Las infecciones superficiales del cuello son problemas comunes que afectan tanto a niños como adultos, aunque algunas condiciones tienen una prevalencia mayor en grupos específicos, como los pacientes con sistemas inmunológicos comprometidos. Estas infecciones incluyen condiciones como el impétigo, la erisipela, la celulitis, la linfadenitis y los abscesos subcutáneos. Para un diagnóstico y tratamiento adecuado, es esencial comprender la distinción entre estos tipos de infecciones y otras afecciones cutáneas o reacciones dérmicas.
El impétigo, por ejemplo, es una infección bacteriana superficial que comúnmente afecta a niños y es causada principalmente por Staphylococcus aureus. Esta enfermedad se presenta típicamente con lesiones localizadas en la cabeza y el cuello. Aunque su diagnóstico es relativamente sencillo, puede llegar a confundirse con otras afecciones de la piel si no se presta atención a los detalles clínicos. Además, aunque los antibióticos orales son a menudo efectivos, en ciertos casos, los antibióticos tópicos como el mupirocin o el ácido fusídico pueden ser igualmente efectivos y preferidos, especialmente para infecciones más localizadas.
La erisipela, por otro lado, es una infección cutánea superficial que afecta las capas externas de la piel sin comprometer los tejidos subcutáneos. A menudo provocada por estreptococos, la erisipela se caracteriza por un eritema bien delimitado y elevado. La celulitis, en cambio, involucra tanto la dermis como los tejidos subcutáneos y generalmente es causada por Staphylococcus aureus. La creciente resistencia a los antibióticos, especialmente a la Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (MRSA), se está convirtiendo en un problema importante a tener en cuenta durante el tratamiento.
Es crucial también distinguir entre infecciones superficiales y profundas, especialmente en personas con condiciones subyacentes como diabetes o inmunosupresión. En estos casos, una infección superficial podría ocultar un proceso más grave, como una infección profunda del cuello, que puede extenderse a los espacios profundos del cuello. Las infecciones profundas del cuello incluyen abscesos localizados en espacios como el parafaringeal, retrofaringeal y masticador, que son comunicantes entre sí a través de planos fasciales. Los espacios profundos del cuello son importantes porque, si una infección se disemina a estos, puede comprometer estructuras críticas como las vías respiratorias, vasos sanguíneos importantes y nervios.
En cuanto a las infecciones necrotizantes del cuello, estas son consideradas emergencias médicas. La fascitis necrotizante cervical es una infección rara pero progresiva, caracterizada por la necrosis de los tejidos subcutáneos y que puede llevar a mediastinitis necrotizante y shock séptico si no se trata a tiempo. Aunque históricamente se ha asociado con Streptococcus β-hemolítico del grupo A, los avances microbiológicos han demostrado que estas infecciones son, en su mayoría, polimicrobianas. El diagnóstico temprano es fundamental, y el tratamiento incluye antibióticos intravenosos y, en muchos casos, cirugía para desbridar los tejidos infectados. En ciertos casos graves, se ha encontrado que la oxigenoterapia hiperbárica y la administración de inmunoglobulinas intravenosas son terapias complementarias útiles.
Además de estas infecciones graves, se deben tener en cuenta otros síndromes raros como el síndrome de purpura fulminante, que se caracteriza por trombosis intravascular y una rápida progresión hacia el shock séptico. Esta condición es extremadamente grave y se ha beneficiado recientemente de tratamientos innovadores, como el uso de proteína C activada, especialmente en neonatos.
El tratamiento de las infecciones del cuello, tanto superficiales como profundas, varía según la extensión y gravedad de la infección. Las infecciones superficiales pueden manejarse con antibióticos tópicos o orales, dependiendo del caso, mientras que las infecciones profundas del cuello requieren un enfoque multidisciplinario que incluye antibióticos intravenosos y, en ocasiones, intervención quirúrgica urgente. La vigilancia constante y la identificación temprana de cualquier signo de complicación, como la obstrucción de las vías respiratorias o la sepsis, son esenciales para reducir la mortalidad asociada a estas afecciones.
Es importante no solo centrarse en el tratamiento de las infecciones visibles, sino también en prevenir su progresión hacia las capas más profundas del cuello, donde las complicaciones pueden ser mucho más graves. La higiene bucal adecuada y la atención temprana de las infecciones dentales y orales son factores clave para evitar la propagación de infecciones a los espacios profundos del cuello.
¿Cuándo es necesario realizar una amigdalectomía? Consideraciones clave en su indicación y riesgos
La amigdalectomía es una intervención quirúrgica común en pacientes con trastornos recurrentes de las amígdalas. No obstante, la decisión de someter a un paciente a este procedimiento no debe tomarse a la ligera. La evaluación exhaustiva de los riesgos y beneficios del manejo conservador frente a la cirugía es esencial, y debe ser discutida con el paciente en el entorno de atención primaria. Además, la existencia de trastornos hemorrágicos, o una historia familiar de los mismos, puede ser una contraindicación importante para realizar una amigdalectomía. En estos casos, es crucial valorar otros tratamientos antes de optar por la cirugía.
En los niños, las indicaciones para la amigdalectomía pueden incluir la amigdalitis recurrente, el diagnóstico de malignidad, la apnea obstructiva del sueño y, en algunos casos, comorbilidades como la psoriasis o el síndrome PFAPA (faringitis-adenitis-fiebre periódica-estomatitis aftosa). Cada uno de estos factores requiere una valoración cuidadosa para determinar si la cirugía es la opción más adecuada o si la condición podría resolverse con el tiempo sin intervención quirúrgica.
El proceso de evaluación debe ir más allá de los síntomas inmediatos, considerando también las implicaciones a largo plazo de la intervención. Además, el paciente y/o sus cuidadores deben recibir una orientación adecuada sobre las distintas opciones de manejo, sus beneficios y posibles complicaciones. En la práctica clínica, es recomendable que los pacientes dejen de fumar antes de someterse a cirugía, ya que el tabaquismo puede complicar la recuperación postoperatoria.
El proceso quirúrgico en sí varía según la técnica utilizada. La amigdalectomía extracapsular es la más común en muchos países, como el Reino Unido, y consiste en la remoción de las amígdalas junto con la cápsula. Por otro lado, la amigdalectomía intracapsular, que preserva una mayor parte del tejido de la cápsula, ha mostrado reducir los riesgos de hemorragia y dolor postoperatorio. Aunque algunos estudios sugieren que el uso de coblación en técnicas intracapsulares puede ser menos doloroso y tener un riesgo menor de hemorragia secundaria, aún se requieren más investigaciones para confirmar estos beneficios de manera definitiva.
Una parte esencial del proceso quirúrgico es la prevención de complicaciones. El manejo adecuado de la anestesia, la exposición y tracción correctas de las amígdalas, y el control exhaustivo de la hemorragia mediante la aplicación de técnicas como la ligadura y el uso de diatermia bipolar o monopolar son fundamentales para una intervención exitosa. En los niños, especialmente, la hemorragia postoperatoria puede ser más difícil de detectar si el paciente no escupe la sangre, lo que hace aún más crítica una observación postoperatoria cuidadosa.
Es importante también destacar que, aunque la amigdalectomía es generalmente segura, existen complicaciones raras, como el traumatismo dental, la dislocación de la articulación temporomandibular o el daño a la función del nervio glosofaríngeo, que puede resultar en alteraciones en el gusto y la sensación en la cavidad bucal. La vigilancia postoperatoria en busca de signos de hemorragia es vital para evitar complicaciones graves, especialmente en niños, donde el shock hipovolémico puede ser un riesgo.
El manejo de infecciones asociadas con las amígdalas es otro aspecto importante que debe ser considerado. La mononucleosis infecciosa, por ejemplo, es una infección viral común que puede presentar síntomas similares a la amigdalitis, pero que se debe tratar con cuidado, ya que puede afectar no solo las amígdalas, sino también otros órganos como el bazo y el hígado. El diagnóstico de mononucleosis se basa en los síntomas clínicos y las pruebas de laboratorio, y es esencial diferenciarla de otras infecciones de la garganta, ya que el tratamiento puede variar significativamente.
Cuando se contempla la posibilidad de una amigdalectomía, es importante no solo enfocarse en la frecuencia de las infecciones de garganta, sino también en su impacto en la calidad de vida del paciente. Los episodios frecuentes de dolor de garganta, especialmente cuando son incapacitantes y afectan el trabajo o la escolarización, pueden justificar la cirugía, pero siempre después de una evaluación exhaustiva. En general, la cirugía suele ser una opción cuando se documentan al menos siete episodios de amigdalitis aguda bien tratados en el último año, o cinco episodios por año durante los dos años previos.
En definitiva, la amigdalectomía es un procedimiento eficaz en muchos casos, pero su indicación debe ser cuidadosamente evaluada. La intervención, aunque generalmente segura, conlleva ciertos riesgos, tanto inmediatos como a largo plazo. Por lo tanto, debe ser considerada solo cuando los beneficios potenciales superen los riesgos y cuando otras opciones de tratamiento no hayan resultado eficaces.

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