La historia de la energía solar es, en esencia, la historia de la humanidad buscando su reflejo en la luz. Desde que el fuego marcó el amanecer de la civilización, la obsesión por dominar la energía luminosa ha guiado los grandes saltos tecnológicos. Pero la verdadera revolución no llegó con el silicio, sino con una estructura mineral que lleva el nombre de un conde ruso del siglo XIX: la perovskita.
El término perovskita describe una clase de materiales con una estructura cristalina específica, capaz de absorber la luz solar de forma extraordinariamente eficiente. Su composición es flexible, sus métodos de síntesis son accesibles y, sobre todo, sus propiedades electrónicas permiten una conversión fotovoltaica casi ideal. Lo que hace pocos años era un experimento de laboratorio se ha convertido en una promesa tangible de transformación energética.
En la Universidad de Ciencia y Tecnología de Kunming, el profesor Jiangzhao Chen ha dedicado su carrera al estudio de las celdas solares de perovskita, explorando la intersección entre la química aplicada y la ingeniería óptica. Su formación —desde la Universidad Forestal del Noreste hasta su trabajo postdoctoral en Sungkyunkwan y Hong Kong— refleja la evolución de esta disciplina: un recorrido que combina precisión científica con una profunda intuición por los materiales emergentes. Su investigación actual no solo busca mejorar la eficiencia de las celdas, sino también su estabilidad ante la humedad, la temperatura y el paso del tiempo, los tres enemigos naturales de la perovskita.
En otro extremo de la misma corriente, el profesor Sam Zhang Shanyong, nacido en Chongqing y formado entre China, Singapur y Estados Unidos, encarna la madurez del pensamiento interdisciplinario. Desde la cerámica avanzada hasta las películas delgadas funcionales, su labor muestra que el futuro de la energía depende tanto de la ciencia de materiales como de la capacidad de conectar saberes antes aislados. En el Instituto de Tecnología de Harbin, su trabajo dirige la mirada hacia las aplicaciones aeroespaciales, donde la ligereza y la eficiencia energética se convierten en cuestiones de supervivencia tecnológica.
El esfuerzo de ambos científicos converge en un punto común: la búsqueda de materiales que no solo recojan la energía del sol, sino que lo hagan de manera sostenible, económica y adaptable. Las perovskitas híbridas orgánico-inorgánicas ofrecen una versatilidad química que permite ajustar su banda prohibida y optimizar la absorción de fotones. Esto abre un abanico de aplicaciones que va mucho más allá de los paneles tradicionales: desde dispositivos portátiles y ventanas fotovoltaicas hasta recubrimientos autoalimentados que podrían cambiar el diseño arquitectónico contemporáneo.
Sin embargo, el desafío no está únicamente en la eficiencia, sino en la durabilidad. La sensibilidad de las perovskitas a la humedad y a la radiación ultravioleta exige una ingeniería de encapsulación precisa, una simbiosis entre química, física y diseño. Las instituciones mencionadas —desde el Instituto de Óptica de Shanghái hasta la Universidad de Ciencia y Tecnología del Suroeste— constituyen una red de laboratorios donde se define la frontera misma del conocimiento. En sus colaboraciones, el progreso no depende de una sola mente, sino del diálogo constante entre investigadores que comparten una visión común: convertir la energía solar en la fuente central del siglo XXI.
Es fundamental comprender que el desarrollo de la tecnología fotovoltaica basada en perovskitas no es un simple reemplazo del silicio. Es una reconfiguración conceptual del modo en que entendemos la generación energética. La ciencia actual no busca solo más eficiencia; busca belleza estructural, elegancia en la solución, equilibrio entre rendimiento y sostenibilidad. En la arquitectura cristalina de la perovskita se encierra la metáfora del futuro: orden y flexibilidad, precisión y adaptabilidad.
El lector debe entender que detrás de cada célula solar hay décadas de estudio interdisciplinario y una red humana de colaboración científica. Comprender las perovskitas no significa solo conocer su fórmula química o su espectro de absorción; implica captar su papel simbólico en la transición energética. La energía solar de próxima generación no será un producto aislado, sino una integración de ciencia, ingeniería y sensibilidad estética hacia la naturaleza.
¿Cómo influye la ingeniería interfacial en el rendimiento de las células solares de perovskita?
Los materiales como el yoduro de plomo metilamonio (MAPbI3, 16 ± 2 meV) se caracterizan por su capacidad para facilitar el transporte de electrones y huecos hacia las interfaces con la capa de transporte de electrones (ETL) y la capa de transporte de huecos (HTL), respectivamente. Esta característica se debe a su campo eléctrico inherente y a la elevada movilidad de los portadores. Una alineación adecuada de los niveles energéticos en estas interfaces favorece la inyección eficiente de electrones y huecos hacia las bandas de conducción (CB) y de valencia (VB) de los materiales ETL y HTL. Un alineamiento óptimo de los niveles energéticos puede reducir la barrera de energía para la recolección de cargas, mejorar el campo eléctrico interno y suprimir de manera efectiva la recombinación y acumulación de cargas en la interfaz perovskita/electrodo, lo que mejora el rendimiento del dispositivo.
Es importante señalar que ciertos grupos iónicos exhiben fuertes interacciones con los materiales de perovskita, lo que permite ajustar los niveles energéticos interfaciales mediante el uso de materiales de contacto adecuados. Este ajuste de niveles energéticos también puede aplicarse a otras capas funcionales, incluidas las capas de transporte de carga y los electrodos. Además, algunas moléculas bipolares, como los zwitteriones y líquidos iónicos (ILs), muestran una tendencia a alinearse de manera ordenada entre la capa de electrodo y la de perovskita, formando capas dipolares autoensambladas. Estos factores contribuyen al ajuste de la alineación de los niveles energéticos en las interfaces de las células solares de perovskita.
En las células solares de perovskita con estructuras regulares, el dióxido de estaño (SnO2) es el ETL más común debido a sus ventajas sobre el dióxido de titanio (TiO2), que incluyen una temperatura de procesamiento más baja, un nivel de banda adecuado, buena conductividad y rentabilidad. Sin embargo, sigue existiendo un desajuste entre el nivel de banda de conducción del SnO2 (aproximadamente 4.5 eV) y el de la perovskita (entre -3.4 eV y ~3.9 eV), lo que requiere modificaciones en la interfaz. Este desajuste, especialmente con el SnO2, puede reducir el potencial interno de la barrera Schottky entre la perovskita y el ETL de SnO2, lo que disminuye el voltaje de las células solares de perovskita (PSCs). Aparte de la interfaz ETL, los desajustes en los niveles energéticos en la interfaz HTL, particularmente cuando se usa espirona-OMeTAD, pueden dar lugar a una disminución considerable del rendimiento debido a la presencia de enlaces no saturados en la superficie de la perovskita, lo que hace que sea más reactiva y energéticamente desfavorable. Estas reacciones químicas pueden generar estados electrónicos adicionales en el medio de la banda prohibida, exacerbando los procesos de recombinación.
La pasivación de defectos es crucial a nivel del dispositivo solar, ya que un alto coeficiente de absorción permite obtener fotocorrientes cercanas al máximo teórico sin necesidad de estrategias complejas de captura de luz. Al mismo tiempo, una baja velocidad de recombinación es esencial para lograr un déficit de voltaje en circuito abierto (WOC) mínimo, donde WOC se define como WOC = Eg/q — VOC, donde Eg es el bandgap, q es la carga elemental y VOC es el voltaje en circuito abierto. En una célula solar, el VOC está directamente vinculado a la separación de los niveles cuasi-Fermi de electrones y huecos en el material semiconductores, y por lo tanto, a las densidades de portadores de carga en exceso (n y p) excitados bajo condiciones específicas de iluminación, típicamente con una radiación solar de 1 sol.
Los híbridos de perovskita, conocidos por su naturaleza iónica suave, presentan una considerable cantidad de defectos no intencionales en las películas delgadas procesadas en solución, lo que da lugar a una recombinación significativa del tipo Shockley-Read-Hall (SRH). La superficie de la perovskita, con discontinuidades en la red cristalina tridimensional (3D), genera defectos electrónicos y estados de superficie que pueden mediar la recombinación de pares electrón-hueco e impactar negativamente en el rendimiento del dispositivo. Para superar este problema, la ingeniería interfacial ofrece un enfoque excepcional para la pasivación de defectos, lo que es crucial para mejorar la calidad optoelectrónica del material absorbente y suprimir las pérdidas de recombinación en las interfaces.
Los avances en la dinámica de los portadores interfaciales son también cruciales para las células solares de perovskita. Los semiconductores de perovskita exhiben características semi-intrínsecas, derivadas de una combinación de mecanismos de dopaje intrínsecos (química de formación de defectos) y extrínsecos (interacciones en el entorno de procesamiento de la película y en las capas interfaciales). Debido a lo desafiante que resulta controlar el auto-dopaje intrínseco no intencional en las películas de perovskita, las capas interfaciales (p- y n-tipo) que rodean el material absorbente son vitales para habilitar la acción fotovoltaica. Estas capas generan el campo eléctrico interno esencial que separa las cargas y facilita el movimiento de electrones y huecos hacia los contactos opuestos. La eficiencia de la extracción de fotocorrientes depende de la disparidad significativa entre la dinámica de transferencia de carga interfacial y los procesos de recombinación, ya que ambos determinan el destino de los portadores generados por fotones. Las dinámicas de transferencia y transporte de carga pueden mejorarse para superar los procesos de recombinación mediante el alineamiento estratégico de los niveles energéticos interfaciales con la perovskita, garantizando una alta conductividad en las capas interfaciales y minimizando los defectos en las interfaces.
La optimización de estos aspectos en la ingeniería interfacial resulta en un sistema altamente eficiente, en el que los procesos de generación, separación y transferencia de cargas ocurren en intervalos de tiempo más cortos que la vida útil de los portadores libres, favoreciendo la eficiencia en la colección de cargas.
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