Los sistemas de inteligencia artificial (IA) poseen capacidades impresionantes para generar salidas que son similares, e incluso en algunos casos reflejan, los datos y materiales con los que fueron entrenados, como imágenes o textos escritos. Por esta razón, es común pensar que los modelos de IA realizan algo parecido a una búsqueda en una base de datos, seguida de un proceso de cortar y pegar para crear sus resultados. A modo de analogía, podríamos imaginar a un estudiante de arte con una bolsa llena de recortes de revistas, que realiza nuevos trabajos a pedido. Sin embargo, es importante señalar que esta idea no refleja en absoluto cómo funcionan estos modelos en la práctica.

En realidad, el conjunto de datos de entrenamiento no es accesible para el sistema de IA después de que el entrenamiento ha finalizado. La bolsa de recortes ya no está disponible para el estudiante de arte. El sistema de IA aprende a partir de los datos de entrenamiento mediante un proceso de análisis repetido de cada ítem en la base de datos, actualizándose continuamente. Este proceso es similar al aprendizaje humano: para enseñar a un niño a distinguir entre los colores rojo y naranja, el niño debe aprender observando ejemplos que incluyan diferentes tonos de ambos colores. Al principio, el niño confundirá los colores con frecuencia, pero cada nuevo ejemplo mejora su capacidad para diferenciarlos. El cerebro del niño actualiza repetidamente su concepción de "rojo" y "naranja" hasta que eventualmente puede identificar los colores de manera precisa, incluso cuando aparecen fuera del conjunto de ejemplos con los que fue entrenado. Con algo de práctica, el niño podría incluso mezclar pinturas para crear el color naranja sin tener que referirse a una muestra.

Sin embargo, en los modelos de IA, el "aprendizaje" se almacena en conjuntos complejos de números que representan ubicaciones multidimensionales en relación con otros conjuntos de números complejos. Estos números no son simples representaciones visuales o simbólicas de los datos; son formas de codificación matemática que permiten al sistema interpretar y generar respuestas que parecen naturales, pero que son el resultado de conexiones matemáticas profundas.

Para entender cómo diversas doctrinas legales pueden interactuar con la IA, tomemos como ejemplo un modelo de lenguaje grande, como ChatGPT. Para hacerlo más sencillo, sin entrar en complejidades matemáticas, imagina que deseas aprender todo lo que hay que saber sobre Washington D.C. Es una ciudad rica y variada, con el estatus único de ser la capital de los Estados Unidos, con barrios diferenciados, monumentos históricos, instituciones gubernamentales y capas de historia política. En resumen, el objetivo es crear un entendimiento profundo de Washington que abarque todas sus dimensiones. Un ser humano podría comenzar explorando todos sus barrios, conversando con los locales, leyendo textos históricos, estudiando mapas geográficos y, en general, tratando de absorber los patrones y relaciones que existen a lo largo de la ciudad.

De manera similar, alguien que programe un modelo de IA recorrería internet para recoger todo tipo de materiales: mapas, fotografías, documentos históricos, artículos de noticias, publicaciones en redes sociales, e incluso rumores, con el fin de crear un modelo que comprenda no solo la descripción física de D.C., sino también la esencia de la ciudad, su cultura, sus costumbres y la experiencia subjetiva de vivir allí. El material que se recoge es vasto y variado. Desde un mapa de rutas de correo de 1876 hasta una recomendación de fontanero en las redes sociales, todo tiene que ser analizado y entendido. Además, los textos no provienen de una sola voz ni de una sola época, sino de una variedad de perspectivas y estilos de escritura.

Una vez recopilada toda esta información, se deben tomar decisiones clave sobre cómo organizarla. Esta fase es crucial, pues la forma en que se divide y estructura la información determinará el rendimiento del modelo. Por ejemplo, los diseñadores del modelo pueden decidir dividir los datos en unidades más pequeñas, como palabras, combinaciones de dos palabras, sílabas o incluso caracteres individuales. Cuánto más finamente se dividan los datos, mayor será la precisión y la complejidad del modelo, aunque también aumentarán los recursos necesarios para procesarlo. Dependiendo de los objetivos del proyecto y de los recursos disponibles, se podrá optar por trabajar con un mayor o menor número de "fragmentos" de datos. Imaginemos que se decide trabajar con 50,000 fragmentos: estos podrían ser elementos clave, como "La Casa Blanca", "honestidad", "agua" o "gobierno". Cada uno de estos fragmentos se asignará a una posición específica en un mapa de coordenadas multidimensionales.

Es en este punto donde las decisiones sobre la cantidad de dimensiones del mapa se vuelven esenciales. En lugar de limitarse a un mapa bidimensional convencional, se pueden elegir trescientos "dimensiones" para comprender las diversas relaciones entre los datos. Las dimensiones no se limitan a distancias físicas, sino que pueden involucrar relaciones más abstractas, como la calidad de un restaurante o la relevancia histórica de un monumento. Cada uno de los 50,000 fragmentos de datos será representado por un conjunto de números que describen su posición en relación con estas trescientas dimensiones.

Dado que la cantidad de fragmentos es extensa y la cantidad de dimensiones es considerable, no se puede esperar que una sola persona se encargue de todo el proceso. Por lo tanto, se necesitarían "guías" para ayudar a navegar por este complejo mapa. En este caso, podrían contratarse cien guías para explorar cada uno de los fragmentos de información en expediciones repetidas. Estos guías, aunque no tengan conocimiento especializado en Washington D.C., serían entrenados para seguir instrucciones simples y asignadas a diversas rutas de exploración. Las expediciones no buscan solo conocer el mapa físico de la ciudad, sino también su vibra, sus aspectos culturales y sus conexiones más profundas.

Por último, se debe definir cómo se conectan entre sí los fragmentos de datos. Estos vínculos no son fijos, sino ajustables, como puentes que se pueden regular en función de su "importancia" en relación con otros puntos. En la fase inicial, los enlaces pueden estar dispuestos de manera aleatoria, pero con el tiempo, a medida que los guías exploran y generan información más detallada, los vínculos se ajustarán para reflejar mejor las relaciones y la relevancia de cada fragmento de información.

Es importante que el modelo de IA no se limite a almacenar datos de manera estática, sino que, a través de un proceso iterativo de exploración y ajuste, logre generar un entendimiento dinámico, flexible y profundo de los temas que aborda. Este es el proceso detrás de la creación de sistemas de IA que pueden generar respuestas de forma coherente y detallada, reflejando una comprensión más rica que la simple repetición de los datos originales.

¿Cómo impacta la inteligencia artificial en la autoría y los derechos de autor?

La creciente presencia de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito de la creación de contenido plantea cuestiones complejas sobre la autoría, la propiedad intelectual y la aplicación de las leyes de derechos de autor. En la actualidad, el desarrollo de obras generadas por máquinas o sistemas automatizados está desafiando las bases mismas del derecho de autor, que tradicionalmente ha requerido la intervención humana para que se reconozca la creatividad de una obra. Esta situación está siendo objeto de debate en diversas jurisdicciones, ya que las autoridades legales luchan por adaptarse a una nueva era tecnológica.

Según la normativa vigente, las obras protegidas por derechos de autor deben ser el resultado de un proceso creativo humano. El sistema de derechos de autor de Estados Unidos, por ejemplo, establece que solo las obras creadas por un "autor humano" son susceptibles de recibir protección. En este sentido, la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. aclaró que no se registrarán obras creadas sin intervención humana directa, ni aquellas producidas por máquinas sin un control creativo explícito por parte de un ser humano. Es decir, el rol de la máquina se limita a ser una herramienta, mientras que la autoría recae exclusivamente sobre el ser humano que la opera.

Sin embargo, esta visión ha sido puesta a prueba con la aparición de sistemas generativos de IA, capaces de crear contenido original de manera autónoma. Los casos más emblemáticos, como el de la solicitud de registro de una obra creada por la IA DABUS, han revelado las tensiones entre las capacidades tecnológicas actuales y las normativas existentes. En el caso de DABUS, un sistema de IA desarrollado por el investigador Stephen Thaler, se argumentó que la máquina había sido responsable de la creación de una invención, y por lo tanto, la propiedad de la patente debería recaer sobre la IA. No obstante, la Corte Suprema de Australia y otras instancias judiciales han rechazado la idea de que una máquina pueda ser reconocida como inventora o autora, reafirmando la necesidad de un creador humano.

La cuestión de la autoría en obras generadas por IA también toca otros aspectos importantes, como la protección de los derechos morales del autor. La noción de "moral rights" implica que el autor tiene el derecho de ser reconocido como tal y de evitar distorsiones o mutilaciones de su obra. En el caso de las obras generadas por IA, este concepto se vuelve difuso, ya que la creación es producto de un proceso automatizado que no puede tener una identidad personal que se identifique con el autor.

Desde la perspectiva de los editores, esta evolución tecnológica ha traído consigo desafíos adicionales. Las editoras y los titulares de derechos de autor se enfrentan a la cuestión de si las obras generadas por IA pueden ser utilizadas sin su consentimiento. La proliferación de "paywalls" y otras estrategias de monetización de contenido digital también se ve afectada por la IA, ya que las herramientas de scraping pueden acceder a grandes cantidades de datos, incluidas las obras protegidas, sin la debida compensación a los autores o titulares de los derechos.

La jurisprudencia sobre el tema aún está en desarrollo, y existen debates sobre la forma en que se deben actualizar las leyes de derechos de autor para reflejar los avances tecnológicos. Algunos argumentan que el sistema debe evolucionar para permitir que las obras generadas por IA sean protegidas, ya que fomentar la creatividad asistida por IA podría contribuir al desarrollo de contenidos valiosos para la sociedad. Otros, sin embargo, sostienen que la exclusión de la IA de los derechos de autor asegura que la creatividad humana permanezca como el pilar fundamental de la protección intelectual.

En cuanto a las posibles soluciones, algunos proponen un sistema mixto en el que las obras generadas por IA sean tratadas de manera diferente en cuanto a los derechos de autor, permitiendo que los creadores humanos reciban protección por su intervención, pero reconociendo la naturaleza autónoma de los sistemas de IA. También se sugiere que la creación de "derechos de autor asistidos por IA" podría ser una vía para ofrecer un marco legal que aborde las particularidades de este tipo de obras.

Es crucial entender que la legislación sobre derechos de autor y la autoría de las obras generadas por IA está en un punto de inflexión. Las decisiones judiciales y las regulaciones futuras desempeñarán un papel esencial en la definición de los límites de la protección de estas obras y en la forma en que los autores humanos e inteligentes se relacionarán en este nuevo escenario tecnológico.

¿Qué es la IA creativa y cómo puede transformar las patentes y los secretos comerciales?

El término "IA creativa" se emplea para describir a aquellas inteligencias artificiales que tienen la capacidad de generar invenciones por sí mismas, sin intervención humana directa en el proceso creativo. Este concepto ha sido propuesto en diversos estudios académicos y se refiere a un tipo de inteligencia artificial que va más allá de la simple automatización de tareas; se trata de sistemas capaces de concebir ideas innovadoras, lo que plantea nuevos desafíos en el campo de la propiedad intelectual. Como se menciona en estudios como el de Yanisky-Ravid y Jin, la IA creativa introduce una serie de complejidades legales y éticas, especialmente en cuanto a la titularidad de las invenciones que produce.

El uso de la IA para generar invenciones plantea interrogantes sobre quién es el propietario de los derechos de patente. Tradicionalmente, los derechos sobre una patente pertenecen a la persona o entidad que crea la invención. Sin embargo, si una máquina o algoritmo desarrolla una invención sin intervención humana directa, ¿quién es el titular de esa patente? ¿Debería reconocerse a la IA como un "inventor"? Este es uno de los debates más candentes en la actualidad, y las respuestas legales varían según la jurisdicción.

En términos de secretos comerciales, las invenciones generadas por IA también pueden crear complicaciones. Los secretos comerciales se protegen solo cuando la información no es conocida públicamente o fácilmente accesible, como se estipula en la ley. Sin embargo, los algoritmos de IA tienen la capacidad de producir resultados a partir de grandes cantidades de datos que pueden ser considerados secretos comerciales, pero que, una vez descifrados o replicados por otros a través de medios como la ingeniería inversa, dejan de estar protegidos. Esto genera un dilema sobre el valor de proteger estos resultados, ya que en algunos casos, la duplicación de la invención podría no requerir una inversión significativa de tiempo y recursos.

Además, los sistemas de IA no están diseñados para hacer descubrimientos autónomos de manera totalmente libre; las IA actuales solo encuentran lo que se les ha enseñado a buscar, dentro de los límites establecidos por sus diseñadores. En este sentido, el trabajo de la IA sigue siendo un reflejo de las decisiones humanas en cuanto a qué parámetros y resultados son relevantes. Esto significa que, si bien una IA puede generar una invención, la verdadera creatividad sigue estando vinculada a los seres humanos que diseñan y programan esos sistemas.

La situación es aún más compleja cuando consideramos la propiedad intelectual en contextos como el de los derechos de autor. Mientras que las patentes otorgan derechos exclusivos sobre las invenciones, los derechos de autor protegen la expresión de ideas pero no las ideas en sí mismas. Esto se ve reflejado en casos históricos como el de Feist Publications, Inc. v. Rural Telephone Service Co., donde se aclaró que una mínima cantidad de creatividad es suficiente para que un trabajo sea protegido por derechos de autor. Sin embargo, la protección no cubre las ideas o hechos que subyacen a una creación, solo su expresión original. Esto se complica cuando la IA interviene en la creación de contenido, ya que se debe determinar si el trabajo producido es lo suficientemente original como para merecer la protección de derechos de autor.

Además, en cuanto a los secretos comerciales, la jurisprudencia ha abordado situaciones en las que la información, aunque inicialmente secreta, puede ser considerada no protegida si se puede obtener por medios independientes, como la ingeniería inversa. Esto se vio en el caso AvidAir Helicopter Supply v. Rolls-Royce, donde el tribunal dictaminó que la duplicación de una información técnica, aunque inicialmente secreta, no estaba protegida si su obtención no requería una inversión significativa de esfuerzo.

En cuanto a las patentes y derechos de autor, el desafío más grande radica en determinar el nivel de creatividad y originalidad necesario para obtener protección. La ley establece que solo se protege la expresión de una idea, no la idea en sí misma, y la distinción entre ambos conceptos es crucial para entender cómo se gestionan los derechos sobre el trabajo de la IA.

En el ámbito de la tecnología, la línea entre idea y expresión se vuelve aún más difusa cuando se aplican a algoritmos y modelos generativos de IA. La habilidad de una IA para generar obras originales plantea un nuevo panorama sobre lo que se considera una creación humana y hasta qué punto los resultados de un sistema automatizado pueden ser considerados como trabajos protegidos bajo las leyes de propiedad intelectual.

Es importante comprender que, aunque la IA pueda parecer capaz de innovar de manera autónoma, la intervención humana sigue siendo esencial en su programación, en la selección de los datos que utiliza y en los parámetros que establece para generar resultados. Sin esta intervención, las invenciones generadas por IA podrían carecer de la originalidad necesaria para cumplir con los criterios de las leyes de propiedad intelectual.

¿Cómo la Inteligencia Artificial Está Revolucionando la Protección de la Propiedad Intelectual?

En la era del comercio electrónico y la creciente digitalización, las herramientas basadas en inteligencia artificial (IA) han emergido como soluciones esenciales para la protección de la propiedad intelectual. Empresas como Entrupy, Red Points y Cypheme están utilizando la IA para ayudar a las marcas y compañías a detectar falsificaciones de productos, analizando materiales, colores, empaques y otros atributos de los productos. Esta aplicación de la IA se ha vuelto indispensable, pues permite identificar rápidamente productos falsificados y detener su comercialización de manera más eficiente que los métodos tradicionales. Además, esta tecnología no se limita solo al mercado de bienes físicos, sino que también está ganando terreno en sectores como el software, la música y las artes.

Por ejemplo, en el ámbito de los derechos de autor, se ha propuesto que la IA actúe como testigo experto en casos judiciales. Su capacidad para descomponer obras y detectar similitudes no solo entre ideas, sino entre las expresiones mismas, podría ser crucial para decidir si dos obras son sustancialmente similares o no. La IA podría identificar qué partes de una obra son originales y cuáles no lo son, facilitando así una determinación más clara de las infracciones. Esto puede transformar los procesos judiciales relacionados con la propiedad intelectual, volviéndolos más precisos y ágiles.

El ámbito de las patentes también se está viendo influenciado por el avance de la IA. En lugar de realizar búsquedas exhaustivas en literatura de patentes que podrían ser costosas y lentas, las herramientas de IA permiten una revisión más eficiente de la novedad y la obviedad de las invenciones, criterios fundamentales en la concesión de patentes. El uso de IA podría ayudar a las oficinas de patentes a discernir mejor qué invenciones son realmente innovadoras y cuáles podrían ser redundantes o ya ampliamente conocidas.

Sin embargo, el uso de la IA no está exento de controversias. Por ejemplo, el exceso de protección de la propiedad intelectual, como en el caso de las patentes secundarias en la industria farmacéutica, ha sido objeto de crítica. Muchos argumentan que las patentes sobre estructuras secundarias que no aportan una mejora significativa a la seguridad o eficacia de un medicamento podrían estar impidiendo el acceso a innovaciones más efectivas. Asimismo, la proliferación de derechos de propiedad intelectual podría estar favoreciendo más a los productores que a los autores, lo que a su vez limita la creatividad y la innovación tecnológica.

Uno de los grandes debates actuales es la expansión de los derechos de propiedad intelectual en áreas que antes no eran contempladas. En la actualidad, la protección de secretos comerciales va más allá de la información confidencial relacionada con la investigación y desarrollo, abarcando incluso estrategias comerciales que no se relacionan directamente con el producto final. Esto ha llevado a algunos a cuestionar si la ley de propiedad intelectual debería enfocarse en el bienestar social y no solo en la maximización de la riqueza. El objetivo, para muchos, debe ser encontrar un balance entre la protección de los derechos de los creadores y el acceso al conocimiento y la innovación.

Además de la inteligencia artificial, el ámbito de los derechos digitales también está tomando protagonismo en esta era tecnológica. Las plataformas digitales, como Instagram, YouTube y TikTok, permiten a los usuarios compartir contenido sin perder los derechos de propiedad sobre el mismo. Esto ha provocado una reconsideración de las políticas sobre derechos de autor y uso de contenido generado por los usuarios, planteando la necesidad de encontrar una estructura más flexible que proteja tanto a los creadores como a los consumidores.

Es importante destacar que el uso de IA no solo ofrece ventajas, sino que también plantea desafíos significativos en términos de privacidad y control de datos. La implementación de tecnologías avanzadas debe ir acompañada de un marco legal robusto que regule el uso de la IA, protegiendo tanto los intereses comerciales como los derechos fundamentales de los individuos.

En el futuro cercano, la integración de IA en el ámbito de la propiedad intelectual no solo cambiará la manera en que se gestionan las infracciones y la protección de las obras, sino que también podría transformar la propia naturaleza de la creación y la innovación. La clave estará en encontrar un equilibrio que permita a los sistemas tecnológicos como la IA trabajar en beneficio tanto de los creadores como de la sociedad en general, sin restringir el acceso al conocimiento y la cultura. La IA, en este contexto, debería verse como una herramienta para optimizar la protección de la propiedad intelectual, no como un fin en sí misma.