La campaña presidencial de 2016, particularmente en Iowa, estuvo marcada por un notable desajuste en los niveles de entusiasmo entre los votantes demócratas y republicanos. Aunque no se disponía de encuestas públicas específicas que midieran el entusiasmo de los votantes en el estado, algunos indicios, como las primeras devoluciones de votos, apuntaban a una menor participación de los votantes demócratas. En octubre de 2016, los votantes demócratas habían solicitado y enviado más votos anticipados que los republicanos, pero la cantidad total de solicitudes disminuyó en casi 38,000 boletas en comparación con las elecciones de 2012, y el número de votos enviados disminuyó en cerca de 32,000 (Noble 2016b). Esto reflejaba un evidente desinterés por parte del electorado demócrata, algo que se mantuvo a lo largo de todo el proceso electoral.

En cuanto a la percepción de los líderes políticos de Iowa, tanto a nivel estatal como local, había una clara brecha de entusiasmo entre los votantes de los dos principales partidos. Numerosos entrevistados demócratas indicaron una falta de entusiasmo por la candidatura de Hillary Clinton. Según Andy McGuire (2018) y Troy Price (2019), la campaña de 2016 careció de la energía y el fervor que habían caracterizado a las campañas de Obama en 2008 y 2012. A diferencia de la capacidad de Obama para construir un mensaje unificador entre los votantes de diferentes orígenes, Clinton no logró crear esa misma conexión. Price, en particular, apuntó que el enfoque de la campaña de Clinton en la reconstrucción de la "coalición de Obama" —centrada en trabajadores, afroamericanos, latinos y otras minorías— no resonó de la misma manera entre los votantes de Iowa.

El desinterés hacia la campaña de Clinton se evidenció de varias maneras. En primer lugar, la falta de voluntarios locales fue un problema evidente. A pesar de los esfuerzos por movilizar a los votantes, muchos encuestados demócratas mencionaron que fue muy difícil reclutar voluntarios para tareas como la organización de llamadas telefónicas o el toque de puertas. Un entrevistado de Iowa del noroeste llegó a afirmar que tuvieron que "suplicar" a las personas para que ayudaran. De hecho, solo uno de los encuestados indicó que fue fácil reclutar voluntarios en su área. En una imagen significativa, Pete D'Alessandro (2018) relató cómo en el UAW Hall de Waterloo, en el Día de las Elecciones de 2016, la falta de personal era evidente. En ese mismo lugar, en 2008, durante la campaña de Obama, se había realizado una gran movilización, pero en 2016, apenas había dos personas trabajando en el banco de llamadas telefónicas. Esta imagen fue para él un indicativo de que algo estaba fallando en la dinámica de la campaña de Clinton.

Por otro lado, los eventos de campaña de Hillary Clinton no lograron atraer grandes multitudes, algo que sí sucedió con los actos de Trump. Los republicanos señalaron que las concentraciones de Trump eran mucho más grandes y vibrantes que las de Clinton. Un encuestado republicano mencionó que los medios de comunicación solo mostraban una pequeña porción de los asistentes a los eventos de Clinton, haciendo parecer que las multitudes eran más grandes de lo que realmente eran. Esta diferencia en la asistencia a los eventos no pasó desapercibida para los demócratas, quienes tuvieron que "crear multitudes" para los actos de Clinton, algo que nunca fue necesario en campañas anteriores como la de Obama.

En cuanto a la experiencia de los voluntarios, muchos indicaron que al trabajar en la campaña de Clinton, se toparon con una falta de interés generalizado por parte de los votantes potenciales. Algunos incluso recibieron respuestas negativas o de desinterés de votantes que tradicionalmente habían apoyado a los demócratas. Un voluntario de Iowa del noreste recordó cómo, tres meses antes de las elecciones, al hacer puertas en zonas democráticas, muchas personas le dijeron que votarían por Trump, ya que sentían que Clinton no representaba el cambio que necesitaban.

En contraste, la campaña de Donald Trump logró generar un entusiasmo mucho mayor en Iowa. Los seguidores de Trump parecían tener un impulso palpable, y los líderes republicanos confirmaron que su campaña era más activa y energizada que la de Clinton. Esto fue evidente no solo en los eventos y mítines, sino también en las interacciones diarias con los votantes. En términos generales, la campaña de Trump parecía captar el fervor de los votantes mucho mejor que la de Clinton, lo que a su vez afectó el resultado en Iowa.

Un aspecto importante a considerar es que el entusiasmo no solo depende de la figura del candidato, sino también de la capacidad del equipo de campaña para movilizar a los votantes, tanto en el ámbito local como estatal. Mientras que Trump pudo activar a sus seguidores, la falta de un mensaje claro y motivador de parte de Clinton, combinado con la desilusión de muchos votantes demócratas, llevó a un escenario en el que la movilización de votantes se volvió mucho más difícil para el Partido Demócrata.

¿Cómo logró Donald Trump superar a Mitt Romney en Iowa en 2016?

Uno de los aspectos más sorprendentes de la victoria de Donald Trump en Iowa fue su notable desempeño por encima de Mitt Romney. Trump recibió 70,366 votos adicionales en 2016 en comparación con Romney en 2012, lo que representa un aumento del 8,1% en los votos en todo el estado. En contraste, Hillary Clinton tuvo una caída de 168,875 votos respecto a Barack Obama en 2012. Este patrón de "sobresalir frente a Romney" fue consistente en la mayoría de los 99 condados de Iowa, aunque con variaciones significativas, que iban desde una caída de -2,3% en Johnson County hasta un aumento de 21,6% en Howard County. Este fenómeno es indicativo de un profundo cambio en las dinámicas electorales de la región.

Lo que es particularmente interesante en el contexto de esta sobreperformance es cómo los votantes de diferentes grupos respondieron a la candidatura de Trump. En los condados rurales, especialmente aquellos con una mayor proporción de votantes blancos y de clase trabajadora, la diferencia en el apoyo a Trump sobre Romney fue mucho mayor. De hecho, en los condados más rurales del estado, donde menos del 2,500 residentes viven en ciudades no adyacentes a áreas metropolitanas, Trump logró un incremento promedio del 16,1% en su votación en comparación con Romney. En contraste, en las zonas metropolitanas más grandes, la diferencia fue de solo 8,5%.

Entre los factores que mejor explican este fenómeno, la proporción de votantes republicanos y evangélicos en cada condado juega un papel crucial. A pesar de que tanto Romney como Trump contaron con un apoyo significativo de estos grupos, Trump logró aumentar su base de apoyo principalmente en los condados donde la proporción de votantes republicanos y evangélicos no era tan alta. Este patrón se vio reflejado en el hecho de que Trump, en general, tuvo un crecimiento de su apoyo en condados que, en 2012, no habían sido tan favorables para Romney.

En cuanto a los factores económicos, la relación entre el cambio en el ingreso familiar medio ajustado y el voto por Trump resultó ser positiva, algo que contrasta con la previsión de que las tensiones económicas deberían haber generado una respuesta negativa. Sin embargo, este cambio positivo puede explicarse por el hecho de que Trump logró atraer a votantes más acomodados, un grupo clave dentro del electorado republicano. Esto se corroboró con los datos de las encuestas de salida de 2016, que mostraron que Trump tuvo un mejor desempeño entre los votantes más adinerados que Hillary Clinton.

Adicionalmente, la educación juega un papel significativo en este análisis. Existe una brecha clara entre los votantes con y sin educación universitaria. El aumento en la proporción de residentes con título universitario en un condado fue estadísticamente significativo y se asoció con una disminución del apoyo a Trump. Un aumento de una desviación estándar en el porcentaje de residentes con título universitario resultó en una disminución del 4% en la participación de Trump en el voto de dos partes. Este hallazgo subraya una dinámica importante dentro del electorado: el voto de los trabajadores blancos con menor nivel educativo fue un pilar clave en la victoria de Trump.

En el caso de los votantes evangélicos, la relación fue menos fuerte pero aún significativa. A medida que aumentaba la proporción de votantes evangélicos en un condado, el apoyo a Trump también crecía, aunque a un ritmo menor en comparación con otros factores, como la afiliación republicana. Esto sugiere que los votantes evangélicos fueron esenciales para consolidar la coalición de Trump, pero no representaron la base principal de su crecimiento.

En cuanto a la estructura geográfica del estado, los condados rurales, con su mayor proporción de votantes de clase trabajadora y blanca, fueron los más decisivos para el desempeño de Trump. El análisis de los condados más rurales demuestra que fue allí donde Trump realmente logró superar a Romney en términos de porcentaje de votos, lo que indica que la clave para entender el "desempeño superior" de Trump en Iowa radica en su capacidad para movilizar a los votantes blancos y de clase trabajadora en áreas menos urbanizadas.

Finalmente, es crucial reconocer que el modelo de predicción de los votos de Trump no solo depende de la afiliación política o la identidad religiosa, sino también de las dinámicas locales específicas. Los cambios económicos, como el ingreso promedio y la evolución de la población no blanca, no fueron factores determinantes de manera tan clara como se esperaba. Esto resalta cómo la política local y las características demográficas pueden influir en los resultados electorales, creando un panorama complejo de factores interrelacionados que contribuyen a la victoria electoral.

¿Qué factores determinan la brecha de entusiasmo en las elecciones y el apoyo a Trump en Iowa?

En el contexto de las elecciones presidenciales en Iowa, uno de los aspectos más llamativos es la brecha de entusiasmo entre los votantes. Este fenómeno se refleja principalmente en la diferencia de motivación y apoyo entre los votantes de distintos partidos. En 2016 y 2020, la campaña de Donald Trump se benefició de un gran porcentaje de votantes de clase trabajadora blanca, especialmente en áreas rurales, quienes se sintieron desilusionados con las políticas tradicionales del Partido Demócrata. La importancia de este grupo se evidenció en su participación activa en los caucus republicanos, mientras que el Partido Demócrata, pese a tener una presencia significativa, no logró movilizar con la misma eficacia a sus bases en comparación con el partido contrario.

Uno de los factores determinantes para explicar este fenómeno fue la percepción del electorado de que Trump representaba un cambio frente al sistema político establecido. El eslogan "Make America Great Again" no solo apeló a la nostalgia por una América que muchos consideraban perdida, sino que también fue un grito de independencia política frente a las élites tradicionales. Por otro lado, la campaña de Hillary Clinton no logró conectar de la misma manera con los votantes clave en los condados pivote, aquellos que cambiaron su apoyo de Obama a Trump. Estos condados reflejan una transición de votantes que, aunque históricamente demócratas, se vieron atraídos por la promesa de Trump de desafiar el statu quo.

El apoyo a Trump también puede entenderse a través de una serie de factores socioeconómicos y culturales. La creciente preocupación por la economía y el empleo, sobre todo en los sectores de manufactura, fue un tema recurrente en los discursos de campaña. A pesar de que la economía mostraba signos de crecimiento, el mensaje de Trump resonó con los votantes que sentían que no estaban viendo los beneficios directamente. De ahí que la promesa de revivir la industria estadounidense fuera tan poderosa. Además, la retórica anti-establishment y el rechazo a figuras como Hillary Clinton, quien fue vista por muchos como parte del mismo sistema político que los había decepcionado, también contribuyó al crecimiento de su base de apoyo.

A la par de estos factores económicos, la cuestión de la identidad y la raza jugó un papel crucial. En un estado como Iowa, que ha experimentado un cambio demográfico en los últimos años, la política racial y la postura frente a la inmigración marcaron diferencias claras entre los votantes. Mientras que Trump fue visto como un defensor de la seguridad y los valores conservadores, el enfoque de Clinton no logró consolidar un mensaje claro que atrajera a los votantes que se sentían amenazados por la inmigración y los cambios demográficos. Las divisiones urbanas-rurales también tuvieron un impacto, ya que las áreas rurales tendían a favorecer más abiertamente a Trump, mientras que las áreas urbanas mostraron un mayor apoyo a Clinton, generando así un contraste significativo en los resultados.

A nivel de la organización de campaña, el equipo de Trump se benefició de una estructura más eficiente y adaptable a las demandas de los votantes. La estrategia de una campaña más directa y menos institucionalizada, sumada a su habilidad para generar atención mediática constante, le permitió maximizar el impacto de sus visitas a los condados y su presencia en los medios. Por otro lado, el Partido Demócrata, a pesar de contar con recursos más amplios, no logró movilizar a suficientes votantes de las áreas rurales ni entusiasmar a la base joven y progresista en los caucus.

Un aspecto relevante de la campaña de Trump fue su habilidad para superar el análisis de los expertos y las predicciones de los medios. La "brecha de entusiasmo" que caracterizó a su campaña no solo se reflejó en la motivación de los votantes, sino también en la capacidad de generar expectativas en torno a los resultados. Aunque algunos analistas minimizaban su apoyo, especialmente en los estados del Medio Oeste, Trump logró consolidar un respaldo sólido en Iowa y otros estados clave, lo que le permitió superar las expectativas y ganar en un contexto de fuerte polarización.

Es importante que los lectores comprendan que la brecha de entusiasmo no es simplemente una cuestión de simpatía hacia un candidato u otro. Va mucho más allá de la política de partido, involucrando factores como el cambio económico, la identidad cultural, las tensiones sociales y las estrategias de campaña. Además, las divisiones geográficas y la transición de los votantes de un partido a otro muestran cómo la política se puede mover en direcciones inesperadas y cómo las campañas deben adaptarse rápidamente para captar a los votantes indecisos.

¿Por qué cambian las preferencias políticas en Iowa a lo largo del tiempo?

El condado de Dubuque es solo uno de los muchos en Iowa que reflejan la tendencia de cambio demográfico y político en la región. En 2016, la población promedio de los condados del este de Iowa era de aproximadamente 33,880 habitantes. Aunque el descenso de la población no fue tan marcado como en el oeste del estado, muchos condados del este también experimentaron una caída desde el censo de 2000. Según las estimaciones de la Oficina del Censo de EE. UU. (2017), solo 16 de los 49 condados del este de Iowa habían crecido en población desde el año 2000. Los condados que más han crecido se encuentran principalmente en la parte central de la región, mientras que las áreas al norte, cerca de la frontera con Minnesota, y al sur, cerca de Missouri, han visto una disminución, salvo en el caso del condado de Davis, que mostró un crecimiento estimado del 3.7%.

En términos políticos, los demócratas disfrutan de ciertas ventajas en el este de Iowa, especialmente en las zonas urbanas de la región. Sin embargo, fuera de estas áreas urbanas, los republicanos tienen una ventaja considerablemente mayor en comparación con la del este. Según los datos de registro de votantes de la Secretaría de Estado de Iowa (2016b), los demócratas representaban aproximadamente el 33% del total de votantes registrados en el este de Iowa. El condado con la mayor proporción de demócratas registrados en 2016 fue el condado de Johnson (47.8%), hogar de Iowa City y la Universidad de Iowa. La diferencia en la ventaja partidaria es aún más evidente si comparamos el este con el oeste del estado. En el oeste de Iowa, la diferencia entre republicanos y demócratas registrados era cercana al 16%, mientras que en el este de Iowa, la brecha era de aproximadamente un 3.5%.

Uno de los factores clave para entender esta diferencia es la significativa proporción de votantes registrados sin afiliación partidaria en el este de Iowa. En 2016, el 36.5% de los votantes en el este de Iowa no se identificaban con ningún partido. Además, en 12 condados de la región, el porcentaje de votantes independientes superaba el 40%, alcanzando incluso un 45% en los condados de Howard y Jones, y un 47.6% en el condado de Buchanan. En el oeste de Iowa, solo cinco condados tenían una proporción de votantes sin partido superior al 40%, y el mayor porcentaje se encontraba en el condado de Emmet (43.4%).

En cuanto a las elecciones presidenciales, el cambio en las preferencias de los votantes ha sido notable, especialmente entre 2008 y 2016. La campaña presidencial de Barack Obama comenzó en Iowa, donde ganó la caucus demócrata en 2008, lo que le permitió cimentar su camino hacia la nominación. La participación en las caucus fue extremadamente alta, con aproximadamente 240,000 iowenses participando. Obama ganó la elección general en Iowa en 2008, con un 53.7% del voto popular, venciendo al republicano John McCain. Aunque su apoyo principal estaba en áreas urbanas, también ganó en condados rurales a lo largo del Valle del Río Mississippi y en condados del norte del estado. Obama logró obtener la victoria en 53 de los 99 condados de Iowa.

Sin embargo, en 2012, las elecciones fueron mucho más reñidas. Obama ganó de nuevo Iowa, pero con márgenes mucho más ajustados que en 2008. La victoria de Obama en 2012 fue de un 51.7% frente al 46% de Mitt Romney. Romney logró un desempeño impresionante al ganar 61 condados de Iowa, incluyendo varios que Obama había ganado en 2008. En particular, muchos condados del oeste de Iowa, así como algunos en el norte y el este, cambiaron de partido. Este cambio reflejaba una erosión en la coalición de Obama, que fue más evidente en 2016.

En las elecciones de 2016, la candidatura de Hillary Clinton se presentó con la sombra del legado de Obama. Sin embargo, muchos votantes vieron a Clinton como parte del establishment, lo que la puso en una posición desventajosa frente a Donald Trump. Trump, por su parte, fue visto como el candidato que no olvidaría a los votantes rurales y de clase trabajadora, aquellos que habían apoyado a Obama en 2008 y 2012. Trump mantuvo unido su base republicana, especialmente en áreas rurales, y logró asegurar el voto de los trabajadores. Clinton, por su parte, trató de enfocar su campaña en las mujeres, los latinos y los suburbios urbanos, pero no logró movilizar a suficientes votantes en el medio rural de Iowa.

El resultado de las elecciones de 2016 fue claro: Trump ganó Iowa con un 50.7% del voto frente al 41.3% de Clinton. Este resultado evidenció la creciente brecha entre los votantes urbanos y rurales, y cómo las promesas de cambio y la percepción de Hillary Clinton como parte de un sistema político establecido afectaron las decisiones electorales.

Es fundamental entender que la política en Iowa no es estática. Las dinámicas demográficas, como el cambio en la composición de los votantes y la afluencia de votantes independientes, tienen un impacto directo en las elecciones. Además, la política de Iowa refleja una división cada vez más pronunciada entre el ámbito rural y urbano, donde las preocupaciones y prioridades de los votantes pueden variar significativamente. Por tanto, no solo es importante considerar el voto de los partidos principales, sino también la influencia creciente de los votantes independientes que, a menudo, definen el resultado electoral.