La secuenciación del genoma completo (WGS, por sus siglas en inglés) y otras herramientas avanzadas de tipificación de cepas están siendo cada vez más utilizadas en el ámbito de la salud pública para el análisis del complejo Mycobacterium tuberculosis. A diferencia de los métodos convencionales de secuenciación de genes individuales para identificación, WGS y otras pruebas de tipificación ofrecen una discriminación mucho más precisa, lo que facilita la identificación de enlaces epidemiológicos entre casos de tuberculosis. Este tipo de información es crucial para los programas de control de la tuberculosis, permitiendo detectar patrones de transmisión y ayudando en la implementación de estrategias más efectivas.
Además, WGS tiene un potencial significativo en los laboratorios clínicos, ya que permite identificar mutaciones asociadas con la resistencia a los medicamentos antituberculosos. Las pruebas genotípicas de resistencia, al ser más rápidas que las pruebas fenotípicas de susceptibilidad, pueden ofrecer resultados en menos tiempo, mientras que las pruebas fenotípicas pueden tardar entre dos y tres semanas después de la identificación de una cepa.
Cuando se cultiva un aislamiento de M. tuberculosis, se debe realizar un test de susceptibilidad antimicrobiana (AST, por sus siglas en inglés). La resistencia a múltiples fármacos es común en esta bacteria, lo que hace que el tratamiento sea un proceso a largo plazo. Este procedimiento también debe llevarse a cabo con aislados de micobacterias no tuberculosas (NTM) que sean clínicamente significativos.
Las micobacterias se diferencian de otras bacterias debido al alto contenido de ácidos micólicos en sus paredes celulares. Esta característica permite que se resalten mediante coloraciones ácido-alcohol resistentes. El tiempo de duplicación de las micobacterias es muy largo, lo que significa que los cultivos deben incubarse durante varias semanas. Es esencial seguir estrictas medidas de seguridad al trabajar con cultivos de micobacterias en el laboratorio.
Para la identificación de estos organismos, se pueden emplear tecnologías como la espectrometría de masas MALDI-TOF o la secuenciación. Además, se encuentran disponibles varias plataformas para las pruebas de diagnóstico. En la actualidad, los avances en la amplificación de ácidos nucleicos y la secuenciación permiten obtener diagnósticos rápidos y precisos de enfermedades micobacterianas a partir de muestras clínicas. Otras herramientas diagnósticas incluyen las pruebas inmunológicas y la secuenciación del genoma completo.
El caso de una infección por Campylobacter ilustra la aplicación de estas tecnologías. Un paciente joven, previamente sano, presentó síntomas gastrointestinales graves tras consumir un pollo a la parrilla. La identificación rápida mediante técnicas moleculares permitió diagnosticar una gastroenteritis por Campylobacter jejuni. En este caso, la terapia antimicrobiana no fue necesaria, ya que el tratamiento en la mayoría de los casos de Campylobacter es innecesario, dado que la enfermedad se resuelve de manera espontánea en la mayoría de los pacientes.
La bacteria Campylobacter, no formadora de esporas y gramnegativa, tiene una morfología característica en su tinción de Gram, donde se observa en forma de bastón espiralado con una forma distintiva de "alas de gaviota". Estas bacterias requieren condiciones específicas para su crecimiento, como un ambiente microaerófilo con baja concentración de oxígeno y alta concentración de dióxido de carbono. Campylobacter jejuni y otras especies termófilas son capaces de crecer a temperaturas de hasta 42°C, lo que les permite dominar otros microbios en el entorno intestinal. Las infecciones por Campylobacter son la principal causa de enfermedad gastrointestinal aguda en muchos países, con la carne de pollo mal cocinada como la principal fuente de infección.
Es fundamental entender que Campylobacter es una bacteria zoonótica, cuyo reservorio principal son los animales de granja como el pollo, el ganado y los cerdos. En muchos casos, la transmisión ocurre por la ingestión de alimentos contaminados o por contacto directo con animales infectados. Aunque el uso de antibióticos en el ganado se ha reducido, la resistencia a los antibióticos en Campylobacter sigue siendo una preocupación importante. La resistencia a fluoroquinolonas y tetraciclinas en las cepas de Campylobacter se ha incrementado, y esto se ha correlacionado con la mayor resistencia observada en infecciones humanas.
La importancia de las tecnologías como la secuenciación genómica, tanto para la identificación de patógenos como para la determinación de su resistencia, es evidente en el control de infecciones. Esto no solo optimiza los tratamientos, sino que también permite un enfoque más preciso en el control de enfermedades infecciosas a nivel mundial.
La rápida identificación de patógenos, el análisis de sus características genéticas, y la detección temprana de resistencias a fármacos son aspectos clave en la lucha contra enfermedades infecciosas. Las herramientas avanzadas como la secuenciación del genoma completo brindan una visión más completa y precisa de las cepas patógenas, lo que permite una respuesta médica más eficaz y un control epidemiológico más efectivo. Sin embargo, también es esencial que los sistemas de salud sigan adaptándose a estos avances y los integren de manera adecuada para asegurar su efectividad en el tratamiento y la prevención.
¿Cómo se diagnostica y trata la fiebre Q: interpretación serológica y métodos moleculares?
La fiebre Q es una infección causada por Coxiella burnetii, una bacteria intracelular obligada, Gram-negativa, que no puede cultivarse mediante métodos rutinarios de laboratorio. Su diagnóstico se basa principalmente en técnicas serológicas que detectan anticuerpos específicos contra dos fases antigénicas de la bacteria: fase I y fase II. Estos anticuerpos se miden mediante técnicas como la inmunofluorescencia indirecta (IFA), que proporciona alta especificidad y sensibilidad.
La detección y análisis comparativo de los anticuerpos contra fase I y fase II permite determinar el estadio de la infección. Un aumento de cuatro veces en los títulos de IgG fase II entre muestras agudas y convalecientes (con intervalos de 3 a 6 semanas) es diagnóstico de fiebre Q aguda. La presencia de anticuerpos contra ambas fases puede reflejar infecciones previas o la infección actual. En la fase aguda, el paciente puede no desarrollar anticuerpos IgG fase I si el tratamiento es temprano. En contraste, en la fiebre Q crónica, los títulos de IgG fase I son elevados y predominantes sobre los de fase II, reflejando una progresión de la infección.
No se recomienda basar el diagnóstico únicamente en IgM, ya que estos anticuerpos presentan menor especificidad y pueden detectarse simultáneamente con IgG, limitando su utilidad diagnóstica. Un resultado positivo solo para IgM debe considerarse provisional y requiere confirmación con un seguimiento para detectar IgG.
La reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (NAAT) puede ser útil en las primeras dos semanas de la enfermedad, periodo en el que la bacteriemia es máxima. La sensibilidad del NAAT aumenta si se utiliza la capa leucocitaria (buffy coat), donde se concentran las células infectadas, siendo la prueba más sensible que la serología en esta etapa temprana. Sin embargo, para muestras de tejido en fiebre Q crónica, el NAAT es una herramienta valiosa para detección directa. Curiosamente, pacientes con títulos de IgG fase I entre 1:800 y 1:6400 suelen ser NAAT positivos, mientras que otros con títulos menores o mayores son NAAT negativos. Para confirmar resultados NAAT positivos, la serología debe respaldarlos debido a posibles falsos positivos, especialmente con técnicas que amplifican genes multicopia.
El tratamiento de la fiebre Q aguda consiste generalmente en 14 días de doxiciclina, seguido de un monitoreo serológico para observar la disminución progresiva de los títulos de IgG fase II, que deberían descender durante un año hasta volverse bajos o indetectables. La aparición de títulos elevados de fase I durante el seguimiento sugiere desarrollo de fiebre Q crónica, que requiere un tratamiento prolongado, habitualmente con doxiciclina e hidroxicloroquina por un año o más. En esta etapa, los títulos de IgG pueden permanecer elevados indefinidamente, aunque su estabilidad en el tiempo es indicativa de control.
Además de entender el diagnóstico y tratamiento, es esencial reconocer que la presentación clínica de la fiebre Q es variable. Puede manifestarse desde una neumonía aguda hasta infecciones crónicas en órganos grandes, como el corazón, ocasionando endocarditis. Manifestaciones menos comunes incluyen ruptura esplénica, hepatitis granulomatosa, colecistitis, y en raros casos meningitis o meningoencefalitis. Esta heterogeneidad clínica obliga a mantener un alto índice de sospecha y a combinar la información clínica con pruebas específicas para un diagnóstico certero.
Los resultados serológicos deben interpretarse con cautela, considerando posibles reacciones cruzadas, por ejemplo, con infecciones por Bartonella. También se debe tener en cuenta la dinámica temporal de la respuesta inmunitaria para evitar diagnósticos erróneos. En particular, la ausencia o presencia de anticuerpos en diferentes fases y el patrón de su incremento son claves para diferenciar entre infección aguda y crónica.
Por último, es importante comprender que las pruebas moleculares y serológicas no son excluyentes sino complementarias, y su adecuada combinación aumenta la precisión diagnóstica. La vigilancia continua y el seguimiento serológico permiten no solo confirmar la resolución de la infección, sino también detectar la transición a la cronicidad, fundamental para instaurar terapias oportunas y evitar complicaciones severas.
¿Qué es la fiebre por mordedura de roedor y cómo se diagnostica?
La fiebre por mordedura de roedor es una enfermedad febril vinculada al vómito y dolor de cabeza, que se produce tras la ingestión de alimentos o agua contaminada con heces de roedor. Los agentes causantes de esta enfermedad, Streptobacillus moniliformis y Streptobacillus minus, son componentes de la microbiota normal en las vías respiratorias superiores de roedores salvajes y de laboratorio, así como de otros mamíferos. Las personas en riesgo de adquirir fiebre por mordedura de roedor debido a S. moniliformis incluyen a aquellos que tienen contacto cercano con roedores, como el personal de laboratorios, trabajadores de tiendas de mascotas, propietarios de roedores como mascotas y personas que viven en condiciones insalubres expuestas a estos animales. Una mordedura o arañazo de un roedor puede dar lugar a la enfermedad, incluso si la herida no parece estar visiblemente infectada, como en el caso de nuestro paciente. Dado que estos organismos forman parte de la microbiota normal de las cavidades nasales y la orofaringe de los roedores, estos animales pueden no mostrar signos evidentes de enfermedad.
En algunos informes de casos se ha señalado que besar a roedores domésticos puede ser un factor de riesgo para la transmisión de la fiebre por mordedura de roedor. La presentación clásica de la enfermedad es la tríada de fiebre recurrente, poliartralgia migratoria de las articulaciones pequeñas y grandes, y una erupción cutánea que puede ser maculopapular, petequial o purpúrica, y que puede involucrar las palmas de las manos y las plantas de los pies. Las lesiones cutáneas pueden desarrollarse desde petequias o pápulas hasta vesículas hemorrágicas y pápulas purulentas dolorosas. Otros síntomas no específicos incluyen náuseas, vómitos, diarrea, dolor de cabeza, escalofríos y rigores. El período de incubación suele ser inferior a siete días.
Aunque los factores de riesgo para la fiebre por mordedura de roedor debido a S. minus son similares a los asociados con la infección por S. moniliformis, la presentación y el curso de la enfermedad difieren. La fiebre por mordedura de roedor debida a S. minus tiene un período de incubación más largo, que varía entre 1 y 3 semanas, y las poliartralgias son poco comunes.
El S. moniliformis es una bacteria gramnegativa, filamentosa y aeróbica. En una tinción de Gram, puede presentarse con una morfología altamente pleomórfica, dependiendo de la edad y las condiciones de incubación del cultivo, variando desde varillas rectas hasta varillas fusiformes con engrosamientos bulbosos característicos, o grupos lineales y enmarañados de varillas. El nombre del organismo, moniliformis, proviene del latín que significa "con forma de collar", en referencia a su morfología en la tinción de Gram. Tradicionalmente, S. moniliformis ha sido descrito como extremadamente exigente para crecer, requiriendo condiciones microaerofílicas y agar o caldo enriquecido con un 20% de sangre, suero o líquido ascítico. Sin embargo, recientes reportes han demostrado la recuperación de esta bacteria en medios de cultivo estándar, lo que contrasta con las descripciones previas.
Aunque muchos textos mencionan la inhibición del crecimiento de esta bacteria por el polianetol sulfonato de sodio (SPS), un anticoagulante comúnmente utilizado en frascos de cultivos comerciales, varios informes de casos han documentado la recuperación de S. moniliformis en medios modernos de cultivo de sangre que contienen SPS. En las placas de agar, las colonias tienen una apariencia gris, suave y brillante. En medios de caldo, el crecimiento de la bacteria se ha descrito con una apariencia similar a un "bola de algodón" o "puff ball", siendo más evidente cerca del fondo del vial. Una vez aislado en cultivo, el organismo puede ser identificado mediante espectrometría de masas MALDI-TOF o secuenciación del gen 16S rRNA. La detección directa del organismo también puede lograrse a través de la amplificación y secuenciación del gen 16S rRNA en una muestra del paciente, si no se logra recuperar el organismo mediante cultivo.
Por otro lado, el otro agente causante de la fiebre por mordedura de roedor, S. minus, también es una varilla gramnegativa, pero no puede ser cultivado. El diagnóstico de fiebre por mordedura de roedor debido a S. minus a menudo se realiza de forma empírica en pacientes con sepsis y antecedentes de exposición a roedores. Las recomendaciones para el tratamiento incluyen el uso de penicilina o ceftriaxona como fármacos de elección, aunque también se sabe que los tetraciclinas y otras cefalosporinas son efectivos contra la bacteria. Si no se trata, la tasa de mortalidad de los casos llega al 10%.
Debido a la naturaleza inespecífica de la presentación clínica, el diagnóstico diferencial es amplio, e incluye, pero no se limita a, meningococcemia, endocarditis bacteriana y síndrome de shock tóxico. El diagnóstico rápido de esta enfermedad requiere que el clínico realice una investigación minuciosa sobre la posible exposición a roedores.
La fiebre por mordedura de roedor representa una enfermedad rara pero significativa, que requiere una atención diagnóstica especializada. Dado que sus síntomas pueden ser fácilmente confundidos con los de otras enfermedades infecciosas, mantener una alta sospecha clínica y realizar preguntas específicas sobre el contacto con roedores es crucial para garantizar una identificación temprana y un tratamiento adecuado.
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