se utilizan helicópteros y aviones como el Bell 212 y el Dash-8-200. Las personas también se transportan por aire, aunque la demanda es baja debido a los altos costos de los boletos. Los aviones juegan un papel importante en el suministro de áreas remotas en Canadá, donde la aerolínea canadiense Air Tindi opera servicios regulares y de charter, utilizando pequeñas aeronaves de hélice, como el Cessna C-208 Caravan y el Dash 7 Combi. Muchas de estas aeronaves están equipadas con flotadores o esquíes, lo que les permite despegar y aterrizar sobre agua o campos de nieve.

En los países en desarrollo, el desafío de proporcionar conexiones de transporte eficientes se agrava aún más. Estos países, debido a su debilidad económica, a menudo no son capaces de construir infraestructuras de transporte adecuadas, incluso cuando las condiciones topográficas y climáticas serían favorables. El transporte aéreo de mercancías es poco común debido a los elevados costos asociados.

Uno de los problemas más graves es la falta de infraestructuras de transporte adecuadas para las organizaciones de ayuda humanitaria en países de África, Asia y América del Sur. Las organizaciones humanitarias, en su mayoría, operan a través de proyectos a largo plazo desde oficinas locales y estaciones de salud, para las cuales deben proporcionar una gran variedad de bienes, como equipos técnicos (plantas de tratamiento de agua, generadores móviles de energía) y material para oficinas, escuelas y centros de salud. Siempre que es posible, los productos requeridos se obtienen localmente, no solo por razones éticas, sino también para fortalecer la economía local. Esto incluye, en la medida de lo posible, la compra de servicios de transporte, que normalmente se proporcionan a bajo costo mediante camiones o camionetas todoterreno.

Sin embargo, en muchos de estos países, el transporte por carretera se ve obstaculizado por malas condiciones de los caminos. Un ejemplo de esto es el trayecto desde Goma a Masisi, en la República Democrática del Congo, que requiere más de 3 horas de viaje a bordo de un Toyota Land Cruiser todoterreno para recorrer 78 km de distancia por caminos en mal estado. Las carreteras fuera de las grandes ciudades son generalmente caminos de tierra irregulares, que se vuelven prácticamente intransitables durante la temporada de lluvias. Estos obstáculos afectan la seguridad del transporte, y los productos frágiles o perecederos corren el riesgo de sufrir daños debido a los largos tiempos de traslado. Además, los productos de alto valor pueden perderse debido a situaciones de seguridad críticas, altos niveles de corrupción y delincuencia.

Bajo estas condiciones, las organizaciones humanitarias buscan opciones de transporte alternativas que garanticen una entrega rápida y segura de los bienes. En particular, el transporte de medicamentos requiere rapidez y condiciones controladas, ya que ciertos productos deben mantenerse a temperaturas específicas para evitar su deterioro. El uso de aeronaves no tripuladas para carga (UCA, por sus siglas en inglés) puede ser una solución viable para garantizar un transporte seguro y reducir los riesgos de pérdida o daño. La clave es que los costos adicionales de utilizar aeronaves no tripuladas se mantengan dentro de límites razonables.

Sin embargo, en regiones con situaciones de seguridad inestables, existe el riesgo de que una UCA sea derribada, ya que suelen volar a baja altura. Un posible escenario para el transporte de medicamentos y otros productos necesarios para la ayuda humanitaria en África puede ser el siguiente: el punto de partida serían los aeropuertos o puertos principales, donde los suministros se almacenan temporalmente después de haber sido transportados por medios tradicionales. Desde allí, las estaciones de salud y oficinas de proyectos dispersas en áreas rurales y de difícil acceso recibirían los suministros. Las distancias a cubrir podrían oscilar entre los 600 y 900 km, con un peso máximo de carga inferior a una tonelada.

En cuanto a la infraestructura, los aeropuertos de salida cuentan generalmente con la mayor parte de los recursos necesarios, como instalaciones de carga y descarga y sistemas de abastecimiento de energía para las UCA. El personal capacitado también suele estar disponible. Sin embargo, en los aeropuertos de destino, la infraestructura es mínima y se carece de medios para repostar combustible o suministrar energía a las aeronaves. Las pistas de aterrizaje suelen ser simples franjas de césped, y el personal disponible generalmente tiene solo conocimientos básicos sobre el funcionamiento de las aeronaves no tripuladas.

Una organización humanitaria como Action medeor e.V. suministra cerca de 2,000 instalaciones de salud en África, realizando aproximadamente 4,000 vuelos de suministro al año. Si se distribuyen estos vuelos a lo largo de 200 días de operación, y cada aeronave realiza dos misiones por día, se requerirían al menos diez aeronaves no tripuladas para cumplir con las necesidades anuales de la organización. Este número podría aumentar dependiendo de la distribución geográfica de los puntos de salida y llegada, así como de la creciente demanda de otras organizaciones que también necesitan este tipo de transporte.

En situaciones de desastre, el transporte rápido y eficiente es crucial para distribuir suministros esenciales a los afectados. Las UCA pueden jugar un papel fundamental en la entrega de ayuda en áreas donde la infraestructura ha sido severamente dañada o destruida. Los desastres pueden ser naturales, tecnológicos o sociales, y en todos estos casos, las comunidades afectadas quedan incapacitadas para manejar la situación por sí mismas. Las UCA, al proporcionar un transporte rápido y autónomo, pueden ser una herramienta crucial para salvar vidas y facilitar la recuperación en las primeras etapas de un desastre.

¿Cómo se organiza y ejecuta una misión de suministro humanitario con girocópteros?

Una misión de suministro humanitario con girocópteros se estructura en varias fases claramente definidas: pre-vuelo, en vuelo y post-vuelo, cada una con actividades esenciales y tiempos específicos asignados. Antes de que el girocóptero despegue, se realizan rigurosas verificaciones técnicas para asegurar su óptimo funcionamiento y la seguridad de la operación. Este proceso, que incluye mantenimiento, planificación del vuelo y análisis de condiciones meteorológicas, dura aproximadamente diez minutos y es fundamental para minimizar cualquier incertidumbre que pueda surgir durante la misión.

Posteriormente, se procede a la carga del material humanitario, cuya duración depende del tamaño del paquete y las facilidades en tierra, estimándose en unos quince minutos. Tras la finalización de estos pasos, el girocóptero está listo para iniciar su desplazamiento desde la posición de estacionamiento, comenzando así la fase en vuelo.

Durante la fase en vuelo, el girocóptero realiza una serie de maniobras que incluyen taxi hasta la pista, ascenso a la altitud de crucero de 500 pies, el trayecto hacia la unidad de distribución, operaciones dentro de la unidad, el regreso y el aterrizaje. El taxi suele tomar alrededor de dos minutos, considerando las dimensiones del aeropuerto y una velocidad de rodaje constante. El ascenso se efectúa en treinta segundos, alcanzando una velocidad de crucero de 200 km/h.

El crucero hacia la unidad se calcula en una distancia promedio de 75 kilómetros, que se cubre en poco más de veinte minutos. Al llegar a la unidad, el girocóptero reduce su altitud a 100 metros para escanear la zona con equipamiento específico, con el fin de detectar a las personas que necesitan ayuda. La unidad se divide en franjas para asegurar una cobertura completa, pero en caso de detectar personas, la operación se interrumpe para efectuar la entrega del paquete mediante descenso controlado, disminuyendo la energía de impacto.

El paquete, con un peso de 15 kilogramos, se suelta desde una altitud aproximada de 45 metros, con dos métodos principales para minimizar riesgos: uno que implica una reducción de velocidad y descenso suave, y otro en que el girocóptero detiene su movimiento horizontal mientras desciende verticalmente. El primer método es preferible, ya que reduce la energía del impacto y el riesgo de daños o lesiones, aunque el viento puede afectar la precisión del lanzamiento.

Cada misión contempla un máximo de 25 entregas, limitadas por la capacidad de carga total de 375 kilogramos, y la operación en la unidad se estima en 17 minutos, incluyendo los tiempos de ascenso, descenso y escaneo. Tras completar la entrega, el girocóptero asciende nuevamente para iniciar el regreso, repitiendo la secuencia del vuelo de crucero y el descenso final.

En la fase post-vuelo, se realizan tareas de reabastecimiento y mantenimiento, con tiempos calculados de dos y quince minutos respectivamente, para garantizar que el girocóptero esté listo para la siguiente misión. La duración total de una misión completa es de aproximadamente 109 minutos, de los cuales 67 minutos corresponden al tiempo efectivo en vuelo.

El despliegue de estas misiones está condicionado por factores externos como la necesidad de operar únicamente durante las horas de luz para garantizar la seguridad y facilitar la recuperación de los paquetes por parte de las personas en tierra. Además, el ruido generado por el girocóptero puede alterar el descanso de la población, por lo que las operaciones nocturnas no son factibles.

Para cubrir las 750 unidades necesitadas dentro de un plazo de diez días, se requiere una flota de al menos 14 girocópteros, ya que un solo equipo tardaría aproximadamente veinte semanas en completar la distribución. El volumen total de ayuda humanitaria transportada en este periodo es de más de 280 toneladas, lo que representa una significativa capacidad logística aérea para zonas de difícil acceso.

Es crucial entender que el diseño de estas operaciones debe equilibrar la eficiencia en la entrega con la seguridad tanto aérea como en tierra, minimizando riesgos derivados del impacto de las cargas y las condiciones ambientales. La coordinación entre el equipo de vuelo y la población receptora es indispensable para evitar pérdidas o accidentes, dado que la precisión en la entrega es afectada por variables como el viento y la altitud de lanzamiento.

Además, la logística terrestre retoma protagonismo una vez que las condiciones en las vías se normalizan, permitiendo la transición de las operaciones aéreas a terrestres, más económicas y sostenibles en el largo plazo. El análisis comparativo con aeronaves más pesadas, como el helicóptero Mil Mi-8MTV1, destaca la eficiencia y flexibilidad que aportan los girocópteros en misiones de rescate y suministro en entornos complejos y de baja densidad poblacional.

Este modelo operativo muestra cómo la integración de tecnología especializada con una planificación detallada y la comprensión de las limitaciones físicas y ambientales permite diseñar misiones humanitarias efectivas. La correcta valoración de los tiempos, capacidades y riesgos es indispensable para optimizar recursos y maximizar el impacto positivo en la población afectada.

¿Cómo se desarrollan las arquitecturas de sistemas para vehículos no tripulados según los niveles de SAIL y las normas de seguridad?

En el desarrollo de sistemas para vehículos no tripulados (VNT), se contemplan diversas arquitecturas y configuraciones dependiendo de los niveles de seguridad y fiabilidad exigidos. Los niveles de seguridad se definen a través de un sistema de clasificación denominado SAIL (Safety Integrity Assurance Level), y cada nivel determina las medidas específicas que deben implementarse para cumplir con los estándares de seguridad establecidos, particularmente en términos de redundancias, sistemas de monitoreo y protección contra fallos.

En el caso de los niveles SAIL IV y VI, las diferencias entre las arquitecturas no son significativas en cuanto al esfuerzo de desarrollo, ya que las soluciones adoptadas tienden a ser las más simples posibles, basadas en los requisitos establecidos. Sin embargo, la complejidad de una arquitectura puede incrementarse por razones no relacionadas con la seguridad. En estos casos, las decisiones arquitectónicas se toman principalmente para cumplir con los requisitos operativos, sin aumentar innecesariamente la complejidad del sistema. Esta simplificación, de hecho, se realiza para reducir la carga de trabajo y evitar la complejidad innecesaria en el proceso de desarrollo.

Para entender las arquitecturas de sistemas sin asociarlas a soluciones específicas, es necesario describirlas a nivel lógico. Los componentes principales de un sistema de aviación no tripulada incluyen el sistema de comunicaciones (CS), el sistema de control de vuelo (FCS) y diversos sistemas de seguridad, entre otros. Cada uno de estos componentes juega un papel crucial en garantizar que el vehículo opere de manera segura dentro de los límites definidos por los requisitos regulatorios y operativos.

El sistema de comunicaciones (CS) es responsable de establecer el enlace de control y comunicación entre el vehículo y la estación de tierra (GS). Este enlace es fundamental para el funcionamiento de los VNT en todo momento. En paralelo, el sistema de control de vuelo (FCS) asegura que las entradas del operador se traduzcan correctamente en comandos de dirección y que el vehículo mantenga la trayectoria y las condiciones de vuelo adecuadas. A medida que se incrementan los niveles de seguridad (por ejemplo, en el SAIL V y VI), el sistema de control de vuelo debe incorporar características adicionales, como la capacidad de realizar un aterrizaje de emergencia en áreas pobladas.

Además de los sistemas básicos de control y comunicación, se implementan sistemas adicionales como el Flight Envelope and Human Error Protection (FEHEP) y el Malfunction Detection System (MDS). Estos sistemas protegen al vehículo contra fallos, previenen que se excedan los límites operacionales establecidos, y permiten que el sistema reaccione ante fallos o malfuncionamientos de manera autónoma. Para cumplir con los estándares más rigurosos de seguridad, estos sistemas deben ser independientes, garantizando que incluso en caso de un fallo en uno de los componentes, el vehículo pueda continuar operando de manera segura.

Los sistemas de propulsión y actuadores también son fundamentales en la arquitectura de un VNT. El sistema de propulsión (PS) se encarga de proporcionar la potencia necesaria para el despegue, la ascensión y el control de la velocidad del vehículo. A medida que se desarrollan las configuraciones del sistema, es importante considerar que los vehículos pueden contar con múltiples sistemas de propulsión, y en la mayoría de los casos, estos se componen tanto de motores de combustión interna como de motores eléctricos, dependiendo de la configuración seleccionada.

Además, en el contexto de la seguridad operacional, el Impact Dynamics Reduction System (IDRS) es esencial para mitigar los efectos de un fallo o emergencia. Este sistema permite que el vehículo termine su vuelo de manera controlada, utilizando mecanismos como paracaídas o aterrizaje autorotativo, dependiendo de la configuración del vehículo (por ejemplo, configuración de ala de caja o bimotores). La implementación de estos sistemas es especialmente crítica en configuraciones no certificadas, donde los procedimientos de emergencia son necesarios para garantizar que el vehículo pueda aterrizar de manera segura sin poner en riesgo a las personas o la infraestructura en tierra.

La importancia de los sistemas de monitoreo no puede subestimarse. El Monitoring System (MS) juega un rol esencial al proporcionar una capa adicional de seguridad, que permite verificar constantemente el estado del vuelo y asegurar que el vehículo se mantenga dentro de los parámetros operacionales establecidos. Este sistema debe ser completamente independiente de otros sistemas, especialmente en lo que respecta a la adquisición de datos de posición y actitud. La redundancia de estos sistemas es clave para evitar que un fallo en un sistema crítico comprometa la seguridad del vehículo.

Por otro lado, el sistema de monitoreo de fallos (MDS) tiene la capacidad de detectar problemas en los componentes del vehículo, alertando al sistema de control de vuelo o al operador sobre cualquier anomalía. La implementación de estos sistemas es esencial para los niveles de seguridad más altos, como SAIL V y VI, donde el riesgo de pérdida del vehículo no puede ser mayor a 10–7 por hora de vuelo, según se establece en la normativa OSO #5.

La terminación del vuelo es otro aspecto fundamental que debe ser considerado en la arquitectura del sistema. Dependiendo de la configuración del vehículo, la terminación puede implicar el despliegue de un paracaídas, un aterrizaje de emergencia o la activación de otros mecanismos de seguridad. Esta capacidad de terminación de vuelo es especialmente relevante en configuraciones de vehículos no tripulados que operan en áreas no certificadas o en misiones de alto riesgo.

A medida que se avanza en los niveles de SAIL, las arquitecturas de los sistemas deben adaptarse para cumplir con requisitos de fiabilidad más estrictos, lo que lleva a la implementación de redundancias adicionales y a una mayor complejidad en los sistemas de control y monitoreo. Estos avances aseguran que el vehículo no solo pueda operar de manera segura en condiciones normales, sino que también pueda enfrentar emergencias y fallos de manera controlada, minimizando el riesgo para la seguridad pública y para el propio vehículo.