La administración de Biden ha creado un grupo de trabajo para combatir la discriminación sistemática en el sistema bancario, conocido como "redlining". Este fenómeno ha sido parte del sistema financiero estadounidense durante décadas, y cada vez más casos relacionados con discriminación financiera llegan a los tribunales. Uno de los acuerdos más grandes en este sentido fue el de City National Bank, que tuvo que pagar más de 31 millones de dólares tras ser encontrado culpable de evitar ofrecer hipotecas a comunidades raciales y étnicas minoritarias en Los Ángeles entre 2017 y 2020. Este tipo de discriminación, que históricamente ha negado a las minorías el acceso al crédito, está comenzando a ser desafiada de manera más abierta.

Afortunadamente, la creciente visibilidad de estas prácticas discriminatorias ha llevado a la creación de programas para ayudar a las comunidades minoritarias a obtener financiación. El Bank of America, por ejemplo, lanzó la "Community Affordable Loan Solution", un programa sin pago inicial ni costos de cierre, diseñado para ayudar a las comunidades predominantemente minoritarias a comprar sus primeras viviendas. No se requiere un puntaje mínimo de crédito ni seguro hipotecario privado, lo que facilita aún más el acceso a la propiedad. Asimismo, U.S. Bank lanzó el "U.S. Bank Access Commitment", un enfoque a largo plazo para construir riqueza en comunidades diversas, comenzando con la comunidad negra, que enfrenta la mayor brecha racial de riqueza en Estados Unidos.

Además, tras el asesinato de George Floyd, instituciones financieras como J.P. Morgan Chase se comprometieron a invertir miles de millones de dólares para abordar las desigualdades raciales. JPMorgan destinó 1.75 mil millones de dólares a combatir estas disparidades, mientras que Citibank comprometió 1.000 millones de dólares, de los cuales 550 millones están destinados a programas de propiedad para minorías raciales. Estos esfuerzos no se limitan solo a los préstamos para viviendas, sino también a iniciativas de apoyo a pequeñas empresas, principalmente en comunidades negras y latinas.

En este contexto, las comunidades deben aprovechar agresivamente las oportunidades que se les presentan. Aunque estos programas existen, a menudo las personas no los solicitan por falta de conocimiento o debido a la desconfianza hacia el sistema bancario. Por ello, es esencial que los defensores de la justicia social sigan abogando por estos programas y promuevan una mayor educación en diversidad, equidad e inclusión (DEI), y exijan responsabilidades a las instituciones bancarias. Las empresas negras deben exigir igualdad de condiciones y una verdadera representación en las mesas de decisiones.

Sin embargo, la lucha por la inclusión financiera y la creación de riqueza sigue siendo difícil. En un evento organizado en enero de 2023 en Park City, Utah, patrocinado por JPMorgan Chase, pude observar una notable falta de representación de personas negras y latinas, a pesar de los compromisos públicos de la entidad. Como la única mujer negra en la sala, no pude evitar preguntarme: ¿Dónde estaban las minorías que JPMorgan había prometido ayudar? Si bien la CEO del evento, una mujer asiática, era una destacada ejecutiva, la sala seguía siendo predominantemente blanca. Esto me recordó que, a pesar de los avances y promesas de cambio, aún queda mucho por hacer.

Esta situación revela la persistencia de la brecha de riqueza racial en los Estados Unidos, una brecha que es abismal: mientras que los hogares blancos tienen, en promedio, casi un millón de dólares en riqueza familiar, los hogares negros apenas alcanzan los 143,000 dólares, lo que representa menos del 15% de la riqueza promedio de las familias blancas. Este fenómeno se perpetúa en gran parte debido a la discriminación estructural en el acceso al crédito y las oportunidades económicas. La negación del acceso a servicios financieros básicos para las comunidades negras, como sucedió con figuras públicas como el exjugador de fútbol americano Jimmy Kennedy, es un ejemplo palpable de cómo el sistema favorece a unos sobre otros por motivos raciales.

El acceso limitado al crédito y las bajas tasas de éxito en la adquisición de viviendas han sido una constante en la vida de las personas negras en Estados Unidos. Esto es aún más evidente cuando se analizan las historias de atletas negros que, a pesar de haber ganado millones durante sus carreras deportivas, a menudo pierden todo su patrimonio debido a la falta de educación financiera y la asesoría adecuada. La historia de figuras como Mike Tyson, quien acumuló una deuda de 23 millones de dólares, o Floyd Mayweather, quien llegó a deber más de 22 millones de dólares al IRS, son solo algunos de los ejemplos de cómo la falta de planificación financiera puede llevar a la ruina, incluso a aquellos que, en principio, parecen estar mejor posicionados.

Es crucial entender que la discriminación financiera no solo se manifiesta en el rechazo a otorgar préstamos o la falta de acceso a viviendas, sino también en la negativa a ofrecer oportunidades para generar y preservar riqueza. A pesar de los esfuerzos de algunas instituciones, todavía es necesario un cambio cultural profundo en la industria bancaria y en la sociedad en su conjunto. Las minorías, especialmente la comunidad negra, deben seguir luchando por un acceso igualitario a los recursos financieros, y los programas de apoyo deben ser más accesibles y comprensibles.

Es indispensable que las futuras generaciones no solo estén mejor educadas sobre finanzas, sino también equipadas con las herramientas necesarias para navegar en un sistema que, durante mucho tiempo, ha trabajado en su contra. A medida que los bancos y las grandes corporaciones hacen estos compromisos, la comunidad debe exigir transparencia y responsabilidad en la implementación de estos programas. Solo cuando el sistema financiero sea verdaderamente inclusivo y justo, podrá cerrarse la brecha de riqueza racial que ha marcado la historia de Estados Unidos.

¿Cómo manejar a los inquilinos que destruyen la propiedad?

En el día a día de la gestión inmobiliaria, uno de los desafíos más constantes es el cuidado y mantenimiento de las propiedades. A pesar de los esfuerzos dedicados a asegurar que las unidades sean entregadas en perfectas condiciones, la realidad de trabajar con inquilinos es impredecible. El trabajo de un arrendador va mucho más allá de cobrar el alquiler; es una constante vigilancia y supervisión. Inspeccionar las propiedades a diario, mantener los suministros necesarios para la limpieza, asegurarse de que las bombillas de los pasillos estén funcionando y responder rápidamente a las solicitudes de reparación, son solo algunas de las tareas que llenan los días. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, existe un segmento de inquilinos que simplemente no cuida el lugar que ocupa.

Este tipo de inquilinos crea una situación de constante frustración. Imagina, por un momento, tu bien más preciado. Puede ser tu hogar, tu coche, algún objeto heredado o incluso una prenda especial. Ahora imagina que cuando te lo devuelven, está dañado, irreconocible. Este es el sentimiento que se experimenta cuando uno entra en una unidad llena de humo de cigarro, con paredes dañadas, electrodomésticos sucios o destrucción causada por animales. Los daños no siempre son visibles desde el principio, y aunque el contrato establezca normas, la falta de cuidado es a menudo una realidad que no se puede predecir. La edad, el ingreso o el puntaje de crédito de un inquilino no son indicadores fiables de cómo tratará su vivienda.

Esto lo aprendí de manera dolorosa al alquilar a una inquilina que, sin previo aviso, introdujo nueve gatos no esterilizados en su departamento. El daño fue tal que tuvimos que retirar la alfombra nueva, lijar y, en algunos lugares, reemplazar la madera del suelo para eliminar el olor a orina de gato. La inquilina era una mujer adulta, con un trabajo estable, sin ninguna apariencia de ser la "loca de los gatos". Sin embargo, el comportamiento inesperado de los inquilinos sigue siendo un recordatorio de que no siempre se puede prever el daño a la propiedad por parte de quienes la habitan.

Los jóvenes que salen de sus casas para estudiar en universidades o comenzar una nueva etapa en sus vidas son otro tipo de inquilinos que con frecuencia muestran un nivel de desinterés por el mantenimiento del espacio. En su mayoría, llegan a alquilar apartamentos recién renovados, limpios y bien cuidados. A menudo, realizan una inspección junto con el arrendador, donde todo parece perfecto: paredes recién pintadas, suelos de laminado nuevos, encimeras de granito y electrodomésticos brillantes. Sin embargo, después de un año, muchas veces el arrendador se encuentra con que la propiedad ha sufrido un daño irreparable. La falta de comprensión sobre la importancia del cuidado básico de la vivienda se convierte en una brecha entre la teoría de la vida adulta y la práctica.

Lo que nos lleva a una reflexión más profunda sobre la educación en cuanto al mantenimiento y respeto por la propiedad ajena. No es suficiente con graduarse con un título en ciencias, negocios o comunicaciones si no se ha aprendido lo más básico de la vida cotidiana: la importancia de mantener un entorno limpio y funcional. Los inquilinos de hoy, muchos de los cuales se han educado en entornos donde el cuidado del hogar no era una prioridad, a menudo no tienen la experiencia necesaria para cuidar una propiedad adecuadamente.

Las primeras impresiones al entregar un apartamento a un nuevo inquilino pueden ser engañosas. La limpieza y el estado de la unidad en el momento de la entrega son fundamentales para establecer un estándar. No obstante, aunque todo esté impecable en el momento de la firma del contrato, no siempre se puede evitar que los inquilinos deterioren la propiedad en poco tiempo. Esto no es solo una cuestión de responsabilidad individual; hay una falta generalizada de conciencia sobre lo que implica vivir en un lugar que no te pertenece y cómo tu comportamiento afecta a los demás.

Por otro lado, la gestión de propiedades en áreas con alta diversidad y vecindarios en transición puede ser especialmente desafiante. En mi experiencia, una de las compras más complicadas fue la de los apartamentos Genesee Park, en Seattle. Un vecindario en transición, con la infraestructura deteriorada y un edificio que requería una renovación completa, nos obligó a tomar decisiones difíciles. La propiedad había sido descuidada por el anterior propietario, y los inquilinos de la época estaban acostumbrados a vivir en condiciones precarias. A pesar de que muchas unidades necesitaban actualizaciones y reparaciones, algunos inquilinos se resistían a permitir que los contratistas realizaran las reformas necesarias, lo que prolongó aún más el proceso.

Lo más impactante de esta experiencia fue entender cómo la falta de cooperación por parte de los inquilinos puede obstaculizar la mejora de una propiedad. Por ejemplo, uno de los inquilinos más antiguos se negó rotundamente a dejar que se renovaran las ventanas de su unidad, lo que llevó a una instalación desde el exterior. A pesar de que el edificio se encontraba en un estado lamentable, él no permitió ninguna mejora.

Es fundamental entender que la gestión efectiva de propiedades no solo requiere de una inversión de tiempo y dinero, sino también de una constante interacción con los inquilinos. A veces, incluso los inquilinos más responsables pueden pasar por alto detalles esenciales en el cuidado de su hogar, pero otros, lamentablemente, tienen una actitud destructiva que puede poner en riesgo el futuro de una propiedad.

Por tanto, no basta con ofrecer un lugar limpio y bien cuidado. El arrendador debe estar preparado para intervenir rápidamente en situaciones que amenacen con dañar la propiedad. También es importante crear una cultura de respeto mutuo entre el propietario y el inquilino, donde las expectativas sean claras y las consecuencias de no cumplirlas, también lo sean.