A medida que el mandato de Donald Trump avanzaba, los conflictos internos y las presiones externas comenzaron a dejar huella de manera cada vez más evidente. Uno de los episodios más significativos de su administración fue el despido de figuras clave como el fiscal de Manhattan, Geoffrey Berman, un acto que reflejó la creciente desconfianza entre Trump y ciertos sectores del gobierno federal. La decisión de remover a Berman en junio de 2020 estuvo marcada por los desacuerdos relacionados con investigaciones sensibles que tocaban de cerca al presidente. Aunque Berman se negó a dimitir, la presión política fue tal que su salida fue inevitable. Este hecho ilustra cómo la lucha por el control de las instituciones legales y judiciales se convirtió en uno de los ejes centrales de la administración Trump.
A nivel personal, la presidencia de Trump se caracterizó por un ambiente cargado de tensiones tanto dentro como fuera del Partido Republicano. Durante la campaña de reelección de 2020, el presidente y sus colaboradores enfrentaron varios desafíos que afectaron su imagen pública. Uno de los momentos más emblemáticos ocurrió durante el mitin en Tulsa, donde Trump, sorprendido por la escasez de asistentes, cuestionó el fracaso de su campaña para atraer multitudes. La desorganización interna y las decisiones equivocadas en la estrategia de campaña se reflejaron también en el manejo del COVID-19, que golpeó al país en un contexto de incertidumbre política.
La crisis sanitaria exacerbó la polarización en la sociedad estadounidense, donde el manejo del virus y las medidas de distanciamiento social se convirtieron en puntos de fricción tanto entre el gobierno federal y los estados como dentro de los propios sectores del gobierno. Mientras Trump continuaba minimizando los riesgos del virus, su círculo cercano y sus seguidores directos no podían escapar a sus efectos. Algunos de los colaboradores más cercanos al presidente, como su valet personal, dieron positivo por el virus, lo que provocó dudas sobre la seguridad y las prácticas de salud pública dentro de la Casa Blanca.
En cuanto a su imagen pública, Trump utilizó su influencia para continuar manejando los medios de comunicación y las narrativas que lo favorecían. A través de redes sociales y discursos estratégicos, el presidente intentó posicionarse como un líder fuerte en medio de una pandemia global, a la vez que recurría a métodos poco ortodoxos para maximizar su visibilidad. Su elección de presentar discursos desde locaciones inusuales, como el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, ejemplificó cómo la política y la diplomacia se entrelazaron con las campañas electorales, una práctica que generó controversias tanto dentro como fuera del ámbito político estadounidense.
Un elemento clave en la política interna de Trump fue su relación con figuras como Jared Kushner y otros miembros de su entorno familiar, quienes, aunque cercanos, fueron objeto de varias críticas debido a sus roles en la gestión de la Casa Blanca y sus decisiones estratégicas. De hecho, la imagen de Trump como un hombre de familia le permitió seguir jugando una carta emocional con su base de seguidores, pero a su vez, los conflictos internos se intensificaron debido a la falta de coherencia en las políticas y a las dificultades para coordinar las campañas electorales.
Más allá de los episodios personales, uno de los aspectos más alarmantes de la presidencia de Trump fue su relación con el sistema judicial y sus intentos de manipularlo a su favor. Desde el despido de altos funcionarios como Berman, hasta su constante desafiar la independencia de la justicia, el presidente intentó redefinir las bases del sistema político estadounidense. Los intentos de controlar la narrativa y las instituciones clave mostraron cómo, en momentos de crisis, el poder presidencial puede ser utilizado para alcanzar objetivos más personales que institucionales.
El manejo de la pandemia, la sobreexposición mediática, la división interna dentro de su propio partido y la agresiva postura frente a las elecciones de 2020, donde Trump insistió en que el proceso electoral estaba amañado, son solo algunos de los eventos que marcaron el final de su mandato. Estos eventos dejaron en claro que el desgaste de su presidencia no solo fue el resultado de la polarización política, sino también de un enfoque errático en temas de gobernanza y comunicación.
Es importante destacar que, más allá de los escándalos y tensiones internas, el periodo final de la presidencia de Trump subraya la creciente fragilidad de las instituciones democráticas frente a un liderazgo impulsado por la figura personalista. La incapacidad para unificar al país, la presión constante sobre los jueces y la manipulación de la opinión pública mediante canales poco convencionales reflejaron un giro peligroso en la política estadounidense, uno que tendrá repercusiones mucho más allá de su salida de la Casa Blanca.
¿Cómo la política de resentimiento y las redes sociales transformaron la carrera de Trump?
En los días posteriores a asumir el cargo de gobernador, Eliot Spitzer, conocido como el "Sheriff de Wall Street", expresó con una contundencia poco común: "Soy una máquina de vapor y arrollaré a ti o a cualquiera". Esta actitud no tardó en manifestarse en amenazas y muestras de fuerza cuando las cosas no iban a su manera, además de los reportes sobre el uso indebido de recursos estatales con fines políticos. Entre las acusaciones más graves se encontraba la de que Spitzer había movilizado a la policía estatal para investigar a Joseph Bruno, el líder republicano del Senado, quien además era aliado de Roger Stone. Este tipo de comportamientos acabó por provocar la pérdida de confianza entre los colaboradores más cercanos de Spitzer, incluyendo a Stone, quien acabó renunciando a su cargo como consultor del Partido Republicano. Aunque Stone negó ser el responsable de un mensaje amenazante dirigido a la familia Spitzer, las tensiones que surgieron por este escándalo marcaron el fin de su relación con muchos de sus antiguos aliados.
A pesar de este revés, Stone no tardó en encontrar una nueva vía para ejercer su influencia. En lugar de enfrentarse directamente con el establishment, se alió con otro empresario de Nueva York, quien compartía una visión similar de desprecio por las élites políticas. Esta colaboración, que bien podría haber pasado desapercibida, sentó las bases de lo que sería una de las campañas políticas más disruptivas de la historia reciente: la de Donald Trump.
A finales de la década de 2000, Trump ya se había hecho conocido por sus constantes publicaciones de libros sobre éxito empresarial. Con el lanzamiento de su decimoquinto libro en 2009, Think Like a Champion, Trump vio en las redes sociales una nueva plataforma que podría utilizar para conectar directamente con sus seguidores. Un encuentro con Peter Costanzo, director de marketing digital, reveló la existencia de Twitter, una plataforma que permitiría a Trump comunicarse con sus seguidores de forma rápida y directa. Al principio, sus publicaciones no tenían mucha profundidad, pero con el tiempo, Trump encontró en Twitter una herramienta perfecta para expresar su voz: aguda, irónica, y directa. A diferencia de las entrevistas televisivas donde siempre se veía desafiado por periodistas, Twitter le ofrecía la libertad de hablar sin restricciones y sin que nadie le cuestionara en tiempo real.
Mientras las publicaciones de Trump se volvían cada vez más afiladas y divisivas, también lo hacía su enfoque hacia la política. Si bien los acuerdos de licencia que utilizaban su nombre para todo tipo de productos le traían grandes ganancias, sus negocios tradicionales experimentaban serios problemas. La caída de los mercados financieros en 2008 había afectado gravemente su portafolio inmobiliario, especialmente en lugares como Chicago, donde su torre había perdido gran parte de su valor. Con la quiebra de sus casinos, Trump se encontró en una situación difícil, hasta que una nueva oportunidad apareció: una disputa legal con Richard Fields, su antiguo protegido, por la venta del Trump Marina, propiedad que terminó siendo vendida a un precio mucho menor de lo esperado.
A pesar de las derrotas, la capacidad de Trump para sobreponerse a los fracasos es una de las características más notables de su carrera. En un entorno empresarial donde la volatilidad es constante, Trump supo mantenerse a flote gracias a su habilidad para reinventarse y encontrar nuevas fuentes de ingresos. Sin embargo, más allá de las victorias y derrotas empresariales, fue su incursión en la política del resentimiento lo que le permitió conectar con un electorado en crecimiento.
Desde su relación con Stone hasta su eventual candidatura presidencial, Trump construyó su imagen a través de un lenguaje que apelaba directamente a la frustración de muchos votantes, tanto republicanos como demócratas. Este resentimiento hacia las élites, el "sistema" político, y las instituciones tradicionales fue un tema recurrente en su discurso. Lo que parecía un enfoque táctico se convirtió rápidamente en un fenómeno político de gran alcance, alimentado en gran medida por las redes sociales, donde Trump pudo articular sus opiniones de manera directa y sin filtros.
Además de esto, la imagen de Trump como un "outsider" que podía desafiar el status quo resonó profundamente en un público que se sentía marginado por el sistema político tradicional. Las redes sociales, al permitirle controlar directamente su mensaje, se convirtieron en el vehículo ideal para movilizar a sus seguidores, a la vez que le daban una plataforma desde la cual podría desafiar la narrativa establecida.
Es importante tener en cuenta que, más allá de sus éxitos en los negocios y su habilidad para manejar la fama, lo que realmente catapultó a Trump fue su comprensión de los cambios sociopolíticos y la manera en que supo explotar las nuevas plataformas digitales para llegar a un público más amplio. Su ascenso político no fue solo el resultado de una estrategia de comunicación brillante, sino de una comprensión profunda de la polarización que ya existía en la sociedad estadounidense. Su habilidad para posicionarse como el líder de una corriente de pensamiento que cuestionaba el sistema estableció un precedente para futuras campañas políticas en el ámbito global.

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