La eficiencia económica tradicionalmente se define como la capacidad para maximizar la producción de bienes y servicios deseados, evitando el desperdicio de recursos. Según Daly y Farley (2011), esto significa obtener la máxima cantidad de producto físico posible a partir de una cantidad dada de insumos. Sin embargo, esta noción de eficiencia, en particular la eficiencia asignativa basada en el criterio de Pareto, presenta profundas limitaciones éticas y prácticas. La asignación paretiana implica mejorar materialmente a algunos sin empeorar la situación de otros, pero en la realidad justifica la concentración de recursos en manos de quienes ya son materialmente ricos, mientras que ignora a los pobres. Este resultado elitista no es accidental, si se considera el contexto histórico de Pareto y sus simpatías políticas, pero aún así, en la economía neoclásica, esta eficiencia se presenta como un criterio objetivo y sin valores.

Daly y Farley proponen una revisión de este enfoque, reemplazando el crecimiento económico por la idea de una escala óptima, donde los beneficios marginales del crecimiento se igualan con los costos marginales para el funcionamiento del ecosistema, apuntando hacia un equilibrio estacionario donde el crecimiento de capital y acumulación se detienen. En su jerarquía de objetivos, priorizan la distribución justa y luego la asignación eficiente, relegando la eficiencia de ser un fin en sí mismo a un medio para producir servicios que satisfagan necesidades y deseos, entendidos como flujos psíquicos de bienestar. Sin embargo, al adoptar la noción de capital —tanto natural como artificial— caen en la trampa de un concepto difícil de medir y en la idea discutible de que la naturaleza puede ser convertida en un capital conmensurable.

Esta visión, aunque matizada y con méritos, permanece dentro del marco de la economía ortodoxa disidente, basada en la optimización, el análisis de costos y beneficios, la teoría del equilibrio y la eficiencia en un sentido clásico. En contraste, los ecosistemas naturales no se rigen por criterios de eficiencia sino por la autosuficiencia, la resiliencia y, a menudo, por la sobreabundancia, como cuando un árbol produce más frutos de los que pueden convertirse en nuevas plantas o un organismo genera un excedente de esperma. La eficiencia, entonces, es una idea derivada de la ingeniería y la optimización matemática aplicada a la producción, pero difícilmente puede ser el objetivo último de la actividad económica.

La falacia del ideal de eficiencia de mercado se refleja también en la realidad del desperdicio masivo dentro de las economías capitalistas, donde la producción a menudo genera residuos intencionales, como alimentos desechados para maximizar ganancias o la obsolescencia programada de productos. Aun suponiendo una producción técnicamente eficiente, cabe preguntarse: ¿para qué fines se emplea esa eficiencia? Desde la fabricación de armas de destrucción masiva hasta el consumo energético insostenible, la eficiencia técnica no garantiza un uso socialmente beneficioso o ecológicamente sostenible.

La economía ecológica aporta una crítica esencial al crecimiento económico, señalando los límites físicos impuestos por las leyes de la termodinámica y la conservación de la materia. El aumento continuo del consumo material, lejos de resolver problemas sociales, perpetúa la inequidad distributiva, la pobreza global y la degradación ambiental, afectando desproporcionadamente a los sectores más vulnerables. Además, el crecimiento económico no se correlaciona con un aumento sostenido en la felicidad, incluso entre los más ricos. Los estudios de Easterlin demuestran que, aunque en un momento dado los más ricos son en promedio más felices, a lo largo del tiempo el incremento de ingresos no incrementa el bienestar debido a la adaptación hedónica y la comparación social, que elevan constantemente las expectativas materiales.

El consumo masivo también está profundamente influenciado por la manipulación corporativa y los roles sociales y psicológicos que desempeña dentro del capitalismo moderno. Este estilo de vida materialista mediado por la tecnología lleva a una negación de la naturaleza y a la aceptación acrítica de la tecnología como un fin en sí mismo, desplazando cualquier consideración ética o ecológica que pudiera cuestionar su expansión continua. Este discurso hegemónico vincula crecimiento económico, acumulación de capital y desarrollo con progreso, imponiendo un modelo de modernización universal que obliga a todos los países a seguir el mismo camino, ignorando las particularidades geopolíticas y culturales.

Como señala Escobar, es fundamental crear puentes entre las narrativas del decrecimiento en el Norte global y las alternativas al desarrollo y post-extractivismo en el Sur, respetando sus diferencias específicas y evitando la trampa de pensar que mientras el Norte debe decrecer, el Sur debe desarrollarse. El reconocimiento de estas complejidades es crucial para avanzar hacia una economía que realmente valore la justicia social y la sostenibilidad ecológica, en lugar de perpetuar ideales inalcanzables y perjudiciales de eficiencia y crecimiento continuo.

Es importante comprender que la eficiencia económica no debe ser vista como un valor absoluto ni un fin último, sino que debe evaluarse en el contexto de la justicia distributiva, la sostenibilidad ecológica y la calidad real de vida. La economía debe alejarse de la búsqueda ciega de maximización y optimización y orientarse hacia un enfoque que reconozca los límites biofísicos, las desigualdades sociales y la pluralidad de necesidades humanas que no se reducen a factores económicos cuantificables.

¿Cómo puede la interdisciplinariedad avanzar más allá de las barreras de los modelos convencionales?

A menudo se asume que diversas disciplinas no pueden unirse en un informe, y en un sentido literal esto es correcto. Sin embargo, esta visión falla al no considerar que dicho informe carece de cualquier significado más allá de sus perspectivas disciplinarias separadas, que incluso pueden llegar a contradecirse. La falta de interacción real entre ellas impide el potencial de compromiso, reflexión crítica e incluso conflicto, lo cual limita la posibilidad de aprender algo nuevo. Este es el enfoque predominante en los grandes informes internacionales sobre el medio ambiente, como los elaborados por la ONU sobre el cambio climático o la biodiversidad.

En la economía ecológica, se promovió desde el inicio una actividad de vinculación entre los estudios de impacto ecológico y la economía ambiental neoclásica no reconstituida, debido a la facilidad y popularidad de conectar modelos matemáticos no modificados. Como se mencionó anteriormente, esto dio lugar a una conjunción multidisciplinaria de "ecología y economía", pero no a un nuevo esfuerzo interdisciplinario e integrado, una noción que fue fuertemente impulsada en América del Norte. Aunque desde el principio se enfatizó que la economía ecológica era una ciencia transdisciplinaria, un concepto incluido incluso en el subtítulo de la revista de la ISEE, esta pretensión ha permanecido más como un reclamo retórico que una realidad alcanzada, sin una comprensión clara de su verdadero significado. Lamentablemente, el término "transdisciplinariedad" se utiliza a menudo como una excusa para no profundizar en la teoría o en el contenido sustantivo de las disciplinas que se reclaman como relevantes. Por lo tanto, los estudios que emplean este término de manera más retórica deben ser considerados, en el mejor de los casos, como "transdisciplinariedad débil".

Ha habido algunos intentos de corregir esta situación, con distintos niveles de éxito. Max-Neef (2005) defiende una base filosófica metafísica para el término, relacionándola con una estructura jerárquica de conocimiento disciplinario y realidad. Su principal preocupación es desafiar los límites del conocimiento establecidos por el pensamiento occidental moderno y abrir el potencial para una "lógica capaz de armonizar la razón con la intuición y el sentimiento". De manera similar, Kapp consideraba que el conocimiento no occidental e intuitivo tenía un lugar importante para la creación de entendimiento. Sin embargo, el razonamiento abstracto de Max-Neef sobre una unidad metafísica deja pocos mensajes claros sobre cómo alcanzar tal posición iluminada. En contraste, su exposición diagramática presenta una compleja pirámide de interacciones disciplinarias, con premisas altamente cuestionables, que no parece ofrecer mucha utilidad práctica para los propósitos actuales de integración.

Por otro lado, el enfoque germánico es más aplicado e integra la interdisciplinariedad con la participación del público en general, como lo propone la ciencia postnormal (Luks y Siebenhuner, 2007). Según este enfoque, la transdisciplinariedad es una extensión del esfuerzo interdisciplinario que implica una comunicación y conceptualización del conocimiento bidireccional en el contexto de la sociedad en general (más allá de los expertos). Esta formulación constituye lo que llamo transdisciplinariedad fuerte. No obstante, surge una cuestión: ¿cuándo se requiere este enfoque? Por ejemplo, la ciencia postnormal invoca este enfoque para abordar la fuerte incertidumbre en el contexto de las interacciones entre la ciencia y la política, buscando corregir las deficiencias percibidas de la ciencia convencional y recurriendo a una variedad de métodos participativos (van der Sluijs, 2017). Sin embargo, incluso dentro de esta formulación, pueden surgir problemas.

Baumgärtner et al. (2008: 387) señalan la falta de precisión y comprensión respecto al término "transdisciplinariedad", para luego ofrecer la siguiente definición: la transdisciplinariedad implica ir más allá de la ciencia para incluir aspectos de los contextos prácticos, valores o juicios normativos (sostenibilidad, buenas prácticas) y, además, retroalimentar los resultados en acciones prácticas (política, gestión). Esto implica una dicotomía entre hechos y valores, donde algunas ciencias "positivistas" existen fuera de cualquier contexto normativo. También otorga un rol emancipador a la ciencia, pero lo ve como algo más allá de la ciencia misma. En el capítulo 5, tales posiciones fueron rechazadas, ya que las ciencias sociales participan en una crítica explicativa y la validez de sus afirmaciones de conocimiento requiere que sean prácticas y adecuadas. La caracterización de la economía ecológica como una ciencia puramente transdisciplinaria equivaldría a un requisito general para la participación pública, independientemente del contexto. Por lo tanto, la investigación interdisciplinaria, con la opción de aplicar métodos específicos (como la participación pública) cuando sea adecuado para comprender el objeto de estudio y abordar la pregunta de investigación, parece un enfoque más justificado y significativo. Esto ayudaría a evitar las afirmaciones vagas y controvertidas que caen bajo el paraguas de la transdisciplinariedad.

La transdisciplinariedad fuerte requiere la integración del conocimiento interdisciplinario, lo cual es epistemológicamente previo y más fundamental. Así, la investigación interdisciplinaria sigue siendo el medio principal para lograr la integración, sin importar si se da el paso adicional hacia la participación transdisciplinaria y el compromiso con la sociedad en general. La interdisciplinariedad requiere un compromiso suficiente con diferentes disciplinas para obtener una visión y comprensión de las posibles interconexiones, perspectivas divergentes y el potencial de síntesis o transformación del entendimiento. Según el realismo crítico, la metodología enfatizaría la necesidad de identificar las capas relevantes en relación con una pregunta de investigación o un objeto de estudio específicos. Esto significaría la identificación del conocimiento disciplinario necesario y otras fuentes de información potencialmente relevantes. El desafío radica en determinar en qué capa de un grupo pertenece un objeto (Sayer, 2010: 120). Típicamente, las capas más cercanas a un fenómeno serán las más relevantes debido a la proximidad de los mecanismos causales que permiten o impiden la materialización de los eventos. No obstante, como señala la economía ecológica social, rápidamente podemos pasar de preocupaciones económicas a sociales y ecológicas (por ejemplo, el metabolismo social de una economía).

La investigación interdisciplinaria puede llevarse a cabo por un grupo en el que las interacciones y explicaciones disciplinarias sobre un objeto de estudio o problema den lugar a una nueva perspectiva o comprensión combinada. A nivel individual, esto puede implicar simplemente una formación en una disciplina y luego en otra, pero con el requisito de integrar ese conocimiento combinado. Como indicó Kapp (1961: 51), esto puede resultar en una clarificación de límites y la revelación de los límites de la integración, reconociendo incluso que puede no ser posible lograr una conexión debido a los diferentes niveles de abstracción en los conceptos y/o las epistemologías disímiles. La posibilidad de una revisión seria de posiciones previas y creencias por parte del investigador debe ser aceptada y asumida abiertamente. La integración de la investigación social requiere adoptar una mentalidad integradora, y el impacto en la psicología individual puede relacionarse con algunos de los aspectos que Max-Neef discute a un nivel más abstracto.

El desafío de la investigación interdisciplinaria seria es, sin duda, primordialmente uno personal. A pesar de describir el potencial de la interdisciplinariedad en términos positivos, Kapp era escéptico sobre cómo funcionaría en la práctica. En realidad, no hay una verdadera cuestión sobre la necesidad de un enfoque interdisciplinario, sino más bien el problema radica en cómo hacerlo efectivo y operativo para lograr la integración. El objetivo de la integración no es la conciencia de problemas comunes ni la acumulación de conocimientos provenientes de diversas disciplinas relacionadas, sino más bien el establecimiento de relaciones entre las diferentes partes del conocimiento social que puedan ser relacionadas de manera significativa y sistemática. La clave radica en contar con herramientas que faciliten este proceso, lo cual es lo que Kapp propuso con su énfasis en la conceptualización.