Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad ha estado al borde de una catástrofe global en múltiples ocasiones, siempre por la amenaza de la guerra nuclear. Los científicos, en particular los del Bulletin of Atomic Scientists, han creado un "Reloj del Juicio Final", que es una representación simbólica de cuán cerca estamos de una crisis nuclear global. Este reloj ha oscilado a lo largo de los años, desde su primer ajuste en 1947 a siete minutos para la medianoche, hasta alcanzar dos minutos antes de la medianoche en 1953, cuando tanto Estados Unidos como la Unión Soviética probaron sus bombas de hidrógeno, capaces de aniquilar toda la vida en la Tierra. Desde entonces, el reloj ha avanzado y retrocedido, pero en los últimos años, especialmente durante la presidencia de Donald Trump, ha estado acercándose nuevamente a la medianoche, lo que indica la proximidad de una catástrofe nuclear.

La creciente tensión nuclear, sin embargo, no es la única amenaza existencial que enfrentamos. A partir de 1945, entramos en una nueva era geológica denominada el Antropoceno, marcada por el impacto humano en el medio ambiente. Este período ha sido testigo de una destrucción ambiental sin precedentes, acelerada en gran parte por el consumo excesivo de recursos naturales y la quema de combustibles fósiles. De acuerdo con los geólogos, esta nueva era comenzó con el final de la Segunda Guerra Mundial, pues fue en ese momento cuando las actividades humanas alcanzaron una escala global que comenzó a alterar de manera irreversible el equilibrio ecológico de la Tierra.

El Antropoceno nos ha conducido a un proceso cada vez más acelerado de extinción masiva, conocida como la Sexta Extinción, que es la más grande desde la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Este fenómeno es directamente consecuencia de nuestras actividades. De hecho, la ciencia moderna está presenciando una crisis ecológica de proporciones épicas: el cambio climático. La probabilidad de que la temperatura global aumente en 4 a 5 grados centígrados para finales de este siglo se está haciendo casi cierta. Este incremento de la temperatura sería devastador, con consecuencias inimaginables para la biodiversidad y la habitabilidad de la Tierra.

En 2015, los acuerdos de París marcaron una tentativa global para limitar el calentamiento a 1,5 grados, aunque se consideraba que 2 grados podría ser tolerable. Sin embargo, las proyecciones actuales apuntan a un aumento de 4 o 5 grados, con resultados catastróficos. Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera han alcanzado niveles récord, los más altos en 800.000 años. Estos niveles de CO2 son ya un 150% superiores a los que existían antes de la Revolución Industrial, y su aumento descontrolado está alterando los sistemas climáticos globales de manera irreversible.

En este contexto, el deshielo de los polos y el derretimiento del permafrost se han convertido en factores aún más alarmantes. El permafrost, que contiene el doble de carbono que la atmósfera actual, está liberando grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el metano, que son mucho más potentes que el CO2, acelerando aún más el calentamiento global. A su vez, la pérdida de hielo polar reduce la capacidad de la Tierra para reflejar la luz solar, lo que intensifica el proceso de calentamiento de manera exponencial.

A pesar de estas amenazas, el mundo sigue tomando algunas medidas, aunque insuficientes. Mientras algunos gobiernos locales en Estados Unidos y otras partes del mundo están tratando de mitigar el daño ambiental, la administración federal estadounidense ha dado un paso atrás, retirándose de los esfuerzos internacionales y, en su lugar, aumentando el uso de combustibles fósiles, lo que solo empeora la situación. Este desinterés de las grandes potencias por frenar el cambio climático y la carrera destructiva hacia la que nos dirigimos es una de las grandes tragedias de nuestra era, pues el futuro de la humanidad está en juego.

Es esencial comprender que no se trata solo de un problema ambiental, sino de una crisis existencial. Los avances tecnológicos y científicos que nos han permitido alcanzar grandes logros también han sido los mismos que han permitido una destrucción masiva de los ecosistemas. Si bien la humanidad ha logrado sobrevivir hasta ahora en la era nuclear y el Antropoceno, no podemos seguir dependiendo de la suerte. La toma de decisiones responsables y la acción global efectiva son cruciales para evitar un futuro apocalíptico. La hora está avanzando rápidamente hacia la medianoche, y solo tenemos una breve ventana de tiempo para cambiar nuestro rumbo antes de que sea demasiado tarde.

¿Cómo se abordó la presidencia de Donald Trump en los principales diarios mexicanos y qué refleja esta cobertura?

Durante los primeros tres años de la presidencia de Donald Trump, la cobertura en los tres principales diarios nacionales mexicanos —El Universal, Reforma y La Jornada— se caracterizó por un tono uniformemente crítico y negativo. Más allá de sus orientaciones ideológicas diversas (de izquierda, centro o derecha), estos medios coincidieron en enfocar la atención en las políticas polarizadoras de Trump y en su personalidad, resaltando especialmente sus discursos y decisiones que afectaban directamente a México.

Los temas que predominaban en esta agenda mediática fueron principalmente las implicaciones económicas de las políticas comerciales y arancelarias impulsadas por Trump, así como la problemática migratoria vinculada a la llegada de migrantes indocumentados a Estados Unidos. Sorprendentemente, cuestiones relacionadas con el narcotráfico y la violencia derivada de este, aunque sensibles, tuvieron una presencia relativamente marginal en la cobertura. Este enfoque refleja la prioridad que los periódicos otorgaron a los asuntos económicos y migratorios, considerados centrales para la relación bilateral, por encima de otros temas también relevantes como la seguridad, el medio ambiente o la salud pública.

Esta línea editorial crítica también se trasladó a los análisis y columnas de opinión, donde los periodistas mexicanos expresaron con frecuencia una reacción visceral ante las constantes amenazas y ataques provenientes de la Casa Blanca. La representación de Trump no solo se limitó a cuestionar sus políticas, sino que se extendió a una valoración negativa de su personalidad, destacando el carácter conflictivo y agresivo del mandatario estadounidense.

Además, es notable la posición ambivalente que adoptaron estos medios frente al gobierno mexicano, en particular frente a los presidentes Peña Nieto y López Obrador. Lejos de un apoyo incondicional, los periódicos criticaron a ambos por no adoptar una postura más firme contra las demandas y presiones de Trump, señalando especialmente la respuesta del gobierno mexicano ante las caravanas migrantes centroamericanas y las concesiones realizadas en ese contexto.

La cobertura crítica hacia Trump no es un fenómeno exclusivo de México ni de sus medios, pues a nivel global se observa una animadversión similar hacia su figura y acciones. Sin embargo, en México esta tendencia se agudiza por la condición asimétrica en la que se encuentra el país frente a su poderoso vecino del norte, cuya economía y políticas afectan de manera directa y profunda la estabilidad y desarrollo mexicanos. La prensa nacional refleja así una visión nacionalista y defensiva que puede entenderse como parte de un diálogo interno entre la élite política y los actores económicos más relevantes del país, reforzando posiciones y estrategias para enfrentar la presión externa.

Más allá del análisis de la prensa, es fundamental comprender el contexto en el que se produce esta cobertura: México es un país con una baja tasa de lectura diaria de periódicos, apenas un 22% de la población, lo que limita el alcance directo de esta narrativa en la sociedad. No obstante, la importancia de estos medios radica en su influencia sobre la opinión pública y política, actuando como amplificadores de los discursos que moldean las relaciones bilaterales y las políticas internas.

Asimismo, esta situación debe ser interpretada en el marco histórico de las relaciones México-Estados Unidos, caracterizadas por una larga tradición de desigualdad y vulnerabilidad mexicana frente a decisiones unilaterales del vecino del norte. La intensificación de esta dinámica con la llegada de Trump al poder evidenció un cambio en el periodismo mexicano, que asumió una postura más explícitamente nacionalista y confrontativa, buscando defender los intereses nacionales ante las presiones externas.

Finalmente, la crítica severa hacia Trump y la ambivalencia frente al propio gobierno mexicano reflejan un momento de transición y tensión en el país, donde los medios actúan no solo como observadores sino como actores que influyen en la percepción pública y en la legitimación de las respuestas políticas. La comprensión de esta compleja interacción es esencial para entender el papel del periodismo en las relaciones internacionales y la política doméstica en México durante una era marcada por la volatilidad y la incertidumbre.

Es importante también reconocer que, aunque la prensa enfatiza los aspectos conflictivos, la realidad de la relación bilateral incluye múltiples dimensiones, desde la cooperación económica hasta las complejas dinámicas migratorias y sociales que requieren un análisis integral y multifacético para comprender las verdaderas implicaciones para México.