Cosacos

IV
Toda la parte de la línea del Térek, a lo largo de la cual se encuentran situadas las stanitsas de Greben, de unos ochenta verstas de longitud, tiene el mismo carácter tanto por el terreno como por la población. El Térek, que separa a los cosacos de los montañeses, fluye turbio y rápido, pero ya ancho y tranquilo, depositando constantemente arena grisácea en la baja orilla derecha cubierta de cañaverales, y socavando la abrupta, aunque no alta, orilla izquierda, con sus raíces de robles centenarios, plátanos podridos y jóvenes brotes. En la orilla derecha se encuentran aúls pacíficos pero aún inquietos; a lo largo de la orilla izquierda, a media versta del agua, y a una distancia de siete u ocho verstas entre sí, están situadas las stanitsas. Antiguamente, la mayoría de estas stanitsas se hallaban en la misma orilla; pero el Térek, desviándose cada año hacia el norte, las erosionó, y ahora sólo se ven antiguos asentamientos cubiertos de vegetación, jardines, perales, ciruelos y nogales silvestres, entrelazados con zarzas y viñas salvajes. Ya nadie vive allí, y sólo se pueden ver en la arena huellas de ciervos, lobos, liebres y faisanes, que han tomado gusto por estos lugares. De una stanitsa a otra va un camino talado en el bosque a la distancia de un tiro de cañón. A lo largo del camino hay puestos (kordones) ocupados por cosacos; entre los puestos, en torres de vigilancia, están los centinelas. Sólo una estrecha franja de tierra fértil y boscosa, de unas trescientas sazhens, constituye la propiedad de los cosacos. Al norte de esta franja comienzan las dunas arenosas de la estepa Nogái o Mozdók, que se extienden lejos hacia el norte y se funden, quién sabe dónde, con las estepas de los Trujméns, los de Astracán y los Kirguís-Káysak. Al sur del Térek se encuentran la Gran Chechenia, la cordillera de Kochkalyk, las Montañas Negras, otra cordillera más, y por último las montañas nevadas, que sólo pueden verse desde lejos, pero en las que nunca ha estado nadie.
En esta franja fértil, boscosa y rica en vegetación vive, desde tiempos inmemoriales, una población rusa vieja creyente, guerrera, hermosa y próspera, conocida como los cosacos de Greben.

Hace muchísimo tiempo, sus antepasados, los viejos creyentes, huyeron de Rusia y se asentaron más allá del Térek, entre los chechenos, en Greben, la primera cordillera de montañas boscosas de la Gran Chechenia. Viviendo entre los chechenos, los cosacos se emparentaron con ellos y adoptaron sus costumbres, modo de vida y carácter; pero conservaron intactos el idioma ruso y la antigua fe. Una tradición, aún viva entre los cosacos, cuenta que el zar Iván el Terrible vino al Térek, mandó llamar desde Greben a los ancianos, les regaló tierras en esta orilla del río, los exhortó a vivir en paz y les prometió no obligarlos ni a someterse ni a cambiar de fe.
Hasta el día de hoy, los linajes cosacos se consideran emparentados con los chechenos, y el amor a la libertad, la ociosidad, el saqueo y la guerra son los rasgos principales de su carácter. La influencia de Rusia sólo se manifiesta de forma desfavorable: limitaciones en las elecciones, retiro de las campanas y presencia de tropas que permanecen o pasan por allí. El cosaco, por instinto, odia menos al jinete montañés que mató a su hermano que al soldado que, aunque protege su stanitsa, fuma tabaco en su casa. Respeta al enemigo montañés