El sesgo egocéntrico, un fenómeno psicológico profundamente arraigado en la conducta humana, afecta significativamente nuestra forma de interactuar y tomar decisiones, especialmente en el contexto de acuerdos contractuales. Este sesgo se refleja en una tendencia generalizada de las personas a sobrevalorar sus propias habilidades y a juzgar las situaciones desde una perspectiva que favorezca su autoimagen. Por ejemplo, estudios han demostrado que un 93% de los estadounidenses se consideran conductores por encima del promedio, lo que ilustra cómo las personas suelen percibirse a sí mismas de manera favorable en comparación con los demás. Este fenómeno también se manifiesta en la atribución de los éxitos a las propias habilidades y los fracasos a factores externos, como la mala suerte o la incompetencia ajena.
El sesgo egocéntrico no solo afecta la forma en que nos vemos a nosotros mismos, sino también cómo interpretamos la equidad. En situaciones donde lo que es justo no es evidente para todos los involucrados, tendemos a ver lo que es justo como aquello que más nos beneficia. Esta tendencia puede generar tensiones en las relaciones contractuales, especialmente cuando las expectativas de las partes involucradas no se alinean, provocando disputas y malentendidos. Sin embargo, es posible mitigar este sesgo a través del uso de contratos relacionales formales, que ayuden a las partes a adoptar normas sociales compartidas, como la lealtad y la equidad, y a mantener una comunicación abierta que permita compartir diferentes perspectivas.
En este sentido, un aspecto crucial de la psicología humana es que, a pesar de nuestros sesgos, no somos meramente egoístas. Los estudios en economía conductual han demostrado que las personas tienen un fuerte sentido de justicia y equidad. Un famoso estudio realizado por Daniel Kahneman, Richard Thaler y Jack Knetsch en 1986, puso a prueba la idea de que los motivos económicos son exclusivamente egoístas, mostrando que las decisiones de las personas están influenciadas por factores sociales y no solo por intereses personales. En su investigación sobre el precio de las palas de nieve durante una tormenta, descubrieron que la mayoría de las personas consideraba injusto que un comercio aumentara el precio de las palas de nieve tras el aumento de la demanda causado por una nevada, incluso si este comportamiento seguía la lógica de la ley de oferta y demanda. Este resultado demuestra que la percepción de lo que es justo no siempre se ajusta a las teorías económicas clásicas, sino que está profundamente influenciada por factores sociales y de equidad.
Otro ejemplo significativo involucra la reducción del salario de un empleado en una tienda de fotocopias, donde el propietario decide bajar el salario de $9 a $7 por hora, en respuesta a una caída en la demanda debido a la competencia. Aunque esta decisión es racional desde el punto de vista económico, el 83% de los encuestados consideró que la reducción salarial era injusta. Sin embargo, si el empleado abandonaba la tienda y el propietario contrataba a un reemplazo con salario de $7, la mayoría consideraba que esa cantidad era justa. Esto revela que las personas perciben las situaciones de manera diferente según el punto de referencia utilizado, ya sea el salario original del empleado o el salario de mercado para un nuevo trabajador.
La noción de puntos de referencia es esencial para entender cómo las personas perciben la equidad. Los individuos desarrollan un sentido de derecho en función de sus experiencias previas y los contextos en los que se encuentran, lo que influye en su juicio sobre si una situación es justa o no. El concepto de "entitlement" o derecho percibido, ligado a estos puntos de referencia, se manifiesta de manera clara en las decisiones que tomamos sobre lo que consideramos justo o injusto. Las expectativas y la percepción de justicia son variables clave que deben ser tenidas en cuenta al formular contratos, ya que las partes involucradas podrían reaccionar de forma inesperada si sienten que sus derechos o expectativas han sido vulnerados.
Además, las personas tienden a rechazar el abuso de poder. En situaciones donde una parte se encuentra en una posición de ventaja, como una tienda con monopolio sobre un producto esencial, el aumento de precios para aprovecharse de la demanda adicional puede ser visto como una conducta abusiva. Aunque desde el punto de vista de la teoría económica clásica esta acción puede ser considerada racional, en la práctica, los consumidores tienden a rechazar estos comportamientos, viéndolos como injustos. Por ejemplo, en un estudio realizado con una cadena de supermercados que subió el precio de los productos un 5% en una localidad sin competencia, el 76% de los encuestados consideró que esta práctica era un abuso de poder, aún cuando no afectaba a la economía de la tienda.
Lo más interesante de estos estudios es que demuestran que, además de sentir que se nos trata injustamente, las personas están dispuestas a actuar de manera diferente si sienten que han sido tratadas de forma injusta. Esto se refleja en experimentos como el "Juego del Ultimátum", donde una parte ofrece una división de dinero a otra, y si la propuesta es percibida como injusta, el receptor prefiera rechazarla, incluso a costa de perder el dinero.
Por lo tanto, la psicología del contrato no solo debe contemplar las motivaciones económicas de las partes, sino también cómo las normas sociales, la equidad y el abuso del poder influyen en las decisiones y relaciones contractuales. Las personas no solo buscan maximizar su bienestar individual, sino que también valoran ser tratadas con justicia, lo que debe ser considerado al redactar cualquier acuerdo.
¿Cómo implementar un contrato relacional eficaz en el entorno empresarial?
El éxito de una misión empresarial depende no solo de las soluciones estratégicas que se implementen, sino también de la forma en que las organizaciones colaboran entre sí y con sus empleados. Para garantizar una ejecución eficaz de las metas y objetivos, es esencial establecer una serie de principios fundamentales que guíen las interacciones y acuerdos dentro de la relación empresarial. Estos principios no solo favorecen el éxito de los proyectos, sino que también crean un entorno de trabajo productivo, eficiente y éticamente responsable.
Los principios rectores, como la reciprocidad, la autonomía, la honestidad, la lealtad, la equidad y la integridad, son la base de cualquier contrato relacional sólido. Cada organización debe actuar en beneficio mutuo, sin imponer expectativas que no esté dispuesta a asumir ella misma. La autonomía otorga a las partes el derecho de tomar decisiones objetivas para alcanzar el objetivo común, mientras que la honestidad y la transparencia permiten mantener un flujo constante de información clara y veraz. La lealtad asegura que, independientemente de los cambios comerciales, la relación entre las partes se mantendrá firme, y la equidad promueve un balance justo entre riesgos y recompensas. Finalmente, la integridad es el pilar sobre el cual debe descansar toda la acción conjunta, asegurando que se mantenga una conducta ética en todo momento.
Este enfoque relacional se debe reflejar en los comportamientos diarios dentro de las organizaciones. El comportamiento empoderado, en el que cada miembro del equipo tiene plena confianza y conocimiento de su rol en el logro del objetivo común, es clave para que las interacciones sean productivas. La transparencia no solo permite la divulgación de intenciones y datos, sino que también fomenta la mejora continua. Además, la rendición de cuentas, en la que cada individuo se responsabiliza de sus acciones, refuerza el compromiso con los resultados deseados. La colaboración es, en última instancia, el motor que impulsa el equipo hacia el éxito, siendo cada miembro un componente indispensable para el logro de los objetivos. La comunicación abierta, sincera y respetuosa, guiada por los principios rectores, asegura que las interacciones dentro del equipo se realicen de manera efectiva.
Para aquellos interesados en profundizar en este modelo de colaboración, existen numerosos recursos educativos y herramientas que facilitan la comprensión y aplicación de los principios del contrato relacional. Por ejemplo, la Universidad de Tennessee ofrece cursos online como el "Getting to We®", que permite a las organizaciones colaborar para desarrollar un contrato relacional. También se encuentra disponible el curso "Collaborative Contracting Executive Education", diseñado para aquellos que desean perfeccionar sus habilidades en la negociación y creación de contratos colaborativos.
Asimismo, el "Certified Deal Architect Program" de la misma universidad ofrece una serie de cursos que pueden tomarse de forma independiente, orientados a fortalecer las habilidades necesarias para establecer acuerdos de contrato relacional. Estos cursos incluyen estudios de casos prácticos que facilitan la aplicación de lo aprendido en situaciones reales.
Además de estos recursos, la adopción de contratos de "lenguaje claro" es una recomendación importante para las organizaciones que deseen simplificar y hacer accesibles sus acuerdos legales. La iniciativa de utilizar un lenguaje comprensible no solo mejora la transparencia, sino que también fortalece la confianza entre las partes involucradas, evitando malentendidos y promoviendo un ambiente de cooperación más efectivo.
Es esencial comprender que la implementación exitosa de un contrato relacional no solo depende de la firma de un acuerdo formal, sino de un compromiso constante por parte de todos los miembros de la organización para adherirse a los principios rectores y comportamientos esperados. La clave radica en la creación de una cultura organizacional que valore la cooperación, la transparencia y la responsabilidad compartida, y que, a su vez, sea capaz de adaptarse y aprender continuamente en base a las experiencias vividas durante el proceso de colaboración.

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