El tratamiento adecuado del agua es esencial para asegurar la salud pública, y la gestión eficiente del agua potable está íntimamente relacionada con las tecnologías utilizadas para la desinfección y el mantenimiento de residuos de cloro. Los estudios han demostrado que el uso de diversos desinfectantes en el tratamiento del agua es eficaz, pero también plantea varios desafíos técnicos y medioambientales, particularmente en términos de mantener la calidad y la seguridad del agua durante su distribución y consumo.

Uno de los enfoques más relevantes en este ámbito es el estudio de los residuos de cloro. El cloro ha sido históricamente uno de los desinfectantes más utilizados para purificar el agua potable, ya que su efectividad para eliminar patógenos es ampliamente conocida. Sin embargo, garantizar que los residuos de cloro se mantengan a niveles seguros durante todo el proceso de distribución es un reto significativo. El cloro residual tiene el potencial de proteger el agua de recontaminaciones microbiológicas durante su transporte, pero los factores que afectan su estabilidad son diversos y complejos, desde la temperatura del agua hasta la composición de las tuberías en las que se transporta. Es esencial entender cómo estos factores influyen para garantizar que el agua llegue al consumidor con una calidad segura, sin riesgos de salud derivados de la exposición a microorganismos patógenos o a subproductos de la desinfección.

Además, la presencia de biofilms en las redes de distribución de agua es un tema de creciente preocupación. Estos biofilms están compuestos por comunidades microbianas que se desarrollan en las superficies internas de las tuberías y pueden albergar tanto bacterias beneficiosas como patógenas. Si bien el cloro es eficaz para controlar el crecimiento bacteriano, la resistencia de algunas especies microbianas al cloro puede dificultar el control efectivo de estos biofilms. La comprensión de la composición y las dinámicas de estos biofilms es crucial para optimizar los métodos de desinfección y prevenir la propagación de enfermedades. Las investigaciones sobre las comunidades bacterianas en los sistemas de distribución de agua indican que una combinación de tecnologías de desinfección, como el cloro y la luz ultravioleta, puede ser más eficaz para reducir la carga microbiana y mejorar la calidad del agua.

Por otro lado, las tecnologías innovadoras de tratamiento de aguas residuales están ofreciendo soluciones prometedoras. Las plantas de tratamiento de aguas residuales deben ser diseñadas para eliminar eficazmente no solo los patógenos, sino también los compuestos químicos potencialmente dañinos, como los pesticidas y metales pesados, que pueden filtrarse en los cuerpos de agua. La presencia de estos contaminantes puede generar efectos ecotoxicológicos en los ecosistemas acuáticos, afectando tanto la flora como la fauna. De ahí que los avances en la eliminación de contaminantes emergentes sean clave para prevenir riesgos para la salud humana y la biodiversidad.

Otro desafío crítico es la eficacia de los sistemas de tratamiento de agua en contextos de bajos recursos, especialmente en países de bajos y medianos ingresos. En muchas regiones, la infraestructura de tratamiento de agua es insuficiente o no está bien mantenida, lo que puede llevar a un suministro de agua contaminada. Las estrategias para mejorar el acceso a agua potable segura incluyen la implementación de tecnologías de bajo costo, como la filtración y la desinfección solar, que pueden ser más viables en áreas rurales y comunidades marginadas.

En la actualidad, el monitoreo de la calidad del agua en tiempo real a través de sensores avanzados es una herramienta clave en la gestión de sistemas de distribución. Estos sensores permiten detectar cualquier anomalía en la calidad del agua, como cambios en la concentración de cloro o la aparición de contaminantes. Esto facilita una respuesta rápida y precisa, lo que mejora la eficiencia de los sistemas de tratamiento y asegura que el agua suministrada cumpla con los estándares de calidad y seguridad.

Es fundamental destacar que, más allá de la tecnología utilizada, el éxito en la gestión del agua potable depende de un enfoque integral que incluya la educación y la conciencia pública sobre la importancia del consumo responsable de agua. Las comunidades deben ser conscientes de los riesgos asociados con el consumo de agua no tratada y de la necesidad de mantener las infraestructuras de agua en buen estado. Además, la cooperación entre gobiernos, organizaciones internacionales y el sector privado es esencial para garantizar que las tecnologías de tratamiento de agua sean accesibles y sostenibles a largo plazo.

¿Cómo los fármacos no esteróideos, antihipertensivos y otros contaminantes emergentes afectan al medio acuático?

Los fármacos no esteróideos antiinflamatorios (AINEs) representan un grupo de medicamentos ampliamente utilizados tanto en humanos como en animales para aliviar el dolor, reducir la fiebre y tratar condiciones inflamatorias crónicas. Sin embargo, su presencia en el medio ambiente acuático plantea una preocupación creciente. Los AINEs como el ibuprofeno (IBU), el diclofenaco (DCF) y el naproxeno (NAP) se han detectado en concentraciones de decenas a cientos de miligramos por litro (mg/L) en las corrientes de plantas de tratamiento de aguas residuales (WWTP). Estas sustancias son especialmente resistentes a la biodegradación en ambientes acuáticos y, por lo tanto, persisten durante largos períodos, lo que les permite llegar a fuentes de agua potable.

La característica polar de los AINEs, que incluye grupos fenólicos hidroxilados y carboxílicos, les otorga la capacidad de permanecer en el agua sin descomponerse fácilmente. El ibuprofeno, en particular, se utiliza no solo en tratamientos médicos, sino también como suplemento dietético y adulterante en alimentos, lo que agrava su presencia en el medio ambiente. Estos medicamentos, al no ser completamente eliminados por los sistemas de tratamiento de aguas, constituyen una fuente constante de contaminación acuática.

Otro grupo de medicamentos relevantes en este contexto son los antihipertensivos, que incluyen beta-bloqueantes como el atenolol, metoprolol y propranolol. Estos fármacos, administrados para controlar la presión arterial alta, han sido detectados en concentraciones de nanogramos por litro (ng/L) en diversas matrices de agua, como agua potable y agua superficial. A pesar de que los antihipertensivos tienen una alta tasa de eliminación en las plantas de tratamiento, su persistencia en el ambiente sigue siendo preocupante. El clorhidrato de carbamazepina (CBZ), por ejemplo, es un anticonvulsivo que también se encuentra en las aguas, debido a su baja biodegradabilidad, incluso en concentraciones menores a 1 µg/L. Las fuentes de esta contaminación incluyen los vertidos directos de efluentes industriales no tratados, plantas de tratamiento de aguas residuales municipales y el descarte inapropiado de medicamentos vencidos o no utilizados.

Además de los AINEs y antihipertensivos, los anticonvulsivos o antiepilépticos como la carbamazepina (CBZ), el levetiracetam y el gabapentino, también contribuyen significativamente a la contaminación de las aguas. Estos fármacos, empleados principalmente para el tratamiento de trastornos neurológicos como la epilepsia, se encuentran en los efluentes de las plantas de tratamiento de aguas residuales y pueden afectar negativamente a los ecosistemas acuáticos. En estudios recientes, se ha observado que la CBZ y otros antiepilépticos alteran la dinámica de las poblaciones acuáticas, afectando la tasa de crecimiento y la reproducción de organismos como la Daphnia, un pequeño crustáceo utilizado comúnmente en estudios ecológicos.

Por otro lado, las hormonas y esteroides, tanto sintéticos como naturales, constituyen otra clase de contaminantes emergentes en el medio acuático. Estas sustancias, utilizadas en tratamientos médicos para diversos fines, como la anticoncepción, el tratamiento de trastornos hormonales y el aumento de masa muscular, terminan en los cuerpos de agua debido a su metabolismo incompleto en organismos humanos y animales. Los esteroides como el estriol y el estrona, utilizados para terapias hormonales, y los anabólicos utilizados ilícitamente para mejorar el rendimiento deportivo, también se han detectado en fuentes de agua. Estos compuestos pueden alterar el equilibrio hormonal de los organismos acuáticos, lo que genera efectos adversos en la biodiversidad.

Finalmente, los antidepresivos (ADPs), utilizados para tratar trastornos como la depresión y la ansiedad, representan otro grupo de contaminantes emergentes en los ecosistemas acuáticos. Los ADPs se eliminan parcialmente a través de la orina y pueden llegar a los sistemas de tratamiento de aguas residuales sin ser completamente eliminados. La presencia de estos medicamentos en el agua plantea riesgos tanto para la salud humana como para la fauna acuática. El aumento de su consumo, impulsado por su alta efectividad para tratar diversas condiciones de salud mental, ha contribuido a la creciente detección de estos compuestos en las aguas residuales y en fuentes de agua potable.

Es fundamental entender que, además de los efectos directos de estos fármacos sobre los organismos acuáticos, su persistencia en el medio ambiente también puede desencadenar un efecto acumulativo a largo plazo. A medida que se acumulan en los sedimentos y en la biota acuática, los contaminantes emergentes pueden alterar las cadenas tróficas, afectando la salud y el equilibrio de los ecosistemas acuáticos y, potencialmente, transmitiéndose a los seres humanos a través del consumo de agua contaminada y productos acuáticos.

El manejo adecuado de los residuos farmacéuticos y la mejora de los procesos de tratamiento de aguas residuales son esenciales para mitigar el impacto ambiental de estos contaminantes. Sin embargo, también es crucial que los consumidores y las industrias farmacéuticas tomen conciencia de la importancia de eliminar correctamente los medicamentos vencidos o no utilizados para reducir la carga contaminante en los recursos hídricos. La investigación continua sobre la biodegradabilidad y la eliminación efectiva de estos compuestos será clave para proteger la salud humana y el medio ambiente.

¿Cómo los contaminantes emergentes afectan los recursos acuáticos y la salud humana?

El aumento en el consumo de fármacos antirretrovirales (ARV) y otros contaminantes emergentes, como pesticidas y productos farmacéuticos, plantea un grave desafío para la salud ambiental, especialmente en países con altas tasas de contaminación y escasez de agua. Estos contaminantes, que incluyen productos de consumo habitual como medicamentos, hormonas, antibióticos, y pesticidas, tienen la capacidad de persistir en el medio ambiente, especialmente en los sistemas acuáticos, sin descomponerse de manera eficiente a través de las tecnologías convencionales de tratamiento de aguas residuales.

En Sudáfrica, por ejemplo, el uso de medicamentos antirretrovirales ha aumentado significativamente debido a la alta prevalencia del VIH. En 2021, se reportó que alrededor de 7.7 millones de personas vivían con VIH en este país, lo que convirtió a Sudáfrica en uno de los principales consumidores de antirretrovirales a nivel global. Estos medicamentos no solo afectan a las personas que los consumen, sino que, tras su ingesta, se liberan en los cuerpos de agua a través de la orina y las heces. La presencia de estos compuestos en plantas de tratamiento de aguas, aguas residuales y cuerpos de agua sugiere que estos contaminantes también afectan a los recursos hídricos de Sudáfrica.

La combinación de antirretrovirales de dosis fija (FDC) como el EVZ, emtricitabina (FTC) y tenofovir, utilizada en el tratamiento del VIH, es una de las principales formas de medicación. Con una dosis diaria promedio de 991 mg por persona, el consumo de estos medicamentos resulta en aproximadamente 1,085 toneladas métricas de compuestos antirretrovirales ingeridos anualmente en Sudáfrica. Esto genera una alta disponibilidad de estos compuestos en el medio ambiente, lo que puede tener repercusiones graves a largo plazo. Aunque el VIH no es una enfermedad transmitida por el agua, la presencia continua de estos medicamentos en los cuerpos de agua podría generar efectos impredecibles en los ecosistemas acuáticos.

Los pesticidas, por otro lado, son otro grupo de contaminantes emergentes cuyo impacto en el medio ambiente es igualmente significativo. Estos productos químicos, utilizados para controlar plagas en la agricultura y en el hogar, son transportados por el agua de lluvia y el escurrimiento agrícola a los cuerpos de agua. Los pesticidas contaminan el aire, el suelo y las aguas subterráneas, lo que puede tener efectos perjudiciales para la biodiversidad acuática y la salud humana. La capacidad de los pesticidas para persistir en el medio ambiente, incluso en condiciones desfavorables, hace que su impacto sea aún más devastador.

Es importante entender que estos contaminantes no se limitan solo a los productos farmacéuticos y pesticidas. Otros compuestos emergentes, como los productos de cuidado personal (PCPs), las hormonas y los antibióticos, también contribuyen significativamente a la contaminación de los recursos acuáticos. Estos compuestos son especialmente problemáticos porque no son biodegradables, lo que significa que permanecen en el agua por largos períodos de tiempo, afectando tanto la calidad del agua como la salud de los organismos acuáticos.

Los efectos de estos contaminantes en los ecosistemas marinos y en los seres humanos no son siempre inmediatos, pero con el tiempo pueden generar impactos devastadores. El uso excesivo y la falta de regulación en la descarga de efluentes contribuyen al deterioro de la calidad del agua y al aumento de la toxicidad en los cuerpos acuáticos. En el caso de los ARVs, su persistencia en el agua podría afectar la biodiversidad acuática, creando un ambiente donde las especies que dependen de estos recursos podrían verse gravemente amenazadas.

El desafío para la gestión del agua es claro: los tratamientos convencionales de aguas residuales no son suficientes para eliminar los contaminantes emergentes de manera efectiva. Por lo tanto, es crucial desarrollar tecnologías avanzadas que puedan descomponer estos compuestos de manera eficiente y regular estrictas normas de descarga para evitar que estos contaminantes lleguen a los cuerpos de agua.

Además de los impactos ecológicos, es vital que los consumidores y las autoridades reconozcan que el uso responsable de medicamentos y pesticidas puede ser un paso importante para mitigar la presencia de estos contaminantes en el medio ambiente. La educación sobre el uso adecuado de estos productos y la adopción de prácticas más sostenibles en la agricultura y la industria farmacéutica son esenciales para reducir el impacto de los contaminantes emergentes.

El monitoreo y la investigación en torno a estos contaminantes también son fundamentales para comprender mejor sus efectos a largo plazo en la salud humana y ambiental. Las autoridades deben intensificar la vigilancia de los recursos acuáticos y fortalecer las políticas públicas relacionadas con el manejo de estos compuestos. La sostenibilidad del agua y la salud del ecosistema acuático dependen en gran medida de cómo abordemos estos desafíos en los próximos años.