El fenómeno del apoyo a Donald Trump ha sido objeto de numerosos análisis, pero pocos han indagado en las profundidades psicológicas de quienes lo respaldan. A través de la investigación de la personalidad securitaria, podemos entender mejor qué impulsa a los seguidores más fervientes de Trump y por qué este fenómeno tiene implicaciones más allá de su presidencia. La personalidad securitaria no es un concepto nuevo, pero su relevancia se ha intensificado en la política contemporánea, particularmente en los sectores que han dado su apoyo inquebrantable al ex presidente.
La personalidad securitaria se caracteriza por una profunda necesidad de seguridad, orden y estabilidad, incluso a costa de la libertad o la justicia social. Las personas que presentan este tipo de rasgos tienden a valorar la protección frente a lo desconocido, el miedo al cambio y la aversión a la amenaza. En su forma más extrema, estos individuos buscan líderes que representen la autoridad fuerte y que prometan restablecer el orden. Trump, con su lenguaje directo y su promesa de "hacer América grande otra vez", ha sabido conectar con este grupo, no tanto a través de sus políticas, sino más por su mensaje emocional y su promesa de restaurar una nación que sienten amenazada.
Este fenómeno es observable en muchas partes del país, pero es particularmente notable en áreas rurales y en estados que han experimentado un cambio económico y cultural significativo. Las personas en estos contextos a menudo se sienten desplazadas, como si su identidad y sus valores tradicionales estuvieran siendo desbordados por una ola de cambio social y político. La retórica de Trump, que frecuentemente se presenta en términos de una lucha por la supervivencia y el "recuperar lo perdido", resuena profundamente con estos miedos. En su base de apoyo, encontramos personas que no solo buscan soluciones a problemas económicos o de política exterior, sino también una reafirmación de sus identidades personales en un mundo que les parece en declive.
La atención que los medios y los estudios académicos han otorgado a los "deplorables" o a los votantes de Trump ha sido, en muchos casos, simplista. Se ha tendido a verlos como un grupo homogéneo, marcado por el resentimiento económico o social. Sin embargo, este análisis omite un aspecto crucial: la importancia de la seguridad emocional y cultural que esta base de apoyo busca con fervor. Al entender la personalidad securitaria, se ilumina una dimensión más compleja de la política de Trump: el deseo de protección frente a lo que perciben como un mundo cada vez más hostil y cambiante.
En este sentido, la figura de Trump no es solo la de un político, sino la de un símbolo que canaliza estos miedos y ansiedades. A través de su discurso, él presenta a la política como un conflicto entre los que protegen lo "correcto" y los que amenazan el orden social. De esta forma, las acciones y las palabras de Trump no necesitan ser siempre lógicas o racionales; lo que importa es su capacidad para evocar una respuesta emocional en aquellos que se sienten amenazados.
Es crucial entender que este fenómeno no es exclusivo de la figura de Trump, sino que puede seguir influenciando la política incluso después de su mandato. La base securitaria no desaparecerá con la salida de Trump; de hecho, es probable que continúe siendo una fuerza política formidable en el futuro cercano. Los candidatos que logren conectar con estos temores y deseos de seguridad emocional seguirán teniendo un impacto en la política estadounidense, incluso si su estilo y discurso son diferentes al de Trump.
Además de la seguridad y el orden, hay un elemento importante que los seguidores de Trump valoran profundamente: la identidad. Muchos se sienten parte de un grupo que ha sido olvidado por la élite política y cultural, y buscan en Trump un líder que hable por ellos, que no tema expresar lo que ellos piensan y sienten. Es importante reconocer que este tipo de apoyo no siempre está basado en una visión racional del mundo, sino en una necesidad emocional de pertenecer a una comunidad que comparta sus valores y que defienda su estilo de vida frente a lo que perciben como ataques de la modernidad.
Por último, es esencial que comprendamos que la personalidad securitaria no es una patología ni un defecto moral, sino una respuesta humana comprensible a las condiciones sociales y culturales actuales. Las sociedades modernas están marcadas por rápidos cambios tecnológicos, económicos y demográficos que dejan a muchas personas sintiéndose inseguras, desconectadas y, en muchos casos, desplazadas. En este contexto, la búsqueda de seguridad, la nostalgia por un pasado idealizado y el temor al futuro son sentimientos que atraviesan muchas más comunidades de lo que comúnmente se asume.
Al estudiar este fenómeno, no solo debemos centrarnos en la figura de Trump, sino también en cómo la política contemporánea puede seguir siendo moldeada por estas emociones y deseos de seguridad en el futuro. A medida que la sociedad sigue cambiando, aquellos que buscan líderes como Trump seguirán representando una parte significativa del electorado. La cuestión que queda por resolver es cómo la política será capaz de responder a estas inquietudes sin caer en la simplificación de los miedos y ansiedades, sino entendiendo su complejidad y ofreciendo alternativas que no sacrifiquen la libertad y la justicia en aras de la seguridad.
¿Cómo la percepción de la amenaza exterior afecta las decisiones políticas en Estados Unidos?
El concepto de seguridad y el temor a amenazas externas son elementos cruciales en la configuración de las opiniones políticas en diversos grupos dentro de la sociedad estadounidense. Esto es particularmente evidente cuando se observa la diferencia de opiniones entre los demócratas blancos y negros, donde las cuestiones relacionadas con la seguridad suelen ser vistas de manera distinta dependiendo de las experiencias históricas y las realidades sociales de cada grupo.
En general, los demócratas blancos tienden a percibir la amenaza más grande para su país como aquella proveniente de concentraciones de poder internas, como las que pueden surgir de las élites gubernamentales o las grandes corporaciones. En contraste, los demócratas negros, en su mayoría, consideran que la principal amenaza proviene de actores externos, como otros países o el crimen organizado, lo que les lleva a inclinarse más hacia políticas securitarias, como el aumento del gasto en defensa o la reducción de la inmigración. Este patrón de preferencia por la seguridad en lugar de la democracia refleja un temor profundo a la vulnerabilidad, especialmente cuando se percibe que la sociedad no garantiza un acceso equitativo o seguro a todos sus miembros.
Cuando se analizan los puntos de vista sobre temas como el aborto, el matrimonio gay, y la oración en las escuelas, se observa que los demócratas negros son más conservadores en estas cuestiones sociales en comparación con sus contrapartes blancas. Esta tendencia no solo se limita a los temas sociales, sino que también se extiende a las políticas económicas y securitarias. Por ejemplo, una mayor proporción de demócratas negros apoya recortes de impuestos y es menos favorable a aumentar los impuestos sobre los más ricos. Esta inclinación hacia posiciones más conservadoras refleja una percepción diferente del papel del Estado en la vida pública, una que valora la seguridad económica y la estabilidad antes que los ideales de cambio social o igualdad.
El apoyo de los afroamericanos a los candidatos demócratas no está motivado por un rechazo de la visión securitaria, sino por su posición como "forasteros" en una sociedad que históricamente ha marginalizado a su comunidad. A medida que las generaciones más jóvenes de afroamericanos se perciban como parte del "interior" de la sociedad estadounidense, es probable que sus inclinaciones hacia políticas más securitarias se reflejen de manera más prominente en sus decisiones políticas. Este fenómeno también podría ser observado en otros grupos, como la comunidad LGBTQ+, que, a medida que gana aceptación en la sociedad, podría inclinarse hacia opciones políticas que promuevan la seguridad y la defensa de sus derechos de manera más conservadora.
Por otro lado, es importante señalar que las respuestas de los hispanos a estas cuestiones no son tan claras, ya que su situación social y política varía considerablemente dependiendo de su origen, clase y experiencias dentro de los Estados Unidos. En general, los hispanos tienden a situarse entre los demócratas negros y los blancos, pero su apoyo a políticas de inmigración y al idioma inglés como lengua nacional refleja un enfoque más conservador en comparación con los demócratas blancos.
A pesar de estas diferencias, la tendencia generalizada entre los votantes es que, al elegir entre seguridad y democracia, muchas personas priorizan la estabilidad y la protección frente a amenazas percibidas, incluso si esto implica restricciones en las libertades civiles o cambios en las políticas de inclusión social. Este enfoque securitario ha estado particularmente marcado en el discurso político desde la administración de Donald Trump, cuyo énfasis en temas como la inmigración, la seguridad nacional y el control del crimen resonó profundamente entre los votantes que priorizan estas preocupaciones.
En el futuro, es probable que los cambios en las actitudes de diferentes grupos demográficos hacia la seguridad y las políticas relacionadas con la defensa y la inmigración continúen moldeando las coaliciones políticas en Estados Unidos. A medida que grupos históricamente marginados, como los afroamericanos, los hispanos y la comunidad LGBTQ+, se integren más en la sociedad estadounidense, sus inclinaciones hacia el securitarismo podrían equilibrar la disminución del apoyo a políticas de seguridad por parte de los votantes blancos más liberales. Esto podría resultar en un escenario político más diverso, pero también más polarizado, en el que la seguridad y la protección frente a amenazas externas sigan siendo temas centrales en las decisiones políticas.

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