Recuerda los recuerdos más significativos que aún causan problemas en tu vida hoy. Piensa en un "recuerdo clave" como un fragmento de tu pasado que aún no se siente sanado y que sigue cargando un gran dolor. Este recuerdo puede ser también la primera experiencia traumática que recuerdas. Si tienes dificultades para identificar estos recuerdos o te sientes abrumado al intentarlo, intenta lo siguiente: haz una lista de tus preocupaciones o problemas actuales, nota cómo te hacen sentir y luego, uno a uno, reflexiona sobre la primera vez que sentiste algo similar. Anota los recuerdos que surjan; estos son los llamados recuerdos clave. Identificar estos recuerdos clave te ayuda a llegar a la raíz de tu angustia, pues son estos recuerdos específicos los que serán tratados en tu trabajo de sanación, especialmente en el contexto de la terapia EMDR. El objetivo es liberarte de esas experiencias tempranas dolorosas, para que puedan ser procesadas de nuevo y ya no impacten negativamente en tu vida. Es posible que te sorprenda lo que venga a tu mente cuando revises esos recuerdos; a menudo, estos recuerdos no han resurgido en años o incluso pueden parecerte ahora banales o sin importancia. Lo importante es observar lo que surge sin juzgarlo.
En paralelo a los recuerdos negativos que pudieras tener, es esencial que prestes atención y reconozcas las heridas de apego que traes de tu pasado. Una herida de apego es una lesión o traición de alguien a quien querías. Dado que la conexión humana está profundamente arraigada en nuestra biología y nuestra supervivencia, tiene sentido que las relaciones puedan ser una fuente significativa de dolor y trauma. La necesidad de cercanía y conexión es un aspecto fundamental del desarrollo humano. Las relaciones seguras y saludables contribuyen enormemente a nuestra salud mental y física. Sin embargo, el dolor relacionado con los demás es inevitable, y los problemas relacionales forman parte del flujo natural de la vida. Reflexiona sobre las siguientes preguntas para examinar algunas de estas heridas de apego a lo largo de tu vida: ¿Hubo problemas de salud mental en tu hogar? ¿Cómo impactó eso en ti? ¿Sentías que tus necesidades emocionales eran atendidas cuando eras niño? ¿Qué relaciones tuvieron el mayor impacto en ti o te causaron mayor dolor? Esto puede incluir cualquier relación que involucrara abuso emocional, psicológico o físico.
Es posible que tengas que volver a estas preguntas a medida que avances en este proceso, y que debas agregar más relaciones a tu inventario de vínculos. También será importante que comuniques las respuestas a estas preguntas a tu terapeuta para poder abordar estas heridas en tu terapia EMDR. Para comprender mejor las heridas de apego, es útil conocer algunas de las necesidades emocionales básicas de todo niño para sentirse seguro y amado mientras crece y se desarrolla: seguridad en las relaciones de apego primarias, lo que incluye amor incondicional, aceptación, sintonía, cuidado y presencia constante; autonomía y fomento mientras aprendes, exploras y desarrollas tu sentido de identidad; límites realistas que enseñan autocontrol, responsabilidad y consecuencias; libertad para expresar tus necesidades y emociones sin juicio ni vergüenza; y la capacidad de experimentar espontaneidad y juego.
El trabajo terapéutico no solo implica revisar los aspectos dolorosos de tu historia, sino también reconocer los elementos positivos que han formado parte de tu vida. Estos momentos de esperanza e inspiración ofrecen destellos de fortaleza, resiliencia y capacidad que te han ayudado a llegar hasta donde estás hoy. Aunque tu pasado contenga dolor, no debes pasar por alto la fuerza que también emerge de él. Mirar tu historia desde una nueva perspectiva puede ser fundamental para navegar el futuro. Puedes aprender mucho de toda tu historia, tanto de los momentos malos como de los buenos. En el proceso terapéutico, es crucial no solo enfocarse en las experiencias negativas, sino también en los factores resilientes que han estado presentes en tu vida. Estos factores son experiencias, influencias y momentos clave, tanto grandes como pequeños, que ocurrieron a pesar de las dificultades que enfrentaste. Reflexiona sobre algunos de estos momentos: ¿Cuáles fueron tus intereses más importantes cuando eras niño? ¿De qué logros o aprendizajes de tu infancia te sientes orgulloso? ¿Cuáles eran tus fortalezas cuando eras niño? ¿Cuáles son tus recuerdos más felices?
La capacidad de recordar momentos positivos de tu vida puede servir como un antídoto poderoso contra el estrés. Pensar en esos momentos positivos puede también evocar emociones y sentimientos constructivos en el presente, mejorando tu salud mental. Además, es fundamental reconocer las influencias clave y las personas significativas que marcaron tu vida. Estas personas no necesariamente tienen que haber estado cerca de ti en el sentido físico, ni siquiera tienen que ser personas reales. Pueden incluir figuras de medios, deportes, entretenimiento, o incluso personajes de libros o películas que te inspiraron. Reflexiona sobre las personas con las que formaste tus relaciones más cercanas en la infancia, aquellas a las que admiraste y quienes representaron un modelo o fuente de inspiración para ti.
Tu resiliencia ha sido moldeada no solo por tus vivencias, sino también por las personas a las que has recurrido en busca de orientación, aprendizaje o apoyo. Aunque hayas perdido el contacto con algunas de esas personas, nunca subestimes la importancia que han tenido en tu vida. Incluso si nunca las conociste o si la relación fue breve, su influencia puede haber sido significativa. A medida que avanzas en tu proceso de sanación, es crucial mirar hacia el futuro. Reflexiona sobre lo que deseas para tu vida, cuáles son los cambios que te gustaría ver, y lo más importante, cómo puedes alcanzar esos objetivos. Establecer metas claras te conecta con tu propósito, lo cual es esencial para alcanzar la satisfacción y el bienestar. Para tener éxito en el establecimiento de metas, necesitas recursos y apoyo que te ayuden a alcanzar esas metas. Estos recursos y apoyos te mantendrán enfocado y te ayudarán a retomar el camino cuando tropieces.
¿Cómo cerrar una sesión de EMDR y avanzar a través de los obstáculos emocionales?
Al concluir una sesión de EMDR, el proceso de cierre es crucial para asentar los avances logrados y asegurar que la mente y el cuerpo estén en un estado de equilibrio antes de continuar el trabajo en futuras sesiones. El objetivo de esta fase es consolidar lo aprendido y garantizar que los efectos de la sesión se integren de manera efectiva.
Después de haber trabajado en la instalación de las cogniciones positivas, es importante reflexionar sobre el progreso realizado. En primer lugar, es recomendable hacer una pausa y observar cuán lejos se ha llegado, teniendo en cuenta las emociones y pensamientos que han surgido durante la sesión. Esta reflexión debe ir acompañada de una respiración profunda, seguida de una estimulación bilateral durante aproximadamente 15 segundos. Esta estimulación ayuda a reducir el nivel de tensión emocional y facilita la integración de nuevas creencias.
En esta etapa, uno de los aspectos fundamentales es reconocer cualquier avance hacia la adopción de la cognición positiva que se haya identificado al principio. La reducción de la angustia es una señal clara de progreso. Durante el proceso de desensibilización, los niveles de malestar deberían disminuir, y el objetivo es ver una mejora sustancial, idealmente con una reducción de entre tres a cuatro puntos en la escala de perturbación de 0 a 10. Aunque el número ideal sería 0, cualquier disminución en la intensidad emocional refleja un avance positivo.
Una vez que se haya alcanzado la fase de instalación, el siguiente paso consiste en cerrar la sesión adecuadamente, asegurando que la emoción vinculada al evento traumático se haya procesado de manera efectiva. Para ello, es recomendable realizar un breve escaneo corporal, el cual permite observar cualquier tensión remanente en el cuerpo. Es fundamental observar cómo el cuerpo responde al trauma al pensar en el incidente, recordando cómo se sentía al inicio de la sesión. Si aún persiste alguna sensación de tensión, es útil usar técnicas de afrontamiento previamente aprendidas para reducir esa incomodidad.
Además, durante la fase de cierre, es importante hablar con el terapeuta sobre cualquier emoción o pensamiento que haya surgido durante la sesión. Estos momentos de reflexión pueden arrojar valiosos insights sobre el proceso y facilitar la consolidación del trabajo realizado. En ocasiones, cuando una sesión no se completa de manera satisfactoria, es recomendable practicar técnicas como el "Contenedor", una estrategia que permite gestionar y almacenar temporalmente las emociones hasta la siguiente sesión.
Una de las claves del EMDR es comprender que, a pesar de los avances, el proceso no siempre sigue un camino lineal. A menudo, se pueden presentar bloqueos emocionales que impiden avanzar en el proceso terapéutico. Estos bloqueos no deben ser interpretados como un fracaso del tratamiento, sino como una oportunidad para profundizar en las creencias limitantes que están impidiendo el progreso. Los bloqueos suelen estar relacionados con creencias negativas sobre uno mismo, que se formaron a raíz de experiencias pasadas y que siguen influyendo en la manera en que procesamos las emociones.
En el camino de la sanación, es común encontrarse con obstáculos emocionales que requieren un trabajo adicional. Estos pueden ser pequeños retrocesos o momentos en los que parece que no avanzamos como esperábamos. Sin embargo, la experiencia del bloqueo es parte natural del proceso de sanación y puede ser utilizada como una herramienta para identificar áreas no resueltas de trauma o creencias disfuncionales. En lugar de ver estos bloqueos como fracasos, es importante interpretarlos como oportunidades de aprendizaje que nos ayudan a explorar partes de nosotros mismos que requieren más atención y trabajo.
Al cerrar una sesión, el proceso debe ser entendido como una parte del ciclo continuo de sanación. La mente y el cuerpo continúan procesando las emociones incluso después de que la sesión haya terminado. Esto es completamente normal y puede generar más pensamientos y sentimientos relacionados con el incidente trabajado. La integración emocional y cognitiva no se detiene con la sesión; más bien, es un proceso que sigue su curso mientras el cerebro trabaja en la consolidación de recuerdos.
El desafío no es evitar los bloqueos o las dificultades, sino aprender a manejarlos de manera que el proceso terapéutico continúe avanzando, incluso cuando el camino se vuelve más complejo. La clave está en reconocer estos momentos y usarlos como pasos en el proceso de crecimiento personal. Embrace los obstáculos como partes del viaje hacia la recuperación, y aprende de ellos para alcanzar una mayor comprensión de ti mismo.

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