La tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, y con ella surgen nuevas cuestiones legales y éticas. Una de las más debatidas actualmente es el impacto que los modelos de inteligencia artificial generativa (IA) pueden tener en los derechos de autor. Mientras algunos defienden su potencial transformador para la sociedad, otros temen que estos avances puedan ser mal utilizados, creando una especie de "incesto tecnológico" donde la IA se alimenta de sí misma y, eventualmente, se empobrece. Esto plantea la pregunta: ¿son estos modelos una nueva frontera de la creatividad o simplemente una vía para evadir las leyes de propiedad intelectual?

A lo largo de las últimas décadas, la Corte Suprema de Estados Unidos ha tomado decisiones clave sobre el alcance de los derechos de autor frente a nuevas tecnologías. En el caso de Betamax, por ejemplo, el tribunal dictaminó que los grabadores de video caseros no infringían los derechos de autor de los estudios de televisión, pues consideraba que dichos dispositivos podían tener usos no infractores. Este enfoque de “uso justo” (fair use) ha sido consistente en varios fallos, como el de Google en relación con su motor de búsqueda o el caso de Google Books, en el cual se dictaminó que la creación de una base de datos de textos completos era un uso transformador y, por ende, no infringía los derechos de autor. El principio clave de estos fallos es el beneficio público que ofrecen estas tecnologías, aunque no siempre han favorecido a las plataformas tecnológicas. Por ejemplo, en el caso de Grokster, el tribunal dictaminó que las plataformas que incentivaban el uso de sus servicios para infringir derechos de autor debían ser responsables de tales infracciones.

Este contexto normativo abre un debate crucial respecto a cómo se tratarán los modelos de IA generativa. Al igual que las tecnologías previas, estas nuevas herramientas podrían ser vistas como una innovación transformadora con beneficios sociales, o como simples herramientas para eludir la ley. Ya se están presentando casos legales que afirman que los modelos de IA infringen los derechos de autor, ya sea por el uso de materiales protegidos para entrenar los modelos o por la producción de resultados que imitan de manera sustancial trabajos protegidos. En el caso de New York Times v. Microsoft, se alega que Microsoft y OpenAI infringieron los derechos de autor del periódico al usar sus contenidos para entrenar los modelos, además de generar respuestas que reproducen, a veces de manera casi literal, los trabajos de The Times.

El debate legal sobre estos casos es complejo y está en sus primeras fases. A pesar de la creciente cantidad de demandas, aún no ha habido fallos definitivos que establezcan precedentes claros. Las decisiones judiciales que tomen los tribunales podrían tardar años en llegar, y no está claro si alguna vez alcanzarán la Corte Suprema. Mientras tanto, los estudiosos del derecho de propiedad intelectual están desarrollando teorías y propuestas sobre cómo debería aplicarse la ley de derechos de autor a los modelos de IA generativa. Algunos sostienen que no se debería aplicar el concepto de "uso justo" a estos casos, pues los efectos en el mercado y el propósito de la tecnología son contrarios a este principio. Otros sugieren que los modelos de IA podrían construirse de manera que el uso de materiales protegidos sea legítimo, pero que cada caso debería ser analizado individualmente.

Una de las propuestas más interesantes es la de crear un modelo de “derechos de autor basado en el prompt”, es decir, centrarse no en los materiales con los que se entrenan los modelos, sino en las solicitudes específicas que hace el usuario de la IA para generar contenidos. Este enfoque podría redefinir cómo entendemos la relación entre la tecnología y la propiedad intelectual, enfocándose en el uso final más que en los procesos de entrenamiento.

Es crucial que los abogados y expertos en tecnología comprendan que, aunque los modelos de IA puedan generar contenido de manera autónoma, el proceso detrás de su entrenamiento sigue estando profundamente influenciado por los materiales humanos. La cuestión de los derechos de autor en este contexto no se limita solo a las leyes existentes, sino que también debe considerar la nueva realidad que estas tecnologías están creando. A medida que los tribunales continúan analizando estos casos, es probable que se desarrolle un marco legal más preciso y adaptado a la era digital, pero hasta que eso suceda, la incertidumbre sigue siendo la única constante en este ámbito.

¿Cómo la Ley de Derecho a la Imagen se Relaciona con los Deepfakes y la IA?

El derecho a la imagen, o derecho de publicidad, tiene sus raíces en las doctrinas de privacidad y competencia desleal, pero con el tiempo ha evolucionado hacia un concepto más cercano a los derechos de propiedad intelectual. Aunque la noción de este derecho aparece en la legislación federal estadounidense en 1953, ya existía de facto durante décadas. Se consideraba un derecho de "auto-propiedad", como lo explica Jennifer Rothman, es decir, un derecho que le da a los individuos control sobre el uso de su imagen y nombre en la esfera pública. Este derecho, que inicialmente protegía la privacidad de las personas, ha llegado a ser entendido también como un medio para fomentar la inversión en la capacidad artística de los intérpretes, en beneficio de la sociedad. En lugar de ver al entretenimiento como un bien individual, se le reconoce como un bien colectivo que debe ser incentivado para el bienestar social.

El concepto de este derecho se refuerza en el caso Zacchini v. Scripps-Howard Broadcasting Co. de 1977, que abordó la controversia sobre la transmisión de un acto de un artista que consistía en ser disparado desde un cañón. La Corte Suprema de los Estados Unidos determinó que la ley estatal protegía al artista, no solo para compensarlo, sino para fomentar la creación de contenido público de interés. A través de este fallo, se reafirma la idea de que el derecho de publicidad no busca necesariamente proteger un derecho de propiedad, sino más bien fomentar la creación de material que sea útil para la sociedad.

Hoy en día, la protección del derecho a la imagen sigue siendo un tema regulado por diversas leyes estatales en Estados Unidos, aunque no existe una legislación federal que lo garantice de manera uniforme. Sin embargo, el contexto está cambiando. En 2024, debido a la creciente amenaza de la inteligencia artificial (IA), se comenzó a considerar una ley federal bajo el acrónimo NO FAKES, diseñada para proteger a los ciudadanos de réplicas digitales no autorizadas y proporcionar sanciones severas. Este tipo de legislación se ve como una respuesta directa a los peligros planteados por los deepfakes.

Los deepfakes son una de las manifestaciones más insidiosas de la inteligencia artificial, una tecnología que permite crear imágenes, videos y audios extremadamente realistas de personas, tanto ficticias como reales. En mayo de 2024, OpenAI lanzó un asistente de voz basado en IA que imitaba de manera inquietante la voz de la actriz Scarlett Johansson. Aunque la empresa afirmó que la similitud era accidental, el incidente resalta cómo la IA puede crear réplicas digitales de personas sin su consentimiento. Esto plantea un desafío significativo: ¿cómo proteger el derecho a la imagen de los individuos cuando cualquier persona, con acceso a la tecnología adecuada, puede crear una réplica convincente de alguien?

En 1988, la Corte del Noveno Circuito de los Estados Unidos dictó que la imitación deliberada de la voz de un cantante profesional con fines comerciales era un delito en California. Esto subraya la preocupación de que, al igual que las imágenes y los videos, las voces también pueden ser un elemento protegido por el derecho de publicidad. No obstante, la mayoría de las personas no son celebridades, y no todos los daños relacionados con la apropiación de un nombre o imagen son puramente comerciales. Los deepfakes no solo afectan la imagen pública de los individuos, sino que también pueden crear nuevas y aterradoras oportunidades para el crimen cibernético, como el abuso sexual y la explotación a través de material pornográfico generado artificialmente. De hecho, un estudio realizado en 2019 reveló que el 96% de todos los deepfakes eran de naturaleza pornográfica, y las víctimas más comunes son celebridades. Sin embargo, lo más preocupante es que la facilidad para crear estos contenidos ha llevado a que personas ajenas al mundo del espectáculo también sean víctimas. Niños y adolescentes se han convertido en objetivos de sus propios compañeros.

Estos daños reales y potenciales han sido un motor para la creación de la ley NO FAKES, que busca regular y sancionar la creación y distribución de deepfakes sin consentimiento. A nivel tecnológico, es claro que los sistemas de IA serán cada vez más capaces de crear réplicas digitales de seres humanos que difuminarán la línea entre lo real y lo falso. A medida que la tecnología avanza, las autoridades legislativas y las agencias de aplicación de la ley luchan por mantenerse al día con estos desarrollos. La cuestión central es cómo evitar que vivamos en un mundo plagado de medios digitalmente fabricados que distorsionan nuestra percepción de la realidad.

Aunque el derecho de publicidad se enfrenta a los retos contemporáneos de la inteligencia artificial, es importante reconocer que los marcos legales tradicionales de propiedad intelectual, como las leyes de patentes y derechos de autor, no están diseñados para abordar cuestiones morales profundas. Los derechos de propiedad intelectual, si bien protegen la innovación y el progreso, no están preparados para tratar con las implicaciones éticas y sociales de las tecnologías emergentes. A medida que la IA se infiltra en todos los aspectos de la sociedad, es crucial reflexionar sobre lo que valoramos, cómo lo valoramos y si el sistema actual de propiedad intelectual puede seguir respaldando esos valores.

¿Cómo la inteligencia artificial está remodelando la creatividad humana y el mundo laboral?

La inteligencia artificial (IA) ha ido ganando terreno en numerosas áreas del conocimiento y la tecnología, planteando preguntas sobre su impacto en la creatividad humana y la economía global. Si bien muchos temen que la IA pueda reemplazar las capacidades humanas, otros consideran que esta tecnología tiene el potencial de liberar la creatividad de formas nunca antes vistas. Esta dualidad de opiniones se refleja en el debate sobre el futuro de la creatividad y el trabajo en un mundo cada vez más automatizado.

Uno de los principales temores respecto al avance de la IA es su capacidad para generar contenido de manera automática, lo que podría resultar en una disminución de la diversidad creativa. Según algunos estudios, el uso masivo de IA en la creación de música, literatura o arte podría llevar a una homogeneización del contenido producido, ya que los algoritmos tienden a trabajar con patrones y probabilidades basadas en datos preexistentes. Este fenómeno ha sido descrito como un "dilema social", donde los individuos pueden beneficiarse de la IA a corto plazo, pero la sociedad en su conjunto podría verse empobrecida en términos de creatividad y diversidad cultural.

Por otro lado, la IA no es simplemente una herramienta que reproduce lo ya hecho, sino una plataforma que puede ayudar a potenciar la imaginación humana. Al reducir los costos de generación de ideas y de trabajo creativo, la IA permite que los individuos accedan a una mayor cantidad de opciones y perspectivas. Esto no significa que la IA vaya a generar las mejores ideas de manera autónoma, sino que puede facilitar el proceso creativo al proporcionar combinaciones de ideas y soluciones que de otro modo podrían pasar desapercibidas. Si bien la IA podría hacer más accesible la creación de contenido, esto no necesariamente conlleva una pérdida de la creatividad humana, sino un cambio en cómo se produce y distribuye el arte y la innovación.

El impacto de la IA también se extiende al ámbito laboral, donde se debate si la automatización reemplazará los trabajos creativos o si, por el contrario, la tecnología creará nuevas formas de empleo. Los defensores de la IA argumentan que, al automatizar tareas repetitivas o laboriosas, las personas podrán concentrarse en actividades de mayor valor intelectual y creativo. Sin embargo, hay preocupaciones legítimas sobre cómo la IA puede cambiar la estructura del empleo en industrias clave. Por ejemplo, si la IA puede producir contenido o realizar análisis más rápido y a menor costo que los seres humanos, ¿cuál será el futuro de los profesionales que tradicionalmente se han encargado de estas tareas?

Otro aspecto importante es la democratización de la tecnología. Mientras que en el pasado el acceso a herramientas de creación y producción de alto nivel estaba limitado a un pequeño grupo de expertos o empresas, la IA ha permitido que cualquier persona con acceso a internet pueda participar en la creación de nuevos productos y servicios. Esto ha dado lugar a una explosión de innovaciones y ha facilitado la creación de contenidos de todo tipo, desde diseños gráficos hasta software de código abierto. La accesibilidad y la rapidez con que la IA puede procesar grandes volúmenes de información han permitido a los emprendedores y creativos llevar sus ideas más allá de las limitaciones tradicionales, creando oportunidades en sectores que antes estaban fuera de su alcance.

No obstante, este cambio viene acompañado de desafíos. La utilización de IA en la creación de contenido plantea problemas éticos y legales que aún están lejos de resolverse. La propiedad intelectual, la autoría de obras generadas por algoritmos y el uso de datos para entrenar modelos de IA son cuestiones que los sistemas legales deben abordar con urgencia. En muchos casos, el contenido generado por IA se basa en datos extraídos de obras preexistentes, lo que pone en tela de juicio si las creaciones de IA deberían estar protegidas por derechos de autor y quién tendría esos derechos.

A medida que la IA se desarrolla y se integra más profundamente en todos los aspectos de la vida cotidiana, también es crucial considerar su impacto en la educación y la formación profesional. La necesidad de desarrollar habilidades en áreas como el pensamiento crítico, la creatividad y la adaptabilidad será más importante que nunca. Los trabajadores del futuro no solo deberán entender cómo funciona la IA, sino también cómo aprovecharla para ampliar sus propias capacidades y generar valor en un mundo cada vez más digitalizado.

Es esencial recordar que la inteligencia artificial, como cualquier herramienta, no es ni buena ni mala en sí misma. Su valor depende de cómo se utilice. Al integrar la IA en procesos creativos y laborales, los humanos deben ser conscientes de sus limitaciones y sus riesgos, y asegurarse de que estas tecnologías se utilicen de manera ética y responsable, garantizando que los beneficios se distribuyan equitativamente y que no se pierda la esencia de lo que significa ser humano.

¿Cómo puede la Inteligencia Artificial debilitar el sistema de marcas comerciales?

El impacto de la inteligencia artificial (IA) en diversos ámbitos de la sociedad continúa generando incertidumbres. En el ámbito de las marcas comerciales, esta tecnología plantea desafíos inéditos que pueden alterar profundamente el sistema legal y comercial tal como lo conocemos. Algunos estudios sugieren que el aumento de solicitudes de registro de marcas ha superado la capacidad de los examinadores, lo que ha resultado en una reducción de la calidad de las marcas registradas. Este fenómeno puede verse exacerbado por el uso insuficiente de tecnologías avanzadas de IA en la evaluación de solicitudes, lo que crea una asimetría de información y agrava las ineficiencias del mercado.

En el contexto de los mercados en línea, otro aspecto crítico es la llamada "suplantación de listados" (listing hijacking). Este fenómeno ocurre cuando un tercero comienza a ofrecer un producto falsificado bajo el nombre de otro vendedor en plataformas como Amazon. Los resultados de este tipo de prácticas no solo afectan la reputación de los vendedores legítimos, sino que también pueden generar confusión entre los consumidores, quienes, al pensar que están adquiriendo un producto original, terminan comprando una falsificación. El daño financiero y reputacional es considerable, y muchos vendedores legítimos sufren pérdidas sustanciales por esta práctica fraudulenta. En algunos casos, los estafadores no solo imitan los productos, sino que también los etiquetan como defectuosos o peligrosos, lo que agrava aún más el impacto.

A medida que la IA progresa, se hace más difícil detectar y prevenir este tipo de fraudes. Las herramientas automáticas de detección de infracción de marcas están mejorando, pero aún tienen limitaciones. Estos algoritmos solo pueden aproximarse a la probabilidad de que un vendedor esté ofreciendo un producto falsificado, lo que significa que muchos infractores siguen operando sin ser detectados.

Además, el papel del sector privado en la protección de las marcas comerciales se ha visto fortalecido por la tecnología, aunque este cambio trae consigo nuevas preocupaciones. Las plataformas en línea, que antes se limitaban a ser meros intermediarios, ahora tienen un control significativo sobre la propiedad intelectual en sus sitios. Sin embargo, la falta de una regulación coherente y de un sistema eficaz de supervisión gubernamental deja a muchos vendedores desprotegidos frente a la creciente amenaza de los fraudes impulsados por IA.

El sistema de marcas comerciales, en teoría, está diseñado para proteger a las empresas y a los consumidores de la confusión y el engaño, pero la aparición de la IA, los fraudes masivos en línea y las prácticas comerciales fraudulentas han mostrado que esta estructura de protección está siendo desbordada. Los esfuerzos para mejorar la eficacia de la evaluación de marcas a través de la IA en el sector público podrían mejorar la situación, pero para que el sistema funcione adecuadamente, es necesario que existan políticas claras que combinen la intervención de los gobiernos con la vigilancia activa de las plataformas digitales. La falta de estas medidas podría agravar la desigualdad de información, perjudicando tanto a las empresas legítimas como a los consumidores.

Es fundamental que los gobiernos y las empresas adopten medidas más estrictas para garantizar la transparencia en el mercado digital y frenar las prácticas fraudulentas. En particular, la implementación de normas más claras para los anunciantes y vendedores en línea, como la distinción entre resultados de búsqueda patrocinados y orgánicos, puede ayudar a reducir la confusión y proteger los derechos de los consumidores. La IA tiene el potencial de ofrecer herramientas poderosas para la lucha contra la falsificación, pero solo si se utilizan de manera ética y con una vigilancia constante.

¿Cómo está cambiando la inteligencia artificial la propiedad intelectual y los derechos de autor?

En el contexto actual de la innovación tecnológica, la inteligencia artificial (IA) está transformando profundamente los sistemas legales, especialmente aquellos relacionados con la propiedad intelectual. A medida que los algoritmos de IA se convierten en creadores de contenido, se plantea una nueva pregunta: ¿quién posee los derechos sobre los productos generados por estas tecnologías? La legislación sobre derechos de autor y marcas comerciales aún lucha por adaptarse a este nuevo panorama.

Tradicionalmente, los derechos de autor han sido claros: protegen las obras creadas por individuos humanos. Sin embargo, con el avance de la IA, ha comenzado a cuestionarse si una creación generada por un sistema autónomo puede estar protegida de la misma manera. Algunos autores defienden la protección de sus trabajos mediante derechos de autor y secretos comerciales, creando un solapamiento complicado en cuanto a la titularidad de las obras. Por ejemplo, la Walt Disney Company ha registrado la marca de Mickey Mouse, pero también existen casos en los que los mismos creadores reclaman tanto derechos de autor como protección de secretos comerciales sobre sus obras. Este solapamiento se ve claramente en el caso de los inventores de la Mini Mental State Exam (MMSE), una herramienta de diagnóstico que podría estar amparada por múltiples formas de protección legal.

En términos de marcas comerciales, el reto se presenta de manera similar. Las grandes corporaciones, como Disney, han construido un vasto imperio de marcas comerciales que coexisten con los derechos de autor. En este sentido, las disputas legales sobre marcas como la de Mickey Mouse, junto con las alegaciones de infracción por parte de otros creadores, ilustran las complejidades que surgen cuando las tecnologías automatizadas entran en el campo de la creatividad. Las máquinas, que cada vez más se encargan de producir contenido, están diseñadas para generar obras que imitan las creadas por humanos, lo que genera un conflicto sobre si estos productos deben considerarse como propiedad de la IA misma, de la empresa que la desarrolla, o de los usuarios que la operan.

Además, la utilización de la IA en la creación de obras plantea interrogantes sobre la transparencia y la ética. En algunos casos, como en las plataformas de medios de comunicación que emplean IA para redactar artículos, se ha adoptado un enfoque de etiquetado que permite al lector saber si el contenido ha sido generado o manipulado por una máquina. Este tipo de políticas son necesarias para asegurar que los consumidores puedan identificar la autenticidad de los contenidos que consumen. En Estados Unidos, por ejemplo, se están haciendo propuestas para modificar el sistema de patentes y exigir una mayor divulgación sobre las salidas generadas por IA, lo que podría incluir desde invenciones hasta trabajos creativos. Es posible que en el futuro, las leyes de propiedad intelectual se adapten para garantizar que el proceso de creación y la titularidad de los derechos sean claros, incluso cuando la IA esté involucrada.

La adopción de la IA en el ámbito legal podría facilitar tanto la creación como la protección de la propiedad intelectual. No obstante, la misma tecnología que permite la creación de contenido en masa también ofrece herramientas para detectar infracciones de propiedad intelectual. Así, la IA tiene el potencial de mejorar los esfuerzos de vigilancia para detectar el uso indebido de marcas y derechos de autor, lo que podría ser crucial en un mundo cada vez más digitalizado. Sin embargo, esto también plantea un dilema ético sobre hasta qué punto la vigilancia tecnológica puede infringir la privacidad o restringir la libertad de creación.

En cuanto a las marcas comerciales, la IA también podría estar contribuyendo a la lucha contra las infracciones y el uso de marcas de mala fe. De hecho, se ha afirmado que la inteligencia artificial está desempeñando un papel importante en la protección de los derechos de propiedad de las empresas, ayudando a detectar el uso no autorizado de marcas y a prevenir la creación de productos que se hagan pasar por genuinos. Esto no solo protege los intereses comerciales, sino que también asegura que los consumidores no sean engañados por productos fraudulentos.

Lo que está claro es que la legislación actual debe evolucionar para enfrentar estos nuevos desafíos. El marco legal tradicional, basado en la creatividad humana, no es suficiente para cubrir las realidades de la inteligencia artificial. Esto requiere no solo cambios en las leyes, sino también una reflexión más profunda sobre el impacto que la IA tiene sobre la sociedad y la cultura en general.

A medida que las tecnologías continúan avanzando, es probable que las discusiones sobre el uso de la IA en la creación de obras intelectuales se intensifiquen. Sin embargo, un aspecto importante que se debe considerar es el balance entre la protección de los derechos de autor y la promoción de la innovación. La regulación debe fomentar la creatividad humana y la colaboración con la inteligencia artificial, sin obstaculizar el flujo libre de ideas y la evolución del conocimiento. Solo así, la inteligencia artificial podrá integrarse plenamente en la sociedad sin socavar los derechos fundamentales de los creadores.