Joseph McCarthy comenzó su carrera política como un hombre aparentemente discreto, pero con una personalidad de alto conflicto que, en lugar de ser un obstáculo, resultó ser un trampolín para su ascenso. En sus primeros años, McCarthy era un joven abogado que, tras un fracaso como fiscal demócrata, se cambió al Partido Republicano, donde se erigió como el juez más joven del estado de Wisconsin. Sin embargo, en sus primeros años en la política ya se manifestaba un patrón de mentiras y engaños que se convertirían en características constantes de su carrera. Su habilidad para manipular la verdad le permitió convertirse en senador y, poco después, en una figura de gran poder en la política estadounidense. A pesar de que McCarthy había sido un hombre relativamente tranquilo y sin gran distinción, su necesidad de crear una crisis de fantasía lo llevó a utilizar el miedo al comunismo para consolidar su poder.

El final de la Segunda Guerra Mundial había dejado a los estadounidenses con una gran preocupación por la expansión del comunismo, especialmente después de que Rusia y China adoptaran ese sistema. McCarthy aprovechó esta situación de incertidumbre, inventando historias sobre una red de comunistas infiltrados en el gobierno de los Estados Unidos y en Hollywood. Sin aportar ninguna prueba concreta, y haciendo afirmaciones infundadas, McCarthy creó un clima de paranoia que ayudó a catapultarlo a la fama. En su cruzada contra el comunismo, no solo acusó a miles de personas de ser desleales sin justificación alguna, sino que también destruyó carreras y reputaciones, utilizando la televisión, la nueva herramienta de comunicación masiva, para amplificar sus acusaciones. Las audiencias públicas que organizó en el Senado se convirtieron en un espectáculo televisado que mantenía al país cautivo, a pesar de que sus acusaciones carecían de fundamento.

Lo que hacía McCarthy tan peligroso no era solo su mentira constante, sino también su habilidad para movilizar al público. A través de la repetición emocional y el uso de la televisión, un medio que en la década de 1950 tenía una enorme autoridad, logró convertirse en una figura dominante de la política estadounidense. Durante varios años, su figura fue incuestionable, y sus acusaciones de traición se convirtieron en un punto focal de la política nacional. Sin embargo, todo este poder y popularidad comenzaron a desmoronarse cuando McCarthy comenzó a atacar al ejército de los Estados Unidos, acusando a los militares de proteger a comunistas. Este fue un paso en falso que llevó a su caída definitiva. En 1954, el Senado censuró a McCarthy por su comportamiento abusivo, y aunque perdió el apoyo de la mayoría, todavía disfrutaba de una considerable popularidad hasta su muerte en 1957.

El caso de McCarthy ilustra claramente los peligros de un político con una personalidad de alto conflicto, que utiliza la manipulación y el engaño para destruir a sus oponentes y consolidar su poder. La historia de McCarthy también pone de relieve cómo los medios de comunicación, cuando se usan de manera irresponsable, pueden convertirse en una herramienta de manipulación emocional masiva. McCarthy, al igual que otros políticos de alto conflicto, explotó las vulnerabilidades de la sociedad, creando enemigos imaginarios y construyendo una narrativa que, aunque completamente falsa, logró captar la atención de la opinión pública durante años.

En términos de la psicología política, McCarthy representa el arquetipo de lo que algunos teóricos han llamado un "Rey pretendiente" o un líder que, a pesar de sus aparentes defectos y mentiras, busca construir su poder sobre la base de la creación de una amenaza externa. La habilidad de McCarthy para generar una crisis de fantasía, en la que la amenaza comunista era exagerada hasta convertirse en una especie de villano omnipresente, le permitió ganarse la confianza de muchos, aunque el resultado final fuera devastador para la sociedad.

La historia de McCarthy también tiene paralelismos con otras figuras políticas de alto conflicto, como Richard Nixon, quien, aunque con un estilo diferente, también se benefició de su habilidad para crear una narrativa basada en la paranoia y la desinformación. Nixon, quien más tarde sería presidente de los Estados Unidos, mostró signos claros de una personalidad narcisista y manipuladora, un tema recurrente en la política de alto conflicto. Al igual que McCarthy, Nixon utilizó los miedos nacionales para afianzarse en el poder, y su caída, aunque menos espectacular, también está marcada por el uso excesivo de la mentira y la manipulación.

Es fundamental que los lectores comprendan que, aunque McCarthy y Nixon operaron en contextos políticos diferentes, ambos compartían características de una personalidad de alto conflicto, que les permitió navegar por el mundo político de manera destructiva, pero a la vez eficaz en términos de poder y control. El uso de los miedos populares, la repetición emocional, la manipulación de los medios y la creación de enemigos imaginarios son tácticas que han sido utilizadas por figuras políticas a lo largo de la historia para consolidar su poder y mantener a la sociedad en un estado constante de crisis. La lección que deja la historia de McCarthy es clara: los líderes con estas características pueden tener un impacto devastador en la política y la sociedad, y su ascenso al poder debe ser vigilado con extrema precaución.

¿Cómo las crisis imaginarias impactaron las elecciones presidenciales de 2016 en EE.UU.?

En las elecciones presidenciales de 2016, Donald Trump utilizó una estrategia peculiar y arriesgada al basar su campaña en lo que podría considerarse “crisis imaginarias”. Trump construyó una narrativa política de enfrentamientos emocionales contra inmigrantes mexicanos, musulmanes, periodistas, China, y una serie de otros enemigos ficticios, lo cual llevó a una división significativa dentro del electorado. La idea central de su campaña era un marco de crisis percibidas que, al ser amplificadas, polarizaban a los votantes y los dividían en grupos claramente definidos. Estos enfrentamientos, aunque en muchos casos no basados en la realidad, lograron movilizar a un segmento importante de la población estadounidense.

El fenómeno de las "crisis imaginarias" estuvo presente no solo en sus discursos, sino también en sus políticas, como cuando atacó a Canadá y a Europa por cuestiones comerciales, basando sus argumentos en supuestos déficits comerciales sin considerar el balance global. Incluso en su negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), las modificaciones fueron mínimas, pero Trump las presentó como victorias masivas, una táctica habitual de su estrategia populista.

A pesar de que Trump recibió menos votos populares que Hillary Clinton, fue el sistema del Colegio Electoral el que determinó su victoria. Con casi 63 millones de votos, Trump logró ganar frente a Clinton, quien obtuvo alrededor de 66 millones. Sin embargo, esta diferencia no refleja el verdadero panorama electoral, ya que una porción significativa de la población no votó en absoluto. De hecho, el 39% de los adultos elegibles decidieron no participar en la elección.

El voto en 2016 se dividió en varias categorías clave. Los "leales" a Trump eran principalmente republicanos que compartían sus visiones extremas sobre los inmigrantes y otros grupos de su "enemigo". Estos votantes no dudaron en apoyarlo, incluso si sus propios valores y principios no coincidían completamente con los de Trump, movidos por el deseo de mantenerse alineados con el Partido Republicano. En contraste, los "moderados" eran aquellos que, sin estar profundamente comprometidos con ninguno de los dos partidos principales, preferían un enfoque más equilibrado y menos conflictivo en la política. Esta categoría de votantes, aunque numéricamente significativa, estaba fragmentada, y algunos se decantaron por Clinton, otros por Trump, y algunos simplemente se desilusionaron y no votaron.

Entre los votantes más inciertos estaban los llamados "doble negativos". Estos votantes se sintieron igualmente desilusionados tanto con Trump como con Clinton, debido a la constante batalla de ataques y descalificaciones mutuas. Trump, con sus ataques implacables sobre los correos electrónicos de Clinton y otras acusaciones, logró que una gran parte de la opinión pública los percibiera como igualmente "malos". Este fenómeno se conoce como la "división emocional" y se manifiesta cuando los votantes, abrumados por el ruido y los ataques, optan por rechazar a ambos candidatos.

La figura de los votantes independientes, que tradicionalmente tienden a ser moderados, también jugó un papel relevante. A pesar de que el 75% de los votantes independientes tienden a alinearse con uno de los dos grandes partidos, muchos se registran como independientes debido a su descontento con las luchas internas de los partidos. Buscan un equilibrio y están cansados de los constantes enfrentamientos, lo que los lleva a distanciarse de la política partidista tradicional. Sin embargo, aunque se muestran escépticos del sistema, en las elecciones de 2016 muchos de estos votantes decidieron finalmente alinearse con el Partido Republicano o el Demócrata, dependiendo de la dirección en la que sentían que su voto tendría mayor impacto.

Además de este análisis de las elecciones, es importante considerar cómo las tácticas de Trump, basadas en la polarización y la creación de crisis ficticias, reflejan una estrategia más amplia que se utiliza para manipular a las audiencias emocionales en situaciones de conflicto. El uso de crisis imaginarias no es exclusivo de las campañas políticas; se observa también en situaciones de alta conflictividad, como disputas familiares, laborales o legales. En tales contextos, las divisiones emocionales provocadas por los ataques constantes y las acusaciones mutuas pueden llevar a una percepción distorsionada de los hechos, lo que genera una situación de inestabilidad y confusión.

En resumen, las elecciones de 2016 no solo reflejan una polarización política exacerbada por un líder que manejó las emociones de su electorado con maestría, sino también la influencia que las "crisis imaginarias" pueden tener sobre la toma de decisiones en situaciones de alta tensión. Este fenómeno plantea interrogantes sobre el futuro de las campañas políticas en un contexto global donde la realidad y la percepción se entremezclan constantemente, creando un terreno fértil para la manipulación y la desinformación.

¿Cómo responder a un político de conflicto alto sin alimentar su narrativa emocional?

Trump se convirtió en el líder de un vasto ejército de medios sociales descentralizados, quienes tomaban sus señales de él y, a su vez, alimentaban nuevas narrativas y líneas de ataque que él podía utilizar. Esta relación era profundamente simbiótica. Trump no impulsaba la intensidad de su multitud mediante la insistencia en que leyeran sus puntos de vista, sino al empoderarlos para que se activaran en torno a sus valores. Podría considerársele como un "Fuerzón de Plataforma", un maestro de nuevas técnicas de poder para lograr fines autoritarios.

El dilema aquí es que, cuanto más atacan a Trump, más se refuerza su vínculo con sus seguidores. No se trata solo de que lo aclamen, sino también de que, usando las redes sociales, se suman a la defensa de su líder en línea con la intensidad emocional de un ejército. Es común sorprenderse por el poder de la retroalimentación negativa que reciben los seguidores de Trump ante críticas menores en publicaciones de redes sociales o artículos de opinión. Señalar la falta de conocimiento de su líder les da una oportunidad para responder de manera agresiva. Un ejemplo dramático de esto fue el momento más bajo de su campaña: la filtración de la cinta de Access Hollywood, en la que se jactaba de comportamientos sexualmente agresivos. Este episodio, que alineó a gran parte del país en su contra, hizo que sus seguidores se unieran a él como nunca antes en la carrera.

El resultado de todo esto es que atacar emocionalmente al líder de alto conflicto:

  1. Refuerza su reclamo narcisista de que está siendo tratado injustamente por sus opositores y necesita ser defendido.

  2. Fortalece el vínculo de sus seguidores con él.

  3. Energiza a sus seguidores para luchar por él.

  4. Puede hacer que uno se vea mal ante los “desilusionados”.

  5. No cambia la opinión de nadie, ya que no se trata de pensar, sino de los lazos emocionales entre los líderes de alto conflicto y sus seguidores.

Cuando un político de alto conflicto convierte la elección en un enfrentamiento intensamente adversarial entre "nosotros" y "ellos", defender de manera intensa a tu candidato alimenta esta construcción de crisis. Se fortalece el concurso emocional, lo que refuerza los bloqueos mentales y las reacciones emocionales. Se vuelve una dinámica de atacar y defender, en lugar de un intercambio de información útil. Además, el político de alto conflicto siempre será mejor en la confrontación, ya que esto es todo lo que hace y, a menudo, lo ha hecho durante toda su vida, conformando un patrón de comportamiento limitado.

En lugar de centrarte en defender a tu candidato —el villano de fantasía del aspirante a rey— es más efectivo explicar las habilidades, experiencia y objetivos de tu candidato. Luego, responde a los ataques sustantivos con información útil, a menudo sobre el hecho de que no existe una crisis y que hay soluciones reales a problemas reales.

Una de las estrategias más eficaces en este contexto es la de tomar un enfoque informativo frente a la "Triada de Crisis de Fantasía", lo cual implica explicar que el político de alto conflicto parece tener un patrón de creencias erróneas debido a la desinformación, que se percibe como "verdadera" debido a su emocionalidad mediática y repetición. El verdadero problema es que este político parece creer en una Triada de Crisis Fantasiosa.

Por ejemplo: “El Sr. ________ está mal informado, lo cual es triste y peligroso. Parece creer que hay una crisis terrible relacionada con [inmigrantes cometiendo muchos crímenes], [comercio injusto con nuestros países vecinos], [minoritarios en nuestro país que nos atacan] o [alguna otra amenaza terrible a nuestro modo de vida]. Sin embargo, la realidad es que investigaciones sólidas muestran que [los inmigrantes cometen menos crímenes que los ciudadanos nativos], [no tenemos comercio injusto con nuestros países vecinos, sino que, al incluir los servicios, tenemos un superávit comercial], [hoy los minoritarios son más similares a nosotros que diferentes, por ejemplo…], [el mundo en el que realmente vivimos es mucho mejor y más seguro que el que el Sr. ________ está imaginando]. En otras palabras, no existe una crisis terrible. En su lugar, [hay un problema que resolver, pero no es una crisis, ya existen métodos, políticas y personas para abordarlo] o [es una fantasía total y no está relacionada con ningún problema real actual]”.

Una respuesta adecuada frente a las afirmaciones falsas de un político de alto conflicto, o de sus seguidores, puede ser recordada fácilmente usando el acrónimo BIFF (Breve, Informativo, Amistoso y Firme). Este enfoque, que se desarrolló para el Instituto de Conflictos Altos, ha sido enseñado a miles de personas durante más de doce años, ayudándolas a manejar disputas familiares, conflictos laborales y casos legales de manera más tranquila y productiva. De hecho, esta metodología reduce significativamente el impacto de declaraciones falsas o hostiles.

Por ejemplo, frente a un comentario hostil sobre inmigración, la respuesta podría ser: "Estoy de acuerdo en que no todos deberían ser admitidos en nuestro país o recibir la ciudadanía. Por eso mi candidato no apoya una frontera totalmente abierta ni la eliminación de la supervisión migratoria. Has sido mal informado, porque mi candidato respalda una política migratoria moderada. Queremos premiar el trabajo duro y ofrecer un camino razonable a la ciudadanía a los inmigrantes que lo merecen, como siempre lo hemos hecho. Muchas investigaciones muestran que los inmigrantes trabajan duro y cometen menos crímenes".

Con respecto al comercio: "Estoy de acuerdo en que los acuerdos comerciales son importantes porque pueden ahorrarnos dinero y expandir nuestros mercados. Has sido mal informado: los acuerdos previos no son los peores de la historia y han sido exitosos en muchas áreas. Actualmente, los niveles de empleo son altos y la manufactura está en su punto más alto, aunque los trabajos son menos debido a la automatización. Claro que los acuerdos comerciales siempre pueden mejorarse, pero tomar un enfoque de todo o nada y desecharlos podría alienar a nuestros socios comerciales y desestabilizar economías. Como la mayoría de los empleadores diría, una economía mundial estable necesita acuerdos comerciales estables".

Estas respuestas no solo se deben ser breves, sino también claras y directas, manteniendo un tono amistoso pero firme. Repetir estas respuestas a través de diversos comentarios, ya sean en redes sociales, correos electrónicos o discusiones cara a cara, fortalece el mensaje y proporciona poder a la narrativa del candidato.