Las democracias modernas, aparentemente consolidadas, a menudo parecen estar sujetas a una constante reconfiguración del poder. En este proceso, las políticas de inmigración y las decisiones de los líderes políticos se entrelazan con las dinámicas de poder, las cuales no son simples ni lineales. Los movimientos nacionalistas, muchas veces impulsados por élites políticas, se han transformado en factores clave para entender las nuevas olas de cambio y, en algunos casos, regresión en las democracias del siglo XXI.
La expansión de la autoridad ejecutiva, por ejemplo, ha sido un tema central en muchos gobiernos contemporáneos. En particular, la capacidad de los presidentes y otros altos funcionarios para actuar sin restricciones ha llegado a ser vista como un componente esencial de su liderazgo. Esto se refleja en decisiones como las políticas migratorias restrictivas o las leyes que buscan proteger la “seguridad nacional” a través de medidas de control más estrictas. Las críticas a estas políticas, a menudo tachadas de autoritarias o inhumanas, no siempre surgen de los opositores convencionales, sino también de quienes critican la erosión de las libertades civiles.
Una de las características de la política moderna, especialmente en naciones como los Estados Unidos, es el impulso por mantener o expandir un tipo de "imperio presidencial". Este fenómeno se manifiesta en el abuso de las facultades ejecutivas, que, en lugar de limitarse a la administración y la ejecución de leyes, se extienden hasta la creación de políticas de gran alcance. El control sobre la inmigración es un claro ejemplo de cómo los poderes del ejecutivo se ejercen de forma unilateral, desde la implementación de políticas como la separación de familias hasta la construcción de muros físicos para la contención de flujos migratorios.
En paralelo, los movimientos nacionalistas, alimentados por figuras carismáticas o populistas, han ganado terreno en diversas partes del mundo. Estos movimientos, que a menudo se alinean con una retórica de miedo hacia lo “exterior” o lo “diferente”, promueven la exclusión y la reafirmación de una identidad nacional homogénea. La creación de “otros” y la marginalización de comunidades o grupos percibidos como ajenos o peligrosos se convierten en tácticas efectivas para consolidar el poder interno. En este sentido, el concepto de “patriotismo” se convierte en una herramienta política que, lejos de ser un simple acto de amor a la patria, se transforma en una estrategia de control social.
En este contexto, los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura de la información desempeñan un papel crucial. La desinformación y las fake news son herramientas de manipulación que permiten tanto a gobiernos como a movimientos políticos crear realidades paralelas, que refuerzan sus narrativas y su control sobre la población. La creación de una "hiperrealidad", en la que la percepción distorsionada reemplaza los hechos objetivos, se ha convertido en un fenómeno de amplia escala. El efecto de estos discursos no solo reside en la manipulación de la opinión pública, sino también en la polarización de la sociedad, lo que fortalece la división entre quienes están dentro del grupo nacional y quienes quedan fuera.
El control sobre las narrativas no solo se da a través de los medios de comunicación tradicionales, sino que también se manifiesta en el uso estratégico de plataformas en línea. Las redes sociales, al permitir la creación de “comunidades cerradas” de pensamiento, favorecen la propagación de ideologías extremas y refuerzan los prejuicios existentes. Esta nueva forma de comunicación ha demostrado ser particularmente eficaz para movilizar a masas, lo que a su vez fortalece la estructura del poder en manos de quienes logran influir en el discurso público.
En cuanto a los movimientos migratorios, la narrativa política ha estado estrechamente vinculada con la "soberanía nacional". La protección de las fronteras se ha convertido en uno de los pilares de muchas plataformas políticas, que afirman que es necesario controlar el flujo migratorio para salvaguardar los intereses nacionales. Sin embargo, este enfoque se ha visto criticado por aquellos que advierten sobre sus implicaciones humanitarias. Las políticas de deportación masiva, la detención de migrantes y las políticas de asilo restringido son ejemplos de cómo la seguridad nacional y la inmigración se entrelazan en una misma narrativa.
Un fenómeno paralelo que ha sido objeto de análisis en las democracias actuales es la manera en que los gobiernos eluden la rendición de cuentas. La impunidad, un tema recurrente en la política moderna, está vinculada tanto con la corrupción como con la falta de transparencia en las decisiones políticas. Los líderes políticos y los gobiernos que logran evitar las consecuencias de sus actos a menudo operan sin el debido control, lo que erosiona las bases de una democracia saludable.
Es crucial también entender cómo el sistema económico, con su tendencia a la desindustrialización y la flexibilización laboral, ha creado nuevas formas de desigualdad. La creciente concentración de riqueza en pocas manos, la diseminación de trabajos precarios y la erosión de los derechos laborales son factores que influyen directamente en la política y las elecciones de los votantes. Estos fenómenos no solo afectan el bienestar económico, sino que también modifican las prioridades políticas, llevando a la población a cuestionar la legitimidad de las estructuras de poder.
En conclusión, la interacción entre el nacionalismo, el autoritarismo, la migración y la manipulación mediática en las democracias contemporáneas constituye un entramado complejo que define la política moderna. Las elites políticas, en su lucha por expandir su poder, utilizan todos los recursos a su disposición, desde las leyes hasta los medios, para moldear la realidad a su favor. Los movimientos nacionales, las políticas migratorias restrictivas y el control de la información son solo algunos de los mecanismos a través de los cuales se perpetúa este modelo de poder.
¿Cómo la cultura de la celebridad y la imitación mímica explican la política de Trump?
La cultura de la celebridad contemporánea, tal como la analiza el filósofo Jim McGuigan, tiene una influencia profunda sobre la sociedad, creando modelos de éxito y conductas a seguir en un mundo despiadadamente competitivo y desigual. En su trabajo, McGuigan sostiene que los famosos actúan como "modelos" a seguir, proporcionando una referencia para la imitación de comportamientos y valores. Esta cultura de la celebridad fomenta la idea de que se puede vivir por encima de las reglas, sin rendir cuentas por las propias acciones, algo que se refleja en figuras como Donald Trump. Según Mary Trump, sobrina del expresidente, fue su padre, Fred Trump, quien inculcó en Donald la disposición a humillar a los demás y a romper las normas de conducta honorable, una actitud que funcionó para conectar con una parte significativa de la población que confundió su arrogancia con fortaleza y su falso bravado con éxito.
El concepto de mimesis, o imitación, que ya había sido estudiado en la antropología social y en la psicología de las multitudes, adquiere relevancia en el análisis de la popularidad de Trump. Pensadores como Nidesh Lawtoo, al estudiar la dinámica de las multitudes y el fascismo, advierten que la imitación en las redes sociales y en los medios de comunicación se ha intensificado, creando una especie de contagio emocional entre los seguidores de líderes populistas. Trump, como un ejemplo contemporáneo, ha logrado activar esta imitación mímica para movilizar a las masas, replicando los mismos métodos de los líderes fascistas del pasado que apelaban a los afectos irracionales de las multitudes. La manera en que Trump actúa como líder carismático, similar a una celebridad, no solo genera seguidores, sino que también produce una atmósfera de adulación que fomenta la creación de un "público" fanático y devoto, deseoso de imitar a su líder, no solo en sus valores, sino también en sus actos.
En sus mítines, Trump ha jugado con la idea de la humillación y la crítica a sus rivales, utilizando el humor, los gestos y la nostalgia para menospreciar a los opositores. Estos actos no solo van más allá de los límites tradicionales de la política estadounidense, sino que también desprecian las normas de civismo y respeto, algo que parecía ser vital en la política antes de su ascenso. Su uso de la comedia, como cuando imitó el gesto de un pelotón de fusilamiento para criticar al gobierno de Obama por el intercambio de prisioneros en Guantánamo, muestra cómo la violencia, aunque disfrazada de humor, puede ser promovida como algo legítimo. Estos espectáculos, aunque enmascarados en lo que podría considerarse entretenimiento, revelan una postura muy clara: Trump se considera por encima de las reglas, una posición que ha rescatado de un pasado glorificado, un tiempo donde los traidores eran castigados severamente.
El estilo de liderazgo de Trump no solo se ha basado en su capacidad para romper reglas, sino también en su habilidad para atraer a aquellos dispuestos a seguirlo en esa transgresión. De hecho, muchos de sus seguidores se sienten empoderados por la idea de que, bajo su liderazgo, pueden desobedecer las normas sin enfrentar consecuencias. Durante su campaña, este fenómeno alcanzó su punto culminante, como se observa en sus mítines, donde se fomentaba la adulación excesiva y la devoción absoluta. El periodista Susan B. Glasser, que analizó varios de estos mítines, describió cómo los políticos de menor rango eran llamados al escenario para rendir homenaje a Trump, algo que recuerda más a un cortejo feudal que a una democracia moderna.
Este fenómeno de la adulación, lejos de ser una mera exageración o una característica de los seguidores, se convierte en un componente esencial de la política de Trump. No solo se elogia a la figura del líder, sino que también se denigra a aquellos que siguen las reglas convencionales, a los políticos que son percibidos como tibios, excesivamente correctos o sin carácter. La política de Trump, en este sentido, ha logrado una doble victoria: ha movilizado a una gran base de seguidores dispuestos a seguir sus transgresiones, y ha logrado reconfigurar el significado de lo que constituye una "conducta política adecuada".
Es relevante comprender que este tipo de política no es un fenómeno aislado, sino que es el resultado de una intersección entre el liderazgo carismático, la cultura de la celebridad y los mecanismos de imitación mímica en la sociedad moderna. En un contexto globalizado, donde las redes sociales amplifican el contagio de emociones y actitudes, el fenómeno Trump podría verse como un ejemplo de cómo la política y el espectáculo se fusionan en una misma fuerza. Este tipo de liderazgo no solo trasciende las fronteras políticas, sino que también crea un espacio donde las normas y las convenciones se diluyen, y donde la crítica y el cuestionamiento se ven como debilidades.
Endtext

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский