Los impactos culturales en la relación terapéutica son un factor significativo que debe ser considerado al trabajar con diversas culturas en la salud mental. El contexto cultural tanto del cliente como del profesional es central en esta relación, una relación que no puede funcionar sin una cuidadosa consideración de las implicaciones que conlleva la diversidad cultural. Idealmente, tanto el terapeuta como el cliente provendrían de la misma cultura, lo que podría evitar algunos de los obstáculos. Sin embargo, incluso en tales circunstancias, el profesional aporta consigo su propia "cultura profesional", la cual puede crear una brecha cultural con el cliente. En la práctica, es altamente probable que los terapeutas trabajen con clientes de culturas muy diferentes a la suya, y realicen evaluaciones sin equivalencias lingüísticas, conceptuales y normativas, lo que podría llevar a numerosos errores en la toma de decisiones sobre los servicios. Algunos de los problemas relacionados con el sobrediagnóstico de ciertos grupos culturales con trastornos mentales específicos, como se mencionó anteriormente, pueden encontrar sus raíces en esta falta de equivalencia en la evaluación.
Un aspecto adicional a considerar es el concepto de la cultura como lenguaje. El lenguaje es central en cualquier cultura y en la comprensión cultural. Sin embargo, en países de altos ingresos, como Australia, el terapeuta y el cliente pueden no compartir el mismo idioma. Aunque muchos países de altos ingresos tienen políticas para asegurar que se utilicen intérpretes adecuados en tales circunstancias, sigue existiendo un problema endémico de no utilización de intérpretes. La sociedad como paciente es un término que Anthony J. Marsella utiliza para señalar que no todos los problemas se encuentran dentro del individuo, y que el bienestar o la falta del mismo de un paciente a menudo es producto de los impactos del entorno externo. Esto es particularmente cierto para migrantes, refugiados o poblaciones indígenas en países de altos ingresos, quienes pueden experimentar racismo, discriminación y la consiguiente marginación. Marsella argumenta que los profesionales de salud mental que trabajan a través de culturas deben asumir el rol de activistas sociales, desafiando algunos de los contextos sociales que afectan a sus clientes.
Este contexto social también involucra la globalización y el cambio rápido de sistemas y culturas. La globalización no es un proceso nuevo, pero en los últimos 100 años ha experimentado un aumento rápido en las redes globales, una mayor velocidad de los flujos globales y una mayor profundidad de la interconexión global. La cultura se ha visto afectada por estos flujos globales, con una creciente dominación de nociones de individualismo, materialismo y fragmentación social, donde el "bienestar puede ser una víctima colateral de los cambios económicos, sociales y culturales asociados a la globalización". La pérdida de redes sociales como factores protectores puede ser muy significativa en términos de aumento de los niveles de angustia en comunidades culturalmente diversas, como los refugiados y migrantes en países de altos ingresos. Los sanadores tradicionales y los sistemas de sanación están siendo reemplazados por los sistemas occidentales, los cuales pueden sufrir de falta de recursos adecuados y resultar culturalmente inapropiados. Todo esto señala la necesidad de encontrar vías para avanzar que construyan sobre estos recursos decrecientes y fortalezcan la capacidad de los individuos y las comunidades hacia mejores resultados en salud mental.
Los sistemas de salud mental convencionales están reconociendo cada vez más la intersección de la diversidad cultural. Un ejemplo de ello es la inclusión de la entrevista de formulación cultural en el DSM-5, lo cual es un paso positivo, especialmente porque busca explorar la identidad cultural, la conceptualización de la enfermedad, los factores psicosociales, la vulnerabilidad y la resiliencia, así como las características culturales de la relación entre el clínico y el paciente. No obstante, esto es solo una herramienta dentro de un panorama más amplio y no tiene sentido sin cambios más radicales en los sistemas y las prácticas. Mucha de la literatura en el campo señala la necesidad de servicios de salud holísticos que incorporen el contexto total en el que se experimentan la salud y la enfermedad. Algunas sugerencias incluyen la integración de los servicios de salud mental con la atención primaria de salud, como una forma de superar algunos de los problemas de estigma y discriminación. En el contexto de países de ingresos bajos y medianos, Chee Ng y otros señalan que "la integración de los servicios de salud mental en la atención primaria de salud es una forma altamente práctica y viable de cerrar la brecha de tratamiento en salud mental en entornos donde hay limitaciones de recursos". Lo que no quiere decir que esto no aplique también en países de altos ingresos como Australia, donde las respuestas efectivas en salud mental en muchas comunidades indígenas siguen siendo un objetivo no alcanzado.
Enfoques más recientes como el modelo biopsicosocial y los enfoques de recuperación en salud mental, o los renovados llamados al pluralismo médico, también ofrecen nuevas oportunidades para trabajar con las personas de una manera más holística. Suman Fernando sugiere que "el desarrollo de la salud mental, como el desarrollo en cualquier otro campo, debe comenzar aprovechando lo que las personas en cualquier ubicación actualmente quieren y valoran". Una de las formas que debe explorarse más sistemáticamente es la posibilidad de integrar los recursos positivos de la comunidad en la provisión de servicios de salud mental. Marsella argumenta que los servicios etnoculturales basados en la comunidad son un recurso positivo dentro de la comunidad, que puede desempeñar una función esencial en el tratamiento de problemas de salud mental en grupos culturales diversos. Además, sostiene que el desarrollo de una fuerte red de apoyo social y comunitario debe ser intrínseco al proceso. En el contexto de trabajar con refugiados en el Reino Unido, Tribe también respalda esta opinión, sugiriendo que los servicios de salud mental basados en la comunidad "pueden resultar más accesibles, aceptables y relevantes, alineados con otros tipos de atención comunitaria".
Además de estos tipos de servicios, también existe evidencia significativa de que muchas personas dentro de comunidades culturalmente diversas probablemente utilicen otras vías además de los terapeutas profesionales para lidiar con la angustia mental, como los ancianos de la comunidad, líderes religiosos, sacerdotes y sanadores tradicionales. Estos recursos positivos, especialmente las prácticas y sistemas de sanación tradicionales, pueden involucrarse en la provisión de servicios de salud mental a través de colaboraciones, asociaciones y sistemas de salud basados en la comunidad. Un ejemplo de ello es el templo de sanación Muthuswamy en India, donde investigaciones realizadas por el Instituto Nacional de Salud Mental y Ciencias Neurológicas de India concluyeron que las personas con problemas de salud mental que se alojaban en el templo mostraron una reducción significativa en las puntuaciones de las escalas de calificación psiquiátrica. Los investigadores sugirieron que "los templos de sanación pueden constituir un recurso comunitario para personas con enfermedades mentales en culturas donde son reconocidos y valorados… [y el] potencial de alianzas efectivas que involucren recursos indígenas locales debe ser considerado". De manera similar, Joseph P. Gone señala el uso generalizado de círculos de conversación, ceremonias con pipa, saunas y otras prácticas culturales específicas en el Servicio de Salud Indígena Federal en los Estados Unidos, para argumentar a favor de un renovado enfoque en la participación en prácticas culturales tradicionales, así como las posibilidades de transformaciones espirituales, cambios en la identidad colectiva y la creación de significado.
¿Cómo Afectan las Leyes de Comercio Global a la Economía de Estados Unidos y sus Socios?
Las leyes como la Ley LIBERTAD (Helms-Burton Act) y la Ley de Sanciones contra Irán y Libia han generado críticas debido a sus aspectos extraterritoriales, especialmente por parte de los socios comerciales de Estados Unidos. Estas leyes permiten a los ciudadanos estadounidenses demandar a empresas extranjeras que hagan negocios con propiedades confiscadas en Cuba, lo que ha generado disputas internacionales. Los casos en contra de la Ley LIBERTAD han sido presentados en tribunales bajo el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), y algunos de estos casos se han centrado en el impacto que estas medidas tienen sobre los acuerdos comerciales internacionales.
A lo largo del tiempo, algunas de las restricciones voluntarias de exportación impuestas por los socios comerciales de Estados Unidos han desaparecido. Un ejemplo de ello es el acuerdo automotriz con Japón, que no establece metas cuantitativas para las exportaciones de EE. UU., sino que se enfoca en el monitoreo bilateral de compromisos cualitativos. Además, en el caso de Corea del Sur, se ha implementado un Memorando de Entendimiento para liberalizar el acceso al mercado de vehículos, basándose en el principio de la nación más favorecida (NMF), lo que permite una mayor apertura comercial.
En términos de protección intelectual, Estados Unidos mantiene un sistema robusto de protección de la propiedad intelectual, basado en normas constitucionales y acuerdos internacionales como el Tratado de los Derechos de Propiedad Intelectual (TRIPS). Este sistema garantiza derechos exclusivos y una mayor duración en la protección de las creaciones, incluso recuperando obras que previamente habían caído en el dominio público. Además, Estados Unidos monitorea bilateralmente el nivel de protección que sus socios comerciales otorgan a la propiedad intelectual, lo que asegura un entorno de acceso equitativo y competitivo en el mercado global. Sin embargo, este sistema no está exento de desafíos, ya que algunos países continúan negando una protección efectiva.
En cuanto a la producción textil y de ropa, Estados Unidos ha logrado mejoras sustanciales en productividad a través de una mayor intensidad de capital en el mercado interno y las operaciones de procesamiento en países como México, el Caribe y América Central. A pesar de tener aranceles de importación más altos que el promedio manufacturero, Estados Unidos mantiene cuotas específicas de importación bajo el Acuerdo sobre Textiles y Ropa de la OMC, emitiendo 25 solicitudes de salvaguardias para los miembros de la OMC. Esta administración de cuotas implica que los productos más sensibles se incluirán en fases posteriores de liberalización, previstas para 2005.
El comercio de servicios ha aumentado considerablemente en Estados Unidos, convirtiéndose en el principal generador de Producto Interno Bruto (PIB), representando aproximadamente dos tercios de la economía y 65% del empleo en 1995. Las exportaciones de servicios cruzados han adquirido mayor relevancia, aunque la instalación directa de empresas extranjeras en el país ha desplazado en gran medida al comercio cruzado de servicios. La productividad en sectores como telecomunicaciones, servicios financieros y profesionales es un factor clave para el crecimiento económico de Estados Unidos, con aumentos que probablemente influirán en el crecimiento total de la productividad y los niveles de vida en el futuro. La clave para Estados Unidos es mantener un sector de servicios eficiente, competitivo y abierto.
Es importante destacar que la estrategia comercial de Estados Unidos se basa en un sistema de mercado abierto y predecible, tanto a nivel interno como en sus relaciones comerciales internacionales. La interdependencia global de las economías requiere que Estados Unidos mantenga sus mercados abiertos, no solo para su propio beneficio, sino para el bienestar del sistema comercial mundial. La adopción de medidas multilateralistas y la resistencia a la bilateralidad o unilaterismo son esenciales para el futuro del comercio global.
En cuanto a la economía de Estados Unidos, se ha observado un rendimiento destacado en comparación con otros países industrializados, con un crecimiento superior al promedio y una inflación moderada. El déficit presupuestario federal ha disminuido significativamente y la tasa de desempleo se mantiene baja. El crecimiento de la productividad, impulsado por la eficiencia de asignación de recursos, es una de las bases de la prosperidad estadounidense. Además, el comercio ha cobrado mayor importancia en la actividad económica, con un aumento en la relación entre el comercio y el PIB, lo que ha permitido a Estados Unidos compensar los efectos de las recesiones económicas mediante un mayor volumen de exportaciones. Esta mayor participación en el comercio ha servido como un amortiguador frente a los ciclos económicos, demostrando la importancia de tener acceso seguro y liberalizado a los mercados internacionales.
Con el crecimiento del sector de servicios, la economía de Estados Unidos ha encontrado en este sector un pilar fundamental para el aumento de la productividad y el bienestar social. A medida que la manufactura sigue representando una parte más pequeña del PIB, el futuro de Estados Unidos depende en gran medida de la mejora en la eficiencia y competitividad del sector servicios, especialmente en aquellas áreas que afectan directamente a otros sectores productivos, como las finanzas, las telecomunicaciones y el transporte. La integración de los servicios en el comercio global continúa siendo una ventaja estratégica clave para el país.
En términos de la relación comercial con otras regiones, Estados Unidos sigue siendo la nación líder en el comercio mundial, siendo la mayor exportadora de bienes y servicios. Aunque la Unión Europea sigue siendo su principal socio comercial, ha habido un cambio gradual hacia Asia, que se ha convertido en la fuente más importante de importaciones. Este cambio refleja una reconfiguración global de las rutas comerciales y una creciente importancia del comercio en la región asiática.
¿Cómo afecta el proteccionismo al comercio internacional y al desarrollo de los países en vías de desarrollo?
El proteccionismo ha experimentado un crecimiento considerable desde mediados de la década de 1970, con un resurgimiento de medidas restrictivas como los acuerdos de restricciones voluntarias de exportaciones (VER, por sus siglas en inglés) y los acuerdos de comercialización ordenada. Estas medidas han tenido un impacto significativo tanto en las economías de los países industriales como en las de los países en desarrollo. Aunque los países en desarrollo han encontrado formas ingeniosas de sortear estos obstáculos o aprovecharlos en su beneficio, el daño económico que ocasionan es evidente.
Las restricciones impuestas por los países industrializados, a pesar de ser relativamente porosas, no dejan de causar perjuicio económico a los países en desarrollo. Estas restricciones obligan a los exportadores de los países en desarrollo a adoptar estrategias que no elegirían en un entorno de libre comercio o en un sistema donde las restricciones no sean discriminatorias. El proteccionismo frustra las ventajas comparativas, refuerza industrias moribundas y ralentiza el desarrollo de nuevas. Además, desvia los esfuerzos hacia la búsqueda de rentas, en lugar de fomentar la eficiencia y la innovación.
Los costos del proteccionismo son complejos y, por lo general, los estudios existentes solo abordan uno de sus aspectos más sencillos: el incremento en los ingresos por exportaciones que resultaría de la reducción de aranceles y barreras no arancelarias (NTB, por sus siglas en inglés). Estudios realizados por instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Secretaría de la Commonwealth han demostrado que el impacto sería sustancial, con ganancias por exportaciones que podrían ascender a miles de millones de dólares anuales. No obstante, este cálculo solo refleja una parte del panorama.
Un estudio realizado sobre las exportaciones de acero de Corea hacia Estados Unidos mostró que las restricciones de exportación redujeron las ventas en $207 millones, o un 24%, aunque Corea compensó parcialmente esta pérdida con un aumento en los precios y ventas a otros mercados, lo que resultó en una ganancia neta pequeña. Hong Kong, por su parte, enfrenta restricciones cuantitativas en muchas de sus exportaciones, pero ha sido innovador al permitir que las empresas comercialicen sus derechos de cuota. Las estimaciones muestran que las ganancias obtenidas de esta práctica fueron de $724.6 millones entre 1982 y 1983, lo que representa el 1.4% del PIB de Hong Kong. Sin embargo, estas ganancias son inusuales, ya que Hong Kong es una economía pequeña con un alto porcentaje de exportaciones manufacturadas. En otros países, los beneficios serían considerablemente menores, y los "alquileres de cuota" no deben considerarse ganancias puras, ya que surgen de la restricción de exportaciones. Aunque los beneficios puedan aumentar, los empleos y salarios en las industrias intensivas en mano de obra probablemente se vean reducidos.
Los costos de protección son mucho más amplios que los simples efectos directos en las exportaciones. La mayoría de los estudios se limitan a medir los costos directos, como el impacto en los precios de los bienes importados, pero no incluyen otros aspectos, como la competencia en la eficiencia gerencial, el acceso a nuevas tecnologías, las economías de escala, el ahorro y la inversión. Como resultado, la mayoría de las estimaciones probablemente subestiman los costos totales. Además, estos estudios suelen omitir los costos de ajuste que se generan cuando la protección se elimina, aunque estos son costos transitorios a corto plazo, mientras que las ganancias del comercio persisten a largo plazo.
En términos de los costos para los consumidores, se han estimado pérdidas multimillonarias en sectores como textiles y confecciones. Por ejemplo, en los Estados Unidos, los costos derivados de la protección de estos sectores ascendieron a decenas de miles de millones de dólares. Lo mismo ocurre con productos como los vehículos y los grabadores de video. Para la Comunidad Económica Europea (CEE), el costo de proteger los grabadores de video alcanzó cerca de medio billón de dólares. Estos costos adicionales para los consumidores no solo afectan el precio de los productos protegidos, sino que también desvían recursos de otras áreas de la economía.
Otro aspecto relevante es el costo de preservar empleos a través del proteccionismo. Las medidas que buscan mantener puestos de trabajo en industrias protegidas a menudo resultan en un gasto mucho mayor para los consumidores que el salario de los trabajadores preservados. Por ejemplo, en el Reino Unido, cada puesto de trabajo preservado en la industria automotriz costó entre $19,000 y $48,000 anuales a los consumidores, mientras que en Estados Unidos los costos oscilaron entre $40,000 y $108,500. Esta es una paradoja evidente, ya que cada empleo protegido genera un costo mucho mayor que el beneficio que se obtiene de mantenerlo. A su vez, los consumidores pierden mucho más que los trabajadores ganan, y la economía en su conjunto también sufre las consecuencias.
A pesar de los esfuerzos por mantener empleos en sectores protegidos, como los automóviles o el acero, los resultados han sido modestos. En algunos casos, las importaciones de productos similares desde otros mercados han desplazado parcialmente los productos locales. La industria textil, por ejemplo, ha invertido fuertemente en la modernización tecnológica gracias a los beneficios derivados de las restricciones a las importaciones. Sin embargo, esta inversión ha resultado en una automatización que ha reemplazado una gran cantidad de empleos. En los Estados Unidos, muchos de estos nuevos empleos se han localizado en el sur del país, mientras que los antiguos empleos en el noreste han desaparecido. Además, las barreras geográficas y de habilidades han dificultado la preservación de empleos en sectores como el textil.
En términos macroeconómicos, las políticas proteccionistas no solo han tenido efectos limitados en la industria protegida, sino que han contribuido al estancamiento general de la economía. Los efectos de las políticas proteccionistas en el empleo y en la reducción de los costos de ajuste han sido limitados, y en muchos casos, los costos sociales y económicos de estas políticas han superado con creces los beneficios inmediatos.
¿Es Sostenible el Proteccionismo Comercial en la Era Globalizada?
El proteccionismo comercial, como respuesta a lo que algunos gobiernos consideran prácticas comerciales desleales o amenazas a la seguridad nacional, ha sido un tema central en la política económica global, especialmente en las últimas décadas. Un ejemplo claro de esta tendencia es el Acta de Expansión Comercial de los Estados Unidos de 1962, que permite a la Administración tomar medidas contra las importaciones de cualquier artículo que suponga un peligro para la seguridad nacional del país. Las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) permiten que los gobiernos miembros tomen medidas defensivas ante amenazas a la seguridad nacional, lo cual, sin embargo, plantea una serie de complicaciones y desafíos en la práctica.
En el caso del acero, por ejemplo, los Estados Unidos invocan la defensa de la seguridad nacional argumentando que una industria del acero autóctona viable es vital para la economía en su conjunto. Sin embargo, es poco probable que esta justificación pueda extenderse para cubrir todas las clases de un producto tan diverso como el acero. La resolución de este asunto probablemente recaerá sobre el sistema de resolución de disputas de la OMC. En cuanto al aluminio, los Estados Unidos no realizaron ninguna investigación formal; simplemente impusieron un arancel general del 10%, lo cual, bajo las normas de la OMC, no es permisible. La Administración estadounidense no ha ofrecido justificación alguna más allá de referencias generales a la seguridad nacional.
Frente a estas medidas, muchos se han preguntado si los países afectados por los aranceles estadounidenses sobre el acero y el aluminio deberían tomar represalias. Sin embargo, eso podría desatar una "guerra comercial", algo que resultaría perjudicial para todos. Aunque al principio el presidente de la Comisión Europea mencionó la posibilidad de represalias, hoy en día, países como China han adoptado una postura más cautelosa. Tomar represalias, ya sea en forma de aranceles especiales o cuotas, sin seguir el debido proceso, también violaría las reglas de la OMC, y perjudicaría a las industrias, comerciantes y consumidores de ambos lados.
El enfoque correcto frente a las acciones de Estados Unidos es acudir al sistema de disputas establecido por la OMC. Este mecanismo es eficiente y puede resolver los desacuerdos de manera más justa y ordenada, evitando un daño irreparable a las economías involucradas.
El "America First" del presidente estadounidense representa una amenaza para los principios fundamentales del sistema comercial multilateral. En el Foro Económico Mundial, el Secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, defendió que las acciones comerciales del país estaban destinadas a corregir decisiones políticas incorrectas tomadas bajo el sistema de reglas del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y la OMC, un sistema que, en su opinión, ya no era apropiado. Aunque Estados Unidos no pretende renunciar a su papel de liderazgo en el comercio mundial, su objetivo es crear un sistema más "justo y equitativo", donde no se le considere un "tonto" ni un "patsy".
Si bien la retórica de "América Primero" podría interpretarse como un alejamiento de la tradición estadounidense de promover un sistema comercial internacional abierto, las consecuencias de una política proteccionista masiva serían devastadoras para todos. Las guerras comerciales nunca benefician a las naciones implicadas, pues los fabricantes de los países productores pierden producción, beneficios y empleos, mientras que los comerciantes y servicios auxiliares, como los transportistas, financieros, aseguradores e importadores, ven mermados sus ingresos. Los consumidores en los países importadores enfrentan una menor disponibilidad de bienes y precios más altos. Además, los gobiernos experimentan una pérdida de ingresos debido a la disminución del volumen de comercio.
En la década de 1930, cuando las principales economías industrializadas intentaron proteger sus industrias internas mediante el uso agresivo de aranceles de importación u otras restricciones comerciales, el resultado fue una caída de alrededor del 50% en el volumen del comercio mundial, lo que contribuyó al desempleo masivo y a la pobreza. En la era moderna de cadenas de producción globalizadas, existe un riesgo significativo de disrupción en las líneas de suministro de componentes, lo que afectaría la manufactura, la producción, los costos y el empleo.
Actualmente, es difícil predecir qué sucederá a continuación. La administración Trump está decidida a equilibrar el sistema comercial internacional de una manera más favorable para los Estados Unidos. Sin embargo, aún no se sabe cuál será el próximo objetivo del proteccionismo, luego de las acciones fallidas sobre los subsidios a los aviones, o los aranceles impuestos a paneles solares, electrodomésticos, acero y aluminio.
Es importante tener en cuenta que el caso del acero es fundamental para los productores de todo el mundo que exportan a Estados Unidos. Si los países exportadores afectados prefieren mantener una postura ética, su único recurso será recurrir a la OMC, lo que podría incluir también los aranceles sobre el aluminio. No obstante, este proceso podría tomar un año o más para resolverse, especialmente si los fallos del panel de disputa inicial son apelados, lo cual es probable. Mientras tanto, parece que Estados Unidos está escapando con acciones proteccionistas, mientras sus principales socios comerciales, sobre todo China y la Unión Europea, consideran que el riesgo de una guerra comercial total representa una amenaza mayor y más dañina.
El proteccionismo ha tenido éxito en el pasado en situaciones específicas, como en la década de 1980, cuando las políticas proteccionistas de Estados Unidos contuvieron el crecimiento de Japón, que, al igual que China hoy, mantenía un gran superávit comercial con Estados Unidos. Sin embargo, las condiciones y los patrones comerciales han cambiado profundamente desde entonces, especialmente con el auge de las cadenas de suministro regionales y globales. La noción de un desequilibrio comercial bilateral, que tanto incomodaba a Trump, parece obsoleta. De hecho, el superávit comercial de China se ha reducido significativamente en la última década, mientras que el déficit comercial de Estados Unidos ha permanecido casi inalterado. La verdadera causa de este desequilibrio se encuentra en las realidades macroeconómicas de Estados Unidos, como una baja tasa de ahorro interno y una alta tasa de endeudamiento federal.
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