Donald Trump, al asumir la presidencia, encontró en la legitimidad de su elección un tema constante que perseguiría durante todo su mandato. Aunque fue elegido por el Colegio Electoral, Trump perdió el voto popular frente a Hillary Clinton por más de 2,8 millones de votos, un hecho que, en su mente, nunca aceptó. De inmediato comenzó a difundir la idea de que las elecciones fueron fraudulentas, alegando sin evidencia que millones de personas votaron ilegalmente a favor de Clinton. Este rechazo a aceptar una derrota clara en las urnas reflejó su constante necesidad de validación y reconocimiento.

Desde los primeros días de su presidencia, Trump se vio rodeado de controversias sobre su legitimidad. A la objeción de muchos congresistas demócratas que se negaron a asistir a su toma de posesión, se sumaron las acusaciones de injerencia rusa en las elecciones de 2016. A pesar de las pruebas sobre la interferencia de Rusia en los comicios, Trump nunca aceptó públicamente su implicación, ya que hacerlo pondría en duda la validez de su triunfo. En este contexto, se formó un terreno fértil para cuestionar no solo su elección, sino su carácter como presidente.

Uno de los momentos más significativos de este rechazo a la legitimidad de Trump tuvo lugar cuando el congresista John Lewis, reconocido defensor de los derechos civiles, declaró que no asistiría a la inauguración de Trump debido a las sospechas sobre la intervención rusa. Trump respondió de manera beligerante, atacando a Lewis con comentarios despectivos sobre su distrito en Atlanta y su lucha por la igualdad racial. Este enfrentamiento no solo mostró la falta de respeto de Trump hacia un icono de la lucha por los derechos civiles, sino que también destacó la creciente división racial que marcaría su presidencia.

La relación con figuras clave de su propio partido también estuvo marcada por la deslegitimación. La guerra de Trump contra el senador John McCain fue otro episodio que reveló la naturaleza de su presidencia. McCain, un héroe de guerra y figura venerada en la política estadounidense, fue atacado sin piedad por Trump, quien descalificó su heroísmo al declarar que prefería a los soldados que no eran capturados. Esta actitud de Trump hacia McCain fue un claro reflejo de su falta de respeto por el sacrificio y la integridad de aquellos que se habían ganado el reconocimiento nacional por sus logros.

A lo largo de su presidencia, Trump no solo luchó por mantenerse en el poder, sino también por afirmarse como un líder legítimo. Sin embargo, su carácter beligerante, su rechazo a aceptar la realidad de su derrota en el voto popular y su constante ataque a aquellos que cuestionaban su legitimidad contribuyeron a una presidencia marcada por la polarización y la desconfianza. La necesidad de Trump de afirmar su autoridad sobre todo y todos, incluidos aquellos que lo habían apoyado, evidenció su temor a ser visto como un presidente ilegítimo y su incapacidad para unificar al país en torno a un sentido común de verdad y justicia.

La cuestión de la legitimidad no solo se limitó a su elección, sino que permeó todos los aspectos de su presidencia. El continuo rechazo a las críticas, la descalificación de rivales y la incitación a la división en lugar de la reconciliación sentaron las bases para una administración que fue vista como una de las más controvertidas y divisivas de la historia reciente de Estados Unidos.

Es fundamental entender que la presidencia de Trump fue, en muchos aspectos, una constante lucha por la validación en un contexto de creciente escepticismo y oposición. Los ataques a figuras históricas como John McCain, el desprecio hacia la figura de John Lewis y la manipulación de la verdad sobre las elecciones reflejan una profunda crisis de legitimidad que afectó no solo la administración, sino también la percepción pública de la política estadounidense en general. A lo largo de su mandato, la incertidumbre sobre su legitimidad fue una constante que nunca logró superar del todo, dejando un legado de división y confrontación.

¿Cómo entender la complejidad de la presidencia de Donald Trump?

La presidencia de Donald Trump fue, desde sus primeros días, un evento fuera de lo común. Su enfoque hacia la política interna y externa parecía estar marcado por una impulsividad desconcertante y una desconexión con las tradiciones políticas establecidas. Esta desorientación inicial, que confundió a muchos observadores, se convirtió rápidamente en una característica definitoria de su administración. La pregunta crucial para aquellos que se acercaron al gobierno de Trump, tanto dentro como fuera de los círculos políticos, era cómo entender sus posturas, a menudo cambiantes, y cuál sería el impacto de estas en la política global.

Steve Bannon, jefe de la campaña presidencial de Trump y su estratega principal en la Casa Blanca, describió a Trump como un “instrumento contundente” en términos de una agenda de derecha, aunque admitió que no sabía si Trump realmente comprendía lo que esto significaba. La incertidumbre sobre su comprensión de los problemas globales era evidente, incluso entre aquellos que trabajaban codo a codo con él. Trump fue visto por muchos como una figura impredecible, cuyo enfoque hacia la política exterior parecía contradecir las políticas bipartidistas prevalentes en Estados Unidos durante décadas.

Uno de los aspectos más alarmantes de su presidencia fue su tratamiento de las alianzas internacionales, especialmente las relaciones históricas con países como Alemania, Canadá, Francia y el Reino Unido. La rapidez con la que Trump pasó de ser un aliado confiable a ser percibido como un líder errático y desconcertante sorprendió a muchos. Sus intercambios con líderes extranjeros, como su famosa llamada con el primer ministro australiano Malcolm Turnbull, mostraron su disposición a romper acuerdos internacionales con una rapidez desconcertante. Este tipo de comportamiento evidenció una visión de política exterior que, para muchos, representaba un alejamiento de los principios que habían guiado las relaciones internacionales durante la postguerra.

Por ejemplo, las posturas de Trump sobre la OTAN y la importancia de las alianzas militares fueron percibidas como peligrosas por algunos expertos. En lugar de reconocer el valor de estas alianzas para la seguridad de Estados Unidos, Trump parecía verlas como cargas económicas que debilitaban al país. Esta visión reduccionista de las alianzas internacionales no solo cambió la percepción de Estados Unidos en el mundo, sino que también erosionó la confianza en la capacidad de liderazgo global del país.

En cuanto a la política económica global, Trump insistió en que Estados Unidos debía priorizar sus propios intereses y reconsiderar sus acuerdos comerciales internacionales. Su visión de una economía global basada en una competencia de suma cero y la idea de que los países extranjeros estaban "sacando ventaja" de Estados Unidos alteraron profundamente el equilibrio económico global. Los críticos de Trump señalaron que su retórica y sus políticas parecían subestimar la importancia de la cooperación internacional en la promoción de un sistema económico mutuamente beneficioso.

Este estilo de liderazgo también se reflejó en el funcionamiento interno de la Casa Blanca, donde la falta de confianza y la constante rotación de personal fueron la norma. Trump gobernaba con un enfoque autoritario, tomando decisiones rápidas y a menudo contradictorias, sin una planificación estratégica clara. Sus reacciones emocionales y su predisposición a despedir a quienes lo rodeaban con frecuencia, dejaron un vacío de estabilidad en el gobierno. Las relaciones entre el presidente y sus asesores eran frágiles, con una atmósfera en la que la lealtad personal y la competencia por su favor jugaban un papel fundamental en la política interna de la administración.

A pesar de la imprevisibilidad de su gobierno, era posible identificar ciertos patrones subyacentes en su visión. Trump era profundamente desconfiado de aquellos a su alrededor, convencido de que sus colaboradores estaban más interesados en sus propios beneficios que en el éxito del país. Este enfoque paranoico marcó las decisiones y estrategias de su administración, dando lugar a políticas que a menudo parecían carecer de lógica interna, pero que, para sus seguidores, encarnaban una lucha contra lo que percibían como una elite política corrupta.

Es fundamental comprender que, aunque la presidencia de Trump fue tumultuosa y marcada por sus decisiones erráticas y su desconexión de los protocolos tradicionales, también reflejó una transformación en la forma en que muchos estadounidenses veían su país en el mundo. La presidencia de Trump no solo se definió por la polarización interna y los conflictos con los aliados tradicionales de Estados Unidos, sino también por una reevaluación profunda de lo que significa la posición de Estados Unidos en la economía global y la política internacional.

La historia de su gobierno invita a reflexionar sobre las tensiones inherentes al poder en el mundo moderno, donde la política exterior y la diplomacia requieren una comprensión profunda de las dinámicas internacionales, algo que, a menudo, Trump parecía subestimar. Entender estas dinámicas no solo ayuda a contextualizar su presidencia, sino que también ofrece lecciones sobre la fragilidad de las alianzas internacionales y la importancia de las relaciones exteriores para la seguridad y prosperidad de cualquier nación.

¿Cómo funciona la realidad en el "Planeta Trump"?

El 2019, Donald Trump emitió un tuit peculiar sobre la exploración espacial: "Por todo el dinero que estamos gastando, la NASA NO debería hablar sobre ir a la Luna – Eso lo hicimos hace 50 años. Deberían centrarse en cosas mucho más grandes que estamos haciendo, incluyendo Marte (de lo cual la Luna es una parte), Defensa y Ciencia". Pero, en el "Planeta Trump", el concepto de Marte y la Luna parece tener una interpretación propia, alejada de lo que la ciencia real nos dice.

El "Planeta Trump" no es un lugar que se pueda observar con un telescopio convencional, ya que pertenece a una realidad completamente separada. Es un lugar minúsculo, contenido enteramente en la cabeza de un solo hombre, pero, como un espectáculo cósmico, se proyecta sobre todo el mundo. En este planeta, Donald Trump no solo es venerado, sino adorado. Las elecciones han sido olvidadas por un pueblo agradecido que ha pedido que él se quede para siempre. Su índice de aprobación es cercano al 100%. Los medios de comunicación más importantes, como el New York Times y el Washington Post, publican regularmente artículos elogiosos sobre él, sus discursos se imprimen completos, se discuten académicamente y se estudian en las escuelas. Cada noche, en la televisión de máxima audiencia, Estados Unidos se sienta, observa y escucha, colgado de cada palabra de Trump, asintiendo en aprobación. La revista Time lo tiene permanentemente en su portada. Los líderes extranjeros lo llaman constantemente para felicitarlo por su manejo de crisis, como la del coronavirus, y para felicitarlo por ganar otro Premio Nobel de la Paz. En el "Planeta Trump", la historia de Estados Unidos se reescribe con el paso de los días.

El Monumento Nacional a Mount Rushmore, que en la realidad se encuentra en las Black Hills de Dakota del Sur y exhibe los rostros de los presidentes más reverenciados de la historia de Estados Unidos como George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln, en el "Planeta Trump" está a punto de incluir una nueva figura: la suya. Según informes de los medios, en 2019 un asistente de la Casa Blanca contactó con la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, para preguntar sobre la posibilidad de agregar el rostro de Trump al monumento. Trump mismo había mencionado este deseo en una reunión anterior, explicando que era su sueño que su cara figurara en Mount Rushmore. Para Noem, la solicitud fue motivo de risa, pero Trump no estaba bromeando; estaba completamente serio.

Este tipo de realidades distorsionadas y extraordinarias no se limitan al ámbito de la política y la cultura; se extienden a aspectos fundamentales de la verdad y la ciencia. Trump no solo ha desafiado las normas políticas, sino también los principios más básicos de lo que se considera la verdad. Su actitud hacia la mentira es un reflejo claro de este "Planeta Trump". Durante su presidencia, se registraron 18,000 afirmaciones falsas o engañosas en tan solo 1,170 días de mandato, un promedio de más de 15 mentiras por día. Sin embargo, la cuestión que surge es: ¿es mentira si quien miente realmente cree que lo que está diciendo es cierto? En el "Planeta Trump", la realidad parece ser lo que uno dice que es, y si tú lo dices, entonces se convierte en verdad.

Un ejemplo claro de esta distorsión de la realidad ocurrió durante la crisis de la pandemia de coronavirus de 2020. Aunque la situación estaba devastando a los Estados Unidos, con cientos de miles de muertos, en el "Planeta Trump" era apenas una molestia. Trump repetía constantemente que el virus se desvanecería como por arte de magia, asegurando que la pandemia "desaparecería" y que todo se controlaría con el paso del tiempo. Sin embargo, fuera de este planeta de fantasía, la situación era completamente diferente: los casos de COVID-19 seguían aumentando, las hospitalizaciones eran cada vez más frecuentes y los registros diarios de casos nuevos se incrementaban, especialmente en estados del sur como Arizona y Florida.

A medida que los números crecían, Trump ofreció una solución peculiar: en un mitin de campaña en Tulsa, Oklahoma, sugirió que se redujera el número de pruebas de COVID-19 para que los casos no aparecieran en los registros oficiales. "Si no miras, no encuentras", parece ser la lógica de este "Planeta Trump". De hecho, en un lugar así, hasta la delincuencia podría resolverse con el mismo principio: simplemente deja de investigar y desaparecerá.

El mayor peligro de vivir en el "Planeta Trump" es cuando la realidad de una persona entra en colisión con el mundo real, arrastrando a otras personas a su fantasía. Un caso claro fue el escándalo de Ucrania, que condujo a su juicio político. Trump intentó manipular el sistema político de Ucrania pidiendo favores a cambio de ayuda militar, lo cual es una clara violación de las normas democráticas. A través de este acto, Trump mostró cómo su visión distorsionada del mundo se imponía sobre la realidad, con la peligrosa posibilidad de involucrar a otras naciones y crear una situación internacional aún más compleja.

Es fundamental comprender que el "Planeta Trump" no es solo una cuestión de desinformación o manipulación política. Es un lugar donde la realidad se reconstruye constantemente para ajustarse a una narrativa creada y mantenida por un individuo. Este fenómeno tiene implicaciones profundas no solo para la política interna de los Estados Unidos, sino para la forma en que la verdad y la percepción de la realidad son manipuladas globalmente, afectando la confianza en las instituciones y el sistema democrático en su conjunto. La permanencia de esta distorsión de la realidad es un recordatorio de que, cuando las figuras de poder se niegan a aceptar los hechos y la verdad, el impacto puede ser devastador tanto en la política como en la sociedad en general.