Durante las elecciones de 2016, en Iowa, un elemento significativo de la campaña electoral fueron los carteles hechos a mano y la presencia de señales en los jardines de los ciudadanos, que llegaron a simbolizar un fenómeno que fue claramente visible en los pueblos rurales. Al recorrer distintas localidades de Iowa, como por ejemplo durante el evento de Joni Ernst en junio de 2016, previo a que Donald Trump fuera nominado oficialmente, los carteles improvisados en los jardines de los residentes se destacaron por su cantidad y variedad. Estos carteles eran, en muchos casos, hechos a mano por los propios votantes y reflejaban un apoyo genuino, a menudo más visible que las campañas de señalización oficiales. La importancia de estos carteles no fue solo una cuestión estética; de hecho, se convirtieron en un indicador de apoyo activo y de energía popular hacia Trump en el estado, especialmente en comparación con la pasividad del equipo de campaña de Hillary Clinton. La campaña demócrata, según el testimonio de Andy McGuire, no quiso gastar grandes sumas en carteles, considerando que "los carteles no votan". Esta decisión se contrapuso con la iniciativa de los seguidores de Trump, que hicieron visible su apoyo de manera casi rebelde, pintando incluso grandes anuncios en los graneros.
El mensaje implícito en estas señales caseras fue claro: el descontento con la falta de presencia de Clinton en algunas de las zonas más rurales, particularmente en Iowa, estaba en aumento. Este vacío fue percibido como una falta de compromiso con los votantes de esas regiones, quienes, por otro lado, se mostraban dispuestos a expresarse por su cuenta, al no ver una respuesta sólida de la campaña demócrata. McGuire recuerda la sensación palpable al ver que el lado opuesto estaba mucho más dispuesto a poner su opinión de manera pública y notoria. Los votantes de Trump, a través de la proliferación de señales, ofrecieron una manifestación visual de apoyo en los jardines y en los campos de Iowa, lo que de alguna manera dejó a la campaña de Clinton en desventaja.
Es importante también observar cómo la antipatía hacia Hillary Clinton fue un factor fundamental en el comportamiento electoral. Según las encuestas de Gallup y Emerson College previas a las elecciones, tanto Trump como Clinton eran vistos negativamente por un gran sector de la población estadounidense. Sin embargo, en Iowa, la desaprobación hacia Clinton fue más pronunciada. El rechazo hacia su figura fue una constante en las conversaciones con votantes de ambos partidos. Muchos votantes republicanos la consideraban “criminal”, “mentirosa” o “corrupta”, y estos sentimientos se vieron reforzados por temas como el ataque en Bengazi y la controversia de la venta de uranio. Además, la campaña de Clinton tuvo que lidiar con la imagen de una persona que no lograba conectar con los votantes de Iowa. Algunos de los republicanos que inicialmente mostraron escepticismo hacia Trump, finalmente se alinearon con él simplemente para evitar una presidencia de Clinton.
La antipatía no solo se limitó al campo republicano. También entre los demócratas había una significativa desconfianza hacia Hillary Clinton, que, al parecer, jugó un papel importante en la pérdida de 32 condados que Obama había ganado en las elecciones de 2012. Algunos votantes demócratas expresaron que el enojo hacia Clinton provenía no solo de sus polémicas, sino de una fatiga generalizada de los Clinton debido a los años de controversias. Otros mencionaron su uso de un servidor privado de correos mientras era secretaria de Estado, lo que alimentó la narrativa de “Crooked Hillary” que Trump aprovechó exitosamente.
El rechazo a Clinton fue particularmente evidente entre los votantes que habían apoyado a Bernie Sanders en las primarias. La prolongación de la campaña de Sanders y las heridas dejadas por la lucha interna dentro del Partido Demócrata tuvieron consecuencias directas. Muchos de los seguidores de Sanders, al sentirse traicionados o desplazados por el sistema del partido, decidieron votar por terceros partidos o, en algunos casos, abstenerse de votar. Este fenómeno de desilusión contribuyó a la desventaja que Clinton sufrió en estados clave como Iowa.
Lo que queda claro es que las señales en los jardines no eran solo símbolos de apoyo, sino que eran una manifestación de la falta de respuesta emocional y estratégica de la campaña de Clinton, especialmente en las zonas rurales de Iowa. Esta falta de conexión con una parte importante del electorado permitió que la campaña de Trump se beneficiara enormemente de una movilización visualmente orgánica, donde los votantes no solo expresaban su apoyo en las urnas, sino también en cada esquina de su comunidad.
¿Qué falló en la campaña presidencial de Clinton en Iowa en 2016?
La campaña presidencial de Hillary Clinton en 2016 ha sido objeto de críticas en varios aspectos, especialmente por su enfoque en Iowa, un estado clave para los resultados nacionales. A pesar de los esfuerzos de movilización, algunos votantes percibieron la campaña como desconectada de las realidades locales y demasiado centrada en áreas urbanas, en detrimento de las regiones rurales. Este fenómeno ha sido descrito por muchos como una falta de estrategia adecuada para llegar a los votantes de base, quienes no se sintieron identificados con el mensaje de la campaña ni con su presencia en el terreno.
Uno de los problemas más señalados fue la forma en que la campaña de Clinton estructuró su enfoque en Iowa. Muchos votantes y observadores criticaron lo que percibieron como una campaña demasiado "top-down", es decir, organizada jerárquicamente desde los niveles nacionales sin tener en cuenta las necesidades locales. Como explicó un exmiembro de la campaña, las decisiones estratégicas eran dirigidas desde los altos mandos en lugar de ser el resultado de un diálogo constante con los líderes locales, quienes entendían mejor las dinámicas de sus propias comunidades. Este enfoque se distanció de la campaña de Barack Obama en 2008 y 2012, donde las campañas se basaban más en la organización local y la colaboración entre los diferentes niveles del partido. En contraste, la campaña de Clinton fue vista como excesivamente controlada desde arriba, sin espacio para la iniciativa local.
Además, la campaña de Clinton fue muy dependiente de los datos y las analíticas. La estrategia se basaba en un modelo numérico que priorizaba los resultados de los análisis sobre el conocimiento y las realidades locales. Este enfoque se tradujo en un contacto limitado con votantes de áreas rurales, quienes no fueron considerados en las primeras etapas de la campaña. Según algunos encuestados, la campaña no hizo suficiente esfuerzo por atraer a los votantes indecisos o de "tercer partido", un grupo que, si hubiera sido correctamente abordado, podría haber inclinado la balanza en favor de Clinton. Al centrarse únicamente en las métricas de las encuestas y en los datos de probabilidad, la campaña pasó por alto la importancia de conectar con los votantes en un nivel más personal.
El contraste con la campaña de Donald Trump en Iowa es notable. Aunque el equipo de Trump operó con recursos limitados y menos personal, su enfoque fue completamente diferente. La campaña de Trump, liderada por Eric Branstad, supo adaptar su estrategia a los recursos disponibles, maximizando el impacto de cada esfuerzo. A pesar de ser un equipo pequeño, pudieron conectar con los votantes mediante un enfoque más directo y menos estructurado, utilizando de manera más eficiente los escasos recursos. La campaña de Trump también demostró un manejo efectivo de la narrativa, aprovechando la imagen de outsider y la promesa de cambio para atraer a una amplia gama de votantes, incluyendo aquellos que se sentían marginados por el sistema político tradicional.
Uno de los errores críticos de la campaña de Clinton fue su exceso de confianza en los datos y en la analítica para tomar decisiones. Mientras que la estrategia de Trump parecía ser más flexible y menos centrada en los números, la de Clinton se mostró rígida, confiando en los cálculos estadísticos y en el software de análisis de datos para tomar las decisiones de campaña. Esto no solo limitó la capacidad de adaptación en tiempo real a las cambiantes circunstancias políticas, sino que también alejó a una parte significativa de los votantes de la campaña.
Lo que es crucial entender es que una campaña exitosa no se construye solo a partir de datos. El contacto humano, el entendimiento de las dinámicas locales y la capacidad de adaptarse a las circunstancias específicas de cada comunidad son esenciales para movilizar a los votantes. Aunque los números pueden ofrecer una guía valiosa, no sustituyen la conexión emocional y la comprensión de los problemas que realmente preocupan a las personas.
Finalmente, el malestar por la falta de un mensaje claro fue otro punto recurrente entre los votantes que participaron en las encuestas. La campaña de Clinton no logró transmitir un mensaje que resonara con los votantes más allá de las grandes ciudades. A pesar de tener una sólida estructura organizativa en el terreno, la falta de un mensaje inclusivo y accesible para los votantes de clase media blanca fue un error estratégico que dejó un vacío en el cual la campaña de Trump pudo capitalizar. En cambio, los votantes de Trump sintieron que su mensaje era directo, y no dudaron en seguirlo hasta el final.
¿Cómo influyen las actitudes raciales y la ansiedad económica en las decisiones de voto en Iowa?
En Iowa, las decisiones de voto de los residentes están profundamente marcadas por una interacción compleja entre la educación, la ansiedad económica y las actitudes raciales. La investigación ha demostrado que el nivel educativo de los votantes está vinculado con sus percepciones sobre la raza y la inmigración. Por ejemplo, un estudio realizado por Abramowitz y McCoy en 2019 sobre las elecciones de 2016 encontró que el 31% de los votantes con educación universitaria mostraron altos niveles de resentimiento racial, mientras que entre los votantes sin educación universitaria, la cifra aumentó al 50%. Este dato destaca una profunda división en la manera en que los diferentes grupos perciben temas relacionados con la raza y la inmigración. La diferencia de opiniones sobre la inmigración fue aún más pronunciada, con un 27% de los votantes con educación universitaria mostrando actitudes antimigrantes, frente al 50% de los votantes sin estudios universitarios.
Este fenómeno refleja una realidad en la que las actitudes raciales se convierten en un factor determinante para entender el apoyo hacia ciertos candidatos políticos. En este contexto, la figura de Donald Trump y su mensaje de cambio y confrontación con los valores liberales, fue atractivo para muchos votantes de Iowa, especialmente aquellos que, aunque votaron por Barack Obama en las elecciones de 2008 y 2012, se sintieron desencantados con la administración de Obama.
El respaldo a Obama en dos ocasiones, a pesar de su condición de candidato afroamericano, puede parecer contradictorio si se considera que una parte significativa de los votantes en Iowa sostenía actitudes conservadoras en cuanto a la raza. Sin embargo, la explicación radica en el modo en que las campañas políticas movilizan las predisposiciones ideológicas y emocionales de los votantes. Las campañas no solo ofrecen información, sino que también tienen la capacidad de activar ciertas predisposiciones políticas que previamente no estaban en el centro del debate electoral. Sides et al. (2018) argumentan que, en 2016, las campañas de Trump y Hillary Clinton jugaron un papel crucial en la activación de actitudes vinculadas a la identidad racial, un fenómeno que no había ocurrido en las elecciones de 2008 y 2012. Así, en 2016, cuando los votantes de Iowa enfrentaron una opción que se alineaba con la política de Obama, pero con un enfoque diferente sobre la inmigración y la raza, muchos optaron por rechazar a la candidata Clinton, quien representaba una continuación de la administración Obama.
Un aspecto fundamental que debe ser considerado es cómo la ansiedad económica de los votantes también influye en sus decisiones. McElwee y McDaniel (2017) señalaron que los mejores predictores de la ansiedad económica entre los votantes blancos eran sus actitudes hacia los inmigrantes y los afroamericanos. En este sentido, los votantes que experimentaban mayores dificultades económicas tenían más probabilidades de apoyar a un candidato como Trump, cuyo discurso apelaba a las preocupaciones económicas de aquellos que se sentían excluidos o perjudicados por las políticas de la administración anterior.
La relación entre las actitudes raciales y el apoyo a Trump se evaluó utilizando un índice de actitudes raciales, donde se preguntaba a los votantes sobre la existencia de racismo en Estados Unidos, su empatía hacia las víctimas del racismo y su acuerdo con declaraciones relacionadas con la desigualdad racial. Si las actitudes raciales son un predictor relevante del apoyo a Trump, se espera que aquellos que niegan la existencia del racismo y que tienen actitudes más conservadoras en cuanto a la raza sean más proclives a apoyarlo.
Es importante entender que las elecciones presidenciales en Estados Unidos no solo se determinan por la política económica o el desempeño de los presidentes en funciones. La evaluación retrospectiva del desempeño presidencial juega un papel importante en las decisiones de los votantes. En 2016, muchos votantes de Iowa desaprobaron el desempeño de Obama, lo que los llevó a optar por un cambio radical representado por Trump. De hecho, casi el 90% de los votantes que desaprobaron el desempeño de Obama en Iowa apoyaron a Trump, según las encuestas de salida de las elecciones.
El tema económico fue de especial relevancia en las elecciones de 2016. El 54% de los votantes de Iowa mencionaron la economía como el problema más importante que enfrentaba el país. Además, tanto los votantes de Trump como los de Clinton identificaron la economía como un tema clave en sus decisiones. La ansiedad económica personal, es decir, la preocupación por la situación económica doméstica de los votantes, también fue un factor determinante. En este sentido, los votantes que percibían una disminución en su ingreso familiar en los últimos años estaban más inclinados a apoyar a Trump, ya que sus preocupaciones sobre la economía coincidían con el discurso del candidato republicano.
Es crucial tener en cuenta que las percepciones personales sobre la economía no siempre se alinean con los indicadores macroeconómicos. La situación económica de los votantes se basa más en su experiencia personal: el ingreso disponible, los ahorros y la percepción de su bienestar económico inmediato. Por tanto, los votantes no necesariamente tienen un conocimiento profundo de las tasas de inflación o desempleo, pero sus experiencias cotidianas son más que suficientes para moldear sus decisiones políticas.
En este contexto, la teoría del "producto secundario de la información política" de Popkin (1994) resalta que los votantes usan la información disponible a partir de sus experiencias diarias para tomar decisiones políticas. Si su situación económica personal es negativa, tienen más probabilidades de buscar un cambio radical, como el que representaba Trump en 2016.
El apoyo a Trump en Iowa no solo puede entenderse a través de una perspectiva económica o racial aislada. Las dinámicas complejas entre el desempeño presidencial, las actitudes raciales y la ansiedad económica se entrelazan, produciendo un patrón único de votación que refleja la complejidad de las emociones e ideologías de los votantes.
¿Cómo influyó la brecha de entusiasmo en las elecciones presidenciales de 2016 en Iowa?
La brecha de entusiasmo en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, en particular en el estado de Iowa, fue un fenómeno crucial para comprender el comportamiento electoral y el impacto en los resultados. Desde finales de 2015, en las etapas iniciales de la campaña, las encuestas comenzaron a reflejar que los votantes republicanos mostraban un nivel mucho más alto de emoción para votar por su candidato en comparación con los votantes demócratas. Este desajuste en el entusiasmo se percibió como una de las principales razones que definió la dinámica electoral y, por ende, el resultado de las elecciones.
A nivel nacional, los votantes republicanos se mostraron más entusiastas de participar en las elecciones que los demócratas, especialmente antes de que se definieran los candidatos presidenciales. Si bien los demócratas restaron importancia a esta diferencia, sugiriendo que el entusiasmo de sus votantes aumentaría una vez elegido su candidato, los republicanos tenían dudas sobre si los votantes demócratas realmente se entusiasmarían por Hillary Clinton. De hecho, los datos de las encuestas durante las semanas previas a las elecciones mostraron que los votantes republicanos, a favor de Donald Trump, mostraban un mayor grado de "entusiasmo fuerte" en comparación con los votantes de Clinton.
El concepto de "brecha de entusiasmo" es crucial porque el entusiasmo se correlaciona directamente con la participación electoral. En términos simples, los votantes más entusiastas son más propensos a acudir a las urnas. En el caso de las elecciones presidenciales de 2016, la brecha de entusiasmo fue un predictor importante de la baja participación entre los votantes demócratas, lo que afectó negativamente a la candidata Clinton. Esta diferencia se mantuvo constante durante los últimos días antes de las elecciones, con un 53% de los votantes de Trump mostrando un fuerte entusiasmo, frente al 45% de los votantes de Clinton.
En Iowa, una de las claves para entender el comportamiento electoral estuvo en la manera en que se distribuyó este entusiasmo a lo largo del estado. La investigación realizada a través de entrevistas y encuestas a los presidentes de los partidos de los condados mostró cómo, incluso en los niveles más locales, el entusiasmo de los votantes republicanos superaba al de los demócratas. Aunque en las zonas rurales de Iowa, la percepción de la campaña de Clinton fue de falta de conexión con las preocupaciones locales, la campaña de Trump logró movilizar a los votantes más entusiastas, lo que resultó en un impacto directo en el resultado electoral.
A nivel de las entrevistas realizadas con figuras clave de ambos partidos, los datos también mostraron un acuerdo general sobre la importancia de la brecha de entusiasmo. A pesar de las diferencias ideológicas, tanto los republicanos como los demócratas reconocieron que el nivel de participación de sus votantes estaba directamente influenciado por su nivel de entusiasmo. Sin embargo, los análisis de datos también revelaron disputas sobre las posibles soluciones para cerrar esta brecha. Mientras que algunos políticos de Iowa sugirieron que un mayor enfoque en los temas locales podría haber aumentado el entusiasmo demócrata, otros argumentaron que la falta de un mensaje claro por parte de Clinton fue un obstáculo insuperable.
Es fundamental que los analistas electorales no solo midan la intención de voto, sino que también consideren el nivel de entusiasmo de los votantes. Las encuestas sobre la intención de voto pueden ofrecer un panorama general, pero es el entusiasmo lo que marca la diferencia en una elección competitiva. Como señaló Jeff Boeyink, un estratega republicano de Iowa, la brecha de entusiasmo es el mejor predictor de la participación en una elección. En este sentido, el entusiasmo puede ser tan determinante como las políticas propuestas o las estrategias de campaña, ya que moviliza a los votantes, especialmente a aquellos que no tienen una fuerte afinidad partidaria, pero que se sienten motivados por la campaña.
Además de este análisis, es relevante comprender cómo las estrategias de campaña influyen en la creación de este entusiasmo. La manera en que un candidato conecta con los electores, su capacidad para involucrar a sus seguidores y la percepción de la campaña como un movimiento vibrante y lleno de energía son factores clave que no siempre se reflejan en los números. La capacidad de un candidato para generar esa chispa emocional puede ser tan importante como su plataforma política en la movilización del electorado.
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