Las élites gobernantes a lo largo de la historia han utilizado las historias de seguridad como una herramienta fundamental para consolidar su poder y proteger sus riquezas. Estas narrativas, que a menudo giran en torno a amenazas externas o internas, son presentadas de manera que el miedo y la inseguridad se conviertan en mecanismos de control, favoreciendo a unos pocos mientras que sumergen a las masas en un estado de dependencia y desconfianza. Sin embargo, estas historias no solo son un reflejo de los miedos reales, sino también un dispositivo para reforzar el sistema económico y político dominante, a menudo injusto y desigual.
Las narrativas de seguridad, como las que se encuentran en la política estadounidense contemporánea, muestran cómo los líderes utilizan el temor a un enemigo común para dividir a la sociedad y movilizar apoyo hacia proyectos políticos que, en realidad, socavan los derechos y la seguridad de la mayoría. A través de relatos de amenaza, los ciudadanos se ven obligados a buscar protección en quienes detentan el poder, aceptando una creciente concentración de la riqueza y el poder en manos de unas pocas élites. Estos relatos, lejos de proporcionar seguridad real, perpetúan la inseguridad al dividir a la población y aumentar la desconfianza entre distintos grupos sociales.
En los Estados Unidos, por ejemplo, la administración de Trump manipuló estas historias de seguridad para crear una narrativa de división, presentando a inmigrantes, minorías y opositores políticos como amenazas a la estabilidad nacional. Este tipo de retórica no solo fomentó un ambiente de polarización, sino que también desvió la atención de los problemas estructurales del sistema capitalista, que son, en última instancia, los que generan inseguridad en las vidas de las personas. Las historias de seguridad, en este contexto, no se utilizan para proteger a la población, sino para asegurar que los intereses de las élites se mantengan intactos.
La historia muestra cómo, desde tiempos antiguos, las aristocracias han empleado historias de inseguridad para justificar su poder y su posición privilegiada. El miedo a la invasión, la barbarie o la rebelión ha sido explotado por las clases dominantes para crear un clima de terror que justifique la necesidad de un liderazgo autoritario y el control sobre la vida política y económica. Esta dinámica se reproduce en la actualidad, especialmente en sistemas capitalistas avanzados, donde las elites encuentran en la seguridad una excusa perfecta para aumentar su poder y evitar cualquier cuestionamiento a su autoridad.
A pesar de la evidente manipulación de estos relatos de seguridad, hay indicios de que las clases populares están comenzando a reconocer la falacia en estos discursos. En varias partes del mundo, movimientos progresistas están tomando la iniciativa para desafiar las narrativas dominantes, proponiendo alternativas basadas en la justicia social y la equidad. Estos movimientos se concentran en la construcción de frentes unidos a nivel local y estatal, desafiando tanto a las élites políticas de derecha como a las de izquierda que, en su obsesión por cuestiones de identidad, han desviado la atención de los problemas fundamentales que perpetúan la desigualdad y la inseguridad.
Es crucial entender que la lucha por la seguridad no debe confundirse con la aceptación de relatos manipuladores que refuerzan el miedo y la división. La verdadera seguridad se basa en la creación de sociedades más justas y equitativas, donde los recursos se distribuyan de manera más equitativa y donde los derechos humanos y la democracia sean la base de la convivencia. Solo de esta forma se puede generar un verdadero sentido de seguridad, que no dependa del miedo ni de la exclusión.
La importancia de desafiar las narrativas de seguridad dominantes radica en que, al hacerlo, podemos empezar a construir un futuro más justo, basado en la solidaridad y la cooperación, no en la confrontación ni en el aislamiento. Estas narrativas, cuando se cuestionan, nos permiten entender las verdaderas amenazas que enfrentamos, como el cambio climático, la desigualdad económica y las guerras que perpetúan la violencia y la opresión.
¿Por qué el modelo escandinavo de bienestar social atrae a las nuevas generaciones en Estados Unidos?
El acceso universal a necesidades fundamentales como empleo, educación y atención sanitaria representa la piedra angular del modelo social escandinavo, el cual despierta tanto admiración como envidia entre estudiantes estadounidenses. En una clase impartida por Derber, un estudiante danés expresó que en su universidad, la Universidad de Copenhague, no solo la matrícula es gratuita, sino que además el gobierno proporciona estipendios para cursar estudios. Este contraste con la realidad estadounidense, donde la educación superior puede costar hasta 70,000 dólares anuales, sumiendo a muchos en una deuda considerable, genera una conversación sobre la viabilidad y los costos de adoptar un sistema similar en Estados Unidos.
Las preocupaciones sobre el financiamiento son recurrentes. En Estados Unidos, los impuestos son elevados para sostener programas universales de salud, cuidado infantil y de personas mayores, alcanzando a veces hasta un 60-65%. Sin embargo, gran parte de la población siente que sus impuestos, que rondan el 45% sumando los niveles local, estatal y federal, no se traducen en beneficios tangibles. Esta desconfianza hacia el gobierno es un obstáculo importante para la aceptación generalizada de tales políticas.
No obstante, las encuestas de opinión pública reflejan un cambio generacional. Muchos millennials apoyan propuestas como la educación universitaria gratuita y ven con simpatía el socialismo, o al menos una versión que promueve la justicia social y la igualdad económica. Según datos de Pew y Gallup, los jóvenes están divididos casi por igual entre quienes valoran positivamente el capitalismo y quienes lo hacen con el socialismo, con una inclinación creciente hacia este último. Este fenómeno sugiere una transformación profunda en la percepción ideológica de Estados Unidos, con un posible giro hacia posturas centroizquierdistas o incluso socialistas mayoritarias en el futuro cercano.
Este cambio de paradigma ha encontrado eco en líderes progresistas del Partido Demócrata y en movimientos sociales que intentan revitalizar el debate sobre el capitalismo y abogan por reformas profundas que garanticen seguridad económica. Un ejemplo destacado es el reverendo William Barber, quien asume el legado de Martin Luther King Jr. y dirige una campaña por los pobres que busca abordar de forma integrada las injusticias entrelazadas del racismo, la pobreza y el militarismo. Barber enfatiza la necesidad de una respuesta interseccional y una coalición multirracial que una a la clase trabajadora y a los sectores más desfavorecidos para impulsar un movimiento poderoso por la justicia moral.
Este enfoque integral y la coalición amplia, que Barber denomina “resistencia universalizante”, reflejan la historia de movimientos sociales exitosos en Estados Unidos, que han combinado esfuerzos de diversos grupos raciales y sociales para lograr transformaciones significativas. Los movimientos actuales, incluidos sindicatos y organizaciones de trabajadores del sector servicios, han despertado una nueva ola de movilización multirracial en demanda de seguridad económica y justicia social.
Es fundamental comprender que estas transformaciones no solo reflejan un cambio en las políticas públicas o en la distribución de recursos, sino también una profunda reconfiguración cultural e ideológica que desafía las narrativas tradicionales sobre el individualismo y el rol del Estado. La integración de múltiples causas y comunidades en una lucha común por la dignidad y la equidad representa un nuevo capítulo en la historia de la democracia estadounidense.
Además, es importante reconocer que el modelo escandinavo, aunque idealizado por muchos, enfrenta también sus propios desafíos y críticas internas. La implementación de sistemas universales requiere no solo voluntad política, sino también un compromiso sostenido de la sociedad para equilibrar eficiencia, equidad y sostenibilidad fiscal. Para los lectores, comprender estos matices es clave para apreciar la complejidad de trasladar modelos extranjeros a realidades locales y para fomentar un diálogo informado sobre el futuro social y económico de sus países.
¿Cómo se ha perpetuado la disparidad en la propiedad inmobiliaria entre las familias negras y blancas?
¿Hasta qué punto la velocidad afecta la verificación de las noticias en los agregadores?

Deutsch
Francais
Nederlands
Svenska
Norsk
Dansk
Suomi
Espanol
Italiano
Portugues
Magyar
Polski
Cestina
Русский