La predicción de la ubicación de impacto de un vehículo con sistema de terminación de vuelo (FTS, por sus siglas en inglés) se fundamenta en modelos matemáticos y en la gestión de incertidumbres, particularmente en situaciones donde las variables son dinámicas y sujetas a alteraciones externas, como el viento o las turbulencias. El empleo de la Teoría de Bayes en la modelización de este tipo de problemas se demuestra eficaz para abordar estos retos.

Cuando el sistema es variable en el tiempo, la formulación de la predicción se linealiza a través de un modelo que puede expresarse como una serie de ecuaciones que describen el estado del vehículo en el tiempo tt, su propagación, y las incertidumbres asociadas con las entradas de control y disturbios externos. En este contexto, el estado del vehículo en el instante tt se representa como un vector de estado que se actualiza continuamente mediante matrices que describen la evolución del sistema, las entradas de control y las distorsiones que afectan al vehículo, tales como las variaciones de la velocidad o el ángulo de descenso.

La matriz de covarianza PtP_t refleja la incertidumbre asociada a la posición del vehículo en el espacio tridimensional, mientras que la matriz QQ representa la incertidumbre de las entradas incontrolables, como las perturbaciones meteorológicas. De esta forma, la planificación de la trayectoria no solo debe considerar el comportamiento nominal del vehículo, sino también la variabilidad que puede surgir debido a factores impredecibles, como las fluctuaciones del viento o cambios en la densidad del aire. Esta incertidumbre se modela utilizando datos estadísticos del clima para adaptar la planificación a diferentes situaciones de viento, lo que mejora la fiabilidad de las predicciones y permite prever con mayor precisión el lugar de impacto del vehículo una vez activado el FTS.

El proceso de predicción, por tanto, no solo se limita a calcular la posición más probable del vehículo, sino que también tiene en cuenta una distribución de incertidumbre que puede estar representada por una elipse de confianza. Este enfoque es útil para visualizar y analizar los resultados de simulaciones, ya que permite determinar un área probable de impacto que esté dentro de una región de alta probabilidad de acuerdo a un nivel de confianza previamente establecido. El uso de una región de confianza también ayuda a reducir el esfuerzo computacional al seleccionar solo aquellos polígonos que intersectan dicha región, lo que facilita el proceso de planificación al mismo tiempo que optimiza los recursos necesarios para obtener una solución efectiva.

Uno de los aspectos clave en la modelización de la terminación de vuelo es cómo las condiciones del viento afectan la trayectoria. En un escenario donde el vehículo se encuentra sobre una carretera, por ejemplo, la planificación de la trayectoria debe tener en cuenta la variabilidad del viento, que puede desplazar la ruta del vehículo, aumentando la incertidumbre sobre el lugar exacto del impacto. Al incorporar variaciones en las condiciones del viento, el planificador de trayectorias puede ajustar la altura del vuelo y la orientación del vehículo para minimizar los riesgos, adaptándose así a las condiciones cambiantes.

La comparación de diferentes trayectorias en función del riesgo es esencial para evaluar la efectividad de un sistema FTS. En situaciones ideales, una trayectoria óptima en términos de tiempo se traza en línea recta desde el inicio hasta el objetivo. Sin embargo, en términos de riesgo, la ruta más segura podría ser completamente diferente. A menudo, una trayectoria de menor riesgo se desviará de la ruta directa, cruzando la zona de riesgo en un ángulo más perpendicular y ascendiendo a una mayor altitud para permitir que el paracaídas se despliegue y reduzca la velocidad del vehículo antes del impacto.

Además de la selección de la trayectoria, el análisis de la incertidumbre en la posición también es crucial para determinar si el vehículo está realmente en riesgo. Aunque se puede calcular la probabilidad de impacto dentro de una región dada usando funciones de distribución multivariada, el simple hecho de que la trayectoria cruce un umbral de altura no es suficiente para garantizar que el vehículo haya tocado tierra. La incertidumbre en la dirección vertical debe ser evaluada y, en función de la probabilidad acumulada, se debe decidir si el impacto es inevitable.

Este proceso no solo es relevante para los vehículos que utilizan sistemas de terminación de vuelo como paracaídas, sino que también se aplica a otros tipos de vehículos autónomos o tripulados que deben gestionar su descenso de manera controlada, minimizando los daños al impactar con el suelo. En la práctica, la planificación de trayectorias con control de riesgo es un campo fundamental para la seguridad en la aviación, el transporte espacial y otras áreas relacionadas con la movilidad aérea, como los vehículos de reentrada atmosférica o incluso los drones.

Por lo tanto, es vital comprender que la incertidumbre en la predicción de la ubicación del impacto no solo se refiere a la posición más probable del vehículo, sino también a una distribución de posibles impactos que se amplía debido a factores impredecibles. Esta distribución permite a los ingenieros planificar con mayor precisión y reducir el riesgo asociado con la activación de un sistema de terminación de vuelo, asegurando que las decisiones sobre la ruta a seguir sean las más seguras posibles en función de los datos disponibles.

¿Cómo se garantiza la seguridad en el vuelo y la terminación de vuelo en girocópteros no tripulados?

La seguridad en la operación de girocópteros no tripulados se fundamenta en la consideración de la velocidad máxima del viento permitida y la altitud máxima de vuelo, parámetros que limitan el rango de desplazamiento horizontal y, por tanto, excluyen la posibilidad de abandonar la zona de seguridad establecida. La altitud máxima permitida de vuelo (h_max) se calcula a partir de la relación de planeo (n) y la distancia de seguridad (s), siguiendo la fórmula h_max = s / n. Este cálculo permite definir un área buffer o zona de amortiguamiento que garantiza un margen de seguridad en caso de terminación de vuelo.

El diseño intrínseco del girocóptero contribuye notablemente a la seguridad en situaciones de emergencia. Gracias a su rotor en autorrotación, una vez que se apaga el motor en pleno vuelo, la aeronave se comporta como si estuviera suspendida en un paracaídas. Esta propiedad permite un descenso controlado y relativamente seguro sin propulsión. Para activar la terminación de vuelo, además de cortar el motor, los actuadores del rotor principal y del timón se colocan en posiciones específicas de emergencia: el rotor en un cabeceo ascendente y ligero hacia la izquierda, y el timón completamente a la izquierda. Esta configuración induce una espiral lenta y poco profunda, lo que reduce el área potencial de impacto en tierra.

Pese a esta capacidad teórica, dado que la terminación en vuelo nunca ha sido completamente validada en pruebas reales, el área de seguridad sigue definiéndose con base en el peor escenario posible, usando la mejor relación de planeo como referencia. Debido a la criticidad de esta función, se implementan al menos dos enlaces de datos por radio independientes, con diferentes características y redundancia funcional, para asegurar la activación de la terminación de vuelo desde tierra o por control remoto.

El sistema de terminación se conecta con el segmento en tierra a través de múltiples enlaces de datos y se activa mediante un circuito relé construido con componentes aeroespaciales altamente fiables, exclusivamente militares o de aviación civil, sometidos a un exhaustivo análisis de fallos. Al activarse, el sistema realiza simultáneamente la desconexión del encendido del motor, posiciona los actuadores para la terminación y bloquea los sistemas neumáticos de trimado y pre-rotación en modo vuelo.

La seguridad se complementa con un plan de respuesta a emergencias (ERP) que informa a los servicios de rescate sobre las operaciones de vuelo planificadas y define una cadena de rescate clara y coordinada. En tierra, durante pruebas del sistema, se emplean enchufes de seguridad codificados por colores que desactivan funciones críticas como el encendido o el movimiento de actuadores, minimizando riesgos para el personal.

En conjunto, la seguridad durante la operación aérea se asegura mediante la delimitación controlada del área de vuelo, el establecimiento de un espacio aéreo atípico, la implementación de terminación de vuelo para aterrizajes de emergencia, la segmentación del espacio tridimensional en zonas específicas, el uso de la peor relación de planeo para definir zonas de amortiguamiento, la reducción del área de impacto por medio de la espiral de autorrotación y un plan de emergencia integral.

Además, la estructura del demostrador no tripulado se basa en equipamiento deportivo aéreo que cumple con estándares de aviación tripulada. Las normas de diseño y verificación aseguran la integridad del sistema, y el uso de enchufes de seguridad reduce el riesgo para el personal durante las pruebas.

En la evaluación específica del riesgo operacional (SORA), el análisis legal y técnico permite asignar clases de riesgo tanto para tierra como para aire, derivando niveles de integridad y garantía específicos. El riesgo inherente se evalúa usando métricas basadas en dimensiones y energía cinética del vehículo. Para girocópteros, dado que el rotor está en autorrotación permanente y puede almacenar energía, se emplean comparaciones de energía potencial, cinética y almacenada para definir un nivel de riesgo adecuado, ya que no encajan del todo en las categorías tradicionales de aeronaves de ala fija o rotor.

Es fundamental comprender que esta metodología no solo simplifica la clasificación de riesgo, sino que también reconoce la necesidad de adaptar la evaluación cuando se trabaja con vehículos atípicos, solicitando acuerdos individuales con las autoridades civiles de aviación para definir el nivel adecuado de seguridad. Este enfoque proactivo asegura que los riesgos específicos del girocóptero sean correctamente contemplados, considerando su comportamiento aerodinámico y energético único.

La comprensión detallada del comportamiento dinámico en caso de fallo y de los sistemas redundantes para la terminación de vuelo es esencial para valorar la seguridad integral del sistema. Además, la integración de un plan de emergencia coordinado y la adopción de estrictos criterios de diseño y prueba son elementos cruciales para minimizar los riesgos y garantizar la operatividad segura del vehículo en escenarios reales.

¿Cómo los diseños innovadores en aeronaves no tripuladas podrían transformar el transporte de carga a baja altitud?

En el ámbito del desarrollo de aeronaves no tripuladas para transporte de carga, el proyecto ALAADy del Centro Aeroespacial Alemán (DLR) ofrece una perspectiva avanzada sobre la creación de sistemas de transporte aéreo automatizados. Este proyecto investiga tres configuraciones conceptuales de aeronaves no tripuladas: un tragschrauber o autogiro, un avión de alas altas con doble estabilizador en V, y una aeronave con alas en caja. A través de estos diseños, se busca minimizar costos operativos, eliminando la necesidad de una tripulación a bordo, y garantizando la seguridad y eficiencia en el transporte de mercancías a baja altitud.

Una de las principales ventajas de los autogiros es su capacidad de autorrotación en caso de fallo del motor. Esta característica se traduce en una mayor seguridad operativa, ya que el rotor principal puede continuar girando sin necesidad de un motor funcionando, permitiendo un descenso controlado. Sin embargo, el alto requerimiento de potencia en los rotores limita el rendimiento de vuelo, especialmente en configuraciones de velocidad más alta.

La investigación y los ensayos de vuelo de modelos a escala han demostrado que las configuraciones de autogiros presentan buenas cualidades de manejo, especialmente en lo que respecta a la capacidad de realizar despegues y aterrizajes cortos. Estos modelos también revelaron un fenómeno importante en vuelos de alta velocidad, donde se evidenció una tendencia de inclinación del fuselaje y las alas, lo que podría descargar el rotor autorrotante y alterar la estabilidad del vuelo. Esta tendencia debe ser controlada y evitada para garantizar la seguridad del transporte, lo que impulsa la necesidad de ajustar el diseño de la aeronave, como se observó en el rediseño de la configuración del autogiro, reubicando las alas para mejorar el aprovechamiento de la configuración híbrida de sustentación.

El diseño estructural de las aeronaves no tripuladas en el proyecto ALAADy se basa en un proceso paramétrico de diseño aeroelástico, conocido como proceso MONA, que permite calcular el peso estructural de las aeronaves mediante modelos de elementos finitos. Este proceso no solo es crucial para determinar el peso de cada configuración, sino también para evaluar su viabilidad en términos de rendimiento y eficiencia operativa. A través de este enfoque, se determinó que el autogiro tiene la estructura más ligera de las tres configuraciones, con un peso de 2.720 kg, lo que resalta su potencial como la opción más eficiente en términos de peso para vehículos aéreos no tripulados de carga.

Es esencial entender que el diseño estructural y la carga de trabajo de cada aeronave no solo dependen de la configuración básica, sino también de los sistemas híbridos de propulsión eléctrica que las impulsan. Estos sistemas, además de reducir las emisiones y mejorar la eficiencia, juegan un papel crucial en el rendimiento global de las aeronaves, especialmente en condiciones operativas donde la autonomía y la capacidad de carga son factores determinantes.

Los ensayos de vuelo y las simulaciones realizadas en túneles de viento han sido fundamentales para validar estos diseños y asegurar que las aeronaves puedan operar con seguridad y eficacia. Además, la comparación de los pesos estructurales de las tres configuraciones es solo una parte del análisis general, que también debe incluir aspectos como la resistencia a cargas aerodinámicas y las capacidades de maniobra bajo condiciones extremas.

El futuro del transporte aéreo de carga a baja altitud se encuentra en constante evolución, y proyectos como el ALAADy no solo empujan los límites de la tecnología aeronáutica, sino que también sientan las bases para una revolución en el transporte automatizado y autónomo. La combinación de diseño innovador, simulación avanzada y pruebas de vuelo reales marca un hito en la transición hacia aeronaves no tripuladas eficientes, seguras y económicamente viables.

¿Cómo afectan los sistemas de propulsión híbrida y totalmente eléctrica al diseño de aeronaves no tripuladas para el transporte de carga?

En los últimos años, el avance en la propulsión eléctrica y la propulsión híbrida ha revolucionado los conceptos tradicionales de aeronaves no tripuladas (UAS, por sus siglas en inglés), especialmente en el ámbito del transporte autónomo de carga. Los sistemas de propulsión totalmente eléctricos y híbridos ofrecen una alternativa no solo más sostenible, sino también más eficiente en términos de redundancia y seguridad. Estos sistemas tienen el potencial de transformar la manera en que las aeronaves operan, reduciendo significativamente el impacto ambiental y aumentando la fiabilidad de las aeronaves.

Los vehículos diseñados para el proyecto Automated Low Altitude Air Delivery (ALAADy) fueron analizados para identificar el sistema de propulsión más adecuado. Este análisis se centró en tres tipos de aeronaves: un avión de ala fija con doble cola, un avión de ala en caja y un autogiro. Para estos vehículos, se optó por una configuración de propulsión híbrida, donde una celda de combustible (FC-stack) o un motor de combustión interna (ICE) actúan como fuente principal de energía, mientras que las baterías proporcionan energía adicional para momentos de alta demanda, como durante el arranque o situaciones de emergencia.

El uso de células de combustible alimentadas por hidrógeno o baterías secundarias de iones de litio fue considerado como una de las mejores opciones disponibles para las aeronaves no tripuladas. Se investigaron varias químicas de baterías de iones de litio, como el Níquel-Manganeso-Cobalto, el Níquel-Cobalto-Aluminio y el Litio-Ferro Fosfato, entre otras. Estas baterías se destacan por su densidad energética gravimétrica y volumétrica, lo que las hace aptas para el uso en aeronaves no tripuladas que deben cumplir con estrictas restricciones de peso y espacio. A pesar de las ventajas que presentan las baterías de iones de litio, su capacidad de almacenamiento de energía sigue estando limitada en comparación con los combustibles tradicionales.

Una de las principales ventajas de la propulsión híbrida y totalmente eléctrica radica en su capacidad para ofrecer un sistema redundante altamente confiable. En el caso de que uno de los componentes principales del sistema de propulsión falle, como una batería o una celda de combustible, el vehículo no perdería el control inmediato, lo que permitiría una operación más segura sin necesidad de un aterrizaje de emergencia de forma inmediata. Esta capacidad de seguridad inherente es fundamental para las aeronaves no tripuladas, cuyo principal desafío es garantizar la operación autónoma sin intervención humana.

A través del modelado y simulación de los componentes del sistema de propulsión, se pudo determinar la arquitectura óptima del sistema. Este análisis incluyó el cálculo del peso, volumen y costes asociados a los componentes del sistema de propulsión, lo que permitió evaluar la viabilidad técnica y económica del concepto ALAADy. La capacidad de realizar simulaciones detalladas de la misión de vuelo completa ha sido esencial para verificar el rendimiento del sistema de propulsión y garantizar que se cumplieran los requisitos operativos de las aeronaves.

Uno de los aspectos críticos a tener en cuenta es la integración de la fuente de energía con los demás componentes del sistema. Las baterías, por ejemplo, deben no solo alimentar los motores eléctricos, sino también alimentar los sistemas de control, comunicaciones y sensores de la aeronave, lo que genera una demanda significativa de energía. Además, la integración de los sistemas de monitoreo en tiempo real resulta crucial. Esta infraestructura de monitoreo permite la evaluación continua de la salud del sistema de propulsión, alertando sobre cualquier anomalía o fallo antes de que ocurra una situación crítica.

Además, las diferentes configuraciones de los sistemas híbridos presentan ventajas y desventajas según las necesidades de la misión. Mientras que un sistema totalmente eléctrico puede ofrecer una operación más silenciosa y libre de emisiones, un sistema híbrido permite una mayor autonomía y flexibilidad operativa, especialmente en misiones de largo alcance o con cargas pesadas. La elección de la arquitectura óptima depende de factores como la distancia a recorrer, el peso de la carga y la capacidad de respuesta ante emergencias.

Los componentes del sistema de propulsión, como las celdas de combustible y los motores eléctricos, han sido seleccionados no solo por su eficiencia energética, sino también por su durabilidad y capacidad de operar en condiciones extremas. Además, las tecnologías emergentes en baterías, como las baterías de litio-aire, aunque prometedoras, todavía no son viables para su uso comercial en aeronaves no tripuladas debido a limitaciones en su disponibilidad y densidad energética.

El diseño de aeronaves no tripuladas para el transporte de carga también debe considerar los costos asociados con los sistemas de propulsión, así como su impacto en la operación global del vehículo. La implementación de estas tecnologías en el mercado debe ser económica para que su adopción sea viable, lo que requiere un análisis exhaustivo del costo-beneficio, no solo en términos de los componentes del sistema de propulsión, sino también en cuanto a la infraestructura de recarga, mantenimiento y operaciones diarias.

Por último, es importante destacar que, aunque los sistemas de propulsión híbrida y totalmente eléctrica tienen un enorme potencial, su desarrollo continúa siendo un área activa de investigación. Los avances tecnológicos, como el aumento de la densidad energética de las baterías o la mejora en la eficiencia de las celdas de combustible, seguirán desempeñando un papel clave en la evolución de las aeronaves no tripuladas, acercándose cada vez más a la viabilidad comercial y operativa de estos vehículos.

¿Cómo se gestionan los sistemas de fiabilidad en la arquitectura de aeronaves certificadas?

Para cada una de las variantes de terminación descritas en la Tabla 5, debe prepararse un diagrama de fallos específico. En ausencia de pruebas substanciales sobre la fiabilidad del piloto, los sistemas técnicos por sí solos deben cumplir con los requisitos dictados por el paso #9. Por lo tanto, se asume para ambas variantes de terminación que la trayectoria de vuelo saldrá del Volumen Operacional y del Búfer de Riesgo en Tierra. En la Figura 2 se muestra el diagrama de fallos correspondiente a la variante de terminación 1, cuando una terminación se lleva a cabo justo antes de abandonar el Volumen Operacional. En este caso, el componente de Protección del Envolvente de Vuelo y Error Humano (FEHEP) es el encargado de prevenir la salida del Volumen Operacional, lo que implica que debe cumplir con una fiabilidad de 10⁻⁴/FH.

Aunque no se pueda asignar un DAL (Nivel de Aceptación de Diseño) directamente en relación con la fiabilidad, se asume que el DAL general D de los sistemas críticos de seguridad no cumplirá con la fiabilidad requerida. Esta suposición está respaldada por el AMCRPAS. 1309, como se detalla en la Tabla 9. Como consecuencia, el FEHEP y todos los componentes que puedan interferir deben desarrollarse bajo un DAL C. Todos los demás sistemas, que podrían causar la pérdida del vehículo, se desarrollarán bajo un DAL D, aunque no sea necesario por requerimientos legales. Ninguna falla en los componentes puede llevar directamente a una violación de los requisitos del paso #9, por lo que no son necesarias redundancias obligatorias.

El diagrama de fallos para la variante de terminación 2 es similar al de la variante de terminación 1, como se muestra en la Figura 3. En esta variante, la terminación ocurre antes de salir del Volumen Operacional. Aquí, el componente FEHEP y el sistema de monitoreo son responsables de prevenir la salida del Volumen Operacional. Por lo tanto, ambos sistemas combinados deben cumplir con la fiabilidad de 10⁻⁴/FH. Como consecuencia, el FEHEP y todos los componentes que puedan interferir, así como el sistema de monitoreo, deben desarrollarse bajo un DAL D. Todos los demás sistemas, que podrían causar la pérdida del vehículo, también deben desarrollarse bajo un DAL D, por interés propio. Nuevamente, no se requiere redundancia obligatoria.

Para las arquitecturas SAIL V o VI, se deben considerar los requisitos del paso #9 y del OSO #5 para garantizar un alto nivel de robustez. El OSO #5 exige, en la categoría de alto nivel de integridad, que las Condiciones de Falla Mayor no sean más frecuentes que Remotas, las Condiciones de Falla Peligrosa no sean más frecuentes que Extremadamente Remotas y las Condiciones de Falla Catastrófica no sean más frecuentes que Extremadamente Improbables.

De acuerdo con esta normativa, cualquier malfuncionamiento de un componente, excepto el IDRS, se considera como una condición de falla mayor. La pérdida del vehículo o un aterrizaje de emergencia se considera una condición de falla peligrosa. La ocurrencia de una o más muertes se considera una condición de falla catastrófica. Las probabilidades permitidas para las condiciones de falla dadas, basadas en un motor recíproco o de turbina de menos de 6000 lbs con un nivel de complejidad II, se detallan en la Tabla 9.

En este contexto, la salida del Volumen Operacional se considera una condición de falla peligrosa, ya que probablemente resultará en un aterrizaje de emergencia o la pérdida del vehículo. Por su parte, la operación fuera del Búfer de Riesgo en Tierra se considera una condición de falla catastrófica, dado que es probable que conduzca a un accidente o a una situación en la que se produzcan muertes. Como consecuencia, los requisitos del paso #9 se ven superados por los requisitos derivados del OSO #5 sobre un alto nivel de robustez, lo que excluye su consideración posterior. El diagrama de fallos para una arquitectura SAIL V o VI se muestra en la Figura 4.

En este caso, la mayoría de los sistemas pueden generar condiciones de falla catastrófica, lo que implica que deben estar bajo un DAL B. Un fallo en estos sistemas podría derivar en una condición de falla al menos mayor. Por ello, se aplican redundancias para cumplir con las probabilidades cuantitativas requeridas. Sin embargo, existen algunas excepciones. El MDS, por ejemplo, requiere un DAL B debido a posibles interferencias con otros sistemas, aunque no es necesaria una redundancia, ya que la pérdida de este componente solo resultaría en un aterrizaje seguro en el siguiente punto disponible, lo cual no se considera una condición de falla mayor.

El SAS, por otro lado, no puede generar condiciones de falla peligrosas, por lo que se desarrolla con un DAL C sin redundancia. No obstante, en sistemas específicos, como el tren de aterrizaje retráctil, cuya falla podría llevar a la pérdida del vehículo si se encuentra en posición retraída, esta situación podría cambiar. El PS, basado en motores comerciales convencionales, no requiere redundancia para cada motor, dado que se utilizan múltiples motores. El IDRS, que no causa condiciones de falla mayores, se asume con un mínimo DAL de D sin redundancia, aunque esta decisión debe revisarse más de cerca si el IDRS afecta significativamente el vuelo, como podría ocurrir con la eyección de un paracaídas.

El ARP4754A permite reducir el DAL cuando se implementan redundancias independientes, lo que podría permitir que los sistemas DAL B se reduzcan a DAL C si se emplean redundancias independientes. Sin embargo, este aspecto no fue evaluado en profundidad, por lo que no se utilizó en este trabajo. Un análisis futuro debería considerar esta opción.