La línea de separación racial en la política estadounidense se trazó de manera inequívoca a partir de las elecciones primarias republicanas de 1964. En aquel entonces, George Wallace, un exdemócrata, participó en ellas y obtuvo resultados sorprendentes, no solo en el Sur, sino también en las ciudades y suburbios de los inmigrantes blancos en el cinturón industrial. Los republicanos, inseguros de cómo aprovechar esta ola, nominaron a un radical conservador y enfadado, Barry Goldwater, quien había votado en contra de la Ley de Derechos Civiles ese mismo año. Goldwater se presentó con una plataforma de derechos de los estados y logró ganar en cinco estados del sur, pero fue derrotado por Johnson en el plano nacional. No obstante, en su derrota, se sembraron las semillas de una reconfiguración racial en la política de EE. UU. Los afroamericanos se sintieron indignados por la nominación de Goldwater y, desde entonces, comenzaron a votar por los demócratas en grandes cantidades. Al mismo tiempo, la desafección blanca con el Partido Demócrata se intensificó durante la década de 1960. Las revueltas por todo el país y la continua legislación de derechos civiles empujaron a más blancos hacia el Partido Republicano.
En 1968, Wallace se presentó como candidato independiente y obtuvo un 13.5% de los votos, ganó en cinco estados del sur y, sorprendentemente, en las zonas blancas que rodeaban las ciudades industriales del norte. Richard Nixon, por su parte, llevó a cabo una campaña más sutil de “ley y orden” pero no pudo avanzar en el sur sin realizar gestos más evidentes hacia el resentimiento racial. Así, en 1972, Nixon y su equipo idearon la “Estrategia del Sur” para captar a los votantes de Wallace resentidos por la raza, utilizando temas y un lenguaje que funcionaban como señales codificadas. En una entrevista infame y a menudo citada de 1981, el asesor de Nixon, Lee Atwater, explicó cómo la Estrategia del Sur funcionaba para convertir a los votantes de Wallace en republicanos permanentes. "Empiezas en 1954 diciendo, ‘Nigger, nigger, nigger’," comentó. "Para 1968 no puedes decir ‘nigger’—eso te perjudica, te daña—entonces dices cosas como el transporte escolar forzoso, los derechos de los estados, y todas esas cosas… y estás hablando de cosas tan abstractas que el impacto sobre los negros es peor que sobre los blancos." De alguna manera, la conversión del racismo explícito a un lenguaje más abstracto se convirtió en una estrategia política aceptable, al mismo tiempo que minimizaba los problemas raciales en la sociedad.
Aunque Nixon es reconocido por esta nociva Estrategia del Sur, fue Ronald Reagan quien perfeccionó este enfoque en 1980. A finales de los 70, estados como Alabama y Mississippi estaban prácticamente divididos entre votantes demócratas y republicanos. Apenas unos días después de la convención republicana, Reagan y su equipo decidieron visitar dos sitios controversiales para dar inicio a su campaña. El primero de estos fue el 3 de agosto de 1980, cuando Reagan visitó la Feria del Condado de Neshoba, cerca de Filadelfia, Mississippi, lugar tristemente famoso por el asesinato de tres activistas en 1964 mientras intentaban registrar votantes negros. A pesar de la carga simbólica de ese lugar, Reagan no solo asistió, sino que pronunció un provocador discurso sobre los derechos de los estados: "Creo en los derechos de los estados", gritó a la multitud totalmente blanca. Esta intervención marcó el comienzo de una transformación, donde Reagan logró asegurar la confianza de los reaccionarios blancos sin alienar a los moderados blancos, utilizando un lenguaje aparentemente neutro sobre temas constitucionales.
Al día siguiente, Reagan voló a Nueva York para realizar una parada cuidadosamente orquestada en el Bronx sur, donde visitó la sede de la Liga Nacional Urbana. Su presencia allí fue recibida con un frío silencio. Reagan no ofreció soluciones concretas para la recuperación del Bronx; su mensaje fue que la intervención del gobierno solo empeoraba las cosas. La estrategia conservadora subyacente afirmaba que el exceso de intervención estatal conducía a la decadencia urbana. Sin embargo, esta idea, tan aceptada entre los conservadores, no se ajusta a la realidad de los barrios empobrecidos. Áreas como el Bronx sur fueron devastadas por fuerzas privadas: blancos que huían a los suburbios, propietarios depredadores que incendiaban sus propiedades para cobrar el seguro, y bancos que se negaban a ofrecer préstamos en estas zonas. El gobierno, lejos de ser el culpable, tenía poco o ningún papel en la producción del abandono urbano en estas áreas.
Además, en términos generales, EE. UU. es una de las sociedades más desgravadas y menos interventoras entre los países ricos del mundo, y su estado de bienestar es uno de los más limitados. De hecho, el involucramiento gubernamental en áreas como el Bronx en 1980 era mínimo, con políticas públicas que rara vez ofrecían respuestas efectivas para los problemas estructurales de pobreza y desindustrialización.
Es importante entender que el racismo estructural no solo se manifiesta en políticas explícitas, sino que también se infiltra de manera más sutil a través de discursos que desvían la atención de los problemas sociales reales. Al hacer esto, se crea un sistema en el que la política racial puede mantenerse de forma encubierta, pero igualmente eficaz, impactando las elecciones y el comportamiento electoral. Sin embargo, el análisis de estos fenómenos debe ir más allá de los efectos inmediatos de estas campañas y considerar las repercusiones a largo plazo de tales estrategias. La forma en que el lenguaje de "derechos de los estados" y "ley y orden" fue utilizado por los líderes republicanos a lo largo de las décadas no solo redefinió el panorama político, sino que también dejó cicatrices profundas en las relaciones raciales y en la distribución del poder en EE. UU.
¿Cómo el Concepto de "Derechosizing" Está Redefiniendo la Recuperación Urbana en Ciudades Post-Industriales como Detroit y Flint?
Las ciudades post-industriales de Estados Unidos, especialmente aquellas situadas en la región del "Rust Belt", se enfrentan a desafíos significativos a raíz del colapso de la industria manufacturera, lo que ha causado una pérdida dramática de población y el abandono generalizado de propiedades. Detroit y Flint son dos ejemplos paradigmáticos de cómo estos cambios afectan la estructura urbana y económica. El concepto de "derechosizing", que implica la reconfiguración de una ciudad para ajustarse a la nueva realidad demográfica, se ha convertido en una estrategia clave para revitalizar estas ciudades, aunque con enfoques diferentes y, a veces, contradictorios.
En Detroit, un proyecto denominado "Every Neighborhood" se centra en la eliminación del deterioro urbano como una prioridad. En lugar de tratar de restaurar las áreas a su estado anterior, se aboga por la demolición masiva de propiedades vacías y deterioradas, especialmente aquellas de propiedad privada, muchas de las cuales aún están habitadas por inquilinos o propietarios. Según el informe de la Detroit Blight Removal Task Force (DBRTF), el 30% de la ciudad está compuesto por terrenos baldíos, mientras que otros 80,000 lotes requieren demolición o algún tipo de remediación. La propuesta de este plan es tan audaz que se sugiere comenzar con la demolición inmediata de estas estructuras, implementando una estrategia que se asemeja a un "triage", en la que se priorizan ciertos vecindarios para la destrucción de viviendas deterioradas. Con un estimado de costos de aproximadamente 850 millones de dólares, el plan propone que esta acción se financie a través de fuentes municipales, estatales y federales, y se realice con la participación activa de los residentes para identificar las viviendas a demoler.
Por su parte, Flint ha adoptado un enfoque similar pero con más énfasis en la posibilidad de reconceptualizar el espacio vacío de manera ecológica y sostenible. "Imagine Flint", el plan maestro oficial de la ciudad, sugiere transformar la ciudad en una comunidad compacta, basada en corredores urbanos densos con un núcleo vibrante. Este enfoque reconoce que la disminución de la población es una oportunidad para reorganizar y rediseñar el espacio urbano, reubicando actividades y reduciendo la expansión. Se identifican áreas específicas donde la demolición de viviendas vacías es urgente, pero el plan también menciona la importancia de crear espacios verdes y de agricultura urbana en lugares como el área noreste de la ciudad, cercana al río Flint. Aunque no se especifican de manera precisa las áreas de intervención, se menciona la importancia de trabajar con bancos de tierras para adquirir propiedades a lo largo de parques o zonas verdes.
El plan de Flint no busca tanto la demolición masiva como en Detroit, sino más bien la reconversión de los espacios vacíos en algo útil para la comunidad, como jardines comunitarios, áreas de recreo o, en algunos casos, tierras para la agricultura urbana. Sin embargo, la falta de detalles específicos y el enfoque algo impreciso sobre la propiedad futura de estos espacios hacen que este enfoque sea más ambiguo y dependiente de las futuras dinámicas sociales y económicas. Por ejemplo, el plan sugiere que si el crecimiento de la población se recupera, podría permitirse el desarrollo en estos lotes, pero si la declinación persiste, se transformarán en "espacios abiertos comunitarios".
El desafío para ambas ciudades radica en cómo manejar las áreas de declive severo sin alienar a las comunidades que todavía residen en ellas. En Detroit, la prioridad es la eliminación del "deterioro canceroso", como se denomina en los informes, pero en Flint, a pesar de la descomposición de algunas áreas, se busca un enfoque que no expulse a los residentes actuales, sino que los integre en la creación de nuevos espacios comunes y sostenibles. Es fundamental entender que, más allá de la eliminación de estructuras obsoletas, el verdadero reto radica en crear una ciudad que sea funcional para quienes aún la habitan, respetando su historia, sus necesidades y, sobre todo, su participación activa en el proceso de transformación.
Este enfoque plantea una serie de implicaciones más amplias. La demolición de viviendas no es solo una cuestión de eliminar lo que está deteriorado, sino también de imaginar un futuro en el que el espacio vacío no quede completamente inutilizado. Los conceptos de "espacios abiertos", "agricultura urbana" y "green innovation" son parte de una tendencia más amplia que busca devolver al espacio urbano un carácter más sostenible, no solo desde el punto de vista ecológico, sino también social. La reconversión de terrenos vacíos en parques o huertos comunitarios ofrece oportunidades de cohesión social y revitalización económica local.
Además, es importante que el proceso de "derechosizing" no se reduzca a una cuestión de economía inmobiliaria o especulación con terrenos, sino que se tome en cuenta la justicia social. Las comunidades más afectadas por el abandono, a menudo aquellas de menores recursos y de predominancia racial como las de Detroit o Flint, deben estar en el centro de las decisiones urbanísticas. La creación de espacios de participación, como las consultas vecinales o los bancos de tierras públicos, son esenciales para garantizar que el proceso sea inclusivo y equitativo.
El proceso de revitalización de ciudades como Detroit y Flint debe verse no solo como una respuesta a la crisis del espacio urbano, sino como una oportunidad para redefinir lo que significa habitar una ciudad en tiempos de cambio. La participación activa de los residentes, la creación de nuevas formas de utilización del suelo y la integración de principios ecológicos en la planificación urbana son clave para asegurar que estos esfuerzos de "derechosizing" no solo eliminen lo que ya no sirve, sino que transformen la ciudad en un lugar donde las comunidades puedan reconstruir su futuro.
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