Tom Thumb, un pequeño ser cuya altura apenas era la del pulgar de su padre, nació como un hijo milagroso, bendecido por la reina de las hadas con un sombrero de hojas de roble y una camisa de telaraña. Pese a su tamaño diminuto, sus aventuras fueron grandes. Como si la vida de un hombre común estuviera resumida en una serie de pruebas improbables y azarosas, Tom se vio arrastrado por las circunstancias, desde caer en una mezcla para hacer pudín hasta ser tragado por un pez que lo llevó hasta el rey Arturo. Su historia, llena de lo insólito y lo maravilloso, refleja cómo los más pequeños pueden tener un impacto importante en el destino de los más grandes.

En una de las primeras peripecias, Tom fue confundido por su madre con una simple parte del ingrediente de una receta navideña. La confusión se extendió, y lo que empezó como un accidente llevó a que Tom fuera lanzado al mundo, tras una serie de peripecias con personajes como un hombre que se lo llevó en su pudín. A lo largo de esta cadena de sucesos, Tom se enfrentó a gigantes, fue engullido por criaturas y, finalmente, se halló frente a personajes de gran estatus, como el rey Arturo, quien le otorgó un anillo real como muestra de su valentía. Es interesante cómo, siendo tan pequeño, Tom no solo sobrevivió a los monstruos y desafíos, sino que también logró integrarse en una corte de figuras mucho mayores y poderosas, como los caballeros de la Mesa Redonda.

La figura de Tom Thumb refleja algo fundamental: lo diminuto puede tener una gran relevancia. Su historia nos invita a pensar en cómo, dentro de la tradición popular, los personajes pequeños poseen una fuerza sorprendente, simbolizando la resistencia frente a las dificultades, y el hecho de que el tamaño físico no es un límite para las hazañas extraordinarias. De hecho, a menudo, el pequeño héroe supera con astucia, coraje y mucha persistencia lo que parece insuperable. Esta noción aparece repetidamente en el folclore, donde lo pequeño se convierte en lo grandioso a través de su audacia y carácter.

El caso de Thumbelina es igualmente revelador. Aunque nacida de un grano de cebada y apenas del tamaño de un pulgar, ella no solo muestra una belleza encantadora, sino también una capacidad para navegar su mundo a pesar de las adversidades. A lo largo de su historia, enfrenta a un sapo, un topo y otros personajes que tratan de forzarla a seguir sus designios. Sin embargo, lo que destaca de su travesía no es solo su fragilidad, sino su resistencia y determinación. El momento clave en la historia de Thumbelina se da cuando, por fin, es llevada por un ruiseñor hacia un jardín maravilloso, donde se convierte en la reina de las flores, rebautizada como Maia. Este cambio de nombre simboliza su transformación de una figura pequeña y vulnerable en una presencia central dentro de un mundo que, antes, la veía como frágil y casi desechable.

Esta transformación es un punto central de la narrativa, ya que, aunque Thumbelina comenzó como un ser que parecía estar a merced de los demás, termina siendo una reina poderosa que no solo supera los obstáculos, sino que también se convierte en la figura central de un reino. Es fascinante cómo la fragilidad, lejos de ser un impedimento, puede convertirse en una virtud cuando se maneja con sabiduría y coraje. Aquí, la historia de Thumbelina puede leerse como un reflejo de la capacidad de aquellos que parecen más pequeños o menos significativos para encontrar su lugar en el mundo, y aún mejor, dominarlo.

En cuanto a la estructura misma de estas historias, es importante señalar que, aunque ambos relatos tienen un fuerte componente folclórico, no todos los cuentos que hoy conocemos como tradicionales realmente provienen de la tradición oral. Hans Christian Andersen, por ejemplo, al escribir historias como la de Thumbelina, empleó elementos de las narraciones populares, pero su obra fue completamente original, nacida de su propia mente, en lugar de ser transmitida de generación en generación a través del boca a boca. Andersen transformó estas viejas estructuras de cuentos, dotándolas de una nueva vida, pero en esencia, su autoría hizo de sus relatos una categoría aparte dentro del folclore.

El hecho de que los cuentos de Andersen, como el de Thumbelina, estén tan fuertemente arraigados en el concepto de la fragilidad como poder escondido, establece una conexión interesante con otros cuentos donde lo pequeño es capaz de superar grandes dificultades. En la tradición popular, a menudo los héroes son los más pequeños, aquellos que, en su aparente debilidad, logran una victoria más grande que la que podrían haber alcanzado los más fuertes.

Es relevante, además, entender cómo estas historias no solo presentan un héroe que crece a través de su travesía, sino que también enseñan lecciones sobre la resistencia frente a las adversidades. Tom Thumb y Thumbelina son ejemplos de cómo, a pesar de las dificultades, es posible encontrar un camino hacia el éxito, incluso cuando la circunstancia parece en contra. Estas historias tienen una profunda resonancia porque hablan sobre la resiliencia humana, el crecimiento personal y la capacidad de transformar las debilidades en fortalezas.

¿Cómo explican los cuentos populares la relación entre los humanos, los animales y el mundo que nos rodea?

Los relatos tradicionales y el folclore han sido una forma constante de explicar el mundo y las costumbres humanas a lo largo de la historia. Estos cuentos, que han sido transmitidos de generación en generación, proporcionan respuestas a preguntas fundamentales como el "por qué" y el "cómo", aunque sus explicaciones son muy diferentes a las de la ciencia moderna. Mientras que la ciencia aborda estas preguntas desde un punto de vista empírico y comprobable, los cuentos populares lo hacen desde una perspectiva cultural y moral, revelando enseñanzas sobre la naturaleza humana y el comportamiento social.

En el caso de los djinn, por ejemplo, el Corán nos dice que fueron creados por Dios a partir de "fuego de un viento abrasador", lo que explica su naturaleza volátil y su capacidad para aparecer en una nube de aire caliente. En la tradición árabe, los djinn son criaturas poderosas, a menudo peligrosas, y su papel no siempre es el de servir o ayudar a los humanos. Sin embargo, en el folclore anglosajón moderno, la figura del genio se ha suavizado, asociándose con un espíritu amable y benevolente gracias a la influencia de los romanos, quienes modificaron la palabra "djinn" a "genio", relacionada con el concepto de "genius" (genio o protector de personas talentosas). Esta transformación muestra cómo las narrativas populares cambian según las culturas y sus valores.

Al igual que con los djinn, los cuentos de animales, como las fábulas, también sirven para explicar las características humanas. En "Belling the Cat", una fábula de Esopo, los ratones se reúnen para encontrar una solución a la amenaza de un gato que les acecha. La propuesta de colocar una campana al cuello del gato parece ingeniosa, pero nadie se atreve a llevarla a cabo, revelando que, aunque las ideas pueden ser brillantes, la verdadera dificultad radica en ponerlas en práctica. Este tipo de lección moral es común en las fábulas, que, aunque simples, nos enseñan sobre la importancia de la acción y la valentía, y cómo la falta de una de estas cualidades puede llevar al fracaso.

En "How the Hamster Got His Tail", una historia originaria de Kenia, se explica cómo los animales de una región llamada "La Tierra donde el sol se pone temprano" enfrentan una gran hambruna. En medio de esta crisis, la abuela hámster crea colas para todos los animales con el fin de protegerse de las moscas que los atacan. Sin embargo, cuando su nieto llega tarde al encuentro, no recibe su cola, quedándose sin la protección que había prometido. Esta fábula nos enseña sobre la importancia de la oportunidad y cómo, a veces, las soluciones más sencillas a los problemas requieren de acción inmediata. A través de la figura de la abuela hámster, se refleja la sabiduría de los mayores y el valor de escuchar y aprender de ellos.

En ambos casos, los animales no solo actúan como personajes, sino que también representan aspectos de la naturaleza humana: la cobardía, la procrastinación, la valentía, la sabiduría, entre otros. Las fábulas, aunque protagonizadas por seres no humanos, nos permiten ver las debilidades y virtudes de los humanos reflejadas en estas criaturas.

Es importante entender que el folclore y las fábulas no están en oposición a la ciencia, sino que abordan diferentes aspectos de la existencia. Mientras que la ciencia explica cómo funciona el mundo físico a través de observaciones y teorías, los cuentos populares nos muestran cómo interpretamos y nos relacionamos con ese mundo. Nos enseñan no solo cómo ocurren los fenómenos, sino también por qué ciertos comportamientos, como la perseverancia, la humildad o la valentía, son esenciales en nuestras vidas. Las moralejas de las fábulas pueden parecer sencillas, pero reflejan profundas lecciones sobre la interacción humana y las cualidades que debemos cultivar.

Además, los cuentos populares y las fábulas nos ofrecen una rica tradición cultural que, más allá de su valor narrativo, sirven como medio para conectar generaciones y preservar una visión del mundo que nos ayuda a entender las normas y valores de cada sociedad. En las historias de "cómo el camello consiguió su joroba" o "cómo el hámster consiguió su cola", hay una reflexión sobre el cambio y la adaptación, conceptos que siguen siendo relevantes hoy en día. Estas narrativas no son solo una forma de entretenimiento, sino también una manera de transmitir enseñanzas universales que perduran a lo largo del tiempo, manteniendo vivos los principios que guían el comportamiento humano.

¿Qué enseñanzas nos deja el destino de la ogresa en los cuentos de hadas?

En muchas narraciones tradicionales, como el caso de la ogresa que planeaba devorar a la familia de la reina y sus hijos, los villanos suelen enfrentar un destino similar al que habían diseñado para otros. La trama de la ogresa, que busca comerse a los niños y a la reina, es un ejemplo clásico de un tema recurrente en la narrativa folclórica, en el que el mal que se desea infligir finalmente se vuelve contra el propio villano. Al principio, la ogresa parece tener todo bajo control, pero su propia ira y la intervención del rey dan un giro inesperado a la historia. Cuando el rey llega, la ogresa, al verse acorralada, opta por un destino fatal, cayendo en la trampa que ella misma había preparado.

Este tipo de estructura narrativa no es exclusiva de un solo cuento, sino que se repite a lo largo de la historia de la literatura, manifestándose en diversas formas y culturas. Un ejemplo conocido es el de Haman en el libro de Ester de la Biblia, quien al preparar una horca para colgar a Mordecai, termina siendo él quien cae en la misma trampa. De forma similar, en la obra Hamlet de Shakespeare, un personaje es “levantado por su propia petarda”, es decir, muere a causa de la misma trampa de pólvora que había planeado para otros.

Este patrón se mantiene en muchas historias porque encierra una lección moral clara: aquellos que hacen el mal, tarde o temprano, enfrentan las consecuencias de sus propios actos. La justicia, en muchos casos, se presenta como un ciclo inevitable y natural que no requiere de intervención externa para que se cumpla.

El relato de la ogresa también nos presenta una dualidad interesante en la forma en que se estructuran los personajes. Mientras que en el inicio de la historia tanto la princesa como el príncipe son personajes pasivos, cuyas vidas están marcadas por la influencia de las hadas y las decisiones tomadas por otros, a medida que la narrativa avanza, los hijos de estos personajes crecen y toman sus propios destinos en sus manos. La princesa y el príncipe, ahora padres, se convierten en los protectores de sus hijos, enfrentando el peligro de formas diferentes: el príncipe luchando en la guerra y la princesa defendiendo el hogar. Este giro en el rol de los personajes refleja el ciclo natural de protección, sacrificio y eventual separación que caracteriza el proceso de crianza.

El simbolismo de los nombres de los hijos, Morning (Aurora) y Day, sugiere la transición y el ciclo continuo de la vida. El día sigue a la noche, y así como los personajes deben proteger a sus hijos y guiarlos, eventualmente también deben dejarlos ir para que sigan su propio camino. Esta constante repetición de ciclos es una parte intrínseca de la experiencia humana.

Además, al reflexionar sobre los cuentos tradicionales, es importante destacar cómo las narrativas se construyen no solo para enseñar lecciones sobre el bien y el mal, sino también para ofrecer representaciones complejas sobre el sacrificio, la familia y el destino. La relación entre la madre, la hija y la ogresa, como en este caso, no es solo una lucha entre el bien y el mal, sino también una representación de las decisiones difíciles que los padres deben tomar en nombre de la protección de sus hijos. En este sentido, el sacrificio es un tema recurrente en las historias de hadas, en el que los padres, al igual que las figuras protectoras, asumen riesgos incalculables por el bienestar de los suyos.

El cuento de la ogresa también revela algo fundamental en la psicología humana: la lucha constante entre el deseo de control y el reconocimiento de las fuerzas incontrolables que rigen nuestras vidas. La ogresa intenta imponer su voluntad sobre la familia de la reina, pero a medida que la historia avanza, se hace evidente que, al igual que ella, todos los personajes están sujetos a una fuerza más grande que les guía y les permite cumplir con su destino.

Es importante señalar que aunque el villano de la historia, la ogresa, es derrotado, la historia no ofrece una solución absoluta al mal. La victoria sobre el mal no es la erradicación definitiva del mismo, sino una pausa en el ciclo, un momento de respiro antes de que los nuevos desafíos surjan. Los personajes siguen adelante, pero sus vidas continúan marcadas por las sombras de sus experiencias pasadas. La paz es solo un interludio en un mundo en el que los ciclos de luz y oscuridad se repiten constantemente.

¿Cómo afrontan nuestras historias el fin de la vida?

El mundo del folclore es vasto y, en este curso, apenas hemos tocado la superficie de los relatos orales y las prácticas tradicionales. Las leyendas urbanas, los chistes, las historias familiares y otros géneros de cuentos y tipos de relatos son partes esenciales de la vida oral. En muchos de estos relatos, los personajes no viven "felices para siempre", sino "felices por mucho tiempo" o "hasta el fin de sus días". La inmortalidad rara vez aparece como un tema en las historias tradicionales; más bien, lo que estas nos ofrecen es una visión realista de la vida: una existencia limitada por la muerte.

En los cuentos populares tradicionales, las conclusiones tienden a no ser sentimentales. Nos muestran finales que reflejan la naturaleza finita de nuestra propia vida. Por ejemplo, en el cuento de "El Príncipe Rana", la princesa al principio no cree que la rana pueda formar parte de su mundo palaciego. Este es uno de los temas recurrentes en el folclore: cómo, a menudo, estamos en una constante búsqueda de encontrar o hacer un lugar para nosotros en el mundo, algo que también ocurre dentro de las historias. Este cuento refleja una metáfora profunda sobre la pertenencia y el rechazo, un tema recurrente en la narrativa popular.

Cuando nos conectamos con un cuento, es porque este satisface lo que los estudiosos de la narración llaman "ajuste narrativo". Este concepto se refiere a la capacidad de una historia para encajar con lo que creemos ser o lo que deseamos ser. Las historias, por tanto, no solo son entretenimiento; son una forma de interpretación de nuestra identidad. En ese sentido, el cuento no es solo un reflejo de la vida, sino un medio a través del cual entendemos nuestras propias luchas y anhelos.

Un ejemplo especialmente significativo que aparece en este curso es una historia de Escocia, titulada "La Muerte en una avellana". La trama de este relato aborda de manera directa la mortalidad humana, una cuestión que todos debemos enfrentar en algún momento. En este cuento, Jack se encuentra con la Muerte, quien viene a llevarse a su madre. En un arrebato de desesperación, Jack roba la guadaña de la Muerte, la rompe y la utiliza para reducir a la Muerte a un tamaño diminuto. Tras encerrarla en una cáscara de avellana y sellarla, Jack la lanza al mar, lo que permite que su madre se recupere milagrosamente. Sin embargo, pronto surgen situaciones extrañas y cómicas: los huevos no se rompen, un gallo resucita después de perder su cabeza, los cerdos no pueden ser sacrificados para el bacon, y los cultivos no se pueden recolectar. Jack descubre que todo esto es consecuencia de haber detenido la muerte. Finalmente, busca a la Muerte, que se encuentra muy mareada debido a su encierro en el mar, y la libera, restaurando el curso natural de la vida y la muerte. La lección final es clara: "No hay vida sin muerte", algo que Jack finalmente entiende y acepta, y que le trae paz cuando su madre, ya anciana, recibe a la Muerte como a una vieja amiga.

Este tipo de relatos nos permiten enfrentarnos a temas que, en la vida cotidiana, nos resultan difíciles de comprender, como el inevitable final de la vida. Al contar historias, nos damos permiso para imaginar qué pasaría si pudiéramos controlar esos aspectos de la existencia. ¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar nuestro destino, si pudiéramos mejorar nuestra suerte o la de otros? Las historias nos dan el valor para explorar el "qué pasaría si", y en ese ejercicio se encuentra la magia del relato popular: la posibilidad de imaginar un mundo diferente, uno en el que las reglas pueden ser alteradas, pero donde, al final, las leyes de la vida y la muerte no pueden ser transgredidas.

Además de las implicaciones filosóficas y existenciales que nos ofrecen estos cuentos, es importante considerar cómo el folclore actúa como una herramienta cultural que nos ayuda a comprender nuestra propia historia personal y colectiva. Las historias que escuchamos o contamos no solo nos hablan de un mundo ajeno, sino que reflejan nuestras propias experiencias, nuestros miedos, nuestras esperanzas y deseos. A través de ellas, podemos procesar el sufrimiento, la pérdida, la muerte, pero también la alegría, la superación y la transformación. Así, el cuento popular no es solo una forma de entretenimiento, sino un medio de sanación y reflexión profunda.