En el camino hacia la sanación, es esencial tener hitos que nos guíen y midan nuestro progreso. La claridad sobre los objetivos a largo plazo que queremos alcanzar es indispensable para avanzar con propósito. Al explorar las preguntas sobre cómo nos gustaría estar en 12 meses —ya sea en términos de nuestras emociones, comportamientos o relaciones significativas— podemos empezar a trazar un camino claro hacia un futuro más saludable y equilibrado. Reflexionar sobre estos objetivos nos permite visualizar no solo un futuro mejor, sino también los pasos necesarios para llegar a él. La clave aquí es ser consciente de dónde nos encontramos y hacia dónde nos dirigimos.
Es común que el proceso de identificar metas a largo plazo pueda parecer abrumador. Sin embargo, una vez que se logra definir lo que se desea, es igualmente importante detallar las pequeñas acciones que sirven como escalones en el camino. Al hacer esto, el proceso de alcanzar esos grandes objetivos puede convertirse en algo más manejable y menos intimidante. Establecer metas pequeñas a corto plazo, como el comportamiento que esperamos alcanzar en los próximos tres o seis meses, crea un marco de referencia que facilita nuestra trayectoria. Estos puntos de referencia nos indican que estamos en el camino correcto, ayudándonos a mantenernos enfocados y motivados.
Entender nuestros patrones de comportamiento, tanto positivos como negativos, es crucial. Los patrones de comportamiento incluyen acciones que hemos repetido a lo largo del tiempo, ya sea de manera saludable o perjudicial. Los patrones negativos, como la impulsividad, la autolesión, la hostilidad o la evitación, tienden a mantenernos atrapados en ciclos que no conducen al bienestar. La tendencia a tomar decisiones impulsivas, la procrastinación, la agresividad no gestionada o las actitudes de dependencia son ejemplos de comportamientos que, aunque a menudo son automáticos, pueden distorsionar nuestra realidad y dificultar el cambio. Es necesario reconocer que estos patrones no definen quiénes somos, sino que son respuestas aprendidas a lo largo del tiempo, muchas veces como mecanismos de defensa ante traumas no resueltos.
Del mismo modo, los patrones saludables son fundamentales para una vida equilibrada. Mantener una rutina de ejercicio regular, una higiene del sueño constante, practicar la meditación y cuidar de las relaciones significativas son ejemplos de patrones positivos que nos permiten mantenernos presentes y conectados con nosotros mismos y con los demás. Identificar tanto los comportamientos negativos como los positivos nos permite hacer ajustes que faciliten el cambio. Estos patrones saludables pueden actuar como un soporte emocional cuando surgen dificultades, ayudándonos a enfrentar los momentos complicados de manera más resiliente.
Es importante comprender que nuestras decisiones y comportamientos, incluso los que nos han llevado a situaciones complicadas, no son el resultado de un intento consciente de autodestruirnos. En muchos casos, nuestras respuestas pasadas fueron intentos de lidiar con el dolor, la incomodidad o la necesidad de validación. Las acciones y elecciones que hemos tomado, aunque puedan haber generado consecuencias negativas, surgen de una lógica interna que responde a nuestra necesidad de aliviar el sufrimiento, evitar el dolor o buscar la conexión emocional. Reconocer la función de estos comportamientos es el primer paso para poder transformarlos, y la terapia EMDR juega un papel crucial en este proceso, ayudando a deshacer los efectos de esos patrones disfuncionales.
Además de los comportamientos, los síntomas relacionados con el trauma, como la dificultad para estar presentes, la irritabilidad, la ansiedad constante o las pesadillas recurrentes, también deben ser identificados y comprendidos. Estos síntomas no son simples molestias; son señales de que hay algo más profundo que necesita ser sanado. A menudo, los síntomas del trauma se manifiestan de formas que pueden confundirse con otros trastornos mentales, por lo que es crucial hacer una distinción. Primero debe abordarse el trauma a través de un proceso adecuado, como el EMDR, y luego será más fácil determinar si otros síntomas están relacionados con condiciones de salud mental subyacentes.
El primer paso para cambiar cualquier patrón o comportamiento es la autocompasión. Al mirar nuestras elecciones pasadas, debemos evitar la tentación de juzgarnos duramente. Todo comportamiento tiene una función, y entender esta función nos permite deshacer el sufrimiento que esos patrones nos causan. Aprender a mirarnos sin juicio, a reconocer nuestras luchas como parte de un proceso de aprendizaje, es un paso fundamental para transformar nuestra vida.
Es importante que, al embarcarse en este proceso de sanación, los lectores recuerden que no se trata de eliminar por completo los patrones que no nos sirven, sino de aprender a comprenderlos, gestionarlos y eventualmente cambiarlos. La sanación es un viaje, no un destino final.
¿Cómo abordar las partes protectoras y heridas dentro de ti durante el proceso de sanación?
A medida que avanzamos en el trabajo de sanación, especialmente con enfoques como el EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular), nos enfrentamos a una complejidad interna que va más allá de simples recuerdos. Esta complejidad radica en nuestras "partes internas", aquellas facetas de nuestro ser que nos protegen o nos han llevado a vivir el sufrimiento. El proceso de sanación implica un trabajo profundo con estas partes, ya sean protectoras o heridas, lo que puede ser fundamental para lograr la restauración del equilibrio emocional.
Las partes protectoras son aquellas que se activan cuando perciben una amenaza. Estas partes en tu mente y cuerpo trabajan intensamente para mantenerte a salvo, evitando cualquier posible daño. En el contexto del EMDR, la respuesta de estas partes es inmediata, y se presentan como barreras para acceder a los recuerdos más dolorosos. Sin embargo, aunque su objetivo es proteger, a menudo estas partes se ven atrapadas en roles rígidos, creyendo que no hay otra opción más que seguir actuando como lo han hecho. Aquí, es esencial dedicar tiempo a conocerlas, comprender sus miedos y escuchar sus preocupaciones.
Cuando te acercas a estas partes protectoras con una actitud amable y comprensiva, puedes empezar a descubrir sus intenciones positivas. Estas partes están motivadas por el deseo de evitar que experimentes más dolor o sufrimiento, y muchas veces sus reacciones están impulsadas por el miedo a que vuelvas a ser herido o rechazado. Al escuchar y validar sus miedos y preocupaciones, estas partes tienden a relajarse, lo que te permite profundizar en el trabajo con el trauma subyacente.
Una vez que se ha establecido una relación de confianza con las partes protectoras, el siguiente paso es abordar las partes heridas. Estas son las partes de ti que llevan la carga del sufrimiento, los traumas pasados que han quedado atrapados en tu ser. Estas heridas suelen manifestarse como sentimientos de vergüenza, culpa, rechazo o incapacidad. Las experiencias dolorosas que no se han resuelto pueden dejar a estas partes en un estado de desesperación, buscando amor, aceptación y, sobre todo, sanación. Cuando estas partes son activadas, puedes sentir que tus emociones o comportamientos retroceden a momentos de tu infancia, cuando experimentaste esas heridas por primera vez.
Es crucial, antes de enfrentarte a estas partes heridas, haber trabajado previamente con tus partes protectoras. Este trabajo previo ayuda a suavizar la rigidez de las barreras emocionales y facilita el acceso a los recuerdos y emociones difíciles. A menudo, las heridas están relacionadas con experiencias de abandono, rechazo o traición, que pueden hacer que pierdas la confianza en ti mismo, en los demás o incluso en el mundo. Sin embargo, al nombrar y reconocer estas heridas, se abre la puerta para comenzar a sanar.
El proceso de sanación no se limita a las partes heridas; también es esencial reconectar con las partes positivas y fuertes que forman parte de tu ser. Cada persona, independientemente de lo que haya vivido, tiene cualidades positivas que pueden haberse oscurecido por las heridas o el sufrimiento. Una de las bellezas del EMDR es su capacidad para ayudarte a reconectar con esa parte auténtica de ti, aquella que es genuina y pura, antes de que las experiencias traumáticas hayan alterado tu percepción de ti mismo.
La autenticidad es algo innato en todos nosotros. Los niños, por ejemplo, poseen esa naturaleza inocente antes de ser influenciados por las adversidades del mundo. Este aspecto genuino de ti sigue presente y es accesible. Conectar con estas partes positivas puede hacer el proceso de sanación mucho más efectivo, ya que te permite reconstruir un sentido de identidad más equilibrado y fortalecer las herramientas internas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida.
A menudo, puede ser difícil conectar con estas cualidades positivas, ya que el trauma puede nublar nuestra capacidad para reconocer nuestras fortalezas. Aquí entra el modelo de los Sistemas Familiares Internos (IFS), que identifica aspectos diferentes de uno mismo y nos ayuda a regresar a nuestra esencia auténtica. En este contexto, se habla del "Yo" (con "Y" mayúscula) como el núcleo verdadero, que posee fortalezas y dones únicos. Es esencial identificar estos recursos internos, ya que son la base sobre la que se puede construir la resiliencia y la capacidad de manejar las dificultades presentes y futuras.
Algunos de los recursos internos más importantes son las cualidades humanas fundamentales que se presentan como los "ocho C", según el modelo IFS. Estos son: compasión, curiosidad, claridad, calma, confianza, coraje, conexión y creatividad. Estas características no solo son inherentes a todos, sino que al reconocerlas, puedes promover una mayor conciencia de ti mismo y aumentar tu capacidad para manejar las emociones y las situaciones difíciles. Cuando trabajas con estas cualidades, a menudo se facilita el proceso de enfrentarte a la información traumática del pasado.
El trabajo con estas partes no se trata únicamente de enfrentarse al dolor, sino de comprender que la sanación implica un regreso a esa autenticidad que, en muchos casos, solo necesita ser redescubierta. Por lo tanto, el proceso de sanación y restauración no es solo sobre liberarse de las cargas del pasado, sino también sobre reconectar con la capacidad innata de amor, autocompasión y resiliencia que siempre ha estado presente en ti.
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