En 2013, un grupo de científicos de la Universidad de Harvard publicó un artículo que atrajo la atención de la comunidad científica mundial. Este trabajo sugería el descubrimiento de una nueva hormona capaz de aumentar la proliferación de células beta en el páncreas, lo que abría la posibilidad de curar la diabetes tipo 1. El artículo fue publicado en Cell, una de las revistas científicas más prestigiosas, pero fue retirado en 2017 debido a que, ni los propios autores ni otros investigadores, lograron reproducir los resultados. Este caso resalta un problema creciente en la ciencia contemporánea: la reproducibilidad de los experimentos.

La reproducibilidad, que se refiere a la capacidad de replicar los resultados de un experimento bajo las mismas condiciones, es un pilar fundamental para el avance científico. Si los resultados de un experimento no pueden ser replicados, el conocimiento generado a partir de esos datos se vuelve inválido. Este fenómeno no es aislado; una encuesta realizada por Nature en 2016 reveló que el 70% de los científicos habían intentado, sin éxito, reproducir los experimentos de otros, y más del 50% no pudieron replicar sus propios resultados. Estas cifras destacan un desafío monumental para la confianza pública en la ciencia.

La falta de reproducibilidad tiene múltiples causas. Una de las principales es la presión para publicar rápidamente, lo que lleva a algunos científicos a reportar solo los resultados que respaldan sus hipótesis, obviando los datos que podrían invalidarlas. Además, el acceso limitado a los datos originales y la falta de transparencia en los métodos dificultan que otros investigadores puedan verificar los resultados. A menudo, las revistas científicas, por su parte, son reacias a publicar replicaciones negativas, lo que contribuye al ciclo de desinformación.

En 2012, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos llevó a cabo un estudio sobre las retractaciones en las ciencias biomédicas. Este análisis mostró que, entre 1,047 artículos revisados, solo el 21.3% fueron retirados debido a errores honestos, mientras que el 67.4% se debieron a mala conducta, como el fraude y el plagio. A pesar de que el proceso de retractación podría considerarse una muestra de autorregulación dentro de la ciencia, el número creciente de artículos fraudulentos que logran eludir la vigilancia de los revisores sigue siendo alarmante.

El impacto de estas retractaciones es profundo. Los artículos retirados, a menudo, siguen siendo citados en investigaciones posteriores, lo que prolonga la influencia de sus conclusiones erróneas en el cuerpo científico. Además, algunos de estos artículos siguen siendo discutidos y citados en los medios de comunicación, lo que incrementa su alcance entre el público general. Este es uno de los problemas más preocupantes: las personas pueden no estar al tanto de que un artículo ha sido retractado, lo que puede llevar a una difusión masiva de información equivocada.

Los artículos científicos no siempre son eliminados de forma inmediata de las plataformas en línea. De hecho, algunos se mantienen disponibles como contenido de acceso abierto, lo que permite que se compartan sin restricciones. Esto amplifica el problema, ya que los artículos retractados pueden seguir circulando, siendo malinterpretados o usados como base para investigaciones futuras. La falta de un control más estricto sobre la distribución de estos artículos representa una de las brechas más grandes en el proceso de publicación científica.

Es crucial que los lectores, tanto científicos como laicos, sean conscientes de la posibilidad de que los artículos que leen puedan haber sido retractados. Los científicos deben revisar con detenimiento la integridad de los datos y las conclusiones, y los no científicos deben cuestionar la fuente de financiación de los estudios. Las empresas que financian investigaciones podrían tener intereses económicos que influyan en los resultados, lo que debería ser un motivo de sospecha. Además, sería recomendable que los editores de revistas científicas no solo etiqueten los artículos como retractados, sino que los eliminen de sus bases de datos accesibles al público. El hecho de que los artículos rebatidos se mantengan a la vista de todos, como si fueran válidos, exacerba el daño que pueden causar a la confianza en la ciencia.

El acceso a bases de datos como Retraction Watch, que agrupa los artículos retractados, permite a los lectores y expertos verificar si un artículo ha sido retirado y por qué. Este tipo de herramientas se están convirtiendo en una necesidad urgente para todos aquellos que consumen información científica, tanto en el ámbito académico como en el público general.

En última instancia, las retractaciones científicas no deben ser vistas como un fracaso absoluto del sistema científico, sino como un recordatorio de que la ciencia, aunque imperfecta, tiene mecanismos de autorregulación. Sin embargo, la vigilancia constante y la mejora en la transparencia del proceso de publicación son esenciales para mitigar los efectos negativos de estas retractaciones en la salud pública y la confianza en la ciencia.

¿Cómo influye la fluidez cognitiva en la percepción de la verdad y las creencias personales?

La fluidez cognitiva es la sensación de facilidad con la que procesamos la información, y se ha demostrado que este sentimiento se asocia generalmente con experiencias positivas. A medida que la mente procesa información de forma más eficiente, las personas tienden a calificar más favorablemente lo que perciben, como ocurre con la belleza o la simpatía, sin que esta fluidez afecte negativamente los juicios de desagrado o fealdad. La facilidad con que procesamos estímulos se refleja incluso en nuestras expresiones faciales: estímulos que se procesan con fluidez activan el músculo cigomático, que está vinculado a la emoción positiva.

Este fenómeno podría explicar por qué las imágenes no probatorias en algunos contextos no afectan tanto las evaluaciones de verdad, y en ocasiones pueden incluso inducir a rechazar afirmaciones negativas. Aunque la investigación sobre juicios negativos, como los relacionados con la muerte de figuras famosas, podría parecer contraria a este patrón, la influencia de la fluidez cognitiva no es universalmente negativa. Cuando los individuos juzgan la veracidad de declaraciones sobre figuras famosas, la prominencia de la fama puede interferir en la valoración de la valencia negativa del hecho, como la muerte misma. Este aspecto sugiere que la interpretación de la valencia de un hecho puede depender no solo del juicio inmediato, sino también del contexto emocional y cultural que acompaña al sujeto en cuestión.

La interacción entre la fluidez cognitiva y el contexto de las creencias personales, especialmente en temas cargados ideológicamente, también merece atención. Las personas tienden a ser más susceptibles a los efectos de la fluidez cognitiva cuando los reclamos coinciden con sus ideologías o creencias. Un ejemplo de esto se observa en el ámbito político, donde la foto acompañante en una noticia podría influir menos en quienes tienen una postura política firme, como un demócrata o un republicano, si la noticia se alinea con sus creencias preexistentes.

En cuanto a la predisposición de las personas a ser influenciadas por la fluidez cognitiva, el estilo cognitivo juega un papel importante. Aquellos que disfrutan del pensamiento profundo, medido por la escala de Necesidad de Cognición (NFC), suelen ser menos susceptibles a las influencias superficiales como las imágenes o el estatus del comunicador. Por el contrario, los individuos con baja necesidad de cognición tienden a basarse más en pistas heurísticas, como la apariencia o la notoriedad del emisor, y son más fáciles de influenciar por estímulos tangenciales o no diagnósticos.

La edad también influye en cómo las personas perciben la verdad y las afirmaciones ambiguas. A medida que las personas envejecen, su habilidad para recordar detalles específicos disminuye, pero la sensación de familiaridad permanece intacta, lo que puede hacerlas más vulnerables a ilusiones de memoria, ya que se basan más en la familiaridad que en el recuerdo concreto de un evento. Sin embargo, estudios recientes sugieren que los adultos mayores son menos susceptibles a ciertos sesgos de veracidad, especialmente cuando se trata de afirmaciones más conocidas o fácilmente verificables, dado que tienen una red de conocimiento más desarrollada.

A pesar de estos hallazgos, se ha observado que la fluidez cognitiva afecta a individuos de todas las edades, y la adición de imágenes persuasivas puede influir en las creencias y juicios sin importar la edad. La interacción entre la edad y los efectos de la fluidez cognitiva en la evaluación de la verdad sigue siendo un tema de investigación. Es posible que los adultos mayores, con su mayor base de conocimiento, sean menos susceptibles a estos efectos cuando se trata de afirmaciones fáciles de responder.

En un mundo donde las redes sociales y las plataformas de noticias luchan por detectar información engañosa, la intervención a nivel personal es fundamental. La literatura sobre el "efecto de la repetición" sugiere que advertencias o instrucciones claras pueden ayudar a reducir la influencia de los efectos de fluidez cognitiva, aunque no los eliminen por completo. Por ejemplo, advertir a las personas sobre la falta de veracidad de ciertas afirmaciones puede aumentar su escepticismo y disminuir su susceptibilidad a las influencias cognitivas no probatorias, como las imágenes.

Este enfoque se ha utilizado con cierto éxito en la intervención contra la propagación de noticias falsas. Al proporcionar advertencias o entrenar a los usuarios para que sean más escépticos, se puede contrarrestar parcialmente el impacto de los estímulos visuales engañosos. Sin embargo, este enfoque aún no es completamente eficaz y requiere un estudio más profundo para entender completamente su alcance y limitaciones.

Además, en la actualidad, el aumento de la conciencia pública sobre los efectos de la fluidez cognitiva y los sesgos en la percepción de la verdad podría desempeñar un papel clave en la protección contra la desinformación. A medida que más personas comprenden cómo funcionan estos mecanismos psicológicos, podrían estar mejor preparadas para cuestionar y analizar de manera crítica la información que reciben, particularmente en un entorno mediático saturado de imágenes que refuerzan afirmaciones sin sustancia.

¿Cuándo una afirmación negativa parece más verdadera que una positiva?

La veracidad percibida de la información rara vez depende exclusivamente de su contenido factual. Las personas evalúan la plausibilidad de una afirmación no solo por su coherencia lógica o su compatibilidad con conocimientos previos, sino también por su forma de presentación. En este sentido, el encuadre negativo o positivo de un mensaje puede activar diferentes sesgos cognitivos en la evaluación de su veracidad. Tradicionalmente, se ha argumentado que existe un sesgo de negatividad, según el cual las personas tienden a otorgar mayor credibilidad a las afirmaciones formuladas en términos negativos. Sin embargo, evidencia empírica reciente sugiere una realidad más matizada.

La investigación inicial de Hilbig (2012) utilizó modelos de árboles multinomiales de procesamiento para demostrar que el sesgo de negatividad en juicios de verdad no surge necesariamente del conocimiento, sino de un sesgo de respuesta. En ausencia de información suficiente, los individuos tienden a juzgar como verdaderas las afirmaciones estadísticamente negativas con mayor frecuencia que las equivalentes en forma positiva. Esta tendencia parecía consistente hasta que Jaffé y Greifeneder (2019) introdujeron un giro significativo: al analizar juicios de verdad sobre afirmaciones reales en contextos sociales sensibles, encontraron un sesgo opuesto. En su estudio, afirmaciones formuladas positivamente —por ejemplo, “el 39% de las mujeres de habla alemana están satisfechas con su apariencia”— fueron consideradas más verdaderas que las formuladas negativamente pero estadísticamente idénticas —“el 61% de las mujeres están insatisfechas con su apariencia”.

Este hallazgo contradice el paradigma dominante y apunta a un elemento fundamental: las expectativas individuales. La coherencia entre los datos presentados y las expectativas previas del receptor actúa como un modulador decisivo del juicio de verdad. Si una afirmación excede positiva o negativamente lo que el individuo anticipa, esa discrepancia puede activar sospechas de manipulación o, al contrario, aumentar su credibilidad según el sentido de la violación de expectativas.

Los estudios sistemáticos posteriores de Jaffé y Greifeneder demostraron que no es el encuadre en sí el que genera el sesgo, sino la relación entre el encuadre y las expectativas del receptor. Cuando se ajustaron los porcentajes para que las afirmaciones negativas mostraran cifras más bajas de lo que el participante esperaba —por ejemplo, “el 41% de las mujeres están insatisfechas con su apariencia”— el sesgo de negatividad reapareció, pese a tratarse de los mismos ítems utilizados anteriormente. De igual manera, al manipular porcentajes en ambas condiciones de encuadre (positiva y negativa), se observó que la sobreestimación generaba una mayor probabilidad de que las afirmaciones negativas se consideraran verdaderas. Sin embargo, este patrón no se replicó consistentemente en las afirmaciones con encuadre positivo.

Estos resultados sugieren que el efecto del encuadre sobre el juicio de verdad está mediado por un proceso de comparación implícita entre la información presentada y un conjunto interno de expectativas subjetivas. Si los datos superan lo que se anticipaba de forma negativa, el impacto emocional de una “buena noticia inesperada” parece inclinar el juicio hacia la credibilidad. Este fenómeno se alinea con la teoría de violación de expectativas (Expectancy Violation Theory), que indica que una violación positiva —cuando la realidad es mejor de lo previsto— genera evaluaciones más favorables que una violación negativa.

Además del papel de las expectativas, el contexto comunicativo en el que se presenta la información actúa como modulador. En el ámbito de la comunicación política, por ejemplo, se ha observado que las afirmaciones negativas suelen interpretarse como noticias objetivas, mientras que las positivas pueden percibirse como intentos de persuasión, lo que despierta sospechas y reactancia. En consecuencia, el encuadre negativo adquiere una ventaja retórica en contextos donde se privilegia la veracidad percibida de los hechos frente a la intención comunicativa.

De este modo, el sesgo de negatividad en los juicios de verdad no puede entenderse como una simple preferencia humana por la información negativa, sino como el resultado de una interacción compleja entre el contenido, el encuadre, las expectativas previas y el contexto en que la información se presenta. La sensibilidad al encuadre no opera en el vacío; está sujeta a mecanismos cognitivos dinámicos que ajustan el juicio en función de la distancia psicológica, la familiaridad, y la plausibilidad subjetiva de los datos presentados.

Es esencial considerar también que la fluidez cognitiva, es decir, la facilidad con que se procesa una afirmación, puede reforzar o debilitar la percepción de veracidad. Afirmaciones que se leen con facilidad, que suenan coherentes o que se ajustan sin fricción al conocimiento previo, tienden a percibirse como más verdaderas, incluso cuando son falsas. Esta heurística de fluidez puede interactuar con el encuadre y con las expectativas para producir juicios de verdad altamente sesgados pero psicológicamente plausibles.

Comprender estos mecanismos resulta fundamental en una era marcada por la sobreabundancia informativa, la desinformación y las narrativas polarizadas. La evaluación de la veracidad no es un acto neutral ni puramente racional; es una operación cogn

¿Cómo afecta la flexibilidad cognitiva en la propagación de la desinformación?

El sistema cognitivo humano tiene la capacidad de aprender una cantidad impresionante de información y retenerla durante largos períodos de tiempo. Esta capacidad se debe a propiedades intrínsecas del sistema, como su flexibilidad, que permite no solo la incorporación de nueva información sino también la transferencia y adaptación a nuevas situaciones. Esta flexibilidad se manifiesta tanto en los inputs, al ser capaz de adaptarse al ruido o a la información errónea, como en los outputs, donde va más allá de la información recibida generando nuevos conocimientos y perspectivas. Además, el sistema es cognitivamente eficiente, operando con atajos que se corresponden con el estado actual del mundo, como el sesgo hacia la verdad o la tendencia a usar la fluidez cognitiva como un heurístico para juzgar la veracidad de la información.

Una de las características más destacadas de este sistema es que las representaciones de la información suelen estar descontextualizadas. Es decir, se recuperan sin el sentido de revivir el contexto original, lo que facilita su uso en diversos contextos y aplicaciones. Sin embargo, esta capacidad, que facilita la adquisición y utilización de información nueva, también puede ser aprovechada para aprender y creer en desinformación.

Cuando nos encontramos con noticias falsas, las personas a menudo no logran identificar la fuente como poco confiable. En el momento en que comienzan a leer la información, existe un sesgo cognitivo que hace que las personas tiendan a asumir que la información es verdadera. Este sesgo está tan arraigado que a menudo necesitamos hacer un esfuerzo consciente para "decreer" lo que acabamos de leer. Este proceso se complica aún más por el hecho de que los lectores suelen aplicar su propio conocimiento previo, lo que los lleva a generar inferencias que van más allá de lo que el texto realmente dice. La repetición de las mismas afirmaciones, particularmente cuando estas son erróneas, aumenta la fluidez cognitiva, lo que, a su vez, incrementa la probabilidad de que las personas crean que esas afirmaciones son verídicas.

El problema es particularmente grave en la actualidad, en lo que algunos denominan la "era post-verdad". La gran cantidad de desinformación que circula rápidamente a través de las redes sociales fomenta la creación de "cámaras de eco", grupos de personas que comparten creencias similares, frecuentemente equivocadas, y buscan constantemente información que refuerce esas creencias. En plataformas como Twitter o Facebook, estos "eco-sistemas" facilitan la propagación de información errónea, ya que los miembros del grupo, al estar rodeados de personas con las mismas creencias, son propensos a considerar verdadera cualquier información proveniente de un miembro de la misma comunidad. A medida que estas afirmaciones se repiten sin correcciones, la creencia en ellas crece y, en algunos casos, pueden generar más desinformación, ya que las personas empiezan a hacer inferencias basadas en lo que ya se ha dicho, creando así nuevas formas de desinformación.

A pesar de la magnitud del problema, parece casi imposible detener completamente la propagación y creencia en las noticias falsas. La solución radica en desarrollar estrategias viables para corregir esta desinformación, pero estas no deben centrarse únicamente en la fuente original de la falsedad. De hecho, un enfoque más efectivo podría ser intervenir directamente sobre el contenido de la información. Es recomendable que el mensaje correctivo sea simple, acompañado de imágenes para aumentar la fluidez cognitiva, que evite calificar las afirmaciones y que afirme la información correcta sin refutar directamente el mito, ya que la refutación explícita del mito puede reforzar la creencia en él. Además, es crucial que los mensajes de corrección o desmentido se difundan de manera efectiva, dado que las personas suelen estar mucho más interesadas en las afirmaciones originales que en las correcciones.

La corrección de errores en el sistema de conocimiento, como las falsas creencias y las ilusiones de conocimiento, puede requerir estrategias diferentes a las utilizadas para evitar los errores de memoria episódica. Un enfoque podría ser aprovechar la memoria episódica en momentos clave, como en la corrección de una afirmación falsa en un evento memorable, como una rueda de prensa emocionalmente cargada. Estos momentos pueden ayudar a que la corrección persista a largo plazo, dado que las emociones y la memoria episódica pueden interactuar para fortalecer el cambio de creencias.

Es importante tener en cuenta que, aunque las estrategias propuestas aquí se enfocan en la corrección de desinformación, la constante interacción entre la memoria, el conocimiento y los contextos emocionales puede aumentar la efectividad de los esfuerzos correctivos, lo que debería ser objeto de futuras investigaciones.