Las métricas de salud son variables clave para comprender el estado de salud de una población. Estas métricas no solo sirven para evaluar la mortalidad y la esperanza de vida, sino también para medir el impacto de enfermedades, factores de riesgo y otros elementos que determinan el bienestar de una comunidad. A lo largo de la historia, las herramientas utilizadas para medir la salud han evolucionado considerablemente, desde simples observaciones hasta modelos estadísticos complejos, contribuyendo de manera fundamental al diseño de políticas de salud pública efectivas.
Las primeras formas de métricas de salud surgieron en el siglo XVII, cuando John Graunt, un hombre autodidacta, utilizó los "Bills of Mortality" en Londres para analizar las tasas de mortalidad. Graunt fue uno de los pioneros en aplicar métodos cuantitativos al estudio de la población, y sus observaciones sobre las tasas de mortalidad infantil y las diferencias entre hombres y mujeres sentaron las bases para lo que hoy entendemos como demografía moderna. Su obra, "Natural and Political Observations Made upon the Bills of Mortality" (1662), marcó un hito en la historia del análisis poblacional. Gracias a sus contribuciones, se empezó a reconocer la importancia de las estadísticas de mortalidad para el desarrollo de políticas públicas más informadas.
A lo largo de los siglos, la recopilación y el análisis de datos de salud fueron sofisticándose. En el siglo XIX, se introdujeron las tablas de mortalidad, que ofrecían un método sistemático para estudiar la esperanza de vida y las tasas de mortalidad en diferentes grupos de la población. Esta evolución continuó en el siglo XX, con el avance de la epidemiología y la incorporación de métricas como los años de vida perdidos (YLL, por sus siglas en inglés) y los años de vida ajustados por discapacidad (DALY, por sus siglas en inglés). Estos indicadores permitieron una comprensión más profunda de las enfermedades y su impacto no solo en términos de mortalidad, sino también en la calidad de vida de los individuos afectados.
El concepto de los "Summary Measures of Population Health" (SMPH) es uno de los logros más significativos en la evolución de las métricas de salud. Este término engloba medidas como la esperanza de vida saludable (HALE) y los años de vida ajustados por calidad (QALY), que ofrecen una visión más completa del estado de salud de la población. Los SMPH se dividen en dos grandes categorías: las expectativas de salud y las brechas de salud. Las expectativas de salud, como la esperanza de vida saludable, combinan información sobre mortalidad y morbilidad para estimar cuántos años se espera que una persona viva en buen estado de salud. Las brechas de salud, por otro lado, reflejan la diferencia entre el estado de salud actual de una población y una situación ideal, proporcionando una medida de la mejora potencial de los resultados en salud.
En el contexto contemporáneo, la revolución tecnológica ha transformado aún más las métricas de salud. La capacidad de almacenar y analizar grandes volúmenes de datos mediante el uso de la informática avanzada, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático ha abierto nuevas posibilidades para realizar un seguimiento en tiempo real de las enfermedades y los resultados de salud. Hoy en día, los modelos predictivos y los algoritmos sofisticados permiten a los investigadores y responsables de políticas públicas anticipar brotes de enfermedades, evaluar la eficacia de intervenciones sanitarias y medir el impacto de factores sociales y ambientales en la salud.
Una de las métricas que ha ganado relevancia en las últimas décadas es el "Quality-Adjusted Life Year" (QALY), que combina tanto la cantidad como la calidad de vida en una sola medida. Este indicador es utilizado principalmente para evaluar la rentabilidad de intervenciones sanitarias y ha sido muy influyente en la toma de decisiones sobre políticas de salud, especialmente en sistemas de salud pública como el del Reino Unido. Sin embargo, el QALY ha sido objeto de controversia debido a que no tiene en cuenta las disparidades sociales, económicas y de acceso a la atención médica entre los diferentes grupos poblacionales. A lo largo de los años, se han planteado críticas sobre su validez, lo que ha llevado a investigaciones y debates acerca de cómo mejorar este modelo para que sea más inclusivo y justo en su aplicación.
Es esencial comprender que las métricas de salud no solo son herramientas estadísticas; son también instrumentos que afectan las decisiones políticas y los recursos destinados a la salud pública. La manera en que se calculan y se interpretan estas métricas tiene un impacto directo en la distribución de recursos, en la implementación de políticas de prevención, y en la priorización de enfermedades y condiciones de salud que requieren intervención. Así, las métricas de salud no solo reflejan la situación de una población, sino que también pueden influir en el curso de su evolución.
El conocimiento profundo de las métricas de salud y su evolución histórica es fundamental para entender cómo se han formado las políticas públicas actuales y cómo pueden mejorarse en el futuro. A medida que la ciencia médica y las tecnologías avanzan, también lo hacen las herramientas utilizadas para medir la salud, y con ellas, las oportunidades de mejorar la calidad de vida de las poblaciones a nivel global. Es crucial que los responsables de formular políticas estén al tanto de los desarrollos en este campo y que adapten sus enfoques para garantizar que las intervenciones sean eficaces, equitativas y sostenibles.
¿Cómo se utilizan los indicadores de calidad de vida ajustados por discapacidad en la toma de decisiones de salud?
En el ámbito de la salud, la toma de decisiones se ha visto históricamente influenciada por distintos métodos de medición del bienestar y la calidad de vida de los pacientes. Entre los indicadores más utilizados se encuentran los QALYs (Quality-Adjusted Life Years, o Años de Vida Ajustados por Calidad) y los DALYs (Disability-Adjusted Life Years, o Años de Vida Ajustados por Discapacidad), dos métricas que permiten evaluar tanto la cantidad como la calidad de vida en función de diferentes condiciones de salud.
El concepto de los QALYs surgió para ayudar a los responsables de la política sanitaria a asignar recursos de manera más eficiente, buscando maximizar los beneficios de salud en relación con los costes de los tratamientos. Un QALY combina tanto la cantidad de vida como la calidad de vida; es decir, mide los años ganados o perdidos por un tratamiento, ajustados por la calidad de vida durante esos años. Por ejemplo, si una persona vive 10 años después de un tratamiento con una calidad de vida de 0,8 (donde 1 representa una salud perfecta y 0 es la muerte), el tratamiento ha aportado 8 QALYs. Este tipo de medición, aunque útil, no está exento de críticas, especialmente en cuanto a la consideración de las personas con discapacidades, quienes pueden ser evaluadas con un menor valor en el sistema QALY, lo que plantea preocupaciones éticas.
Por otro lado, el sistema de los DALYs, desarrollado en la década de 1990 con la colaboración de la Universidad de Harvard y el Banco Mundial, tiene un enfoque diferente. Los DALYs combinan los años perdidos por muerte prematura (YLLs) con los años vividos con discapacidad (YLDs). Este indicador resalta el impacto global de las enfermedades, no solo en términos de muerte, sino también en cuanto a los años de vida vividos con discapacidad. De esta manera, se busca ofrecer una medida más completa del estado de salud de una población, lo que permite comparaciones globales que reflejan tanto la mortalidad como la morbilidad. Sin embargo, mientras que los QALYs se centran en los beneficios del tratamiento, los DALYs ponen énfasis en la carga global de la enfermedad.
Además de los QALYs y DALYs, existen otros indicadores como el HALY (Health-Adjusted Life Years), que combina lo mejor de ambas métricas anteriores, incorporando no solo la mortalidad y la morbilidad, sino también la calidad de vida de los individuos afectados. El HALY se utiliza para ofrecer una visión más precisa de la salud de una población, ya que considera tanto los efectos de las enfermedades como la calidad de vida de aquellos que las padecen.
Un concepto relacionado y muy útil en políticas públicas de salud es el HALE (Health-Adjusted Life Expectancy, o Expectativa de Vida Ajustada por Salud), que ajusta la esperanza de vida tradicional al tener en cuenta no solo la cantidad de vida, sino también la calidad de la misma. Este indicador ajusta la esperanza de vida estimada según los años vividos con discapacidad, proporcionando una perspectiva más rica del bienestar global de una población.
El HLY (Healthy Life Years, o Años de Vida Saludables), también conocido como el Índice de Vida Libre de Discapacidad de Sullivan, se utiliza para medir el número de años que una persona puede esperar vivir sin problemas de salud significativos. Es una medida crucial en la evaluación de la calidad de vida, ya que resalta la importancia de vivir no solo una vida larga, sino también saludable.
En conjunto, estas métricas, aunque valiosas en el análisis de políticas de salud pública y la asignación de recursos, tienen limitaciones, especialmente cuando se trata de medir la calidad de vida de las personas con discapacidades. La preocupación más común es que, bajo estos sistemas, las personas con discapacidades a menudo se valoran menos que aquellas sin discapacidades, lo que puede generar disparidades en el acceso y la distribución de recursos médicos.
Es fundamental que los responsables de las políticas de salud comprendan las implicaciones éticas de estas métricas y sean conscientes de los riesgos que implican al priorizar un enfoque estrictamente cuantitativo sobre el bienestar humano. Las decisiones de salud pública no deben basarse únicamente en indicadores que consideren solo la cantidad de vida, sino también la complejidad de las experiencias de vida, especialmente cuando se trata de grupos vulnerables.
Para mejorar la toma de decisiones en salud y asegurar que todas las personas, independientemente de sus condiciones físicas o mentales, sean tratadas con equidad, es necesario incorporar un enfoque más holístico que considere tanto la duración como la calidad de vida desde una perspectiva que valore las diferencias individuales y culturales en las experiencias de salud. Además, la continua crítica y revisión de estos indicadores ayudará a refinar las políticas y garantizar que se minimicen las desigualdades.
¿Cómo se construyen las tablas de vida y cómo se calcula la esperanza de vida?
Las tablas de vida son herramientas fundamentales en demografía y actuaría, utilizadas para calcular las probabilidades de muerte y de supervivencia en una población a lo largo de su vida. Estas tablas permiten comprender y predecir la longevidad y las tasas de mortalidad, lo que es crucial para actuar en áreas como la salud pública, los seguros y la planificación social. El concepto de esperanza de vida, estrechamente relacionado con las tablas de vida, es un indicador clave del bienestar y desarrollo de una población.
Desde sus orígenes en el siglo XVII con John Graunt y más tarde con Daniel Bernoulli, las tablas de vida han evolucionado en su precisión y aplicabilidad. Graunt, un pionero en el estudio de la mortalidad, utilizó las primeras tablas para evaluar el impacto de diversas enfermedades en Londres. Más tarde, Bernoulli perfeccionó el modelo al diferenciar las tablas de vida según las causas específicas de la muerte, lo que permitió obtener una visión más detallada de la mortalidad en la población.
Hoy en día, las tablas de vida modernas se basan en grandes conjuntos de datos y emplean metodologías más sofisticadas. Estas tablas se construyen a partir de estadísticas de mortalidad que permiten estimar la probabilidad de que una persona de una edad específica sobreviva o fallezca en el futuro cercano. Este tipo de análisis es crucial para calcular la esperanza de vida, una medida que refleja el promedio de años que se espera que viva una persona desde su nacimiento, dados los patrones de mortalidad actuales.
En la construcción de una tabla de vida, uno de los componentes principales es el número de personas que sobreviven hasta alcanzar una determinada edad, indicado como lx. Este valor comienza con 100,000 al nacer y refleja la cantidad de personas que sobreviven a cada intervalo de edad. Otro componente clave es el número de muertes en cada intervalo de edad, denominado dx, que se calcula como la diferencia entre el número de personas vivas al inicio y al final de ese intervalo. La probabilidad de muerte, qx, se obtiene dividiendo dx entre lx, mientras que la probabilidad de supervivencia, px, se calcula como 1 menos qx.
A través de este proceso, se puede calcular la esperanza de vida a diferentes edades, lo que resulta útil para realizar proyecciones sobre la calidad de vida de la población a lo largo del tiempo. Además, es posible estimar las tasas de mortalidad específicas por causas, lo que permite evaluar el impacto de factores como enfermedades o accidentes en la longevidad promedio.
El cálculo de la esperanza de vida, a partir de las tablas de vida, sigue un procedimiento detallado que consiste en estimar la probabilidad de sobrevivir a cada edad y multiplicarla por los años esperados de vida en cada edad. Posteriormente, se suman estos valores para obtener la esperanza de vida total. Existen varias metodologías para hacerlo, pero el enfoque actuarial es uno de los más comunes, que utiliza tablas de mortalidad específicas de la población y la prevalencia de enfermedades o factores de riesgo.
La esperanza de vida, aunque extremadamente útil como herramienta estadística, no debe entenderse como un valor absoluto e invariable. Está influenciada por diversos factores, tales como el acceso a la atención sanitaria, los hábitos de vida, las condiciones medioambientales, y los avances tecnológicos en la medicina. Además, la esperanza de vida puede diferir significativamente entre diferentes países, regiones o grupos sociales, lo que refleja las disparidades en el desarrollo y las condiciones de vida de las poblaciones.
Es importante también que, al interpretar las tablas de vida y los cálculos de esperanza de vida, se tenga en cuenta que estos son valores promedio y no predicen la longevidad de una persona específica. Si bien pueden ofrecer una visión general de las condiciones de salud pública y los riesgos de mortalidad de una población, no pueden prever factores individuales que pueden alterar significativamente el pronóstico de vida de una persona, como una enfermedad crónica, un accidente o el acceso a cuidados médicos avanzados.
Las tablas de vida y los cálculos de esperanza de vida también tienen una relación directa con otros modelos estadísticos y algoritmos matemáticos, como las cadenas de Markov o el uso de modelos predictivos en la inteligencia artificial. Estos métodos se utilizan para prever tendencias futuras en el comportamiento de la mortalidad y la supervivencia de la población, permitiendo a los gobiernos y organizaciones sociales planificar políticas de salud y bienestar más efectivas.
En cuanto a la aplicación práctica, el cálculo de la esperanza de vida y la interpretación de las tablas de vida se utiliza ampliamente en el sector asegurador. Las compañías de seguros de vida emplean estos cálculos para determinar las primas y las políticas de cobertura basadas en la esperanza de vida de los asegurados. Asimismo, la información derivada de las tablas de vida se usa en estudios epidemiológicos para identificar las tendencias de salud pública y las posibles áreas de intervención.
Por último, los avances en las tecnologías de datos y el análisis estadístico han permitido mejorar la precisión de las tablas de vida modernas. Hoy en día, con el uso de software especializado y bases de datos globales, se pueden crear tablas de vida más detalladas y específicas para diferentes grupos demográficos y regiones geográficas. Estos avances también han facilitado la integración de otros factores relevantes, como la esperanza de vida ajustada por calidad, que tiene en cuenta no solo la longevidad, sino también el estado de salud de las personas a lo largo de su vida.
¿Cómo se utiliza la cadena de Markov y las APIs para calcular la esperanza de vida y trabajar con datos demográficos?
La estimación de la esperanza de vida es un tema que involucra métodos matemáticos y estadísticos complejos, siendo uno de los modelos más utilizados la cadena de Markov. Este modelo estocástico se emplea para describir una secuencia de eventos posibles, donde la probabilidad de cada evento depende únicamente del estado alcanzado en el evento previo. Es decir, se asume que el futuro del sistema solo depende de su estado presente, no de su trayectoria histórica.
Una cadena de Markov se caracteriza por un espacio de estados, es decir, el conjunto de todos los estados posibles del sistema. Las probabilidades de transición entre estos estados se describen mediante una matriz de transición, que es una matriz cuadrada que muestra las probabilidades de movernos de un estado a otro. El proceso de calcular la esperanza de vida con una cadena de Markov implica la simulación de este proceso estocástico a lo largo de un número determinado de transiciones, lo cual permite modelar cómo cambian los estados del sistema (como la salud o el estado de un individuo) a lo largo del tiempo.
En un ejemplo práctico, el código para replicar una cadena de Markov para analizar transiciones entre dos estados (por ejemplo, "saludable" y "enfermo") utiliza una matriz de transición y simula las probabilidades de pasar de un estado a otro durante varias iteraciones. Este tipo de simulaciones es fundamental para modelar y prever la evolución de una población, considerando variables de salud y su impacto en la esperanza de vida.
La implementación práctica de estos modelos se ha facilitado con el uso de lenguajes de programación como R, que ofrece herramientas poderosas para trabajar con grandes volúmenes de datos. Utilizando funciones específicas, como la de simular la cadena de Markov y calcular probabilidades de transición, es posible crear modelos detallados que se ajusten a las características particulares de una población o un grupo de individuos.
Una vez que los datos son simulados, el siguiente paso es utilizar la información recopilada para calcular probabilidades previas, posteriores y de transición. Esto ayuda a entender cómo un estado inicial (como la salud de un individuo al comienzo de un estudio) se transforma en un estado futuro, lo cual es crucial para la estimación de la esperanza de vida.
Además de las cadenas de Markov, el uso de APIs para la recopilación de datos es otro componente fundamental en el análisis de la esperanza de vida. Las APIs (interfaces de programación de aplicaciones) permiten acceder a grandes bases de datos directamente desde sus fuentes, optimizando el tiempo de procesamiento de los datos. Una de las fuentes más relevantes para la investigación sobre salud y esperanza de vida es el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (IHME), que ofrece su propia API para acceder a datos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). A través de estas APIs, se pueden obtener estadísticas desglosadas por país, año, grupo de edad, sexo, y otros factores importantes que influencian la esperanza de vida.
Por ejemplo, utilizando el paquete httr de R, se pueden realizar solicitudes a las APIs para obtener datos específicos de salud, como los indicadores de mortalidad o las tasas de enfermedades, y analizarlos con el fin de modelar la esperanza de vida. Esto permite a los investigadores acceder rápidamente a datos actualizados sin necesidad de descargarlos manualmente o procesarlos de manera manual.
Es importante también considerar la relevancia de estos datos: no solo deben ser accesibles, sino que su interpretación debe tener en cuenta las variaciones geográficas, demográficas y temporales que pueden influir significativamente en los resultados. A través de los modelos de Markov y las técnicas de recolección de datos mediante APIs, se pueden obtener estimaciones precisas y confiables sobre la esperanza de vida, lo que ayuda en la formulación de políticas públicas de salud y en la toma de decisiones relacionadas con la planificación demográfica.
Además de los modelos y las técnicas de recolección de datos, es fundamental que el investigador mantenga un enfoque crítico sobre la calidad y la consistencia de los datos utilizados. Aunque las APIs son una herramienta valiosa para la recolección de grandes volúmenes de datos, siempre es necesario realizar un análisis de la fiabilidad de las fuentes y la coherencia de los datos antes de proceder con cualquier análisis.
Otro aspecto importante que debe tener en cuenta el lector es que la simulación de cadenas de Markov y la utilización de APIs no solo son útiles para calcular la esperanza de vida de una población en general, sino que también permiten realizar estudios más detallados a nivel individual, como el análisis de la probabilidad de enfermedad o la evolución de un trastorno específico. Estos modelos son fundamentales en la medicina y la demografía para prever escenarios futuros, y su aplicación práctica puede ser un valioso complemento en la toma de decisiones en el ámbito de la salud pública.
¿Cómo calcular la carga de enfermedades y su impacto en la salud poblacional?
El cálculo de la carga de enfermedades es un aspecto fundamental en la salud pública, ya que permite medir y comparar el impacto de diferentes enfermedades en la población. Para ello, se utilizan métricas como los Años de Vida Perdidos (YLL, por sus siglas en inglés) y los Años de Vida con Discapacidad (YLD). Estos indicadores, que conforman el Total de Años de Vida Perdidos Ajustados por Discapacidad (DALY), ayudan a identificar áreas críticas donde las intervenciones en salud pueden ser más efectivas. La medición precisa de estos valores no solo permite priorizar acciones de salud pública, sino también evaluar el éxito de las políticas de prevención y tratamiento.
El cálculo de los YLL, como medida de la mortalidad prematura, es uno de los componentes más importantes para comprender la magnitud de las pérdidas que sufre una sociedad debido a la muerte temprana. Este indicador se basa en la diferencia entre la esperanza de vida estándar de una población y la edad a la que una persona ha fallecido. De este modo, los YLL nos dicen cuántos años de vida se han perdido debido a una muerte prematura.
Este concepto fue introducido por William Haenszel a fines de la década de 1940, quien, al buscar una forma de cuantificar la mortalidad prematura, propuso el uso de unidades de años de vida perdidos. Su trabajo, que planteó la importancia de comparar las edades de muerte con la esperanza de vida esperada, sentó las bases para los cálculos más modernos. No solo la muerte prematura afecta a las familias, sino que también tiene repercusiones económicas y sociales considerables, ya que la pérdida de miembros productivos de la sociedad puede desestabilizar económicamente a una región.
En la actualidad, se utiliza una fórmula estándar para calcular los YLL. Este cálculo es crucial para cuantificar la pérdida de vida de una población debido a diversas causas de mortalidad. En la fórmula:
donde N es el número de muertes prematuras y le es la esperanza de vida estándar para la edad de fallecimiento, se toma en cuenta la cantidad de muertes en cada edad y se multiplica por los años de vida restantes según las tablas de esperanza de vida globales. Estas tablas permiten hacer comparaciones entre diferentes poblaciones y enfermedades, y han sido fundamentales para los estudios globales de carga de enfermedades, como el Global Burden of Disease (GBD).
El uso de tablas de esperanza de vida estandarizadas proporciona una medición consistente del impacto de las enfermedades, lo que permite realizar comparaciones fiables entre diversas condiciones y poblaciones. Por ejemplo, los estudios de GBD revelan que países como Japón, con una esperanza de vida muy alta, tienen tasas de mortalidad reducidas por enfermedades como las cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Esto demuestra cómo las intervenciones y los hábitos de vida pueden modificar significativamente los indicadores de salud.
Además de los YLL, el cálculo de los YLD (Años de Vida con Discapacidad) también juega un papel crucial en la evaluación del impacto de enfermedades no fatales. El análisis de estas dos métricas juntas proporciona una visión completa de la carga de enfermedades en una población. A través de este enfoque, es posible identificar oportunidades para mejorar la calidad de vida y reducir la mortalidad, dirigiendo los recursos a las áreas de mayor necesidad.
Ejemplo: Cálculo de YLL debido a un accidente cerebrovascular
Consideremos un caso práctico: el cálculo de los YLL debido a un accidente cerebrovascular en 2019 a nivel global. Un accidente cerebrovascular, que puede ser consecuencia de diversas infecciones, como la tuberculosis, la malaria o el COVID-19, tiene un fuerte impacto en el sistema cardiovascular y puede llevar a una muerte prematura. En este contexto, los datos del Global Burden of Disease (GBD) proporcionan estimaciones de la cantidad de muertes por accidente cerebrovascular en diferentes regiones.
Para obtener un cálculo aproximado de los YLL debido a un accidente cerebrovascular, se debe utilizar el paquete de datos correspondiente. En el análisis, es importante filtrar los datos por causa (accidente cerebrovascular) y ubicación (global) para obtener una imagen precisa del impacto de esta enfermedad. Además, el uso de las tablas de esperanza de vida globales para cada grupo de edad permitirá calcular los YLL asociados con cada muerte prematura por accidente cerebrovascular.
El cálculo detallado de los YLL, aunque técnico, es fundamental para tomar decisiones informadas sobre políticas de salud pública. La disponibilidad de datos a nivel global facilita la identificación de áreas de intervención prioritaria, permitiendo que los recursos se asignen de manera eficiente y dirigida a las poblaciones más afectadas.
Además de los YLL, otro aspecto a considerar en este tipo de cálculos es la interacción entre diversas enfermedades y su impacto acumulado. Por ejemplo, las personas que sobreviven a un accidente cerebrovascular pueden enfrentarse a una disminución significativa de su calidad de vida, lo que también tiene implicaciones a largo plazo para su bienestar y para los sistemas de salud.
Lo que es fundamental para una comprensión más profunda
Al estudiar la carga de enfermedades, es esencial comprender cómo las decisiones políticas y los recursos disponibles impactan en la salud de las poblaciones. El análisis de YLL y YLD no debe ser un ejercicio aislado, sino que debe integrarse en un enfoque más amplio que contemple factores socioeconómicos, hábitos de vida y acceso a servicios de salud. La efectividad de las intervenciones depende no solo de los cálculos epidemiológicos, sino también de cómo estos datos se traducen en políticas públicas que promuevan la prevención, el tratamiento adecuado y la mejora de las condiciones de vida.
Las comparaciones internacionales de estos indicadores también son clave para identificar patrones y factores de riesgo comunes que puedan ser abordados de manera conjunta. Por ejemplo, las estrategias de prevención de enfermedades en países con baja esperanza de vida pueden ser radicalmente diferentes de aquellas en países con alta esperanza de vida, ya que los riesgos prevalentes y los determinantes sociales de la salud varían considerablemente.

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