Los asistentes personales, impulsados por tecnologías avanzadas de generación y clasificación de texto como los Transformers Generativos Preentrenados (GPTs), representan la vanguardia de las tecnologías de interacción y automatización en la vida diaria. Entre los avances más relevantes de la última década, el Internet de las Cosas (IoT) ha revolucionado nuestra forma de interactuar con el entorno, integrando dispositivos interconectados que pueden ser controlados de forma sencilla a través de comandos de voz. Esta revolución no solo facilita la interacción, sino que también plantea preocupaciones significativas relacionadas con la seguridad y la privacidad, lo que lleva a un análisis más profundo de los retos que estos avances tecnológicos nos imponen.
Los dispositivos controlables por voz (VCD, por sus siglas en inglés) representan una de las áreas más destacadas de esta transformación. Estos dispositivos no solo mejoran la calidad de vida de los usuarios al ofrecer una mayor comodidad y accesibilidad, sino que también desafían nuestra comprensión de la privacidad y la protección de los datos personales.
Entre los diferentes tipos de dispositivos que pueden ser controlados por voz, encontramos desde asistentes personales virtuales hasta sistemas complejos de automatización en el hogar. Los asistentes personales de voz, como Google Assistant, Alexa o Siri, son solo una faceta de un ecosistema mucho más amplio. Según las investigaciones de Kumar et al., un hogar típico conectado puede incluir hasta catorce categorías diferentes de dispositivos, entre ellos: computadoras, dispositivos móviles, wearables, consolas de videojuegos, sistemas de automatización del hogar, dispositivos de almacenamiento, cámaras de seguridad, y electrodomésticos inteligentes, entre otros.
Estos dispositivos, aunque diversos, comparten la capacidad de interactuar con el usuario mediante comandos de voz. Sin embargo, no todos ellos tienen incorporada una funcionalidad de asistente de voz. Algunos requieren la conexión con un altavoz inteligente o una aplicación para poder ser controlados por voz. Por ejemplo, una computadora que ejecuta Windows permite a los usuarios interactuar mediante la función "Acceso por voz", mientras que una aspiradora inteligente necesitará estar emparejada con un dispositivo como Google Home o Amazon Echo para poder responder a los comandos del usuario.
Los asistentes personales de voz pueden clasificarse en diferentes tipos, según su forma de interacción y su propósito. Algunos de estos asistentes están diseñados para interactuar de manera adaptativa con los usuarios, combinando comandos de voz con interfaces visuales o pantallas, mientras que otros, como los chatbots, se comunican solo a través de texto. Los asistentes virtuales encarnados, por otro lado, presentan un personaje en pantalla, ofreciendo una interacción más humana, útil en contextos educativos como el aprendizaje electrónico. Otros asistentes, más pasivos, recogen y procesan datos ambientales sin necesidad de interactuar directamente con el usuario.
Dentro de la amplia gama de dispositivos controlables por voz, los asistentes personales juegan un papel fundamental, pero también lo hacen dispositivos que no son estrictamente "inteligentes" pero que, al ser conectados a un asistente de voz, adquieren esa funcionalidad. Así, una televisión, un electrodoméstico o incluso un automóvil pueden ser operados mediante la voz, ampliando considerablemente el espectro de control disponible para los usuarios. El desafío, por supuesto, es que la interacción con estos dispositivos debe adaptarse a las capacidades de cada uno. Por ejemplo, un comando como "Oye Google, dile al aspirador Roomba que me haga un café" resultará en una solicitud inválida, ya que las aspiradoras inteligentes no están diseñadas para realizar tareas fuera de su programación específica.
Este tipo de interacciones plantea importantes cuestiones de seguridad, ya que el canal de voz puede convertirse en un punto de vulnerabilidad. Si bien los dispositivos controlados por voz están expuestos a diversas amenazas, como la corrupción de memoria o la omisión de autenticación, el foco de nuestra preocupación se encuentra en los riesgos asociados específicamente con el canal de voz. A medida que los dispositivos se vuelven más omnipresentes, el control sobre este canal se convierte en una prioridad para garantizar que no se vean comprometidos datos sensibles o se realicen acciones no deseadas.
Además de los dispositivos más convencionales como computadoras, teléfonos inteligentes y sistemas de automatización del hogar, una categoría creciente de dispositivos controlables por voz son los wearables. Estos dispositivos, como los relojes inteligentes, permiten a los usuarios realizar tareas como consultar el clima, hacer llamadas o controlar dispositivos del hogar a través de la voz. En la misma línea, las consolas de videojuegos también han adoptado el control por voz, permitiendo a los usuarios abrir aplicaciones, navegar por menús o dictar texto, lo que facilita la interacción sin necesidad de utilizar las manos.
Otro aspecto importante es la clasificación de los dispositivos de automatización del hogar. Estos dispositivos no solo permiten un control por voz, sino que también aprenden de las rutinas del usuario, adaptando el entorno a sus necesidades de forma automática. Los termostatos inteligentes, por ejemplo, ajustan la temperatura del hogar en función de las preferencias del usuario, y muchos de ellos pueden ser controlados por comandos de voz.
Es importante señalar que el concepto de automatización del hogar va más allá de los dispositivos individuales. A menudo se refiere a un sistema centralizado que integra y controla otros dispositivos inteligentes, como cerraduras electrónicas, cámaras de seguridad y sistemas de iluminación. Estos sistemas no solo permiten la comodidad de controlar múltiples dispositivos desde un solo punto, sino que también proporcionan seguridad y eficiencia energética.
El control por voz en estos dispositivos representa una mejora significativa en la usabilidad y accesibilidad, pero también requiere de un enfoque cuidadoso hacia la gestión de la seguridad. Es crucial entender cómo cada dispositivo gestiona la información que recibe a través de comandos de voz, y cómo esta información es procesada y almacenada. Los usuarios deben ser conscientes de los riesgos asociados con la exposición de su voz, que puede ser interceptada o manipulada para realizar acciones no autorizadas. De esta manera, la educación sobre los riesgos potenciales y las prácticas de seguridad en el uso de dispositivos controlados por voz es esencial.
¿De qué manera AvA explota Echo para autoactivarse, mantener persistencia y enmascarar voces?
AvA aprovecha una vulnerabilidad de autoactivación en dispositivos Echo para ejecutar cualquier acción permitida por el asistente: controlar dispositivos domésticos (incluyendo cerraduras cuando existen), iniciar llamadas, activar skills y, en general, operar como un actor legítimo dentro del ecosistema Alexa. La técnica se materializa mediante una aplicación maliciosa que puede interceptar comandos del usuario y mimetizar el comportamiento de skills legítimas —un ataque de suplantación vocal (Voice Masquerading Attack)— lo que facilita exfiltración de datos y acciones posteriores necesarias para los objetivos del adversario. Mediante la explotación adicional de otra vulnerabilidad en los dispositivos Echo, el atacante logra prolongar la actividad de la aplicación maliciosa independientemente de la interacción del usuario, estableciendo así persistencia en el dispositivo. Para formalizar la campaña se aplica el modelo HAVOC y se usan notaciones de lógica modal epistémica (introducidas en el texto fuente) para expresar formalmente las capacidades y objetivos del adversario durante las distintas fases del ataque.
En la fase de reconocimiento se identificó el objetivo como AmazonAlexa, formalizado como .p ::= Alexa, y se acotó el objetivo físico a EchoDot de tercera generación, .pd ::= EchoDot3, por su amplia implantación en el mercado durante el periodo de estudio. Se estudió la configuración de wake-words —Alexa, Amazon, Computer, Echo—, uniformes en los dispositivos y accesibles desde la consola de control; dicha estandarización facilita la fabricación de comandos válidos siempre que el atacante pueda conocer o inferir la configuración de idioma y región del dispositivo víctima. Las órdenes que Alexa procesa se agrupan conceptualmente en comandos de funcionalidad interna (p. ej. temporizadores, listas), control de electrodomésticos inteligentes (p. ej. encender luces, preparar café) y comandos hacia skills/servicios de terceros (p. ej. consultar saldo, reproducir música, búsquedas en Wikipedia). El modelo asume que el adversario carece de detalles internos del sistema de reconocimiento automático del habla (ASR), expresado formalmente como .¬ [[Eve]] D,X , f, w, lo que condiciona la estrategia del atacante a técnicas black-box y a experimentación empírica.
Se consideraron las condiciones ambientales que afectan la conducta acústica del Echo: escenarios abiertos (sin obstáculos cercanos), junto a una pared (obstáculo a ≤4 cm con un segundo obstáculo a >8 cm) y escenarios reducidos (múltiples obstáculos a ≤8 cm). Estas topologías modifican las reflexiones de la onda sonora y, por ende, la eficacia de comandos autoemitidos.
La «armamentización» del audio distingue cinco tipos de spoofing: impersonación, reproducción (replay), conversión de voz, síntesis de voz y perturbaciones adversariales. Para la autoemisión de comandos se definieron tres métodos primarios: comandos generados por Text‑To‑Speech (TTS), comandos con ruido adversarial (AdversarialNoiseCommands) diseñados para afectar ASR over‑the‑air, y comandos con voz real (grabaciones del atacante o de terceros). Aunque las herramientas de conversión de voz y los impersonadores podrían encajar teóricamente en estas categorías, su propósito original es evadir sistemas de reconocimiento de locutor más que ASR en sí. Para los experimentos se empleó Google TTS con parámetros por defecto (pitch 0.00, speed 1.00) y sin etiquetas SSML que modifiquen timbre; se generó un banco de muestras en formato .wav mediante script automatizado y se priorizaron voces WaveNet por su disponibilidad. Los comandos con ruido adversarial fueron investigados con herramientas punteras: algunos funcionaron over‑the‑air pero con baja tasa de éxito práctica; este camino permanece técnico y poco fiable hoy por hoy. El uso de voces reales plantea limitaciones operativas y de conveniencia que restringen su aplicabilidad en ataques escalados.
Es importante comprender además que la eficacia de AvA depende de la confluencia de múltiples factores técnicos y humanos: la configuración regional e idiomática del dispositivo, la presencia y tipo de cifrado/firmware actualizado, la política de permisos y el modelo de autorización de skills, la disposición física del dispositivo (que afecta reflexiones acústicas) y el diseño del pipeline ASR/anti‑spoofing. La mitigación efectiva no reside en una sola medida; requiere parches de firmware que cierren vectores de autoactivación y persistencia, mejoras en los sistemas de detección de comandos sintetizados o adversariales, mecanismos de autenticación por hablante cuando la sensibilidad lo justifique, políticas de privilegios restringidos para skills de terceros y telemetría que permita detectar comportamientos anómalos (activaciones fuera de horario, intentos repetidos de activación, redirecciones de audio). También es crucial que los usuarios comprendan las limitaciones de las wake‑words como factor único de autenticación y establezcan buenas prácticas de ubicación física del dispositivo, revisión periódica de skills instaladas y control riguroso de permisos (por ejemplo: evitar conceder a skills de terceros acceso a controles críticos como cerraduras o compras). Finalmente, para la comunidad técnica resulta esencial documentar y compartir métricas reproducibles sobre tasas de éxito de técnicas adversariales y condiciones experimentales (distancias, dispositivos, voces TTS, parámetros de generación) para que contramedidas robustas puedan evaluarse y desplegarse en entornos reales.
¿Cómo la vulnerabilidad AvA afecta la seguridad de los dispositivos Echo de Amazon?
La vulnerabilidad AvA permite a un atacante ejecutar una variedad de acciones maliciosas en los dispositivos Echo de Amazon, sin despertar una sospecha significativa en la mayoría de los usuarios. La capacidad de tomar control de dispositivos conectados, realizar compras no autorizadas, espiar conversaciones privadas, alterar calendarios vinculados y suplantar las respuestas del asistente virtual, pone en evidencia serias deficiencias en la seguridad de estos dispositivos.
Una de las principales amenazas que AvA habilita es el control de otros electrodomésticos inteligentes conectados al dispositivo Echo. Esto podría comprometer la seguridad del usuario, ya que un atacante podría apagar las luces en medio de la noche, encender un microondas inteligente, ajustar la calefacción a una temperatura peligrosa o incluso desbloquear una puerta inteligente. En los experimentos realizados, se logró apagar las luces en el 93% de los intentos utilizando la vulnerabilidad de volumen completo. Aunque el dispositivo Echo, en algunos casos, solicita una confirmación para realizar ciertas acciones, la intervención del atacante es mínima; basta con añadir un simple “sí” unos seis segundos después de emitir la orden inicial.
Otra funcionalidad explotada por AvA es la posibilidad de realizar llamadas a números telefónicos controlados por el atacante. A pesar de que la luz verde del dispositivo Echo indica una llamada activa, muchos usuarios no son conscientes de su significado, especialmente aquellos menos experimentados. En un estudio realizado, solo el 27% de los participantes sabían que esta luz indicaba una llamada activa. En las pruebas, se realizaron llamadas a números controlados por los atacantes en un 73% de los casos con éxito, aunque en algunos intentos la interpretación del número fue incorrecta.
Además, AvA puede ser usado para realizar compras en la cuenta de Amazon de la víctima. Aunque el usuario podría recibir una notificación por correo electrónico y tener la oportunidad de cancelar la orden, el proceso genera una disrupción significativa en su experiencia de compra, además de que podría perder confianza en la plataforma. En los experimentos realizados, se consiguió un 100% de éxito en la ejecución de esta acción. Sin embargo, en el 20% de los intentos, el dispositivo Echo interpretó incorrectamente el nombre del producto, pero incluso así, se añadió un artículo incorrecto al carrito, que fue posteriormente comprado.
La manipulación de calendarios vinculados también representa una amenaza considerable. Si el usuario tiene su calendario sincronizado con Alexa, AvA permite agregar, modificar o eliminar eventos. En las pruebas realizadas, se logró manipular eventos en un calendario de Google vinculado a Alexa en el 88% de los intentos. Esto puede ser especialmente problemático si se alteran eventos importantes sin el conocimiento del usuario.
Además de estos riesgos, AvA permite al atacante suplantar otras habilidades del dispositivo Echo mediante el uso de ataques de suplantación de voz (VMA). Estos ataques son especialmente peligrosos porque pueden engañar al usuario para que revele información sensible, como contraseñas, datos personales, creencias religiosas, entre otros. En los experimentos, los participantes no detectaron que la habilidad Mask Attack estaba activa, aunque todos notaron un retraso en las respuestas, atribuyéndolo a un error. Sin embargo, no tomaron ninguna acción para investigar más a fondo.
La capacidad de interceptar y almacenar las interacciones de los usuarios es otro riesgo significativo. Los atacantes pueden registrar todas las órdenes de voz emitidas durante la interacción y almacenarlas en una base de datos, lo que les permite observar patrones de comportamiento y encontrar momentos óptimos para ejecutar comandos maliciosos. En las pruebas realizadas, se registraron con éxito 41 interacciones de usuarios sin que estos se dieran cuenta.
El impacto de AvA es significativo, con tasas de éxito altas en diversos tipos de ataques. Controlar dispositivos inteligentes logró un 93% de éxito, realizar compras no deseadas en Amazon fue exitoso en el 100% de los casos, y la manipulación de calendarios se ejecutó con un 88% de éxito. Sin embargo, los ataques que requerían una mayor precisión en la interpretación de comandos, como realizar llamadas telefónicas, tuvieron una tasa de éxito de solo el 73%. A pesar de estas limitaciones, la capacidad de ejecutar ataques complejos de manera no detectada sigue siendo una preocupación central.
Además de las vulnerabilidades ya mencionadas, es importante señalar que existen ciertas limitaciones que pueden interrumpir el ataque. Si el dispositivo Echo se apaga o se reinicia, la conexión con el vector de ataque se interrumpe, aunque solo el 27% de los usuarios afirmaron haber reiniciado su dispositivo alguna vez. De igual manera, si los auriculares están conectados al Echo, el ataque se vuelve ineficaz, ya que los comandos maliciosos solo se transmitirían a través de los auriculares. Sin embargo, en el estudio realizado, ninguno de los participantes mencionó haber conectado auriculares a su Echo. También se consideró que el comando “Alexa, para” podría interrumpir el ataque, aunque, en la práctica, pocos usuarios lo emiten sin una razón específica.
Es esencial comprender que, aunque AvA presenta limitaciones, la probabilidad de que estas interrupciones ocurran en el entorno cotidiano del usuario sigue siendo baja. Los atacantes pueden ejecutar ataques de manera efectiva sin ser detectados por la mayoría de los usuarios, lo que pone en evidencia la necesidad urgente de revisar y reforzar la seguridad de los dispositivos Echo de Amazon.
¿De qué manera formalizar y valorar las vulnerabilidades del canal de voz?
El estudio del canal de voz revela una dinámica constante entre innovación y fragilidad: las técnicas de ataque evolucionan con rapidez, y las contramedidas a menudo quedan rezagadas por limitaciones de despliegue o por la imposibilidad práctica de aplicar actualizaciones que exigen cambios de hardware. Formalizar una categoría de ataques y comprender su desarrollo temporal es, por tanto, imprescindible para cualquier analista de seguridad; sólo mediante una modelización precisa pueden valorarse con rapidez el estado de seguridad de un sistema, priorizar elementos a investigar durante un incidente y ejecutar medidas de mitigación con oportunidad. En este sentido, la exposición y el análisis sistemático de vectores sobre la cadena de ataques —tales como los que propone el modelo HAVOC— no sólo sirven a los neófitos como mapa introductorio, sino que proporcionan a investigadores veteranos un prisma que permite reinterpretar estrategias ofensivas y defensivas bajo un nivel de detalle operativo.
La elección deliberada de basar HAVOC en los pasos fundacionales de cadenas clásicas, pese a la existencia de declinaciones más recientes, responde a la constatación de que una secuencia concisa de etapas, con ciclos explícitamente definidos, ofrece suficiente descriptibilidad para los ataques sobre el canal de voz sin redundar en complejidad. Además, la arquitectura típica de los objetivos —dispositivos domésticos integrados en redes locales— reduce la necesidad de distinguir entre ataques externos e internos o de modelar movimientos laterales complejos que caracterizan entornos empresariales. Esta economía conceptual no disminuye el poder explicativo del modelo; por el contrario, clarifica los puntos críticos donde la intervención defensiva puede ser más eficaz.
La evaluación empírica de vulnerabilidades relacionadas con la autoactivación (self‑activation) ilustra la distancia entre teoría y práctica. La búsqueda de un punto de apoyo inicial capaz de reproducir audio en el dispositivo objetivo y la identificación de métodos óptimos para generar cargas de voz reconocibles mostraron ser tareas laboriosas y experimentales: la implementación de skills musicales, limitaciones regionales de plataformas comerciales y la necesidad de multitud de ensayos variando volúmenes, posiciones y condiciones acústicas son ejemplos de fricciones operativas que no aparecen en los esquemas teóricos. La aparición del denominado Full Volume Vulnerability demostró además que hallazgos posteriores pueden invalidar protocolos de prueba previos, obligando a repetir experimentos a fin de verificar reproducibilidad y alcance real del vector.
La búsqueda de contramedidas confirmó otra constante: la literatura y las patentes describen mitigaciones teóricas que a menudo no se reflejan en implementaciones comerciales o que, en la práctica, resultan menos efectivas de lo anunciado. La solución óptima rara vez es obvia y suele surgir tras numerosas ideas descartadas; en nuestro caso, la intuición de comparar señales grabadas y reproducidas para detectar inconsistencias emergió como vía prometedora después de explorar alternativas fallidas. Esta experiencia subraya la necesidad de combinar rigor analítico con iteración experimental y la importancia de registrar condiciones completas de ensayo para entender por qué una mitigación es inoperante en un contexto real.
Es importante que el lector añada al texto protocolos experimentales exhaustivos y reproducibles: descripción detallada del entorno físico, geometría de la sala, características del material reflectante, especificaciones exactas del dispositivo y su firmware, métodos de reproducción de audio y procedimientos de medición del reconocimiento de comandos. Resulta igualmente crucial incluir métricas cuantitativas de evaluación (tasa de activación, falsos positivos/negativos, sensibilidad al volumen y a la distancia, variabilidad según configuración regional) y metodologías estadísticas que permitan comparar resultados entre estudios. Deben contemplarse consideraciones éticas y legales vinculadas a pruebas en dispositivos ajenos, así como prácticas de divulgación responsable frente a fabricantes y organismos reguladores. Además, el lector debería comprender las limitaciones temporales de las contramedidas: la historia demuestra que vulnerabilidades antiguas perduran y que los parches incompletos o las promesas de mitigación no resuelven necesariamente el problema; por ello, la investigación debe orientarse tanto a soluciones prácticas inmediatas como a principios de diseño que reduzcan la probabilidad de repetición de errores en generaciones futuras de dispositivos. Finalmente, conviene documentar estrategias de mantenimiento a largo plazo —procedimientos de actualización, criterios de compatibilidad y políticas de end‑of‑life— para que la seguridad del canal de voz no dependa exclusivamente de respuestas reactivas ante nuevas amenazas.
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