El EMDR, o Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular, es una técnica psicoterapéutica poderosa que ha demostrado ser eficaz en el tratamiento del trauma psicológico. Este enfoque tiene como base la comprensión de que los recuerdos traumáticos, en lugar de procesarse adecuadamente, pueden quedar estancados en la mente, causando malestar y disfunción emocional. A través de una serie de movimientos oculares o estimulación bilateral, el EMDR permite que el cerebro procese estos recuerdos de manera más adaptativa, reduciendo así la angustia asociada.

En primer lugar, es fundamental comprender cómo los traumas afectan al cerebro. Cuando una persona experimenta un evento traumático, el cerebro intenta procesarlo, pero a veces se produce una disfunción en este proceso, lo que lleva a la retención de información no procesada de manera adecuada. Los recuerdos de ese evento se almacenan de forma fragmentada, lo que hace que los afectados sigan reviviendo el trauma, bien a través de flashbacks, pesadillas o una ansiedad persistente. Este estancamiento puede generar alteraciones emocionales y comportamentales duraderas.

La clave del EMDR radica en la estimulación bilateral, que actúa como un catalizador para el cerebro, facilitando el reprocesamiento de esos recuerdos. La estimulación bilateral puede realizarse mediante el movimiento ocular, toques suaves en las manos o los pies, o sonidos alternados en cada oído. El objetivo es imitar de alguna manera los movimientos naturales que el cerebro realiza durante el sueño REM, cuando se procesan los recuerdos y emociones.

En una sesión de EMDR, el terapeuta guía al paciente a recordar un evento traumático mientras realiza la estimulación bilateral. Esta combinación ayuda a que los recuerdos traumáticos se "reconstruyan" de una forma que ya no cause angustia. A medida que avanza el tratamiento, los recuerdos pierden su poder emocional, y el paciente comienza a integrar la experiencia traumática en su historia de vida de una manera más funcional.

Aunque el EMDR se ha mostrado extremadamente útil en el tratamiento de trastornos relacionados con el trauma, como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), su aplicación también se extiende a otros trastornos, como la ansiedad, la depresión, las fobias y ciertos trastornos de la conducta alimentaria. La flexibilidad de este enfoque lo hace adecuado para una amplia gama de problemas emocionales, no solo aquellos directamente relacionados con un evento traumático específico.

Sin embargo, es crucial que el proceso sea realizado por un terapeuta capacitado, ya que el tratamiento del trauma requiere un enfoque delicado y profesional. El EMDR no debe ser visto como un "tratamiento rápido" o una solución única, sino como parte de un proceso terapéutico integral que también puede incluir otras intervenciones psicológicas y emocionales.

Es importante que el paciente también esté dispuesto a trabajar en otros aspectos de su bienestar, como la regulación emocional y el autocuidado, mientras se somete al tratamiento con EMDR. El acompañamiento psicológico y emocional durante todo el proceso ayuda a consolidar los avances y a garantizar que la persona esté mejor preparada para manejar cualquier sentimiento que surja durante el tratamiento.

Al final, el EMDR ofrece un camino hacia la sanación, no eliminando el trauma, sino permitiendo que los recuerdos sean procesados de una forma que no interfiera con la vida diaria. Esta técnica puede ser una herramienta esencial para aquellos que luchan con las secuelas de experiencias traumáticas, ofreciéndoles la oportunidad de recuperar su bienestar emocional y funcional.

¿Cómo identificar el foco de una sesión de EMDR?

En esta fase de la evaluación de EMDR, el objetivo no es explorar o comprender a fondo el trauma, sino reunir información esencial que nos permita focalizar el proceso. La evaluación se realiza sin estimulación bilateral y debe ser breve y concisa. En cualquier sesión de EMDR, esta fase se lleva a cabo antes de comenzar con la desensibilización, y aunque breve, es fundamental para encaminar el trabajo de manera efectiva. Tanto el profesional como el cliente deben ceñirse a las preguntas y seguir el guion establecido para facilitar el proceso. Esto garantizará que la fase de evaluación sea lo más fluida posible.

Es recomendable tener a mano una lista de cogniciones positivas y negativas que puedan surgir durante la evaluación, así como herramientas para la estimulación bilateral, como los theratappers, la barra luminosa o auriculares. De igual manera, estar familiarizado con las técnicas de recursos de las que se dispone en la sesión previas, ayudará a que el proceso sea más efectivo.

El principal propósito de esta fase es identificar rápidamente el foco del trabajo en la sesión de EMDR, enfocándose en la experiencia o evento que se desea procesar. Esto no debe ser una tarea extensa ni detallada; la clave está en ser directo y breve para avanzar al siguiente paso sin perder el enfoque.

Identificando el objetivo de la sesión de EMDR

En el proceso de EMDR, la primera de las ocho preguntas a responder es la más crucial: ¿Qué evento o memoria te gustaría trabajar hoy? Se puede elegir una variedad de cuestiones, desde recuerdos traumáticos pasados hasta miedos y preocupaciones actuales, pasando por emociones intensas o problemas de relación. Muchas veces, las personas eligen trabajar en diversas situaciones a lo largo de las sesiones, pero lo importante es focalizarse en una sola cosa en cada encuentro. Los problemas típicos que la gente elige abordar incluyen:

  • Eventos o recuerdos difíciles de superar.

  • Estrés o desafíos actuales.

  • Miedos o preocupaciones sobre el futuro.

  • Emociones que resultan difíciles de manejar.

  • Imágenes o flashbacks recurrentes.

  • Fobias o ansiedades.

  • Conflictos o problemas en las relaciones.

La flexibilidad es crucial en este proceso, y el cliente debe ser quien decida en qué desea centrarse. Aunque como terapeuta es importante guiar, es esencial dejar que la persona se sienta empoderada para elegir el enfoque.

Identificando la parte más dolorosa del evento

Una vez determinado el foco de la sesión, el siguiente paso es identificar qué parte del evento o recuerdo se experimenta como la más dolorosa o perturbadora. Este es un punto clave para la reactivación emocional del trauma, que permite poner en marcha el proceso de desensibilización en la siguiente fase de EMDR. La intensidad de la reacción emocional frente a esa parte del recuerdo se asocia con lo que queda "atascado" en el sistema nervioso. Identificar la "peor parte" del evento —aquello que más te molesta o te genera una reacción emocional fuerte— es fundamental para el proceso de procesamiento. Puede tratarse de una sensación física, una imagen o una emoción específica, pero siempre será lo que más perturba.

En este momento, no es necesario remontarse a los detalles del evento en sí, sino más bien identificar lo que se siente más presente y disruptivo al pensar en él ahora. La cuestión es centrar la atención en lo que permanece "pegado" en la mente, lo que sigue siendo doloroso al recordar o revivir el incidente. Al identificar este punto específico, el proceso de estimulación bilateral podrá actuar más eficazmente, contribuyendo a la desensibilización.

La relación entre el evento y las creencias negativas

Una vez identificados los detalles del evento y la parte más perturbadora, se debe proceder a explorar cómo ese evento ha moldeado las creencias que se tienen sobre uno mismo. Las memorias traumáticas no solo afectan nuestras emociones, sino que también alteran nuestra percepción sobre quiénes somos. Tras un trauma, el cerebro intenta dar sentido a la experiencia, pero, debido a la tensión y el dolor asociados, estas memorias a menudo se almacenan de forma distorsionada o fragmentada. En muchas ocasiones, las personas desarrollan creencias negativas sobre sí mismas basadas en estos recuerdos, como la sensación de ser "inadecuados", "indignos" o "incapaces".

En esta fase de la evaluación de EMDR, el cliente debe ser consciente de las cogniciones negativas que se activan al recordar el evento. Estas creencias negativas pueden estar latentes en el subconsciente, y es crucial identificarlas para que puedan ser transformadas durante el proceso terapéutico. Por ejemplo, una persona que experimenta abandono puede llegar a creer que "no soy digno de amor". Al trabajar sobre este tipo de creencias durante el proceso, el objetivo es transformar esa perspectiva en algo más positivo, como "soy digno de amor y apoyo".

La adaptación de las memorias traumáticas

Las memorias de experiencias difíciles son naturalmente maleables, pero el estrés extremo puede hacer que estas se almacenen de manera ineficaz en el cerebro. En lugar de ser flexibles y adaptables, estas memorias pueden quedar bloqueadas, creando distorsiones y fragmentaciones que afectan nuestra vida diaria. Es importante reconocer que no siempre podemos recordar un evento traumático de manera clara o completa, pero el proceso de EMDR permite darle sentido y reorganizar estas memorias para que puedan ser procesadas correctamente.

Un aspecto fundamental del trabajo en EMDR es entender que el cerebro, en su afán de protegernos del sufrimiento, puede suprimir las memorias más dolorosas. Sin embargo, estas no desaparecen; siguen presentes, aunque en un nivel inconsciente. Este es el motivo por el cual, en muchos casos, las personas pueden tener reacciones emocionales desproporcionadas ante eventos cotidianos, ya que esas memorias reprimidas siguen ejerciendo su influencia. Al identificar y trabajar directamente con los recuerdos y las emociones asociadas, EMDR facilita la integración de estas experiencias en un marco más sano y adaptativo.

¿Cómo trabajan las partes protectoras de nuestro interior en la sanación emocional?

En el camino hacia la sanación de traumas emocionales, es esencial comprender el papel crucial que juegan las partes protectoras de nuestra psique. Según Richard Schwartz, creador de la Terapia de Sistemas Familiares Internos (IFS, por sus siglas en inglés), nuestra personalidad está fragmentada en diferentes partes o "subpersonalidades" que emergen como mecanismos de defensa. Estas partes surgen en respuesta al dolor emocional o al trauma, y, aunque tienen una intención protectora, a menudo generan patrones de comportamiento que pueden ser contraproducentes. Entre estas partes, Schwartz identifica principalmente dos tipos: los "gerentes" y los "bomberos".

Los gerentes son partes proactivas de nuestra psique que buscan evitar interacciones o situaciones que puedan desencadenar sentimientos difíciles o emociones dolorosas. Estos gerentes se manifiestan de diversas maneras: como una mente intelectual y analítica, como aspectos controladores que exigen perfección de uno mismo, o como voces críticas internas que generan ansiedad y evitación del contacto cercano. También pueden presentarse en forma de una excesiva dependencia de los demás o comportamientos orientados a complacer. Su objetivo es anticipar el dolor antes de que este surja, intentando así evitar las emociones difíciles a toda costa.

Por otro lado, los bomberos son más reactividad inmediata. Estos son los mecanismos que emergen en momentos de alta activación emocional o cuando uno se siente abrumado por sentimientos difíciles. La reacción típica de los bomberos es intentar sofocar o evadir las emociones dolorosas a través de conductas impulsivas. Entre estas conductas, se incluyen las adicciones, los trastornos compulsivos, el suicidio, el autolesionarse, la disociación, el consumo excesivo de sustancias, la autoabsorción, la ira incontrolada, la impulsividad y la necesidad de buscar consuelo inmediato. Los bomberos buscan sofocar el malestar de manera urgente, pero con frecuencia, las soluciones que proponen no son duraderas y pueden terminar perpetuando el ciclo de sufrimiento.

Aunque tanto los gerentes como los bomberos pueden recurrir a comportamientos similares, como el consumo de alcohol o drogas, lo hacen con fines distintos. Mientras los gerentes tratan de evitar que el dolor surja, los bomberos intervienen cuando este dolor se ha desbordado, intentando calmarlo en el momento de su mayor intensidad.

Es fundamental entender que estas partes protectoras se desarrollan en respuesta a traumas o experiencias de vida difíciles. El objetivo inicial de estas partes no es perjudicar al individuo, sino protegerlo de mayores sufrimientos emocionales. Sin embargo, su persistencia y sobreexposición a menudo tienen consecuencias no deseadas, como la sensación constante de estar en un estado de "supervivencia", donde todo es una amenaza. Las emociones y comportamientos impulsados por estas partes pueden dejarnos sintiéndonos agotados, confundidos y atrapados en un ciclo que parece no tener salida.

Por lo tanto, es esencial abordar a estas partes con comprensión y compasión. A medida que trabajamos con ellas, podemos aprender a transformar sus reacciones negativas en recursos valiosos. El proceso de sanación, como el que facilita la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular), permite redefinir la relación con nuestras partes protectoras, transformando el sufrimiento en una oportunidad para crecer y sanar.

Cuando comenzamos a comprender las motivaciones de nuestras partes protectoras, dejamos de verlas como una carga o un obstáculo. En lugar de percibirlas como defectos personales, podemos empezar a verlas como respuestas adaptativas ante situaciones de trauma. Esta comprensión nos permite aceptar las partes de nosotros mismos que nos hemos esforzado por rechazar, generando una sensación de autocompasión y autocomprensión más profunda. Las motivaciones de estas partes protectoras pueden ser muy variadas, pero entre las más comunes se encuentran el miedo a que las emociones dolorosas sean demasiado abrumadoras, la preocupación por ser rechazados por los demás, la intención de evitar que algo peor ocurra o el deseo de mantenernos a salvo tanto emocional como físicamente.

Al trabajar con estas partes en terapias como EMDR, se recomienda hacerlo con paciencia y cuidado, ya que las partes protectoras a menudo sienten una gran vergüenza y juicio hacia sí mismas. Es esencial tratar estas partes con el respeto que merecen, reconociendo todo lo que han hecho por nosotros a lo largo de nuestras vidas. Agradecer a estas partes por sus esfuerzos de protección puede aliviar el peso y la vergüenza que hemos llevado durante tanto tiempo.

Para avanzar en el proceso de sanación, es necesario conectar con nuestras partes protectoras y reflexionar sobre su función en nuestra vida. Es útil preguntarnos a nosotros mismos qué imagen o pensamiento aparece cuando pensamos en estas partes, qué sentimos que estamos intentando lograr o qué tememos si no actuamos de esa manera. Al comprender las necesidades de nuestras partes protectoras, podemos comenzar a establecer una comunicación interna más efectiva, permitiendo que estas partes se liberen de su carga sin dejar de cumplir su función protectora.

El proceso de sanación es un camino largo y, en ocasiones, desafiante, pero cada paso hacia el entendimiento de nuestras partes internas nos acerca más a una vida emocionalmente equilibrada. Reconocer el dolor que nuestras partes protectoras han cargado por nosotros es un paso crucial hacia la curación, ya que nos permite liberar a estas partes de la carga que llevan y abrir espacio para nuevas formas de reaccionar ante las adversidades.

¿Cómo manejar los desencadenantes emocionales en los trastornos adictivos y compulsivos?

En el proceso de tratamiento de trastornos adictivos y compulsivos, identificar los desencadenantes emocionales juega un papel crucial en la recuperación. Estos desencadenantes son factores o situaciones que inducen una urgencia emocional, llevando a la persona a querer actuar de manera compulsiva o a recurrir al comportamiento adictivo. A menudo, estos desencadenantes son invisibles para la persona, pero al ser identificados y procesados correctamente, se puede disminuir la respuesta impulsiva.

Para comenzar, es importante identificar qué elementos provocan esta urgencia. Se recomienda clasificar los desencadenantes en varias categorías que puedan incluir personas, lugares, emociones, olores, sabores, sonidos, eventos o situaciones específicas, así como acciones concretas. Cada uno de estos desencadenantes tiene el potencial de provocar una respuesta emocional fuerte, lo que desencadena la compulsión o el comportamiento adictivo.

Una vez identificados los desencadenantes, el siguiente paso es evaluar la intensidad de la urgencia emocional asociada con cada uno de ellos. Esto se puede hacer utilizando una escala del 0 al 10, donde 0 indica que no hay urgencia y 10 representa una urgencia emocional abrumadora. Esta autoevaluación permite a la persona reconocer qué tan difícil es resistir la tentación cuando se encuentra ante un desencadenante determinado.

El proceso de desensibilización de los desencadenantes comienza trabajando en uno a la vez, enfocándose en los más intensos primero. En colaboración con un terapeuta EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular), se sigue un protocolo estructurado para reducir la respuesta emocional asociada a cada desencadenante. Este proceso consta de varios pasos clave:

  1. Respiración profunda y concentración: El paciente cierra los ojos, si lo desea, y se concentra en el desencadenante, identificando todas las imágenes, pensamientos y emociones que surgen al pensar en él.

  2. Estimulación bilateral: Se incorpora estimulación bilateral, de forma rápida, durante un período máximo de 30 segundos. Este tipo de estimulación ayuda a procesar la información emocional y facilita la reducción de la respuesta impulsiva.

  3. Pausa y observación: Después de cada ciclo de estimulación bilateral, se hace una pausa para observar los cambios que ocurren en el paciente. Este proceso se repite hasta que la urgencia emocional disminuye significativamente.

  4. Enfoque en lo positivo: Una vez que la urgencia se ha reducido, el siguiente paso consiste en visualizar una sensación positiva, idealmente aquella que la persona desee experimentar en su vida sin la influencia de la adicción o compulsión.

  5. Refuerzo positivo: Se realizan más rondas de estimulación bilateral mientras el paciente se concentra en esa sensación positiva. Esto ayuda a asociar el desencadenante con emociones más agradables y saludables, y facilita una respuesta emocional más equilibrada ante futuras situaciones.

Este enfoque se extiende también a la visualización de situaciones futuras. Al pensar en un escenario donde el desencadenante podría volver a surgir, la persona puede evaluar nuevamente su nivel de urgencia, aplicando el mismo proceso para reducir la influencia de ese desencadenante en su vida futura. Esto ofrece una preparación para enfrentar estos momentos sin caer en la tentación.

El concepto de "anclaje emocional" también es crucial en este proceso. Esta técnica permite a la persona volver a un estado positivo de manera inmediata, cuando surgen desencadenantes emocionales. El anclaje se basa en identificar una memoria positiva o significativa de la vida de la persona, una que evoca emociones fuertes de bienestar y satisfacción. Una vez identificada esa memoria, se utiliza la estimulación bilateral para reforzar las sensaciones y emociones asociadas a esa experiencia. Este "ancla" puede ser un término, una imagen o un recuerdo que, cuando se activa, ayuda a la persona a regresar a un estado emocional positivo.

El proceso de anclaje implica lo siguiente:

  1. Identificación de una memoria positiva: Se debe seleccionar una experiencia que haya tenido un fuerte impacto positivo en la persona.

  2. Reforzar la imagen: A través de la estimulación bilateral, se refuerza la vivididez de la memoria, detallando sus elementos sensoriales, emocionales y físicos.

  3. Creación de una palabra ancla: Al recordar esta experiencia, se asigna una palabra clave que simbolice ese estado positivo.

  4. Práctica con la palabra ancla: La persona recurre a la palabra ancla en momentos de estrés, utilizando la estimulación bilateral para traer de vuelta las sensaciones positivas asociadas.

Este anclaje, cuando se practica con regularidad, puede ayudar a la persona a manejar situaciones estresantes sin caer en la compulsión o el comportamiento adictivo.

Además, la capacidad para reconocer patrones emocionales y establecer herramientas de autocuidado es crucial en el tratamiento de adicciones. La práctica de ejercicios de respiración profunda, mindfulness, y otras técnicas de regulación emocional puede complementar el trabajo terapéutico, creando un espacio seguro y saludable donde el individuo pueda tomar control de sus respuestas emocionales.

Es esencial que el proceso no se vea como un "atajo" para eliminar las compulsiones o adicciones de manera inmediata, sino como un enfoque gradual que permite al paciente ganar mayor control sobre sus impulsos y su bienestar emocional. La constancia y la paciencia son factores clave en la eficacia de estos enfoques terapéuticos. Es un trabajo continuo, donde cada pequeño paso cuenta hacia una vida más equilibrada y libre de comportamientos autodestructivos.