El tema de la personalidad autoritaria ha sido ampliamente debatido en el contexto de la política moderna. Sin embargo, al observar los patrones de sumisión entre diferentes grupos ideológicos, surge un fenómeno interesante que desafía las ideas preconcebidas. A pesar de la creencia popular, los datos muestran que la sumisión disminuye a medida que la atención se desplaza de la izquierda política hacia la derecha. Este patrón es particularmente notable al comparar las preferencias de los liberales con las de los seguidores de Trump. Si bien las diferencias son relativamente pequeñas, los liberales (18%) son más propensos a aceptar que otros tomen decisiones por ellos en comparación con los seguidores de Trump (12%). A la inversa, los seguidores de Trump (82%) prefieren ser más independientes en comparación con los liberales (70%).
El índice de sumisión, que combina estos dos elementos, revela una relación negativa significativa (r = -0.13), lo que indica que, por lo general, los conservadores son menos propensos a mostrar tendencias sumisas que los liberales. Sin embargo, un aspecto aún más relevante es la diferencia dentro de los conservadores. Aquellos que veneran a Trump muestran una ligera tendencia a ser menos sumisos que los conservadores tradicionales, al preferir una mayor independencia. Esto sugiere que los seguidores de Trump no se ajustan a la imagen clásica de una personalidad autoritaria, que tiende a aceptar ciegamente la autoridad.
Es crucial entender que, aunque los seguidores de Trump veneran al ex presidente, esto no necesariamente indica un deseo psicológico profundo de someterse a una figura de autoridad en general. Más bien, parece que su sumisión está dirigida a un tipo específico de autoridad: una figura percibida como seria en la protección de los intereses del grupo frente a amenazas externas. Así, figuras como Barack Obama o Nancy Pelosi son vistas como amenazas, mientras que Trump es considerado el defensor de su seguridad, independientemente de su estilo de liderazgo.
La teoría del autoritarismo moderno no solo involucra la sumisión, sino también el deseo de adherirse a normas y convenciones sociales. Los estudios previos han señalado que aquellos en la derecha política tienden a ser más conservadores en su apego a las normas sociales, mientras que los de izquierda son más propensos a desafiar dichas convenciones. Sin embargo, el análisis de los seguidores de Trump muestra un patrón ambiguo: aunque se podría esperar que fueran más convencionales, no lo son necesariamente. En comparación con otros conservadores, los seguidores de Trump son ligeramente más propensos a disfrutar de desafiar las normas de la sociedad (39% frente a 35%) y, aunque algo más inclinados a seguir "el libro" de la vida (57% frente a 54%), estas diferencias no son significativas.
Este hallazgo es crucial, ya que sugiere que los seguidores de Trump no se ajustan completamente al perfil de individuos que valoran la conformidad social, sino que siguen ciertas convenciones que consideran esenciales para la seguridad y el bienestar del grupo. Por lo tanto, no se puede afirmar que los seguidores de Trump sean más convencionales en su conjunto, aunque pueden tener su propia versión de las normas que consideran vitales para su visión del mundo.
Por último, el componente de agresividad dentro de la personalidad autoritaria también es relevante, aunque más difícil de medir. La agresividad, entendida como una disposición a atacar a aquellos percibidos como enemigos, a menudo se asocia con el autoritarismo. Sin embargo, las dificultades para medir la agresividad de manera precisa, sobre todo cuando no se especifican los objetivos de la misma, hacen que este concepto sea más nebuloso. En el contexto de la derecha política, algunas mediciones sugieren que la amenaza principal proviene de grupos externos que buscan desmantelar la tradición y la identidad nacional, como los comunistas o aquellos que rechazan valores fundamentales como la religión y el patriotismo.
Este tipo de agresividad no necesariamente se manifiesta de manera física, sino que se traduce en una hostilidad hacia aquellos que son considerados como una amenaza para la forma de vida tradicional. Sin embargo, es fundamental destacar que no todos los seguidores de Trump presentan un comportamiento agresivo, sino que más bien están motivados por un deseo de proteger su identidad y valores frente a lo que perciben como una amenaza externa. Esta diferencia puede ayudar a comprender por qué, a pesar de la imagen pública de agresividad asociada con los seguidores de Trump, su perfil autoritario es más complejo y menos sencillo de categorizar.
La tendencia autoritaria moderna, por lo tanto, no puede reducirse únicamente a la sumisión a la autoridad, la conformidad con las normas o la agresividad hacia los enemigos percibidos. Es un conjunto de características complejas que se manifiestan de diferentes maneras según el contexto político y social. Los seguidores de Trump, aunque encajan en algunas categorías tradicionales de autoritarismo, muestran también un perfil distintivo que no necesariamente se alinea con los estereotipos comunes sobre los conservadores o los autoritarios.
¿Hasta dónde llegarías para lograr tus objetivos políticos?
En un contexto político cada vez más polarizado, los estudios sobre las actitudes de los ciudadanos hacia la acción política y la agresión ofrecen una visión fascinante de las tendencias y los comportamientos que definen las posiciones ideológicas. Los datos sugieren que tanto los liberales como los conservadores reconocen la necesidad de "acciones drásticas y agresivas", pero lo hacen por motivos significativamente diferentes. Un 83% de los seguidores de Trump consideran que se debe tomar acción agresiva para protegerse de amenazas externas, mientras que solo un 26% de ellos cree que dicha acción es necesaria para enfrentar amenazas internas, como la acumulación de riqueza excesiva. En contraste, solo un 18% de los liberales considera necesaria una acción agresiva frente a amenazas externas, pero un 75% apoya políticas agresivas para salvar el medio ambiente y redistribuir la riqueza.
Las diferencias entre los seguidores de Trump y los conservadores no vinculados a él son claras: los primeros muestran una mayor disposición a tomar medidas agresivas para protegerse de amenazas externas, pero son menos inclinados a respaldar medidas similares para abordar la desigualdad económica. Esta tendencia se mantiene consistente cuando comparamos los conservadores no seguidores de Trump con los seguidores de Trump en términos de su apoyo a políticas agresivas en respuesta a la acumulación de riqueza.
Este patrón de agresividad se refleja en otros estudios previos, que indican que los seguidores de Trump podrían ser más propensos a la agresión. Investigaciones anteriores, como las de Ludeke, Klitgaard y Vitriol, sugieren que estos individuos son más susceptibles a perder los estribos y participar en confrontaciones físicas, como se ha observado en varios mitines de Trump que incluyeron actos de violencia. Aunque es cierto que los indicadores de agresión utilizados en estos estudios han sido cuestionados por su debilidad, la tendencia es clara: los seguidores de Trump podrían ser más agresivos, aunque esta conclusión debe tomarse con cautela debido a la falta de una documentación sistemática más exhaustiva.
La combinación de estas actitudes en un índice global de preferencias sociopolíticas autoritarias muestra que, en general, los individuos en el espectro político de derecha tienden a tener inclinaciones autoritarias. Sin embargo, no hay diferencias significativas entre los seguidores de Trump y los conservadores no vinculados a él en cuanto a sus tendencias autoritarias de personalidad o en su visión sociopolítica del mundo. A pesar de que los seguidores de Trump tienden a ser más autoritarios en términos de sus preferencias sociopolíticas, estas diferencias no son abismales y en algunos casos son casi significativas.
Un aspecto relevante a explorar es la disposición a tomar medidas extremas en el ámbito político. En un conjunto de encuestas, se pidió a los participantes que imaginaran a un político que estuviera implementando políticas que consideraban "profundamente equivocadas y dañinas para el país". A los participantes se les preguntó qué tan lejos estarían dispuestos a llegar para promover el cambio o expresar su insatisfacción. Las respuestas a estas preguntas revelan una disposición a participar en una amplia gama de acciones, desde aquellas más moderadas, como el envío de mensajes críticos, hasta aquellas que podrían involucrar violencia o ilegalidad, como participar en disturbios o manipular los resultados electorales.
Los resultados mostraron que los seguidores de Trump son más propensos a participar en acciones extremas, como asistir a manifestaciones violentas o dañar propiedad. Sin embargo, también se observaron patrones significativos en los liberales, quienes tienden a participar en acciones políticas menos extremas pero igualmente comprometidas, como organizar sentadas pacíficas o comunicarse firmemente con funcionarios. Esto resalta una diferencia clave en la naturaleza de la acción política entre los diferentes grupos ideológicos.
Es importante destacar que, aunque algunos de estos actos, como participar en una manifestación violenta o alterar los resultados de unas elecciones, son ilegales y dañinos, otros, como protestas pacíficas o la comunicación con los políticos, son fundamentales para la vitalidad de una democracia. Estas acciones, aunque a menudo vistas como disruptivas, son esenciales para la expresión de disidencia y el fomento del cambio social.
Además, los datos muestran una tendencia significativa: los individuos que favorecen la seguridad por encima de la democracia son más propensos a justificar la violación de leyes en nombre de la protección del país. Esta tendencia refleja un conflicto inherente entre los valores de la seguridad y la democracia, un tema que sigue siendo crucial en la política contemporánea.
En este sentido, es esencial reconocer que la disposición a tomar medidas agresivas no solo refleja una actitud personal hacia el conflicto, sino que también está profundamente influenciada por el contexto político y social en el que un individuo se encuentra. El contexto electoral, los liderazgos políticos y la polarización juegan un papel clave en la formación de estas actitudes, lo que hace que las soluciones a los desafíos políticos actuales sean aún más complejas.
¿Cómo las políticas de bienestar social influyen en las actitudes y comportamientos de los votantes de Trump?
Las políticas de bienestar social han sido siempre un tema candente en la política estadounidense, y su impacto sobre los votantes de Donald Trump no es una excepción. En particular, el análisis de varios factores psicológicos y sociológicos, como el nivel de sumisión, la sensibilidad a la amenaza, y la conciencia social, nos permite comprender mejor cómo estos votantes se relacionan con el estado del bienestar y otras cuestiones de política pública.
Una de las características más destacadas de los votantes de Trump es su elevado nivel de conformismo y convencionalismo. A menudo, estos individuos muestran una adhesión rígida a las normas tradicionales, especialmente en lo que respecta a temas como el orden social y la familia. Este tipo de orientación política no solo está asociado con el apoyo a políticas más estrictas de bienestar social, sino también con actitudes conservadoras en áreas como el derecho de las mujeres y los derechos civiles. La percepción de que las políticas de bienestar están diseñadas para favorecer a ciertos grupos, en detrimento de los valores tradicionales, ha sido un tema recurrente entre los votantes de Trump. La conexión entre el autoritarismo y la preferencia por el bienestar social limitado es clara: muchos de estos votantes favorecen políticas que restrinjan el acceso a la asistencia social, creyendo que ello fomenta la independencia y el autocuidado, cualidades valoradas dentro de su visión de la sociedad.
La educación juega un papel clave en este contexto. En general, los votantes de Trump tienden a tener niveles educativos más bajos, lo que a menudo se correlaciona con actitudes más conservadoras respecto a las políticas de bienestar. Esto se refleja también en su escepticismo hacia el sistema educativo y las reformas políticas asociadas con el bienestar social, como el seguro de salud universal o la ayuda financiera para los desfavorecidos. La clase social de estos votantes también tiene una influencia significativa. Muchos provienen de áreas rurales o de clases medias que sienten que el sistema de bienestar favorece más a los centros urbanos que a ellos, lo que refuerza su rechazo hacia las políticas progresistas.
Otro factor importante a considerar es la relación entre las políticas de bienestar y la religiosidad. Los votantes de Trump que se identifican con el cristianismo evangélico a menudo consideran que las políticas de bienestar social son contraproducentes para la moralidad y la ética cristianas. La ayuda estatal, desde esta perspectiva, es vista como una forma de dependencia que socava la responsabilidad personal y la ética del trabajo. Para estos votantes, la intervención del gobierno en la asistencia social puede percibirse como una forma de “enfermedad social” que crea una cultura de victimismo y desconfianza hacia el propio esfuerzo individual.
El uso del tabaco y el alcohol, a menudo elevados entre estos votantes, refleja también una actitud más permisiva hacia comportamientos que, en muchas ocasiones, se asocian con la clase trabajadora o con sectores de la población menos favorecidos por el bienestar social. Estos comportamientos pueden interpretarse como una forma de resistencia frente a las normas sociales impuestas por los sectores más progresistas, especialmente en un contexto de políticas que buscan reducir las desigualdades a través del bienestar.
Además, la política exterior y la postura hacia la inmigración son cuestiones cruciales en este contexto. La oposición a los inmigrantes y el enfoque securitario son dos rasgos prevalentes entre los votantes de Trump. La idea de que los inmigrantes reciben más beneficios del sistema de bienestar que los ciudadanos estadounidenses es una narrativa comúnmente utilizada por estos votantes, lo que fortalece su rechazo hacia las políticas inclusivas de bienestar social. La creencia de que los inmigrantes abusan del sistema refuerza su postura de endurecimiento de las políticas migratorias y, a la vez, disminuye la disposición a promover una mayor expansión del bienestar social.
Es relevante observar también el nivel de agresividad y extraversión de los votantes de Trump. Este grupo tiende a ser más susceptible a adoptar posturas políticas más extremas y agresivas, especialmente en lo que respecta a la seguridad y el orden. La postura de "todo por la seguridad", asociada a la visión securitaria del mundo, se vincula estrechamente con la idea de que el bienestar social debe restringirse a los grupos más vulnerables y no ser utilizado como un medio para premiar a aquellos que no contribuyen al "bien común" según su visión.
En este sentido, los votantes de Trump también son más propensos a ver el sistema de bienestar como una herramienta para premiar la conducta indeseada o para fortalecer las "cosas que no funcionan" en la sociedad. La convicción de que el bienestar social beneficia solo a ciertos grupos, como los inmigrantes o los pobres, genera una resistencia a políticas más inclusivas, pues estos votantes sienten que el sistema de bienestar socava los principios fundamentales de la meritocracia y la justicia social.
Este análisis no estaría completo sin reconocer la relación de estos votantes con los valores del "populismo" y el "autoritarismo". Los votantes de Trump, especialmente aquellos dentro del ala más conservadora, son influenciados por una forma de autoritarismo que los lleva a ver el bienestar social no como una forma de mejorar la sociedad, sino como un mecanismo para controlar a los más vulnerables o a los que se perciben como "enemigos internos". En este contexto, las políticas de bienestar son vistas con desconfianza, y muchos de estos votantes prefieren enfoques más individualistas y menos centrados en la redistribución.
Lo que hay que entender, además, es que el apoyo a las políticas de bienestar en este grupo no está simplemente determinado por una oposición ideológica o económica, sino por una mezcla compleja de factores sociales, emocionales y psicológicos que varían dependiendo de su lugar en la sociedad y de su percepción de las amenazas externas e internas. Es vital comprender cómo los miedos, las inseguridades y las creencias sobre la justicia social influyen en sus actitudes hacia el bienestar social y el rol del gobierno en la redistribución de recursos.

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