La borraja, conocida por su capacidad de aportar valentía y alegría, es una planta anual de fácil cultivo, que crece rápidamente alcanzando aproximadamente catorce pulgadas de altura. Siembro las semillas en bandejas, selecciono las mejores plántulas y las coloco en el borde del jardín como un grupo; una exhibición de borraja en flor es una visión encantadora. Además de su lugar habitual en el jardín de hierbas, la borraja es una excelente opción para plantar cerca de los guisantes y las habas. Las flores en un huerto humanizan el espacio y lo hacen más agradable para trabajar y disfrutar. Esa combinación original de glorias matutinas y frijoles corredores escarlatas, tan apreciada por los agricultores franceses, debería ser también un espectáculo alegre bajo el cielo estadounidense.
Las cebollas de verdeo, o cebollinos, han sido ampliamente ignoradas como plantas decorativas en muchos jardines, aunque en Europa son muy valoradas y se cultivan varias variedades. Sus grandes tallos cilíndricos y las cabezas de flores, que parecen esferas aplanadas adornadas con racimos de flores lilas, ofrecen una presencia audaz e interesante en la primavera tardía. Los cebollinos (Allium Schoenoprasum var. Sibericum) pertenecen a la familia de las Liliáceas, junto a las cebollas y los ajos, y se originan en América del Norte y Eurasia. Esta planta es resistente y perenne. Les gusta tanto el sol como la sombra, y necesitan un suelo que no se seque alrededor de sus finas raíces. Una vez que las flores se desvanecen, conviene cortar los tallos florales cerca del suelo. Los cebollinos son una de las hierbas más resistentes.
El Costmary, conocido en algunas regiones como “Sweet Tongue” (lengua dulce), crece de manera semi-salvaje en los márgenes de antiguos huertos y cerca de las granjas. Es una planta simple y rústica, a menudo descrita en los catálogos franceses como “de plus rustique” debido a su naturaleza campestre, pero tiene un carácter propio que me resulta especialmente atractivo. Es perenne y muy resistente, extendiéndose a través de una raíz rastrera, con un tallo o grupo de tallos cubiertos por hojas oblongas que se van reduciendo en tamaño conforme ascienden por el tallo. Las flores son simples botones verdes abortivos, pero la planta destaca por el suave aroma antiguo y agradable de sus hojas. Este herbácea, conocida también por su uso medicinal, se originó en Asia occidental y se introdujo en Europa, probablemente a través de Grecia. El nombre “Balm of Mary” hace referencia a la tradición de las hierbas de sanación de la medicina antigua.
El artemisia, o "Southernwood" (Artemisia Abrotanum), una planta que ha sido cultivada como hierba y también como arbusto ornamental, aún se le conoce en muchos jardines tradicionales como “Lad’s Love”. En realidad, es un pequeño arbusto perenne que crece en forma de un follaje aromático que varía según el individuo. Algunas plantas tienen el característico olor fuerte y agradable que los franceses asocian con la protección contra las polillas, mientras que otras casi no tienen fragancia. Este arbusto, originario de Europa continental, también es conocido en jardines chinos y se utiliza para adornar bordes o rincones del jardín. El "Lad’s Love", cuyo nombre se deriva del griego clásico, se adapta bien a lugares soleados y parcialmente sombreados, siempre y cuando se mantenga a resguardo del viento. La fragancia de esta planta, que evoca serenidad, la convierte en una elección perfecta para jardines tranquilos.
La Santolina, también conocida erróneamente como “Lavender Cotton”, ha sido tradicionalmente llamada “Ground Cypress” por los romanos. Esta planta mediterránea, que presenta un crecimiento similar a un pequeño arbusto de color verde grisáceo, no tiene hojas en el sentido común de la palabra, pero su forma coralina la hace visualmente intrigante. Antiguamente utilizada por los romanos con fines medicinales, hoy en día es una planta decorativa que no exige mucho en cuanto a cuidado. Solo necesita un suelo bien drenado y cálido, y una vez establecida, producirá flores en forma de amento. Su resistencia a las inclemencias del invierno sorprende, especialmente si se le presta atención en la primavera para asegurar su crecimiento.
La Cerinthe, o "Honeywort", es una planta que probablemente será nueva para muchos jardineros de hierbas. Mencionada por Virgilio y Plinio, se trata de una planta rústica de flores amarillas que atrae a las abejas. Su cultivo requiere espacio y un suelo adecuado, además de luz solar directa. Esta hierba, que tiene un aspecto encantador gracias a sus hojas alternas y flores en forma de campana, es perenne y puede alcanzar de 30 a 35 cm de altura. Aunque no se encuentra fácilmente, existen variedades como Cerinthe Alpina y C. Retorta que provienen de Italia, los Alpes y Grecia, y se cultivan principalmente por sus cualidades decorativas y su habilidad para atraer polinizadores.
El ajenjo, conocido en el ámbito medicinal como “Wormwood”, es una hierba que ha sido símbolo de amargura a lo largo de la historia. Esta planta, cuyo nombre se asocia a una bebida alcohólica como el absenta, tiene un sabor amargo que era utilizado en la antigüedad como tónico. Con el paso de los siglos, su uso medicinal se ha ido desvaneciendo, pero sigue siendo cultivada por sus propiedades en la elaboración de bebidas como el vermut. El ajenjo es una planta perenne que crece entre dos y tres pies de altura y tiene hojas divididas que son de un color gris verdoso. Aunque resistente, el ajenjo debe ser vigilado de cerca, ya que los caracoles tienen una inclinación particular por sus hojas.
Es importante recordar que, más allá de sus usos culinarios o medicinales, las hierbas también tienen un impacto visual significativo en el jardín. La combinación de plantas con diferentes formas, colores y aromas no solo crea un espacio más atractivo y armonioso, sino que también puede influir en la biodiversidad del entorno. La elección de hierbas que son menos comunes y más resistentes ofrece la oportunidad de crear un jardín que no solo sea útil y bello, sino también ecológicamente beneficioso.
¿Cómo preparar y cuidar un jardín de hierbas para que prospere?
El primer aspecto a considerar, y con un "suelo de jardín bueno" uno está listo para comenzar, es una frase intencionadamente vaga, pero ningún jardinero necesita una definición elaborada de ello. Yo lo interpreto como un suelo con una capa profunda y trabajable de tierra negra, un subsuelo favorable para el drenaje y esa vitalidad innata que nunca podrá ser captada en los símbolos de la química o en los marcos de una explicación técnica. Ningún suelo bajo el cielo será adecuado para todo, salvo aquel tipo de tierra que, de alguna manera, dejamos atrás en los primeros jardines: debemos hacer lo mejor con lo que encontramos, ya que la mayoría de las hierbas no son plantas exigentes. Las plantas con una larga historia y una distribución amplia en manos del ser humano no son de naturaleza exigente y, como los viajeros experimentados, se adaptan bien a las condiciones que les tocan. Existen muchos libros y folletos sobre cómo hacer bordes, camas de cultivo, compost y abonos, pero no pretendo entrar en ese aspecto elemental de la jardinería. Los jardineros experimentados, además, tendrán sus propias creencias, métodos y materiales predilectos. Sin embargo, hay un consejo que vale la pena compartir para aquellos que alguna vez se enfrenten a la preparación de un borde de jardín con un enfoque más refinado: en el uso del método del siglo XVIII, consiste en colocar en el fondo de un surco bien cavado una capa de ramas de arbustos o pequeños brotes antes de volver a colocar la tierra enriquecida. Este uso antiguo es particularmente beneficioso en suelos pesados y pegajosos, ya que mejora el drenaje y permite que las raíces profundas lleguen al suelo sin dificultad.
Con un "suelo de jardín bueno" basta con una limpieza adecuada en otoño y una capa superficial de estiércol envejecido, aunque también es útil esparcir algunas cenizas de madera dura y una capa ligera de abono viejo en primavera. Un suelo demasiado rico puede producir tallos acuosos, mayor susceptibilidad a los mohos y un crecimiento desmesurado que sacrifica las flores de muchas plantas, aunque algunas se beneficien de estas condiciones. Por otro lado, algunas especies prosperan mejor con suelos más ligeros y aireados. Cuando las hierbas se vayan a colocar en un borde, y si el jardín lo permite, es conveniente disponer de dos camas, una con exposición directa al sur y otra con orientación hacia el este o ligeramente hacia el sureste. Este método ha sido muy exitoso en mi experiencia. En el trato con plantas de otras partes del mundo, la agricultura y la jardinería no prestan suficiente atención a la calidad de la luz ni a los efectos del sol americano. Nuestro sol es una fuerza feroz y casi primitiva, un presente azteca. El sol europeo, por su parte, tiene una relación completamente diferente con él, como el contraste entre el dibujo de Zeus de Flaxman y una figura mitológica esculpida sobre una columna en Copán. Muchas plantas europeas, incluso aquellas provenientes del sur de Europa y el Mediterráneo, a menudo tienen un aspecto algo apagado en los jardines americanos, especialmente cuando se plantan contra una pared que da al oeste o suroeste. El calor del sol es excesivo para ellas, y lo que necesitan no es tanto sombra, sino menos horas de luz intensa. Por ello, me gustan los bordes con diversas exposiciones, ya que permiten proporcionar a las plantas la cantidad de sol que necesitan y pueden tolerar. Aunque tengo varias plantas (no hierbas) que crecen bajo la intensa luz de una tarde de verano (algunas plantas nativas y tropicales se adaptan bien a ello), prefiero que las hierbas estén completamente a la sombra hacia el final de la tarde, pues para entonces ya han recibido suficiente sol. Bajo este régimen, mis hierbas prosperan. El tomillo recibe la mayor parte del sol, pero no dejo que la lavanda se exponga a él durante todo el día, lo cual le beneficia enormemente.
En un jardín al aire libre, las plantas simplemente tienen que soportar lo que les toque, lo cual logran bien. Aparte de la duración de la luz directa, algunas plantas prefieren que la luz que reciben esté matizada, lo que he expresado mediante el término "sombra fragmentada". Al proporcionar sombra a nuestras plantas, tendemos demasiado a confiar en las sombras opacas de muros o árboles de crecimiento denso, y no lo suficiente en la sombra que se desarrolla dentro del mismo borde. Una sombra densa, como el sol que se vuelca sobre la esquina de una casa con fuerza total, puede caer sobre una planta como un lobo sobre su presa. Aunque la sombra sólida de un muro es a veces inevitable y muy necesaria, con frecuencia la sombra fragmentada y viva, proporcionada por hojas en movimiento, resulta mucho más beneficiosa. He intentado implementar esto en mi jardín, colocando plantas que no son verdaderas amantes de la sombra bajo la protección de plantas más altas. Esta práctica es experimental y depende del juicio del jardinero, pero los resultados han sido muy positivos.
Hablar en profundidad sobre el riego de las plantas sería una tontería, pues cada jardín es el hijo del clima y una infinidad de circunstancias, y solo el juicio del jardinero puede determinar cuándo y cuánta agua es necesaria. Regar por la noche, justo antes de que el jardín "se acueste", es un consejo perfecto para un jardín pequeño en períodos de gran calor y desecación del suelo. Las plántulas y las plantas valiosas que se están estableciendo deben regarse con agua de lluvia recogida en un barril, siendo el agua tibia una verdadera elixir de vida para ellas. Si los jardineros se olvidaran un poco de la frase "regar las plantas" y pensaran en el riego como una cuestión de "regar la tierra" bajo las plantas, manteniendo su contenido de humedad y juzgando sus necesidades, el jardín prosperaría de forma notable. Es un proceso tentativo: hay momentos en que el jardín necesita agua todas las noches, y hay otros en que basta con un riego profundo ocasional. En América, no se utiliza lo suficiente el acolchado en medio del calor intenso del verano.
Un punto a tener en cuenta es que trabajamos con al menos dos tipos de plantas diferentes: un grupo mediterráneo que necesita agua en cantidades moderadas y un grupo de mentas que prefiere un riego más generoso. No obstante, no hay que negarles el agua a las plantas mediterráneas, ya que, aunque tienen fama de ser resistentes a la sequía, no son originarias de regiones extremadamente secas, y he comprobado que no prosperan en nuestro noreste en situaciones secas y muy soleadas. En cambio, en Inglaterra crecen bien en un borde convencional, y un entorno similar es ideal también para ellas aquí. Las mentas que aprecian la sombra y los tomillos que aman el sol, cada uno en su lugar, ¡y que el jardín prospere!
Las mentas no necesitan estar sumidas en una sombra total; les gusta su dosis de sol, y florecen mejor con él, especialmente la menta piperita y la menta manzana. El borde este es ideal para ellas, con menos horas de sol directo; si deben estar en un borde sur, lo mejor es moderar la cantidad de luz que reciben. Sin embargo, hay dos especies de menta, la menta verde y la hierba del monje, que no deben plantarse nunca en el borde, pues son invasoras y colonizadoras implacables. Todas las demás mentas se pueden controlar, incluso el bálsamo de abeja, cuyas formas híbridas recientes son de un vigor asombroso. Si hay espacio, siempre es útil contar con un jardín de expansión de hierbas donde se puedan cultivar esquejes, dividir plantas saludables y probar nuevas variedades y semillas. Las plantas nuevas, que aprecian la sombra, deben estar casi completamente a la sombra hasta que se establezcan, y las que aman el sol, solo deben recibir una cantidad de luz que puedan sostener con el tiempo.
¿Cómo la fragancia de las hierbas refleja la vida humana?
La fragancia de las hierbas es una de las manifestaciones más sutiles de la naturaleza, tocando directamente las emociones y evocando sentimientos profundamente humanos. No pide nada a la mente, sino que despierta un sentimiento de lugar y tiempo, una conexión con lo que hemos sido. El olor de un campo arado en primavera, por ejemplo, puede ser tan poderoso que nos llega al corazón, evocando toda la belleza y melancolía de la vida en la Tierra: la poesía de la primavera, la rama que brota, la nueva hoja, el viento cálido, y la última estrella solitaria del invierno. La fragancia de las hierbas actúa de forma similar, transportándonos a una experiencia emocional que es, en sí misma, una forma de recuerdo sensorial.
Entre todas las fragancias naturales, las de las hierbas son quizás las más cercanas a la escala humana. Mientras que algunas sustancias aromáticas parecen dirigidas a criaturas no humanas, como ciertos perfumes destinados a insectos, y otras parecen sobrehumanas, con olores tan intensos que resultan abrumadores, las hierbas se sitúan en un delicado equilibrio. Su aroma varía sutilmente con el crecimiento de la planta, la época del año e incluso la hora del día. Algunas hierbas, como el romero o la albahaca, son mejores en el calor del día, mientras que otras, como la menta o el tomillo, muestran su fragancia más pura en las primeras horas de la mañana, cuando incluso el rocío sobre sus hojas parece tener un aroma especial.
Algunas hierbas, como la ajedrea o el hisopo, presentan variaciones de olor dependiendo de la parte del jardín en que crezcan, y lo mismo puede suceder dentro de una misma planta. Es común que las plantas de la misma especie desarrollen olores distintos según su ubicación, creando una experiencia sensorial cambiante e impredecible. Incluso con hierbas como la ruda, se puede percibir una fragancia subyacente que, a menudo, se separa del aroma principal.
El ramillete de hierbas en una habitación, por lo general, no requiere atención inmediata, pero una vez que se percibe, su frescura se impone. A diferencia de los perfumes modernos, que a menudo combinan olores florales con notas animales que distorsionan la percepción, las hierbas mantienen una pureza que reconcilia al olfato con la esencia de la naturaleza. Este bouquet de hierbas no solo refresca el aire, sino que también es un recordatorio de creencias, sabidurías y fantasías humanas asociadas con lo verde, lo natural y lo curativo.
De todas las fragancias herbales, la del mejorana dulce es particularmente placentera. Esta planta, conocida como "Marjolaine à Coquille" en francés, ha sido utilizada desde tiempos antiguos no solo por su fragancia, sino también por sus propiedades curativas. En tiempos de Virgilio, las abejas se sentían atraídas por las plantas que producían un aroma dulce y delicado, como el bálsamo, que ofrecía un refugio de fragancia para los insectos. Hoy en día, esta misma planta, conocida como Melissa Officinalis o bálsamo de limón, es venerada tanto por su aroma como por sus propiedades medicinales.
El bálsamo es una planta perenne robusta, fácil de cultivar y confiable. Su crecimiento es vigoroso y se adapta a una variedad de condiciones del jardín, aunque prefiere lugares con sombra parcial y suelos húmedos. Su aspecto es tan simple como encantador: una planta que no se esfuerza por destacarse, pero que mantiene su presencia con una fragancia constante y calmante. En el jardín, esta planta se destaca por su textura y la delicadeza de sus hojas, que presentan un patrón intrincado de venas, donde la luz y la sombra juegan de manera única. Este juego de luz y sombra no solo es un deleite visual, sino que también es una metáfora de la propia naturaleza de la planta: un equilibrio entre la vitalidad y la serenidad.
Es curioso cómo la luz y la sombra afectan la forma de las hojas, revelando una relación profunda entre el sol, el color y la textura. En el caso del bálsamo, sus hojas tienen una estructura que refleja la luz de una manera que resalta sus venas, creando una red de sombra y luz que parece danzar con el paso del sol. Este fenómeno no es solo una característica visual, sino una de las muchas maravillas que la naturaleza nos ofrece para reflexionar sobre su intrincada belleza.
El aroma de las hierbas es, por lo tanto, un reflejo directo de la vida misma, una conexión emocional que se extiende más allá de lo físico. En este sentido, las hierbas no solo se utilizan por su utilidad, sino que se valoran como una forma de arte sensorial. El contacto con estas plantas nos recuerda nuestra humanidad, nuestras emociones y nuestra relación con el mundo natural que nos rodea.
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