El surgimiento de la ciencia de datos ha transformado el panorama de la investigación, especialmente en el campo del turismo, al ofrecer un terreno fértil para la convergencia entre métodos cualitativos y cuantitativos. Esta integración responde no solo a una necesidad pragmática, sino también a una evolución epistemológica que rompe con la dicotomía tradicional entre enfoques. El carácter heterogéneo y masivo de los datos disponibles hoy permite que la modelización estadística y los algoritmos de aprendizaje automático coexistan con el análisis interpretativo de fenómenos sociales y culturales, generando nuevas formas de conocimiento.

En este contexto, la separación ideológica entre paradigmas positivistas y constructivistas pierde relevancia. La ciencia contemporánea se orienta hacia la eficacia metodológica, más que hacia la pureza paradigmática. En efecto, los investigadores seleccionan las herramientas más pertinentes según la naturaleza del problema y el conocimiento del que disponen, en un movimiento que refleja la superación del modelo kuhniano de ciencia normal. De este modo, las soluciones emergen no tanto del dogma metodológico, sino de la capacidad de adaptar y combinar estrategias según el objeto de estudio.

El enfoque hipotético-deductivo, aún dominante en ciertos círculos, busca establecer relaciones causales entre variables, mediante diseños experimentales o cuasi-experimentales. No obstante, su centralidad se ha visto cuestionada por estudios que priorizan la covariación empírica sobre la causalidad. Esta corriente encuentra en la ciencia de datos un aliado natural, donde la correlación, y no necesariamente la explicación causal, se convierte en la clave para generar conocimiento útil y aplicable. La validación de modelos causales, en estos casos, se basa más en la coherencia empírica de los patrones observados que en pruebas deterministas.

Ejemplos concretos de este enfoque mixto se encuentran en el análisis de contenidos, donde textos escritos u orales son tratados como unidades cualitativas, pero sus componentes —palabras, co-ocurrencias, frecuencias— permiten una exploración cuantitativa mediante técnicas multivariadas. Aquí, el análisis de contenido cuantitativo se revela como un puente metodológico, capaz de traducir significados en patrones medibles.

El interés creciente por los métodos mixtos se refleja en el uso cada vez más sistemático de la triangulación. Este proceso no busca únicamente combinar técnicas, sino reforzar la validez del conocimiento producido, al integrar distintas perspectivas sobre un mismo fenómeno. La triangulación puede incluir tanto enfoques cuantitativos como cualitativos, o bien desarrollarse dentro de un solo enfoque, reforzando la profundidad analítica del estudio.

En el campo del turismo, esta evolución metodológica se manifiesta en la complejidad de los objetos de estudio: flujos de turistas, motivaciones, comportamientos, imagen de los destinos, sostenibilidad y competitividad, entre otros. Las herramientas estadísticas para abordarlos son múltiples y sofisticadas: modelos ARIMA y Holt-Winters para series temporales; análisis de redes sociales y modelos de Markov para desplazamientos espaciales; modelos de regresión logística, análisis factorial, teoría clásica de tests y análisis de respuesta al ítem para actitudes y comportamientos; modelos jerárquicos y análisis de conglomerados para segmentación; modelos de elección discreta, análisis envolvente de datos y procesos jerárquicos para competitividad.

Sin embargo, el uso de estas técnicas no está exento de desafíos. La alfabetización estadística sigue siendo limitada, y es frecuente encontrar en la literatura errores metodológicos que comprometen la validez de los resultados. El uso indebido de pruebas paramétricas en contextos que no cumplen sus supuestos, la aplicación de técnicas de estimación a variables ordinales, o el empleo de herramientas multivariadas innecesarias, son síntomas de una tendencia hacia la sofisticación sin fundamento. Estos problemas podrían atenuarse mediante una formación más crítica y consciente del repertorio metodológico disponible.

Además, el acceso masivo a big data no elimina interrogantes fundamentales sobre representatividad y calidad de los datos. El volumen no sustituye al criterio. La aparente abundancia de información puede ocultar sesgos estructurales, y una dependencia excesiva de algoritmos puede conducir a interpretaciones superficiales si no se anclan en marcos teóricos sólidos.

Lo que se requiere, por tanto, no es solamente una adopción instrumental de técnicas avanzadas, sino una articulación reflexiva entre métodos, teoría y datos. La combinación de enfoques permite no solo superar las limitaciones de cada uno, sino abrir nuevos caminos interpretativos. La ciencia de datos, en este sentido, no representa una amenaza a los métodos tradicionales, sino una plataforma que potencia sus capacidades cuando se utiliza de forma crítica y contextualizada.

La evolución hacia modelos mixtos en investigación turística también implica una transformación cultural. Requiere reconocer que el conocimiento no es unívoco, que los fenómenos sociales —como el turismo— son multifacéticos, y que su análisis exige una disposición metodológica plural, abierta y flexible. Así, la articulación entre ciencia de datos, métodos estadísticos y análisis cualitativo no es una moda, sino una respuesta coherente a la complejidad del mundo contemporáneo.

¿Cómo influye la autenticidad en la experiencia turística?

En el ámbito del turismo cultural, la autenticidad se convierte en un concepto que va más allá de la mera observación de objetos o espacios. Los turistas no solo buscan conocer culturas diferentes, sino también experimentar algo genuino, algo que resuene con sus propios deseos de escapar de la homogeneización global. La autenticidad, en este contexto, no se reduce a la simple veracidad de los objetos turísticos, sino que está profundamente vinculada a la experiencia emocional e incluso existencial del viajero.

La autenticidad en el turismo puede adoptar diversas formas. Un ejemplo de ello es la autenticidad de tipo "experiencial", en la cual los turistas se sienten atraídos por experiencias que, aunque no sean necesariamente "reales" en el sentido tradicional, parecen serlo debido a su apariencia y contexto. Esto es particularmente evidente en lugares como los parques temáticos, donde la virtualidad y la tecnología de realidad aumentada crean entornos que simulan la presencia de elementos que, en la realidad, no existen, como una ballena gigante proyectada ante los ojos de los turistas. En estos casos, la autenticidad no radica en la presencia real de un objeto, sino en la experiencia sensorial y emocional que el objeto o la escena genera en el visitante.

Por otro lado, se distingue entre la autenticidad localizada en el espacio y la autenticidad que se busca "en otro lugar". Los turistas, al sentirse alienados de su entorno cotidiano, a menudo buscan escapar de la inautenticidad de su vida diaria viajando a destinos exóticos o a lugares culturalmente diferentes. Estos viajes ofrecen una oportunidad para experimentar una "autenticidad otra", generalmente vinculada a comunidades que, por su aislamiento o diferencia cultural, parecen preservar una forma de vida no contaminada por la modernidad. Sin embargo, este tipo de autenticidad también es cuestionado, ya que muchas veces se construye en función de expectativas y deseos del turista, más que en la realidad de los lugares visitados.

La búsqueda de la autenticidad también tiene un componente existencial, especialmente evidente en el turismo de tipo terapéutico o espiritual. En este sentido, los turistas no solo buscan objetos o espacios auténticos, sino también una experiencia de autenticidad interna, algo que les permita reconectar con su "yo" profundo y escapar de la alienación que sienten en su vida diaria. Esta búsqueda, a menudo relacionada con el deseo de encontrar un "yo auténtico", está influenciada por el concepto de "autenticidad de sí mismo", que se refiere a la capacidad de una persona para ser fiel a sus propios valores y deseos, alejándose de las presiones sociales y culturales que conforman su vida diaria. En este sentido, el turismo se convierte en un medio para alcanzar un estado de autenticidad personal que, aunque puede ser efímero y no necesariamente duradero, proporciona una sensación de realización temporal.

Existen dos dimensiones de la autenticidad subjetiva: la autenticidad intrapersonal y la interrelacional. La autenticidad intrapersonal se refiere a la conexión profunda con uno mismo, mientras que la interrelacional tiene que ver con la autenticidad de las relaciones que los turistas establecen durante su viaje, tanto con otros turistas como con las personas locales. Las relaciones auténticas, en este sentido, son vistas como una de las experiencias más gratificantes que el turismo puede ofrecer. Esto es evidente en las relaciones que se forjan durante el turismo familiar, o en aquellas que se dan entre los turistas y los residentes de las comunidades que visitan. Estas experiencias interpersonales son a menudo idealizadas, pues los turistas se sienten atraídos por la posibilidad de interactuar con personas que parecen vivir de una manera más auténtica o más "real" que ellos mismos.

La autenticidad también se ve reflejada en la manera en que los turistas experimentan el lugar visitado. En muchos casos, los turistas no están interesados en conocer la historia o los detalles detrás de los lugares que visitan; lo que buscan es una experiencia diferente, algo que los saque de su rutina y les permita vivir una experiencia única, aunque a veces esa experiencia sea puramente estética o virtual. En estos casos, lo que importa no es tanto la verdad histórica o la autenticidad de los objetos o los lugares, sino el sentido de novedad y diversidad que ofrecen frente a la homogeneización de la vida cotidiana.

El concepto de autenticidad en el turismo, por tanto, no es unívoco ni estático. Depende en gran medida de la perspectiva del turista y de las expectativas que tiene sobre lo que significa ser auténtico. En muchos casos, esta búsqueda de autenticidad puede ser frustrante, ya que las expectativas no siempre se cumplen, y la "autenticidad" que se experimenta puede ser solo una construcción mental, una ilusión construida por el deseo de escapar de las normas y estructuras sociales de la vida diaria. Sin embargo, en ese mismo proceso, el turismo se convierte en un espacio para la reflexión, la búsqueda de la identidad y el cuestionamiento de lo que realmente significa ser "auténtico".

¿Cómo el turismo influye en las economías de los países menos estudiados?

El turismo es un fenómeno complejo que afecta a las economías de muchas naciones, especialmente en aquellos países menos estudiados o con economías en desarrollo. A menudo, los estudios sobre el turismo se enfocan en destinos populares, dejando en la sombra a regiones con menos visibilidad internacional, pero que igualmente experimentan transformaciones significativas debido a esta actividad. Tomemos como ejemplo países como Bulgaria, Burkina Faso y Burundi, cuyas economías y estructuras turísticas merecen una atención especial.

Bulgaria, a pesar de ser una nación miembro de la Unión Europea, ha mantenido una orientación hacia el turismo costero. A lo largo de la última década, la costa del Mar Negro, en particular las regiones de Dobrich, Varna y Bourgas, ha sido el centro principal de la infraestructura turística del país, donde se concentra una gran parte de las camas disponibles en los establecimientos turísticos. Sin embargo, esta dependencia del turismo costero ha dado paso a un fenómeno interesante: el crecimiento de las agencias de viajes, con más de 2,200 agencias registradas hasta 2021. A pesar de los esfuerzos por diversificar la oferta turística, como la creación de programas educativos especializados en el ámbito del turismo en universidades locales, los resultados de estos programas aún son limitados, ya que la mayoría de los estudiantes no obtienen la acreditación internacional necesaria, como la certificación de la OMT.

Por otro lado, Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo, ha visto cómo las festividades culturales, como el Festival Panafricano de Cine y la Semana de las Artes y Artesanías Africanas, han sido fundamentales para atraer turistas internacionales. Sin embargo, a pesar de su atractivo cultural, el turismo en Burkina Faso enfrenta desafíos significativos debido a la inseguridad causada por ataques terroristas que comenzaron en 2015. A pesar de esta situación, el país ha experimentado un pequeño crecimiento en los ingresos turísticos, con un incremento del 1.5% en 2019 respecto al año anterior. Sin embargo, el sector sigue siendo subdesarrollado, y la falta de una formación formal en el campo del turismo hace que muchas personas que trabajan en este sector lo hagan sin el respaldo académico adecuado. Recientemente, la Universidad de Koudougou ha comenzado a ofrecer programas de formación en gestión de organizaciones turísticas, aunque estos esfuerzos aún son incipientes.

En el caso de Burundi, otro país de África Oriental, el turismo ha sido identificado como uno de los sectores clave para la futura prosperidad económica. Con un enfoque claro en el desarrollo sostenible, el país ha lanzado un plan nacional que incluye el fomento del turismo como una de sus principales estrategias. El número de turistas ha ido en aumento, registrándose 299,331 visitantes en 2017, un notable incremento respecto a los 131,491 en 2015. Sin embargo, el sector aún enfrenta obstáculos, como la falta de una infraestructura adecuada y el escaso reconocimiento del turismo como una carrera profesional. Muchos trabajadores del sector turístico en Burundi adquieren su formación a través de iniciativas internas de las empresas o mediante programas de estudios en el extranjero, lo que limita el desarrollo de una base sólida de profesionales nacionales.

A pesar de las dificultades comunes en estos países, todos ellos comparten la posibilidad de aprovechar el turismo como una vía para el desarrollo económico. Para lograrlo, es crucial que los países implementen políticas adecuadas que no solo favorezcan la infraestructura física, sino también la capacitación profesional y la seguridad en el destino. Además, la promoción de un turismo sostenible que valore tanto los recursos naturales como el patrimonio cultural es esencial para garantizar la preservación de los atractivos turísticos y el beneficio económico a largo plazo.

Es importante tener en cuenta que el impacto del turismo no solo se mide en términos de ingresos directos, sino también en su capacidad para generar empleo, promover el intercambio cultural y fomentar la integración regional. La formación adecuada de los profesionales del turismo, el fortalecimiento de las infraestructuras y una mayor seguridad en las zonas de alto potencial turístico son aspectos clave que deben ser priorizados para asegurar el éxito a largo plazo de la industria en estos países.