Durante las elecciones intermedias de 2018 en Estados Unidos, el miedo y la negatividad fueron elementos dominantes tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales. En ese contexto, el presidente Donald Trump utilizó los medios para alertar sobre la llegada masiva de no ciudadanos en la frontera sur, mientras que el Partido Republicano estigmatizaba a los Demócratas como defensores de “fronteras abiertas”, sugiriendo un aumento de la criminalidad violenta si estos llegaban al poder. Sin embargo, queda en duda si los candidatos republicanos para el Congreso replicaron ese discurso lleno de temor en sus mensajes de Twitter.

El análisis de la comunicación de candidatos en Twitter durante las elecciones ya se había iniciado desde 2010, recogiendo y examinando los contenidos publicados en cuentas oficiales y de campaña. Los estudios iniciales demostraron que no todos los políticos usaban esta plataforma de la misma manera: factores como la pertenencia partidista, el género y el nivel de competencia electoral influían en la forma y frecuencia de los mensajes. En particular, quienes pertenecían al “out-party” —es decir, al partido que no tenía mayoría en el Congreso— tendían a utilizar Twitter para atacar negativamente a sus oponentes con mayor frecuencia que quienes ostentaban el poder.

Diversas investigaciones apuntan a que el estilo con que un candidato usa las redes sociales puede correlacionar con sus probabilidades de éxito electoral. Por ejemplo, los ganadores tienden a usar Twitter con mayor frecuencia, pero son menos propensos a publicar mensajes negativos. Esto se relaciona con el hecho de que los ganadores suelen ser incumbentes, quienes a su vez tienden a evitar la negatividad. En contraste, los retadores y candidatos en carreras competitivas, enfrentando desventajas políticas, emplean más apelaciones basadas en el miedo. Estas apelaciones tienen la función de captar la atención y movilizar al electorado, pues el miedo induce a la reevaluación y al interés en temas que, de otro modo, podrían pasar desapercibidos.

El análisis específico de los tuits de los candidatos al Congreso durante los últimos dos meses de la elección intermedia de 2018, utilizando herramientas como el Linguistic Inquiry Word Count (LIWC), reveló que el contexto de la campaña, el género y la afiliación partidista influyeron en el uso del lenguaje ansioso y negativo. Las mujeres, los demócratas, los candidatos en carreras cerradas, los retadores y aquellos que finalmente perdieron mostraron una mayor propensión a emplear palabras cargadas de ansiedad, tristeza e ira en sus mensajes en Twitter.

El uso de redes sociales para campañas políticas es ya un fenómeno global y creciente. Plataformas como Twitter, Facebook e Instagram son herramientas esenciales para la comunicación de campaña y para el contacto con los electores una vez que los políticos han sido electos. Twitter, en particular, amplía el espacio del debate público, ofreciendo a los candidatos mayor autonomía en el control y difusión de la información, sin la intermediación de los medios tradicionales. Esto supone una transformación en las normas de representación política, facilitando una comunicación directa, rápida y menos costosa entre representantes y representados, y creando un registro accesible y transparente del discurso político.

La adopción de Twitter entre miembros del Congreso no ha sido uniforme. Estudios indican que los republicanos han sido más proclives a utilizar esta plataforma, reflejando patrones asimétricos de adopción vinculados a estrategias partidistas y a la competencia electoral. En esta dinámica, el poder de las redes sociales para moldear percepciones políticas y emocionales en la población se vuelve indiscutible, especialmente cuando la retórica cargada de emociones negativas puede amplificar la polarización y el temor, afectando tanto la participación como la percepción del sistema democrático.

Es fundamental entender que la comunicación política en redes sociales no es un reflejo neutral de la realidad electoral; está imbuida de estrategias emocionales y tácticas de movilización que responden a la posición de cada candidato y partido en el juego político. Además, la interacción entre género, partido y contexto electoral configura patrones complejos de uso del lenguaje que pueden influir en el éxito o fracaso electoral. Por ello, analizar la retórica digital requiere considerar no solo el contenido textual sino también las condiciones estructurales y culturales que condicionan su producción y recepción.

¿Cómo la política de inmigración y la relación con Rusia marcaron la elección en el Distrito 48 de California?

La política de inmigración y las relaciones internacionales, especialmente con Rusia, jugaron un papel crucial en la elección del Distrito 48 de California en 2018. La competencia política en este distrito refleja una de las batallas más representativas de los choques ideológicos en los Estados Unidos durante ese año, donde se entrelazaron no solo debates sobre la política interna, sino también sobre las políticas exteriores que definieron la percepción pública de los candidatos.

Dana Rohrabacher, congresista republicano, quien representó a California durante más de 30 años, fue una figura polémica durante esta elección. Aunque inicialmente se destacó por sus posturas conservadoras en temas como los derechos de los estados y la privacidad, hacia el final de su carrera política, sus puntos de vista sobre temas clave empezaron a parecer anacrónicos y hasta ofensivos para muchos. En particular, su negación del cambio climático y su polémica opinión sobre la venta de propiedades a personas LGBT mostraron lo desfasadas que parecían algunas de sus ideas ante la sociedad moderna. Estas posiciones fueron vistas como un reflejo de sus creencias personales, y los votantes, especialmente los más jóvenes, no dudaron en criticar sus comentarios.

En medio de este ambiente, emergió Harley Rouda, un hombre de negocios y abogado que se lanzó a la política sin experiencia previa, lo cual fue percibido como un cambio refrescante por muchos votantes. A pesar de su falta de experiencia política, Rouda logró ganar simpatía con un mensaje que apelaba a la moderación, la reforma del sistema de salud y un enfoque más equilibrado sobre el medio ambiente. A lo largo de su campaña, Rouda se distanció de la postura extremista que había caracterizado a la administración Trump, enfocándose en temas locales y adoptando una actitud pragmática en temas como la inmigración.

Uno de los temas más sensibles en el Distrito 48 era, sin lugar a dudas, la inmigración. Un estudio realizado por Monmouth University reveló que un 33% de los votantes consideraban este el tema más importante para sus intereses. Mientras Rohrabacher adoptaba la postura más dura del presidente Trump en cuanto a la seguridad fronteriza, Rouda se mostró a favor de una política más inclusiva, proponiendo un camino hacia la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados. Estas posturas polarizaban a la sociedad del distrito, y la campaña de Rouda logró conectar con aquellos que abogaban por una reforma inmigratoria más compasiva y menos restrictiva.

Pero más allá de la política interna, la figura de Rohrabacher fue marcada por su relación con Rusia. El congresista fue apodado "El congresista favorito de Putin" debido a sus continuas posturas pro-rusas y su apoyo a la relajación de las sanciones contra el Kremlin. Su cercanía con el presidente Vladimir Putin, junto con sus intentos de deshacer leyes de derechos humanos como la Ley Magnitsky, lo hicieron objeto de críticas no solo en su distrito, sino a nivel nacional. Los comentarios y bromas de colegas políticos, que insinuaban que Putin había "pagado" a Rohrabacher, solo aumentaron el escrutinio sobre su figura. Aunque Rohrabacher trató de minimizar estas acusaciones, sus vínculos con Rusia siguieron siendo una vulnerabilidad de gran alcance que su oponente supo explotar en los anuncios electorales.

Este panorama político también estuvo marcado por el temor de que los votantes independientes y moderados pudieran inclinarse por Scott Baugh, un republicano que competía por el puesto. Sin embargo, con la fuerte presencia de los demócratas, que se unieron tras la primaria, y el apoyo financiero del Comité de Campaña del Congreso Demócrata (DCCC), Rouda logró avanzar y asegurar una victoria que se consolidó en una elección muy ajustada.

Es importante resaltar que las elecciones en distritos como el 48 no solo se tratan de temas nacionales, sino también de cómo los votantes locales perciben la relación entre la política interna y externa. La inmigración, la relación con potencias extranjeras y las políticas medioambientales fueron los ejes centrales, pero no los únicos. En muchos distritos, la forma en que los candidatos logran conectarse con los valores locales es tan crucial como su postura en temas nacionales. En este caso, Rouda logró balancear una plataforma progresista en muchos aspectos, sin perder el toque moderado que apelaba a una base más amplia.

Al observar los resultados de esta elección, es evidente que los votantes del Distrito 48 no solo estaban buscando un cambio en sus representantes, sino también un enfoque más racional y menos polarizado hacia los temas internacionales y domésticos. Esto muestra una tendencia creciente en el electorado estadounidense: la preferencia por líderes que puedan manejar de manera efectiva tanto los asuntos internos como las relaciones exteriores, sin caer en extremismos ni ideologías que desconcierten a la mayoría.

¿Qué define realmente a un candidato en distritos rurales como el 19 y el 22 de Nueva York?

La historia política reciente de los distritos 19 y 22 del estado de Nueva York ofrece una ventana privilegiada para observar cómo se construyen, debaten y destruyen las identidades políticas en territorios donde la ideología no siempre sigue líneas partidistas tradicionales. En estos espacios, la autenticidad local, la historia personal, las posiciones sobre salud pública y el empleo, así como los códigos culturales compartidos, se vuelven elementos determinantes en la percepción del electorado.

Anthony Brindisi, antes de entrar plenamente a la política, trabajó en McDonald’s durante su juventud y asistió a instituciones educativas locales como Mohawk Valley Community College, Siena College y Albany Law School. Su participación cívica comenzó desde lo local, cuando decidió postularse para la Junta Escolar de Utica, motivado por el nacimiento de su primer hijo. En ese cargo, impulsó un ambicioso proyecto de modernización de escuelas y lideró una demanda contra el estado de Nueva York por no cumplir con el mandato constitucional de financiamiento justo para la educación pública. Estos antecedentes fueron cruciales para su credibilidad como representante auténtico de la región.

En contraste con los vientos progresistas que soplaban desde sectores del Partido Demócrata a nivel nacional, tanto Brindisi como su correligionario del distrito 19, Antonio Delgado, optaron por una narrativa de moderación. Evitaron las etiquetas de “socialista democrático” o “progresista”, distanciándose del ala encabezada por figuras como Bernie Sanders. Esta decisión no fue gratuita: respondía a una lectura realista del contexto local, donde los votantes valoraban la independencia partidaria, la atención a los problemas cotidianos y un arraigo cultural tangible más que la afiliación ideológica dura.

Delgado, por su parte, adoptó una postura intermedia en el debate sobre la salud pública: no apoyó el “Medicare para todos”, sino que propuso una opción pública que permitiera a los ciudadanos optar por Medicare dentro del marco existente del ACA. Defendió la capacidad de Medicare para negociar con farmacéuticas y centró su mensaje en la necesidad de promover empleos de calidad en sectores de tecnología y energía limpia, evocando la seguridad laboral que sus padres conocieron en General Electric en Schenectady.

Los republicanos, en ambos distritos, también entendieron bien el terreno en el que jugaban. Sus campañas se apoyaron en el argumento de que sus contrincantes demócratas no representaban verdaderamente los valores locales. John Faso atacó a Delgado por su pasado en la industria musical, en particular por haber producido un álbum de rap. Lo acusó de denigrar la historia, las fuerzas policiales y el sistema de libre empresa. Aunque las acusaciones fueron ampliamente criticadas por su tinte racial, incluido por líderes religiosos locales, Faso las sostuvo como una expresión legítima de preocupación cultural. Este tipo de estrategia, lejos de ser aislada, se enmarca en una corriente más amplia de retórica política que algunos califican de “trumpista”, donde la cultura, la identidad y el miedo al cambio desempeñan un rol igual o más importante que las políticas concretas.

La campaña de Brindisi también fue blanco de ataques de corte personal. Un memorando filtrado del equipo de su oponente, Claudia Tenney, advertía a su personal que se preparara para posibles actos de intimidación por parte de la familia Brindisi, a la que acusaba de tener un historial de comportamiento violento y clientelista. Esta acusación fue rápidamente denunciada por el senador estatal Joseph Griffo como un insulto étnico. El incidente revela cómo, en campañas polarizadas, las estrategias de ataque pueden descender a insinuaciones personales y apelaciones al miedo, en lugar de centrarse en propuestas sustantivas.

A pesar del clima hostil, Brindisi no se desvió hacia una narrativa partidista agresiva. Evitó confrontar directamente al entonces presidente Donald Trum

¿Cómo influye la tradición política y la estructura gubernamental de Dakota del Norte en su sistema electoral contemporáneo?

Dakota del Norte, a menudo considerada un estado periférico en el panorama político nacional, posee una historia política compleja y característica que merece un análisis detallado. Esta complejidad se refleja en un electorado que combina un fuerte espíritu de autosuficiencia con una mezcla singular de populismo y igualitarismo, creando un escenario político único. A diferencia de otros estados, Dakota del Norte no exige registro de votantes, lo que revela una cultura política basada en la confianza y el acceso directo a la participación ciudadana. Esta característica se sustenta en una profunda desconfianza hacia el poder centralizado, un legado que data de sus días como territorio, marcado por excesos y manipulaciones políticas.

El diseño constitucional de 1889 buscó precisamente limitar la influencia corporativa y la corrupción, restringiendo los poderes legislativos y ejecutivos y fomentando mecanismos de control ciudadanos como iniciativas populares y derechos de revocación electoral. Este compromiso temprano con la democracia directa se ha traducido en una de las estructuras gubernamentales más accesibles y participativas de Estados Unidos. Por ejemplo, los ciudadanos pueden testificar en cualquier proyecto de ley y las iniciativas legislativas requieren un porcentaje muy bajo de firmas para ser sometidas a referéndum, lo que amplifica la voz popular en la toma de decisiones.

A nivel institucional, Dakota del Norte ostenta la papeleta electoral más larga del país, con 13 cargos ejecutivos a elegir, lo que indica una fragmentación del poder que contrasta con la centralización típica en otros estados. Esta multiplicidad de puestos y unidades gubernamentales —2,664 en total para una población de poco más de 755 mil habitantes— refuerza un modelo descentralizado que busca la equidad en la distribución de beneficios y responsabilidades públicas, aunque a un costo financiero y social considerable. Para compensar estas dificultades, la sociedad civil desempeña un papel fundamental en el sostenimiento de servicios públicos, reflejando una sociedad que valora la cooperación comunitaria y la autogestión.

La dinámica partidista de Dakota del Norte también refleja esta particularidad histórica. Aunque el Partido Republicano ha predominado desde los días territoriales, la aparición en los años 1910 de la Liga No Partidista (Nonpartisan League, NPL) marcó un quiebre importante, dando lugar a reformas progresistas que aún persisten. Esta organización agraria representó una forma de política que trasciende la tradicional dicotomía bipartidista, evidenciando una kaleidoscópica diversidad electoral hasta la mitad del siglo XX. Con el tiempo, la NPL se fracturó y uno de sus grupos se fusionó con el Partido Demócrata, formando el Partido Democrático-NPL, que desde 1960 ha consolidado una competencia bipartidista más tradicional pero con raíces propias.

El equilibrio político en Dakota del Norte refleja, por tanto, no solo una pugna entre republicanos y demócratas, sino también la persistencia de un ethos local que valora la autonomía, la transparencia y la participación directa. Estas características explican en parte el respaldo electoral a políticas públicas poco comunes en estados conservadores, como la existencia del único banco estatal del país y la administración estatal de molinos y elevadores de grano, instituciones que simbolizan el enfoque populista y comunitario del estado.

Comprender esta tradición política y la estructura administrativa es fundamental para captar cómo se configuran y evolucionan las dinámicas electorales en Dakota del Norte. El acceso casi inmediato a los representantes, el peso de la participación ciudadana directa, la fragmentación del gobierno local y la historia de movimientos políticos que desafían la bipartidista convencionalidad conforman un entramado que influye decisivamente en los procesos electorales. El lector debe valorar que la política en Dakota del Norte no puede entenderse desde las categorías habituales, sino como un fenómeno que se alimenta de la interacción entre valores profundamente arraigados, estructuras institucionales específicas y una cultura política singular.

¿Cómo afectan las diferencias ideológicas a las elecciones en Estados Unidos? Un análisis del escenario político en Ohio y Pennsylvania.

En las elecciones recientes, Sherrod Brown logró una victoria en Ohio, obteniendo 2,276,730 votos, es decir, el 53% del total, frente a los 2,011,832 votos (47%) de su oponente Renacci. Aunque Brown salió victorioso, este resultado no fue tan contundente como los primeros sondeos sugerían. A pesar de este éxito individual, los republicanos ganaron en todas las demás categorías estatales, lo que sugiere que Ohio se está alejando de ser un estado oscilante, o "battleground", para convertirse en un estado firmemente republicano. Esta tendencia podría perdurar en las elecciones presidenciales de 2020, haciendo cuestionar la clasificación histórica de Ohio como un estado competitivo.

Por su parte, Pennsylvania presenta un escenario más complejo, siendo un estado donde los contrastes entre áreas urbanas y rurales son marcados. Como afirmó James Carville en 1992, Pennsylvania es una mezcla de "Pittsburgh en el Oeste, Filadelfia en el Este y Alabama en el centro", reflejando las diferencias significativas entre las zonas urbanas, predominantemente demócratas, y las rurales, donde predominan los republicanos. En las últimas elecciones presidenciales, Donald Trump logró una estrecha victoria, pero previamente, en seis de las nueve elecciones presidenciales previas, los demócratas se habían llevado el triunfo. Este patrón de competencia y cambio de lealtades políticas refleja cómo Pennsylvania se ha consolidado como un estado “púrpura”, un terreno donde tanto republicanos como demócratas luchan por obtener el apoyo de los votantes.

Los candidatos en Pennsylvania representan perfectamente estas divisiones. Bob Casey Jr., demócrata y actual senador, ha logrado mantenerse en el poder gracias a su habilidad para conectar con una base diversa, equilibrando posiciones moderadas con una fuerte crítica a las políticas de Trump. En sus campañas, Casey ha sido firme en temas como el control de armas, el cambio climático y la inmigración. Su rival republicano, Lou Barletta, ha sido un firme defensor de Trump y de políticas que rechazan la inmigración ilegal y la expansión de programas como DACA. Barletta, en particular, ha estado alineado con las posturas más estrictas sobre inmigración, algo que ha sido uno de los puntos más polémicos en su campaña. Mientras Casey ha abogado por la defensa de los derechos de los inmigrantes y una respuesta más humana hacia los solicitantes de asilo, Barletta ha defendido políticas más severas, como las que propuso cuando fue alcalde de Hazleton, donde se implementaron sanciones a empleadores que contrataran inmigrantes ilegales.

En cuanto al cambio climático, las diferencias son igualmente evidentes. Casey reconoce el cambio climático como un fenómeno causado por el hombre y ha abogado por políticas para reducir las emisiones de carbono y proteger el medio ambiente. Su postura está en clara oposición a la de Barletta, quien, aunque ha matizado su posición durante los debates, sigue siendo un crítico de las políticas medioambientales más estrictas, en especial las vinculadas al Acuerdo de París y las regulaciones sobre gases de efecto invernadero. Esta disparidad en las posturas no solo refleja las diferencias ideológicas, sino que también resalta cómo cada partido busca conectar con su base electoral, ya sea promoviendo políticas conservadoras o apostando por la innovación y la protección del medio ambiente.

Las elecciones en Pennsylvania, al igual que en Ohio, subrayan cómo las cuestiones sociales, económicas y ambientales siguen siendo puntos de fricción entre los votantes y cómo estos debates influyen en el resultado de las elecciones. Los cambios en la demografía de ambos estados, así como el giro hacia políticas más polarizadas, indican que estos territorios pueden estar alejándose de su rol tradicional como estados indecisos, convirtiéndose en más previsibles a medida que se polarizan aún más.

Además, la influencia de las políticas locales y nacionales en estos resultados muestra cómo los candidatos deben adaptarse a un electorado cada vez más fragmentado, donde las posiciones ideológicas son cada vez más extremas y las alianzas con figuras como Trump se convierten en una herramienta crucial para asegurar el apoyo de los votantes republicanos. En este contexto, es esencial entender que las dinámicas políticas en estados como Ohio y Pennsylvania no solo responden a los eventos del día, sino también a la evolución de la política a nivel nacional, lo que pone en juego la naturaleza misma del sistema electoral estadounidense.