La estimulación bilateral, utilizada en el contexto de la terapia EMDR, involucra la exposición repetida de sonidos o movimientos que alternan de un lado a otro del cuerpo, para activar ambos hemisferios cerebrales. En su forma más sencilla, la estimulación bilateral puede ser vista en actividades cotidianas como caminar, donde cada paso alternado entre el pie derecho y el izquierdo ya constituye una forma de estimulación. Sin embargo, en EMDR, este concepto se amplía y se personaliza, ayudando al cerebro a procesar recuerdos traumáticos y fortalecer pensamientos positivos.
Existen distintas maneras de aplicar la estimulación bilateral: auditiva, táctil o incluso combinando ambas. La estimulación auditiva involucra sonidos alternados entre los oídos, los cuales pueden ser reproducidos a través de auriculares o dispositivos similares. Sin embargo, no todos los auriculares son igualmente efectivos para este propósito. Los auriculares con cable, por lo general, ofrecen mejores resultados para asegurar que el sonido se mueva de manera alternada de un oído al otro. La clave aquí es probar diversas opciones de sonido, como el sonido de un latido, el sonido de un susurro o el golpeteo de los dedos, y ajustar la frecuencia de estos sonidos para encontrar la opción que más resuene con cada individuo. Estos sonidos pueden cambiar dependiendo de la naturaleza del ejercicio que se esté realizando, adaptándose al tipo de procesamiento emocional que se busque.
Si se trabaja con un terapeuta en persona o de manera virtual, este le proporcionará las herramientas adecuadas para aplicar la estimulación bilateral auditiva, ya sea recomendando una página web específica para escuchar sonidos alternados o proporcionándole diferentes opciones que se pueden utilizar a través de plataformas como YouTube o Spotify. Después de probar distintas opciones, es esencial experimentar con el proceso mientras se mantiene un enfoque en una experiencia positiva o placentera para observar cómo responde el cerebro a esta estimulación.
La estimulación táctil, por otro lado, es aquella que se realiza a través del contacto físico o vibraciones alternadas en el cuerpo. Los terapeutas suelen utilizar dispositivos especiales, conocidos como "theratappers", que producen pulsos de vibración de un lado al otro del cuerpo. Sin embargo, este tipo de estimulación puede realizarse también de manera manual, como en el caso de abrazarse a uno mismo, utilizando las manos para alternar toques en cada hombro, o mediante un golpeteo suave sobre las piernas. Los movimientos deben ser suaves y rítmicos, para facilitar la conexión con las sensaciones del cuerpo y permitir que la mente se enfoque en una experiencia emocional positiva.
A muchas personas les resulta preferible la estimulación táctil, ya que el contacto físico tiende a generar una sensación de seguridad y conexión con el cuerpo, lo cual puede ser esencial en el contexto de la reactivación emocional durante el proceso de EMDR. La estimulación táctil también puede realizarse con otros objetos, como una pelota o algún material texturizado que se pueda sostener en cada mano, alternando de un lado a otro. Esta técnica es flexible y permite que el paciente se adapte a lo que le resulte más cómodo o beneficioso.
Además de las formas tradicionales de estimulación auditiva y táctil, existen otras maneras de activar la estimulación bilateral de forma creativa. Caminar de manera consciente, realizar movimientos de balanceo o incluso actividades artísticas como escribir de manera alternada con las manos, también son ejemplos de formas que pueden generar los mismos efectos beneficiosos en el procesamiento emocional. No hay una única forma correcta de hacerlo, y lo que funciona para una persona puede no ser efectivo para otra.
Al practicar la estimulación bilateral, es importante seguir un protocolo para observar su efectividad. Primero, se debe evocar un recuerdo positivo o un momento agradable, manteniendo la mente centrada en esa experiencia mientras se lleva a cabo la estimulación. Durante 30 segundos, se debe intentar mantener la concentración en ese sentimiento positivo mientras se alternan las sensaciones de estimulación. Tras ese tiempo, se evalúa la experiencia: ¿Se ha podido mantener el enfoque en la emoción positiva o la mente se ha distraído fácilmente? Si la estimulación ha sido efectiva, se debería notar una capacidad para concentrarse y expandir esa sensación positiva.
Este proceso de reactivación emocional puede parecer ajeno al principio, pero se apoya en principios naturales que el cuerpo y la mente ya conocen, lo que facilita su integración en la terapia EMDR. A medida que avanza el proceso terapéutico, la estimulación bilateral ayudará a equilibrar los hemisferios cerebrales, haciendo que el paciente se sienta más centrado, presente y relajado.
Es fundamental que tanto el terapeuta como el paciente experimenten y ajusten las técnicas de estimulación bilateral durante la terapia. Los beneficios de este tipo de estimulación no solo ayudan a procesar el trauma, sino que también sirven para fortalecer pensamientos y emociones positivas, facilitando una recuperación emocional más profunda. Aunque puede ser necesario experimentar con varias formas de estimulación para encontrar la más efectiva, este proceso de prueba y error es esencial para una recuperación emocional exitosa.
¿Cómo el EMDR puede tratar adicciones, trauma y más?
El EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares) ha demostrado ser una herramienta valiosa en el tratamiento de una amplia gama de trastornos emocionales y psicológicos. Aunque se asocia principalmente con el tratamiento del trastorno de estrés postraumático (TEPT), sus aplicaciones son mucho más amplias, abarcando desde la adicción hasta los trastornos alimentarios, pasando por la ansiedad de rendimiento y los trastornos de sueño.
Uno de los aspectos más relevantes del EMDR es su enfoque en el "estado emocional" de la persona, lo que le permite abordar comportamientos adictivos y compulsivos de una manera única. A diferencia de otros enfoques terapéuticos que solo se centran en los aspectos negativos asociados con las adicciones, EMDR trabaja también para reducir las asociaciones positivas que las personas desarrollan con estos comportamientos. Esto significa que el tratamiento no solo busca erradicar el deseo de consumir sustancias o realizar conductas compulsivas, sino también cambiar las emociones y pensamientos que mantienen estas conductas en primer plano. Así, EMDR puede ser una vía para aliviar el sufrimiento causado por la adicción y proporcionar a las personas las herramientas necesarias para reducir los impulsos y los detonantes que los impulsan a actuar.
El mismo principio de tratar los estados emocionales se extiende a los trastornos alimentarios. En estos casos, EMDR permite a los pacientes recordar las experiencias tempranas relacionadas con la imagen corporal y la comida, como comentarios críticos de los padres o situaciones de abuso emocional, y reconfigurar esas memorias para promover una relación más saludable con el cuerpo y la alimentación. Este enfoque también se puede combinar con otras técnicas terapéuticas como la Terapia de Sistemas de Familia Internos (IFS), que se mencionó en el capítulo 15, para un tratamiento más completo.
En cuanto al manejo del trauma, EMDR se ha mostrado especialmente eficaz en la mejora de la calidad del sueño. Después de experimentar un evento traumático, el cerebro y el cuerpo a menudo luchan por alcanzar un estado de "descanso y digestión". Sin el descanso adecuado, el cerebro no puede pasar por las etapas del sueño necesarias para funcionar correctamente, lo que afecta negativamente al ciclo de sueño REM (movimiento ocular rápido). Este ciclo es esencial para consolidar la memoria y procesar la información del día. Al restaurar este ciclo, EMDR no solo facilita un mejor sueño, sino que también ayuda al cerebro a procesar el trauma de una manera que permite una recuperación más completa.
El duelo es otro ámbito en el que EMDR puede ofrecer alivio. La pérdida, ya sea de una persona, una relación o incluso de un sueño o esperanza no cumplida, puede dejar cicatrices profundas en el alma. EMDR ayuda a procesar estas pérdidas, tanto las que realmente se han sufrido como las que nunca llegaron a materializarse, permitiendo al paciente crear una nueva "mapa" de su vida que incluya la pérdida de una manera integradora. De este modo, la sanación no se limita a superar lo perdido, sino que también implica reconstruir un sentido de pertenencia y propósito, a pesar del dolor.
Otro aspecto crucial del EMDR es su capacidad para abordar traumas vinculados a la falta de apego y la traición, lo que se conoce como heridas de apego. Estos traumas complejos, que pueden surgir de relaciones disfuncionales, abandonos o traiciones, pueden ser profundamente perturbadores y afectar la capacidad de una persona para formar relaciones saludables. El EMDR puede ayudar a reparar estas heridas, al crear una sensación de conexión y confianza a través de actividades de "recursos", ayudando a restaurar un sentido de seguridad y estabilidad emocional.
Las fobias y la ansiedad de rendimiento son también áreas en las que EMDR tiene un impacto positivo. Las personas que sufren de fobias a menudo tienen recuerdos o asociaciones distorsionadas que alimentan su miedo. A través de EMDR, es posible atacar directamente esas memorias o emociones asociadas, incluso si la persona no está completamente consciente de su origen. Al hacerlo, se reduce la intensidad del miedo y la fobia, permitiendo a la persona llevar una vida más libre y sin miedo. De manera similar, en el caso de la ansiedad de rendimiento, EMDR ayuda a abordar las creencias subyacentes y las percepciones negativas sobre uno mismo, lo que puede aumentar la confianza y reducir el miedo al fracaso.
Es importante entender que la eficacia del EMDR no depende de que una persona recuerde todos los detalles de un trauma. De hecho, uno de los síntomas característicos de los recuerdos traumáticos es su fragmentación. Cuando alguien experimenta un evento traumático, su cerebro no organiza los recuerdos de manera lineal, sino que los almacena de forma dispersa, enfocándose en detalles sensoriales como imágenes, sonidos o olores. Este proceso se debe a que el cerebro prioriza la supervivencia, bloqueando información no esencial para mantenerse alerta a los peligros. En lugar de forzar la memoria completa, EMDR trabaja con estos fragmentos para reorganizarlos y reducir su impacto negativo.
En resumen, el EMDR es una terapia poderosa que abarca una amplia gama de trastornos emocionales. Su enfoque integral no solo se concentra en los aspectos negativos, sino también en las emociones subyacentes que sostienen los trastornos, lo que permite una sanación más profunda y duradera. Además, es crucial comprender que los efectos del trauma no están determinados únicamente por la gravedad del evento en sí, sino por cómo cada individuo interpreta y asimila esas experiencias. A menudo, lo que puede parecer un pequeño inconveniente o una experiencia sin importancia para uno, puede ser profundamente traumático para otro.
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