El uso de expresiones como oughta had done that o I seen it, por ejemplo, es comúnmente señalado como errores gramaticales. Sin embargo, estas expresiones no son errores gramaticales en el sentido estricto. Se tratan de construcciones regidas por reglas lingüísticas propias de ciertas variedades del inglés, pero no del inglés estándar. El ejemplo de ain’t puede ser útil para ilustrar este punto. Probablemente, todos hemos escuchado que no existe tal palabra como ain’t, y a su vez, muchos la hemos escuchado en la conversación cotidiana, comprendiendo su significado sin dificultad alguna. De hecho, ain’t lleva cientos de años en uso. Si esa palabra no es correcta, ¿qué lo sería?

La palabra ain’t nació a principios del siglo XVII, una época en la que muchas contracciones comenzaron a formar parte del inglés, como isn’t, aren’t, can’t, won’t, etc. Originalmente, ain’t era una contracción de am not, que en su escritura inicial se encontraba como amn’t. Sin embargo, la proximidad de dos sonidos nasales ([m] y [n]) provocó que, fonéticamente, la construcción fuera difícil de pronunciar, por lo que evolucionó a an’t y luego a ain’t. Sorprendentemente, durante mucho tiempo, ain’t fue aceptada en el inglés estándar. No se sabe exactamente por qué dejó de ser aceptada, pero una teoría señala que hacia mediados del siglo XIX, en Estados Unidos, comenzó a asociarse con inmigrantes de clases sociales bajas y, por tanto, pasó a considerarse menos deseable, marcándose como "incorrecta" desde un punto de vista social.

Cuando ya no se usa ain’t, surgen complicaciones en la estructura del inglés. Tomemos como ejemplo las "tag questions" o preguntas de confirmación, que funcionan de manera similar a la expresión francesa n’est-ce pas y se colocan al final de una oración para convertirla en una especie de pregunta. Así, al decir: She’s invited to the party, podemos agregar: isn’t she? para obtener: She’s invited to the party, isn’t she? Pero, ¿qué ocurre cuando queremos añadir una tag question a una oración como I’m invited to the party? La respuesta comúnmente aceptada es: I’m invited to the party, aren’t I? Lo curioso es que aren’t I suena inusual. Si tuviéramos una contracción para am not, como ocurre con isn’t o aren’t, podríamos usar una forma más coherente dentro del sistema verbal del inglés. De esta manera, ain’t habría resuelto esta falta gramatical y la oración tendría una estructura más lógica. Sin embargo, hoy en día seguimos utilizando aren’t I o am I not, construcciones que afectan el tono general de la oración.

No quiero decir que debas usar ain’t en un ensayo académico o durante una entrevista de trabajo, ya que ciertamente existen consecuencias sociales al emplear ciertos términos. Sin embargo, es fundamental reconocer que no hay nada inherentemente incorrecto en ain’t y otras formas estigmatizadas. El verdadero problema radica en la estigmatización de estas formas, no en su existencia como parte del lenguaje.

Al examinar otras expresiones etiquetadas como "errores gramaticales", como he be tired, they don’t need nothing, you shouldn’t oughta had done that, o I seen it, podemos notar que, en la mayoría de los casos, lo que se considera mala gramática no es un error en sí, sino el uso habitual de reglas lingüísticas dentro de una variedad particular del inglés. Las dobles negativas, por ejemplo, son comúnmente vistas como errores evidentes. Nos enseñan que dos negativos hacen un positivo, pero en matemáticas esto solo es cierto cuando multiplicamos números negativos. En el lenguaje, si escuchamos I didn’t see nothing, lo que entendemos es que la persona no vio nada, no que haya visto algo, como nos sugeriría la interpretación matemática de los dos negativos.

¿Por qué se consideran errores ain’t, he be tired, they don’t need nothing, you shouldn’t oughta had done that, o I seen it? La respuesta radica en que estos usos han sido considerados incorrectos no por un problema inherente en las formas, sino porque se asocian con grupos sociales marginados. Si un grupo de personas es visto como menos deseable por el grupo dominante, la variedad lingüística de ese grupo también será considerada incorrecta. Así, las variedades lingüísticas de aquellos que enfrentan discriminación social suelen enfrentar también una discriminación lingüística. Esto explica la pregunta que abre este capítulo: ¿por qué es aceptable pronunciar schedule de una manera británica, pero no es aceptable pronunciar ask como lo hacen muchos afroamericanos?

¿Significa esto que tanto quien dice I seen it como quien dice I saw it están correctos? Sí, exactamente. Lo que debemos entender es que todos los hablantes siguen las reglas de su variedad del inglés; solo que las reglas de una variedad son diferentes a las de otra. Esto no implica que una variedad sea correcta y la otra incorrecta; se trata simplemente de que las reglas varían.

Lo cierto es que, desde un punto de vista lingüístico, todas las variedades de un idioma son igualmente válidas. Cada persona habla un dialecto particular del idioma. Algunos hablan dos dialectos, como ocurre en el caso de los bilingües o bi-dialectales. Y dado que los dialectos incluyen el acento, todos hablamos con un acento. No siempre lo percibimos, pero al alejarnos de nuestra región de origen, pronto notamos que no suenamos igual que otras personas, aunque hablemos el mismo idioma. Ellos nos perciben con acento, y nosotros los escuchamos con acento. En realidad, ambos estamos en lo correcto, ya que nadie habla sin un acento. A veces, un acento puede ser ventajoso, como el acento británico, considerado sofisticado en muchos países. Sin embargo, en otras ocasiones, como en el caso del acento del sur de los Estados Unidos, este se asocia con prejuicios negativos como "ignorante" o "atrasado", cuando en realidad estas son solo estereotipos erróneos.

Los juicios sobre las variedades lingüísticas y los acentos no son simplemente juicios sobre la corrección gramatical o la pronunciación. Son, en esencia, juicios sobre las personas que hablan esos dialectos. La estigmatización lingüística está, por tanto, directamente vinculada con la discriminación social que enfrentan los hablantes de ciertos dialectos.

¿Cómo se forman las palabras y cuál es su historia?

Los adjetivos y adverbios, aunque en apariencia simples, cumplen funciones fundamentales en la construcción de las frases y en la transmisión de matices en cualquier lengua. En el caso de los adjetivos, cuando estos son de una sílaba, se pueden modificar para expresar una cualidad superior (comparativo) o la cualidad más alta (superlativo) agregando los sufijos { -er} o { -est}. Sin embargo, cuando el adjetivo es de más de una sílaba y no termina en -y, se emplean las formas "more" (más) o "most" (más) en lugar de los sufijos tradicionales. Por ejemplo, se dice "more intelligent" (más inteligente) o "most fragile" (más frágil). Además, los adjetivos pueden ir acompañados de "very" o "too", lo cual no es posible para los sustantivos ni los verbos; por ejemplo, "very smart" (muy inteligente) o "too hot" (demasiado caliente), pero no podemos decir "too book" o "very sit".

El adverbio, por otro lado, representa una categoría léxica más compleja. Aunque muchos adverbios terminan en -ly, no todos los que terminan de esta manera son adverbios, como en los casos de "lovely", "chilly" o "lonely", que son adjetivos. Para identificar los adverbios, es útil centrarse en su función, ya que estos modifican no solo a los verbos, sino también a otros adjetivos, adverbios e incluso oraciones completas. En la oración "Unfortunately, it’s raining really hard" (Desafortunadamente, está lloviendo muy fuerte), los adverbios "unfortunately" (desafortunadamente), "hard" (fuerte) y "really" (muy) modifican diferentes partes de la oración. Además, los adverbios tienen la particularidad de que pueden moverse dentro de la oración sin cambiar el sentido; en el ejemplo anterior, se puede reubicar "unfortunately" al final de la frase sin alterar su significado.

A través de la morfología de las palabras, podemos comprender cómo los sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios se interrelacionan y cómo estos modificadores son esenciales para formar oraciones completas. Los sustantivos se pueden hacer plurales o posesivos y usualmente están acompañados de un determinante, mientras que los verbos indican tiempos verbales y pueden tomar diversas terminaciones. Los adjetivos y adverbios son modificadores, pero actúan sobre diferentes elementos de la oración. Mientras los adjetivos se utilizan para hacer comparaciones o indicar el grado máximo de una cualidad, los adverbios aportan información adicional sobre el cómo, cuándo, dónde, por qué o con qué frecuencia ocurre la acción expresada por el verbo.

La historia de las palabras, por otro lado, nos ofrece una perspectiva más amplia sobre cómo los términos evolucionan y se transforman con el tiempo. Este análisis se denomina etimología y examina cómo las palabras cambian a lo largo de la historia, tanto en su significado como en su forma. Las palabras constantemente se incorporan y desaparecen en los idiomas, y algunas incluso cambian tanto que su significado original ya no es reconocible. Este fenómeno está particularmente presente en los neologismos o palabras inventadas que se utilizan para cubrir nuevas realidades, como los términos "Teflon" o "Google". A través de los procesos de formación de palabras, las lenguas adoptan nuevos términos que surgen en otros contextos culturales o técnicos.

Un fenómeno importante en el desarrollo del léxico es el préstamo léxico. A través de este proceso, una lengua toma palabras de otras lenguas. El inglés, por ejemplo, ha adoptado términos de numerosos idiomas como el árabe, el turco o el japonés. Sin embargo, este fenómeno puede adquirir una carga social y política compleja, ya que muchos de estos términos fueron “prestados” en contextos de colonización y dominación cultural. Esta práctica se conoce como apropiación lingüística, un concepto relacionado con la apropiación cultural. En estos casos, una lengua dominante adopta recursos lingüísticos de un grupo subordinado sin reconocer su origen ni la historia de ese pueblo. A menudo, este tipo de apropiación va acompañado de una desvalorización de la lengua o cultura de la que se ha tomado el término.

Los procesos de creación de nuevas palabras también incluyen la formación de acrónimos, donde las letras iniciales de una frase se combinan para formar un nuevo término, como ocurre con "laser" (láser), que se pronuncia como una palabra completa y no como la secuencia de letras L-A-S-E-R. Estos procesos de formación de palabras nos muestran cómo el lenguaje es un ente dinámico, sujeto a cambios constantes que reflejan las necesidades sociales, culturales y tecnológicas de cada época.

Además, es fundamental que los lectores comprendan que la evolución de las palabras no solo responde a factores lingüísticos, sino también a fuerzas sociales y políticas que influyen en cómo y por qué ciertos términos se popularizan o desaparecen. La lengua refleja los cambios en la sociedad y, en ocasiones, las palabras se convierten en testigos de las luchas de poder, de la apropiación cultural y de los procesos históricos que definen las relaciones entre grupos humanos.