En las últimas décadas, el desarrollo de baterías recargables ha cobrado un protagonismo central en el contexto del almacenamiento energético global. Desde cámaras electrónicas hasta herramientas industriales y dispositivos móviles, la necesidad de sistemas energéticos portátiles, eficientes y sostenibles ha impulsado la búsqueda de nuevas tecnologías capaces de ofrecer mayor densidad energética, mejor eficiencia cíclica y reducción del impacto ambiental. En esta evolución, las baterías foto-recargables (PBATs, por sus siglas en inglés) se presentan como una solución emergente, capaz de integrar en un solo sistema la conversión de energía solar y su almacenamiento químico.

A diferencia de los sistemas convencionales no integrados, en los que una célula fotovoltaica se encarga de recolectar energía solar y transferirla a un dispositivo externo de almacenamiento —típicamente una batería recargable o un supercondensador— mediante un cableado externo que incrementa la resistencia óhmica y reduce la eficiencia energética, las PBATs integradas eliminan estas pérdidas mediante la unificación de ambos procesos. El resultado es una arquitectura compacta, con menos componentes, mayor eficiencia y menor peso por unidad de energía.

Las configuraciones de las PBATs pueden dividirse principalmente en sistemas de dos o tres electrodos. En el caso de las baterías con tres electrodos, se utiliza un fotoelectrodo (PE) que actúa como recolector de luz, un electrodo de contracorriente (CE) que equilibra las cargas generadas y un electrodo de almacenamiento que asume el rol de ánodo. Bajo la irradiación solar, el PE genera pares electrón-hueco que, si la tensión es suficiente, activan los procesos electroquímicos internos, transfiriendo los electrones hacia el ánodo, donde se almacenan o reaccionan con especies dinámicas, mientras que los huecos son neutralizados por electrones del CE o especies redox reducidas.

Cuando la tensión inducida por la luz no alcanza para iniciar las reacciones de carga, debe aplicarse un sesgo externo; en estos casos, se habla de baterías foto-asistidas, que reducen el sobrepotencial pero no logran una carga puramente solar. La evolución hacia una verdadera integración se alcanza con las configuraciones de dos electrodos, en las que uno o ambos electrodos poseen capacidad fotoactiva. Estas arquitecturas se clasifican en tres diseños según el tipo de integración: diseño fotoánodo-cátodo, diseño ánodo-fotocátodo y diseño en tándem (fotoánodo-fotocátodo), donde ambos electrodos participan activamente tanto en la conversión de luz como en el almacenamiento de energía.

En estas configuraciones, el PE cumple una función bifuncional: debe absorber eficientemente la luz solar y, al mismo tiempo, participar activamente en los procesos electroquímicos de almacenamiento. Para alcanzar una alta eficiencia, se han identificado ciertos requerimientos críticos para los materiales utilizados como PE: un ancho de banda óptimo entre 1 y 2 eV, estabilidad fotoquímica, térmica y estructural en condiciones de operación, eficiencia en el transporte de cargas y una interacción eficaz con el electrolito a través de reacciones redox o transferencia iónica.

Los desafíos asociados a estos sistemas radican, principalmente, en las limitaciones intrínsecas de los materiales: baja absorción de luz, alta tasa de recombinación de cargas, deficiente transporte electrónico y escasa estabilidad química bajo irradiación. No obstante, avances recientes han demostrado la viabilidad de superar estas barreras mediante el diseño de materiales semiconductores con propiedades específicas.

Por ejemplo, Jia et al. desarrollaron un sistema Li–O₂ foto-asistido utilizando nanosheets de siloxeno que, gracias a su excelente capacidad de captura de luz y bajo índice de recombinación, permitió una tensión de carga muy baja (1.90 V), una descarga elevada (3.51 V) y una eficiencia de ciclo del 185%, manteniendo el 92% de eficiencia tras 100 ciclos. En otro estudio, Li et al. incorporaron una estructura híbrida de SiC/RGO como cátodo fotoelectrocatalítico en una batería Li–CO₂, logrando una descarga de 2.77 V, muy próxima al potencial teórico, y una eficiencia energética del 84.4%, gracias a la capacidad del RGO para transportar electrones de alta energía generados en el SiC tras la absorción de fotones.

Estos resultados demuestran que, más allá de un simple avance tecnológico, las PBATs constituyen un cambio de paradigma en el modo en que se concibe la recolección y el almacenamiento de energía. No se trata solo de mejorar la eficiencia energética, sino de integrar de forma orgánica la fuente de energía con su almacenamiento, en un solo sistema autónomo, compacto y eficiente.

Es importante considerar, además, que el verdadero potencial de las PBATs no se limita al laboratorio. Los experimentos al aire libre realizados con celdas de foto-supercondensadores conectadas en serie demostraron que, tras solo diez segundos de exposición solar directa, fue posible alimentar un reloj durante más de cuatro horas. Esta d

¿Cuáles son los avances fundamentales en materiales semiconductores bidimensionales y sus aplicaciones optoelectrónicas?

Los materiales semiconductores bidimensionales (2D) han emergido como una plataforma revolucionaria para la electrónica y la fotónica, gracias a sus propiedades únicas que difieren significativamente de sus contrapartes tridimensionales. Entre estos materiales, destacan los dicalcogenuros de metales de transición (TMDCs), como MoSe₂, WSe₂, WS₂, y MoS₂, que han mostrado un potencial excepcional en la formación de heteroestructuras laterales y apilamientos van der Waals. Estas configuraciones permiten una ingeniería precisa de las bandas electrónicas, facilitando el diseño de dispositivos con características óptimas para aplicaciones en fotónica, optoelectrónica y almacenamiento energético.

La síntesis controlada de estas estructuras, especialmente mediante técnicas como la deposición química en fase vapor a presión ambiente (AP-CVD), ha permitido obtener capas uniformes y de alta calidad directamente sobre sustratos metálicos como el tungsteno y el molibdeno. Estas técnicas garantizan la escalabilidad y reproducibilidad necesarias para la integración en dispositivos comerciales, mientras que el control sobre el número de capas y la composición química posibilita la optimización de propiedades como la movilidad de portadores de carga, la respuesta fotoeléctrica y la estabilidad química.

La manipulación de excitones —cuasipartículas formadas por electrones y huecos acoplados— en estos materiales bidimensionales ha abierto nuevas vías para la creación de dispositivos fotónicos avanzados. La fuerte interacción excitón-fotón en capas ultrafinas favorece efectos como la emisión direccional y la polarización de valle, fenómenos esenciales para el desarrollo de fuentes de luz coherente y sistemas cuánticos integrados. Por ejemplo, la integración con nanoestructuras metálicas permite amplificar señales Raman y mejorar la identificación de defectos, lo cual es crucial para la caracterización y mejora continua de la calidad material.

Materiales complementarios como el nitruro de boro hexagonal (h-BN) funcionan como aislantes y soportes óptimos para estos semiconductores 2D, debido a su alta pureza, estabilidad térmica y dielectrica. Por otro lado, semiconductores isoelectrónicos como el fósforo negro ofrecen anisotropía electrónica y óptica, aportando funcionalidades adicionales para la ingeniería de dispositivos heterogéneos. La combinación de estos materiales en heteroestructuras mixtas permite no solo mejorar la eficiencia optoelectrónica, sino también explotar propiedades magnéticas y de transporte de carga no convencionales, como en el caso emergente de los MXenes y los compuestos basados en lantánidos.

Además, la integración de heteroestructuras 2D con nanoestructuras metálicas y cavidades plasmonicas favorece la manipulación coherente y el direccionamiento de fotones no lineales con control en la polarización de valle, ampliando el espectro de aplicaciones en fotónica cuántica y tecnologías emergentes. Esta sinergia entre la ingeniería de materiales y la nanotecnología resulta en dispositivos como transistores de efecto campo ultrarrápidos, sensores fotoactivos y electrodos eficientes para reacciones catalíticas, sustituyendo metales escasos y costosos.

Es esencial comprender que la funcionalidad de estos materiales no solo depende de su composición y estructura, sino también de la precisión en su fabricación y de la comprensión profunda de sus interacciones electrónicas y ópticas a nivel atómico. Los desafíos actuales incluyen el control de defectos, la estabilidad ambiental y la reproducibilidad a gran escala, aspectos que requieren técnicas avanzadas de caracterización y modelado teórico. El desarrollo paralelo de nuevos métodos de síntesis y ensamblaje molecular contribuye a superar estas barreras, permitiendo la exploración de propiedades aún no descubiertas y la expansión hacia aplicaciones comerciales sostenibles y eficientes.

La evolución del campo de los semiconductores 2D implica también la necesidad de integrar estos materiales en arquitecturas compatibles con la tecnología del silicio, preservando su rendimiento superior mientras se adapta a procesos industriales. Así, la investigación se orienta hacia la creación de heteroestructuras funcionales que incorporen materiales 2D con distintos grados de dimensionalidad y funcionalidad, desde capas monoláminas hasta compuestos mixtos, ampliando el rango de propiedades físicas y químicas accesibles.

En resumen, el avance en la síntesis, caracterización y aplicación de materiales semiconductores bidimensionales se fundamenta en la comprensión detallada de sus propiedades excitónicas, electrónicas y ópticas, así como en la innovación en técnicas de fabricación que permitan su integración escalable en dispositivos optoelectrónicos de próxima generación. Esta convergencia entre ciencia de materiales, nanotecnología y física de semiconductores está transformando la forma en que diseñamos sistemas electrónicos y fotónicos, con un impacto significativo en tecnologías limpias, comunicación y procesamiento de información.

¿Cómo los materiales ferroeléctricos bidimensionales están transformando la electrónica moderna?

Los materiales bidimensionales (2D) están emergiendo como una clase revolucionaria de materiales funcionales, gracias a su capacidad para ofrecer soluciones inéditas en dispositivos electrónicos, fotónicos, espintrónicos y de almacenamiento energético. Entre estos, los sistemas ferroeléctricos 2D han adquirido una relevancia destacada debido a su capacidad para sostener estados de polarización espontánea conmutables incluso a escalas atómicamente delgadas. Esta propiedad resulta clave en el desarrollo de aplicaciones como las uniones túnel ferroeléctricas (FTJ) y los transistores de efecto de campo ferroeléctricos (Fe-FET), los cuales permiten avances en la memoria no volátil, el procesamiento de información y la computación neuromórfica.

Las uniones túnel ferroeléctricas consisten en una capa ferroeléctrica intercalada entre dos electrodos altamente dopados (tipo p o n), donde la conmutación de la polarización genera una barrera de potencial asimétrica que controla la conductancia electrónica a través del efecto túnel cuántico. Esta asimetría en el perfil de potencial es la base del fenómeno conocido como resistencia túnel electrostática (TER). La magnitud de TER depende de la dirección de la polarización, el perfil de dopaje de los electrodos, la constante dieléctrica del material ferroeléctrico, y su espesor.

El empleo de materiales 2D en FTJs permite una reducción drástica del tamaño del dispositivo sin sacrificar la eficiencia. Por ejemplo, se ha predicho un TER del 623% usando grafeno dopado con boro y nitrógeno sobre BiP, mientras que otros estudios reportan valores tan altos como 1460% utilizando estructuras multicapas de SnSe dopadas con diferentes elementos. Estas configuraciones aprovechan la polarización ferroeléctrica en el plano, manipulando dinámicamente las características de la barrera durante el proceso de conmutación. El modelo electrostático que describe el sistema incorpora la interacción entre las cargas de polarización y las longitudes de apantallamiento de los electrodos, permitiendo una expresión precisa del TER basada en la aproximación de Wentzel–Kramers–Brillouin.

Los Fe-FETs, por su parte, son dispositivos capaces de integrar memoria y lógica en una única arquitectura. Basados en una capa ferroeléctrica ubicada dentro del stack de compuerta, permiten controlar la conductancia del canal a través de la polarización eléctrica, habilitando operaciones de lectura no destructivas. En estructuras tradicionales metal-ferroeléctrico-semiconductor (MFS), las interacciones químicas y la difusión interfásica reducen el rendimiento, mientras que las configuraciones metal-ferroeléctrico-aislante-semiconductor presentan problemas de corriente de fuga. Estas limitaciones han impulsado el desarrollo de nuevos diseños, como el transistor ferroeléctrico-semiconductor (FeS-FET).

El FeS-FET incorpora un canal hecho completamente de un material semiconductorial ferroeléctrico, como α-In₂Se₃, lo que permite que las cargas móviles internas compensen eficazmente el campo de despolarización. Esta arquitectura no solo mejora la estabilidad del umbral de conmutación, sino que también permite manipular la dirección de la histéresis de la corriente drenaje mediante la modulación del campo eléctrico, ajustando el grosor del dieléctrico inferior. En materiales con gran espesor de óxido, se observa una polarización parcial, que favorece la conducción en el estado de polarización descendente. En contraste, con un dieléctrico delgado, se logra una polarización completa que intensifica la conducción en el estado de polarización ascendente, generando un lazo de histéresis antihorario característico.

Más allá del almacenamiento y la conmutación, los dispositivos basados en materiales ferroeléctricos 2D se perfilan como componentes esenciales para la computación neuromórfica, campo que busca imitar la arquitectura sináptica del cerebro humano para ejecutar tareas complejas con gran eficiencia energética. Las propiedades de conmutación gradual y la retención de estado que ofrecen los materiales ferroeléctricos son ideales para la implementación de sinapsis artificiales, con respuestas adaptativas análogas a la plasticidad sináptica biológica. Esto abre un camino hacia sistemas informáticos no lineales, con aprendizaje integrado a nivel de hardware, y sin la necesidad de separaciones físicas entre la unidad de procesamiento y la de memoria, como ocurre en la arquitectura de von Neumann.

Es crucial considerar que la implementación práctica de estos materiales aún enfrenta desafíos fundamentales. Las condiciones de interfase, la estabilidad térmica, las dinámicas de conmutación y la integración con tecnologías de fabricación existentes son factores determinantes en el rendimiento real del dispositivo. Comprender y controlar los efectos de la interacción entre cargas de polarización, apantallamiento y deformaciones internas inducidas por tensiones mecánicas o campos externos será esencial para diseñar arquitecturas funcionales escalables. La ingeniería precisa a nivel atómico y la caracterización detallada del transporte electrónico bajo distintas condiciones son claves para liberar el potencial completo de estas tecnologías.