Al trabajar con el ejercicio de estimulación bilateral, es importante abordarlo con flexibilidad, permitiendo que cada persona encuentre su propio ritmo. Algunas personas pueden preferir realizar el ejercicio de una sola vez, siguiendo los pasos completos, mientras que otras pueden beneficiarse al hacerlo paso a paso. Si decides proceder con una categoría a la vez, es recomendable detener la estimulación bilateral entre cada sección y hacer una pausa para ganar claridad y concentración antes de continuar.
La clave de este ejercicio radica en la conexión profunda con el cuerpo y la mente. Se comienza con una respiración profunda, inhalando por la nariz y exhalando por la boca. Esto ayuda a anclarse en el momento presente y a crear una base para la visualización. Algunos pueden encontrar útil cerrar los ojos para facilitar la conexión interna, mientras que otros prefieren mantener los ojos abiertos. Si la visualización es un desafío, se recomienda utilizar elementos visuales adicionales, los cuales se explorarán más adelante en este capítulo.
Una vez que te sientas centrado y cómodo, comienza con la estimulación bilateral a un ritmo lento y rítmico. La idea es que el ritmo sea similar al de un pulso en reposo, permitiendo que la estimulación sea suave pero constante. Mientras continúas con la estimulación bilateral, comienza a pensar en los diferentes aspectos de apoyo emocional que te rodean.
El primer paso es conectar con las figuras protectoras, aquellas personas o seres que asocias con la fuerza y protección. A continuación, continúa con el ejercicio reflexionando sobre el amor incondicional y la aceptación, así como la sensación de ser visto y escuchado. Luego, piensa en aquellos que representan la sabiduría y la guía, tales como mentores o figuras espirituales. Al mismo tiempo, es importante considerar aquellas conexiones que te recuerdan que eres parte de algo más grande que tú mismo, conectándote con la espiritualidad y el apoyo externo.
Uno de los momentos más reveladores de este ejercicio es cuando piensas en tu mejor versión, en esa persona ideal que estás en proceso de convertirte. Reflexiona sobre las cualidades y características que has ido desarrollando a lo largo del tiempo. Aquí, el ejercicio permite una introspección profunda sobre la evolución personal.
Después de completar cada categoría, es recomendable detener la estimulación bilateral y tomarse un momento para procesar lo que ha surgido. Este espacio de reflexión permite integrar la información que ha emergido y ofrece claridad sobre los apoyos internos. Puede que notes la aparición de personajes, objetos o sensaciones que no habías considerado antes, lo que amplía tu arsenal de apoyos internos. No te preocupes si algunos elementos no aparecen inmediatamente, ya que este proceso es flexible y siempre se puede ajustar para adaptarse a tu experiencia.
Un aspecto esencial del ejercicio es la integración del equipo de restauración. Al trabajar con este equipo, se puede experimentar una variedad de emociones, desde tristeza hasta gratitud. Es crucial no temer a estas emociones, ya que son señales de la importancia y profundidad del trabajo que estás realizando. Estas emociones, especialmente la pena, indican la necesidad de conectarse con esas figuras de apoyo y restauración. La clave es recordar que este equipo no solo existe en tu mente, sino que está disponible en cualquier momento para brindarte consuelo y orientación.
En el proceso de fortalecer tu equipo de restauración, hay pasos adicionales que puedes seguir. Después de respirar profundamente y comenzar la estimulación bilateral, enfócate nuevamente en las categorías de apoyo: protección, amor incondicional, sabiduría, espiritualidad y tu mejor versión. Imagina que todas estas figuras y objetos de apoyo se acercan a ti, formando un círculo protector a tu alrededor. Pregúntate qué palabras o mensajes estos apoyos te darían, qué recordatorios te ofrecerían en momentos de necesidad.
Es esencial también entender que este ejercicio es completamente flexible. Si alguna de las conexiones con tus apoyos no surge fácilmente, puedes utilizar estrategias adicionales para invocar imágenes o recuerdos que resuenen contigo. A menudo, pensar en personajes de libros o películas que admiramos, o en personas influyentes en nuestra vida, puede desbloquear nuevas formas de apoyo emocional. Los objetos que coleccionamos o los animales que sentimos como nuestros guías también pueden ser recursos poderosos.
Si sientes que el ejercicio resulta difícil o te cuesta conectar con tus apoyos internos, es importante reconocer que esto puede ser un reflejo de la falta de apoyo externo en tu vida. Sin embargo, este es precisamente el momento de tomar conciencia de tu capacidad para construir ese apoyo dentro de ti mismo. Cada pequeño paso que tomes hacia el fortalecimiento de tu equipo de restauración es una victoria personal. La práctica constante te permitirá integrar de manera más fluida estos recursos internos y profundizar tu capacidad de autocompasión y apoyo.
Es posible que también surjan dificultades cuando se trata de conectar con recursos emocionales dentro del ejercicio. Esto es especialmente cierto si has experimentado períodos prolongados sin un apoyo claro en tu vida. En tales casos, no debes desanimarte. La resiliencia de tu mente es poderosa, y mientras sigas practicando, tus conexiones emocionales se irán expandiendo y fortaleciendo.
¿Cómo retomar una sesión incompleta de EMDR?
El proceso de EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares) no siempre puede concluir en una sola sesión. Las emociones residuales de traumas pasados requieren, en muchas ocasiones, múltiples sesiones para ser completamente procesadas y sanadas. Sin embargo, existen herramientas y técnicas que permiten al paciente mantenerse centrado y continuar con su vida diaria mientras se encuentra en medio de este proceso terapéutico. Es crucial comprender que, aunque es necesario dar tiempo al proceso, no se debe dejar una sesión incompleta por demasiado tiempo, ya que esto podría activar nuevamente el trauma y generar malestar. Retomar una sesión incompleta es una forma eficaz de reducir la ansiedad y los desencadenantes emocionales relacionados con el tema trabajado.
Cuando se detiene una sesión de EMDR en un punto específico, el trabajo no termina ahí. Las emociones, pensamientos e imágenes que se han activado durante la sesión, especialmente si no se han procesado completamente, seguirán manifestándose entre sesiones. En este tiempo intermedio, es útil que el paciente realice prácticas que le ayuden a manejar esas emociones persistentes, como la técnica del "Contenedor", que permite guardar temporalmente los recuerdos y sentimientos perturbadores.
El objetivo de esta pausa es que el paciente esté preparado para continuar con el trabajo en la siguiente sesión. Durante el intervalo, es normal que surjan detalles adicionales sobre el tema procesado, como recuerdos específicos, emociones intensas, pensamientos recurrentes o incluso sueños relacionados con el trauma. Es importante anotar estos detalles, ya que facilitarán el trabajo en la próxima sesión de EMDR, permitiendo al terapeuta abordar esos nuevos elementos y trabajar en ellos de manera focalizada.
En la próxima sesión, la fase de Reevaluación (Fase 8 de EMDR), el terapeuta y el paciente revisarán lo sucedido desde la última sesión. Este proceso incluye repasar lo que se ha manifestado desde la pausa en el trabajo, identificar nuevos recuerdos o sensaciones que hayan emergido y evaluar si existen cambios en la percepción de la situación original. La reevaluación es una fase clave, ya que permite ajustar el enfoque de la terapia según los avances y las nuevas percepciones que surjan.
Si el paciente siente que necesita hablar sobre lo que ha experimentado entre sesiones, es posible suspender temporalmente la parte de EMDR y dedicarse a una terapia tradicional de conversación. No obstante, si el paciente se siente preparado, el trabajo con EMDR puede continuar con la sesión pendiente, revisando los detalles que quedaron inconclusos en la última intervención.
El regreso a la sesión de EMDR suele ser más rápido que en la sesión inicial, ya que el paciente ya ha procesado parcialmente los elementos del trauma. Sin embargo, cada proceso es único y puede tomar más o menos tiempo según la persona y la complejidad del tema tratado. La clave es mantener una actitud paciente y confiar en que cada sesión, por pequeña que sea la mejora, contribuye a la resolución final del trauma.
Al retomar una sesión incompleta de EMDR, es útil tener en cuenta los tres componentes clave del proceso terapéutico: pasado, presente y futuro. Esto implica evaluar si el origen del incidente que se está procesando ha perdido su intensidad, si los desencadenantes actuales asociados con ese evento han disminuido y si el paciente experimenta esperanza y alivio respecto al futuro relacionado con ese incidente. Una respuesta afirmativa a estas tres preguntas indica que el trauma ha sido resuelto en gran medida. Si alguna de las respuestas es negativa, es necesario profundizar en los aspectos del incidente que siguen causando perturbaciones.
Es importante entender que la duración del proceso terapéutico puede variar significativamente. Algunas personas pueden necesitar solo unas pocas sesiones para resolver un tema traumático, mientras que otras pueden requerir más tiempo y sesiones adicionales. Sin embargo, lo que siempre está claro es que, independientemente del tiempo necesario, cada sesión representa un avance hacia la sanación.
Además, la terapia EMDR no se limita únicamente a la resolución de traumas pasados. También aborda la reconfiguración de las respuestas emocionales y físicas en el presente y la preparación del paciente para un futuro en el que el incidente ya no tenga el poder de generar dolor o disfunción. Por lo tanto, un proceso de EMDR bien hecho no solo permite aliviar los efectos de eventos traumáticos, sino también empoderar al individuo para que se enfrente a los desafíos emocionales futuros con una mayor resiliencia y control.
¿Cómo suavizar a los protectores internos y fomentar nuevas respuestas emocionales?
Las partes protectoras de nuestra psique están diseñadas para mantenernos a salvo, pero también pueden llegar a ser rígidas y resistentes a los cambios. Si logramos ofrecerles compasión, pueden comenzar a relajarse, lo que permite que nuestro sistema interno se armonice. Es importante entender que estos mecanismos no nacen de un deseo de hacernos daño, sino de una necesidad de supervivencia, a menudo arraigada en experiencias pasadas de trauma o estrés. Así, el primer paso para suavizarlos es ofrecerles un espacio seguro donde puedan relajarse y aprender nuevas formas de reaccionar.
Cuando intentamos ayudar a estas partes de nosotros mismos, a veces nos enfrentamos a una resistencia emocional. Esto es completamente normal. Cuando se les ofrece compasión, algunas de nuestras partes protectoras pueden temer que esto las haga más vulnerables o que su esfuerzo haya sido en vano. Si sentimos esta resistencia, es crucial que nos preguntemos qué temen estas partes que sucederá si aceptan la compasión. Tal vez temen perder su función o ser ignoradas. Este tipo de preguntas pueden despertar emociones intensas, y son señales claras de que algo está ocurriendo dentro de nosotros. Sentirnos reconocidos, cuidados o tratados amablemente, y experimentar la tristeza por todas las cargas que nuestros protectores han llevado, son señales de que un cambio o suavización está comenzando a tomar lugar.
Es fundamental recordar que nuestras reacciones protectoras no definen quiénes somos. Son la historia de lo que hemos tenido que soportar, de los mecanismos de defensa que desarrollamos para afrontar el dolor. Validar estas partes protectoras es un acto necesario en el proceso de sanación. A lo largo de nuestra vida, aprendemos a reaccionar de formas determinadas por las experiencias que hemos vivido, en gran medida influenciados por las personas a nuestro alrededor. Desde la niñez, imitamos los comportamientos, gestos y palabras de nuestros cuidadores o figuras cercanas, incluso si estos son poco saludables o negativos. Este aprendizaje no se limita a la imitación consciente; a menudo, llevamos con nosotros la energía de esas influencias.
Este proceso de imitación, sin embargo, no debe confundirse con la incorporación. Mientras que imitar es simplemente copiar conductas, cargar con la energía de otra persona implica internalizar características, actitudes y creencias de quienes nos rodean, ya sea de manera consciente o inconsciente. Comprender la diferencia entre imitar y cargar con la energía de otro puede ser clave para empezar a liberarse de patrones que ya no sirven a nuestro bienestar.
El siguiente paso en este proceso es reconocer cómo las reacciones protectoras a menudo provienen de un deseo básico de supervivencia y conexión. Las partes reactivas de nosotros nacen para protegernos de futuras amenazas, pero al mismo tiempo, podemos quedarnos atrapados en patrones de reacción que aprendimos en nuestra infancia o en otras etapas vulnerables de nuestra vida. Al realizar un ejercicio de reflexión sobre nuestras reacciones protectoras, podemos comenzar a descubrir las raíces de estos comportamientos, preguntándonos a quién o qué nos recuerdan, y si alguna vez aprendimos estas respuestas de manera directa de alguien más.
Este ejercicio, que puede complementarse con la estimulación bilateral, nos invita a considerar la posibilidad de que las respuestas protectoras que tenemos hoy puedan no ser las más saludables o adecuadas. El objetivo aquí no es eliminar estas partes de nosotros, sino abrazarlas y darles espacio para cambiar. Esto requiere ofrecerles alternativas, nuevas formas de reaccionar que no estén basadas en el miedo o la necesidad de protegernos de un daño real o percibido. Cuanto más podamos ofrecer a nuestros protectores internos la opción de reaccionar de manera diferente, más equilibrio y armonía podremos lograr en nuestro sistema interno.
Al principio, este proceso puede generar una gran resistencia. Es posible que una parte de nosotros sienta que si la abandonamos, estaremos en peligro. Sin embargo, cuanto más se valida y reconoce a estas partes, más fácilmente podrán aprender nuevas respuestas. Este proceso es gradual y requiere paciencia. Practicar regularmente la validación de estas partes y ofrecerles opciones alternativas para actuar puede ser un paso esencial para reemplazar viejos comportamientos, no porque los estemos eliminando, sino porque les estamos dando el espacio para evolucionar hacia respuestas más adaptativas y saludables.
Es importante también recordar que el camino hacia una mayor autocomprensión implica una constante reconexión con nuestro ser más auténtico. Nuestros protectores internos, aunque bienintencionados, pueden ser una barrera para nuestra autenticidad, ya que a menudo nos alejan de quienes realmente somos. Reconocerlos, aceptarlos y darles el espacio para cambiar es un paso fundamental para reconectar con nuestro ser más profundo, aquel que está en contacto con nuestras verdaderas emociones y deseos.
El trabajo con los protectores internos no se trata solo de resolver problemas emocionales aislados, sino de aprender a vivir de manera más auténtica, a confiar en nuestra intuición y a desarrollar la autoconfianza. Esta transformación interna no es inmediata, pero con el tiempo, las viejas respuestas pueden transformarse en nuevas formas de ser, más suaves, más compasivas y más alineadas con nuestro ser verdadero.
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