El referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea (UE) de 2016 marcó un hito en la historia política contemporánea, y su resultado final, 52% a favor del Brexit frente al 48% que votó por permanecer, se produjo a pesar de una abrumadora cantidad de evidencia que favorecía la permanencia. Este hecho, que desafió la lógica y el consenso de expertos, se convirtió en un ejemplo paradigmático de lo que se ha denominado "política post-verdad", un fenómeno que ha cobrado gran relevancia en el siglo XXI, especialmente en tiempos de crisis política, elecciones o referendos.

En un contexto donde el Reino Unido había sido reconocido por la calidad de su sistema asesor científico, un sistema que promovía el uso de la evidencia y la experticia para la toma de decisiones, el resultado del Brexit expuso una contradicción alarmante. La campaña del Leave se caracterizó por la exageración y la manipulación de datos, lo que resultó en una narrativa construida a través de medias verdades, desinformación y manipulación emocional. Las plataformas digitales, en particular las redes sociales como Twitter y Facebook, jugaron un papel crucial en la difusión de estas narrativas, siendo utilizadas no solo por políticos, sino también por actores extranjeros, incluyendo al gobierno ruso, para incidir en el resultado electoral.

La política post-verdad no es simplemente un concepto histórico; es una nueva fase de comunicación política donde los hechos verificables pierden relevancia frente a las emociones y creencias preexistentes del público. En este nuevo escenario, los mensajes no tienen como objetivo principal la precisión o la verdad, sino más bien generar una reacción emocional que influencie la opinión pública. Este fenómeno ha transformado la manera en que los votantes perciben la realidad, favoreciendo una política de manipulación que, en lugar de centrarse en hechos objetivos, se enfoca en construir realidades paralelas que resuenen con los miedos y deseos de las audiencias.

Las herramientas y mecanismos que facilitan esta nueva era de la política post-verdad son diversas y complejas. Desde los algoritmos que amplifican ciertos tipos de contenidos hasta las tácticas psicológicas que explotan las vulnerabilidades cognitivas de los individuos, todo parece estar diseñado para crear un espacio en el que la verdad objetiva sea irrelevante. El uso de la desinformación, la creación de "noticias falsas" y la manipulación de la percepción pública se han convertido en herramientas poderosas en la lucha política contemporánea. En el caso del Brexit, la campaña del Leave utilizó estas tácticas de manera efectiva, explotando el miedo a la inmigración y prometiendo beneficios económicos irreales, todo ello respaldado por afirmaciones falsas o distorsionadas.

Lo que resulta más alarmante es que la política post-verdad no es solo un fenómeno de manipulación, sino también una respuesta estratégica a la desconfianza generalizada en las instituciones tradicionales. La fragmentación de los medios de comunicación, el auge de las "fake news" y la polarización ideológica han creado un caldo de cultivo perfecto para este tipo de política. En lugar de escuchar a los expertos, el público ahora se siente más atraído por las voces que validan sus propias creencias y temores, independientemente de la veracidad de los argumentos presentados.

En este sentido, la política post-verdad ha dado lugar a un clima en el que los hechos verificables se ven desplazados por emociones y creencias. Los votantes no solo eligen con base en información objetiva, sino que son influidos por narrativas diseñadas para resonar con sus preocupaciones y prejuicios. Esta transformación tiene profundas implicaciones para la democracia y la gobernanza global. Al final, el triunfo de la política post-verdad en el Brexit no fue solo un reflejo de la manipulación de la información, sino también de la creciente vulnerabilidad de los sistemas democráticos frente a las nuevas formas de desinformación.

Es importante resaltar que la política post-verdad no es exclusiva de un solo país o contexto; es un fenómeno global. En diversos lugares del mundo, desde Estados Unidos con las elecciones de 2016 hasta otros procesos políticos, el impacto de la desinformación y la manipulación emocional ha dejado una marca indeleble en la forma en que los votantes toman decisiones. La capacidad de los actores políticos para moldear la percepción pública a través de medios digitales ha desafiado las normas tradicionales de la democracia, cuestionando la idea misma de un electorado informado y racional.

La lucha contra la política post-verdad requiere una reflexión profunda sobre las herramientas y estrategias que los gobiernos, las instituciones y los ciudadanos pueden emplear para defender la verdad en un mundo cada vez más saturado de información errónea. Las políticas de transparencia, la regulación de los algoritmos que amplifican la desinformación y la educación crítica son fundamentales para mitigar los efectos negativos de este fenómeno. Además, es crucial que la ciudadanía desarrolle una capacidad de discernimiento que permita identificar las narrativas manipuladoras y rechazar las emociones que pretenden sustituir a la razón.

Desafíos y Oportunidades en la Ciberseguridad de las Elecciones: Un Nuevo Escenario Digital

En la última década, el ámbito electoral ha sido testigo de un fenómeno alarmante: el uso de tecnologías cibernéticas para alterar procesos democráticos. Desde el robo de información hasta la manipulación de los resultados, el ciberespacio se ha convertido en un campo de batalla donde las naciones se enfrentan por influir en el destino político de los países. Con la creciente digitalización de las campañas electorales, también ha aumentado el riesgo de ciberataques dirigidos a desestabilizar los procesos democráticos. La ciberseguridad electoral es ahora una preocupación primordial para gobiernos y ciudadanos por igual.

A lo largo de los años, hemos observado cómo las amenazas cibernéticas han evolucionado, adaptándose a las nuevas herramientas y plataformas digitales. Un claro ejemplo de ello fue la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 en los Estados Unidos, donde se utilizaron técnicas sofisticadas para difundir desinformación y manipular la opinión pública. Estas tácticas, que se extienden por todo el mundo, incluyen no solo los ataques informáticos directos a infraestructuras electorales, sino también la explotación de las redes sociales para difundir noticias falsas o "fake news" que favorecen a ciertos candidatos o partidos. En este contexto, la protección de la integridad de las elecciones se ha convertido en un desafío global, uno que requiere respuestas coordinadas tanto a nivel nacional como internacional.

La Unión Europea, consciente de la magnitud de este problema, ha tomado medidas para reforzar la ciberseguridad en sus elecciones. En su recomendación de 2018, la Comisión Europea hizo un llamado a la cooperación entre los estados miembros, el establecimiento de redes de transparencia en línea y la creación de mecanismos para prevenir incidentes cibernéticos durante los procesos electorales. Además, la lucha contra las campañas de desinformación se ha convertido en una prioridad dentro de las políticas de seguridad cibernética, ya que estas campañas pueden tener un impacto profundo en la confianza pública y la estabilidad política.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, las vulnerabilidades persisten. Un informe de la Fundación Kofi Annan sobre la integridad electoral en la era digital señala que las campañas de desinformación, a menudo apoyadas por actores externos, continúan siendo una amenaza seria para la democracia. El caso de las elecciones en Francia, por ejemplo, donde filtraciones de correos electrónicos de un candidato presidencial fueron utilizadas para socavar su campaña, demuestra cómo las técnicas de guerra cibernética pueden socavar la confianza en los procesos electorales y alterar el curso de la política nacional.

En respuesta a estos desafíos, la UE ha desarrollado lo que se denomina el "ciber diplomático", un conjunto de herramientas destinadas a fortalecer las relaciones internacionales en la lucha contra las amenazas cibernéticas. Estas herramientas incluyen sanciones contra aquellos actores que intenten intervenir en los procesos electorales de un estado miembro, así como esfuerzos para promover la ciberseguridad global a través de alianzas multilaterales. Además, el desarrollo de capacidades de respuesta rápida ante ciberataques ha sido identificado como una prioridad para garantizar que los ataques puedan ser neutralizados de forma efectiva antes de que causen daño significativo.

Un aspecto fundamental a considerar es la relación entre la ciberseguridad electoral y la privacidad de los datos. En un mundo cada vez más interconectado, la recopilación y el almacenamiento de grandes cantidades de información personal se ha convertido en un objetivo para actores malintencionados. La protección de la información confidencial de los votantes es esencial no solo para garantizar la integridad de las elecciones, sino también para preservar la privacidad individual. A medida que las tecnologías avanzan, la necesidad de establecer políticas claras sobre el manejo de los datos personales y su uso en campañas políticas se vuelve cada vez más urgente.

Adicionalmente, el concepto de “información automatizada” y la influencia de las cuentas bots en plataformas como Twitter han aumentado el riesgo de desinformación en los procesos electorales. Los estudios han demostrado que estas cuentas no solo difunden información falsa, sino que también amplifican mensajes de odio y polarización, lo que puede tener un impacto negativo en la cohesión social. A medida que las plataformas tecnológicas se convierten en las principales fuentes de información, la vigilancia y regulación de estas plataformas se hacen más necesarias para garantizar que no se conviertan en vehículos para la manipulación política.

Además, es crucial entender que la ciberseguridad electoral no solo depende de la tecnología, sino también de la formación y la conciencia pública. Los ciudadanos deben estar informados sobre los riesgos asociados a las campañas de desinformación y las tácticas empleadas para manipular su percepción de los hechos. La educación digital y la alfabetización mediática juegan un papel clave en la construcción de una sociedad resiliente frente a los ataques cibernéticos. Si los votantes no son capaces de distinguir entre información confiable y desinformación, la democracia se ve amenazada en su núcleo.

A medida que avanzamos hacia un futuro digitalizado, las elecciones seguirán siendo un objetivo clave para los actores cibernéticos, tanto nacionales como internacionales. La ciberseguridad, aunque fundamental, no es una panacea. Es una parte de un enfoque integral que debe incluir la cooperación entre gobiernos, organizaciones internacionales, plataformas tecnológicas y ciudadanos. Solo a través de un esfuerzo conjunto y continuo podremos garantizar que las elecciones sigan siendo un reflejo fiel de la voluntad popular, libres de manipulaciones externas.

¿Cómo influyen los bots y las cámaras de eco en los debates políticos en línea?

En los últimos años, se ha observado un aumento considerable de la presencia de bots en las redes sociales, lo que ha generado una reflexión sobre cómo influyen en los debates políticos, especialmente durante eventos de alto impacto social como la pandemia de Covid-19 o la discusión sobre la migración. En estos contextos, los bots actúan como actores influyentes que pueden alterar la naturaleza del intercambio de información en línea. Un análisis preliminar de los debates en Twitter sobre la inmigración en Italia muestra que, aunque los bots representan el 7% de todos los usuarios, su contribución a la base de intercambio de contenido se reduce a un 2.5% de los usuarios validados. Este fenómeno revela una estructura bien definida de "escuadrones" de bots, que a menudo se alinean con ciertos intereses políticos y contribuyen a distorsionar la conversación pública.

Un caso similar se presenta en la discusión sobre la pandemia de Covid-19. A pesar de que este tema se basa principalmente en la ciencia, se observan cámaras de eco, es decir, grupos de usuarios que se agrupan alrededor de ideas similares y se refuerzan mutuamente, a menudo influenciados por su orientación política. Esto no es inesperado, ya que las medidas políticas adoptadas para combatir el contagio del virus, como el confinamiento o las restricciones en la movilidad, han tenido un fuerte componente político que ha influido en cómo se percibe la pandemia. Los bots en este contexto representan el 6% de los usuarios, pero su contribución a los intercambios de contenido se reduce aún más al 2.8% de los usuarios validados.

Una diferencia clave entre estos dos casos es que, en la discusión sobre la migración, se observa una fuerte presencia de "escuadrones" de cuentas automatizadas actuando de manera organizada, mientras que en el debate sobre el Covid-19 no se percibe una misma cohesión de actores automatizados. Sin embargo, el impacto de estas intervenciones automatizadas en los debates sigue siendo relevante, ya que las opiniones sesgadas y polarizadas continúan siendo amplificadas por las redes, lo que crea divisiones adicionales en la sociedad.

El fenómeno de las cámaras de eco no es exclusivo de las redes sociales, pero en estos espacios toma una forma mucho más pronunciada. Los usuarios tienden a interactuar y compartir contenido con aquellos que tienen opiniones similares, lo que refuerza sus creencias y les permite ver el mundo a través de una "lente" que filtra la información de acuerdo con su visión política o ideológica. Este tipo de entorno favorece la radicalización de opiniones y limita la exposición a puntos de vista contrarios, contribuyendo a la polarización de la sociedad.

Es importante señalar que no todos los bots son utilizados con fines políticos. Algunos de ellos son simplemente creados para promover contenido de manera artificial o para generar tráfico, pero en contextos políticos, los bots pueden ser herramientas poderosas utilizadas para amplificar discursos polarizantes. Este uso de bots está estrechamente relacionado con la desinformación, un fenómeno que se ha vuelto cada vez más prevalente en las plataformas sociales. La capacidad de los bots para generar "contenido viral" tiene el potencial de crear una narrativa dominante, incluso cuando esta narrativa carece de fundamento factual.

El análisis de la presencia de bots en las redes sociales revela un aspecto interesante: su capacidad para manipular el discurso público no solo depende de su número, sino también de la forma en que interactúan con los usuarios validados. A pesar de representar una pequeña fracción del total de usuarios, su impacto es amplificado debido a su capacidad para interactuar con cuentas auténticas y generar un intercambio de contenido que refuerza ciertos puntos de vista.

Además, el efecto de los bots en las discusiones políticas no se limita solo al intercambio de ideas. También puede influir en la percepción pública de temas específicos, como la inmigración o el manejo de la pandemia. Por ejemplo, en la discusión sobre la inmigración, los bots pueden amplificar el discurso antiinmigrante o promover teorías conspirativas sobre la "invasión", lo que afecta la forma en que la sociedad percibe a los inmigrantes y las políticas migratorias.

En cuanto a las cámaras de eco, estas no solo son un fenómeno de las redes sociales. Pueden ser observadas en cualquier espacio de debate donde las personas tienden a agruparse en torno a opiniones similares. Sin embargo, las redes sociales, debido a su alcance global y a la velocidad de difusión de la información, amplifican significativamente este fenómeno. A medida que las personas interactúan más con contenido que confirma sus creencias, se crea un ciclo de retroalimentación en el que las opiniones se vuelven cada vez más polarizadas.

Para entender completamente el impacto de los bots y las cámaras de eco en los debates políticos en línea, es fundamental reconocer que estas dinámicas son parte de un entorno digital más amplio que está modelado por algoritmos que priorizan el contenido que genera más interacción. Esto crea un "espacio de intercambio" donde los puntos de vista más extremos y emocionales a menudo dominan, mientras que las voces más moderadas o racionales se pierden en el ruido.

El desafío, por tanto, no radica solo en identificar y contrarrestar los bots, sino también en encontrar formas de mitigar la polarización y fomentar el diálogo constructivo en línea. Para lograrlo, es necesario comprender no solo la mecánica de las interacciones digitales, sino también las estructuras sociales y políticas que dan forma a estas conversaciones en la red.

¿Cómo se utiliza la web por parte de las organizaciones de extrema derecha en Europa Central y del Este?

El uso de la web por parte de las organizaciones de extrema derecha está estrechamente vinculado con la difusión de discursos de odio y noticias falsas, como lo demuestra la investigación de Klein (2019) y Monti (2018). Un estudio reciente sobre la propaganda visual del Partido Nacional Británico en Facebook, por ejemplo, destacó que la mitad de las imágenes compartidas (un 50%) eran "manipulativas" y "enmarcadas con estadísticas selectivas", especialmente dirigidas contra inmigrantes y musulmanes, incentivando un activismo en línea en contra de estos grupos entre los seguidores del partido.

El tema del activismo político de extrema derecha en la web es especialmente relevante en Europa Central y del Este, ya que, como se ha señalado, los países postcomunistas enfrentan desafíos relacionados con su membresía en la Unión Europea. Paralelamente al auge de las políticas nacionalistas de extrema derecha, la calidad de la democracia ha ido decayendo (Minkenberg 2017). En este capítulo, nos centramos en cuatro países de Europa Central y del Este (República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia) y analizamos, a través de un análisis de contenido sistemático y formalizado, el grado y las formas de uso de la web por parte de los actores políticos de extrema derecha, que van desde partidos políticos hasta grupos neo-nazis y sitios web culturales radicales. Presta especial atención a las formas textuales y visuales de la propaganda en línea de la extrema derecha, así como a las diferencias y similitudes entre los distintos tipos de grupos y países. Además, se presentará una comparación entre las organizaciones de extrema derecha de Europa del Este y del Oeste en cuanto a su uso de la web y la propaganda.

La investigación empírica sobre la extrema derecha y su movilización política, la promoción de identidad y la propaganda en línea ha sido hasta ahora fragmentada y selectiva, enfocándose principalmente en partidos políticos (aunque con algunas excepciones, como Castelli Gattinara y Pirro 2019) y casi exclusivamente en países occidentales (Fofiu 2015; Andreescu 2015; Karl 2017). Aunque en los últimos años la resurgencia de la extrema derecha en Europa Central y del Este ha recibido atención académica, la mayoría de estos estudios se han centrado en actividades de la extrema derecha fuera de línea (Minkenberg 2015; Mudde 2017; Pytlas 2015; Císař y Štětka 2016; Císař 2017) o en el "hacktivismo" de la extrema derecha en línea relacionado con movimientos concretos, como el caso del Jobbik. Las investigaciones comparativas sobre las actividades políticas de la extrema derecha en línea en estos países siguen siendo escasas.

Las organizaciones de extrema derecha activas en línea en Europa Central y del Este se caracterizan por su habilidad para movilizar a sus seguidores mediante la web, en muchos casos utilizando imágenes y narrativas manipuladas que apelan a sentimientos nacionalistas, xenófobos y anticomunistas. A menudo, estas organizaciones se presentan como defensores de la “identidad nacional” frente a una amenaza percibida, ya sea interna (como grupos minoritarios) o externa (como los inmigrantes). En la web, estas organizaciones tienen la posibilidad de llegar a un público más amplio, superar las barreras de censura y aumentar la visibilidad de su mensaje, creando comunidades virtuales que refuerzan su identidad y cohesión interna.

El internet, al ser una plataforma de bajo costo, permite a los actores radicales reducir el riesgo de persecución y obtener una audiencia global sin necesidad de grandes recursos. Además, la web facilita nuevas formas de participación política (Van Laer y Van Aelst 2010), organización de acciones colectivas (Dolata y Schrape 2016) y, en el caso de la extrema derecha, la creación de una imagen de sí mismos que puede ser fácilmente difundida y reproducida en las redes sociales. A través de herramientas como las redes sociales, los grupos de extrema derecha no solo logran captar a seguidores, sino que también cultivan una imagen de resistencia frente al "sistema" y construyen una narrativa de victimización, fomentando el descontento hacia las instituciones democráticas y la globalización.

Para las organizaciones de extrema derecha en Europa Central y del Este, la web no es solo una herramienta para la propaganda, sino también para la formación de identidades colectivas. Los grupos radicales, al sentirse marginados de la sociedad, encuentran en el entorno en línea un refugio que les permite compartir recursos e información, crear solidaridad y establecer objetivos comunes. Como se ha observado, las redes sociales funcionan como un “segundo hogar” para estos grupos, un “refugio virtual” donde pueden expresar sus opiniones y conectarse con personas de ideas afines (De Koster y Houtman 2008). Esta dinámica facilita la movilización de estos actores y la expansión de su influencia, al tiempo que supone un desafío para las democracias europeas, que deben lidiar con el auge de estos movimientos en el contexto de la globalización y la crisis económica.

Las organizaciones de extrema derecha en Europa Central y del Este comparten una serie de características ideológicas fundamentales: un fuerte nacionalismo, la preferencia por una nación homogénea, valores conservadores y un rechazo al sistema establecido. Sin embargo, presentan particularidades propias de la región, como un enfoque en los "enemigos internos" (por ejemplo, grupos como los romaníes o los judíos) en lugar de los inmigrantes, como ocurre en Europa Occidental. Esta orientación hacia el "enemigo interno" está fuertemente influenciada por el legado comunista de los países de Europa Central y del Este, lo que ha facilitado la integración de la extrema derecha en el espacio público de estos países, a diferencia de lo que ocurre en otros contextos europeos (Pirro 2015).

Para identificar las organizaciones de extrema derecha con presencia en línea en estos cuatro países, se utilizó una técnica de bola de nieve, comenzando por los grupos más conocidos en cada país y siguiendo los enlaces web explícitos (por ejemplo, “nuestros socios”, “nuestros amigos”) para identificar otras organizaciones radicales. Este enfoque permitió obtener una visión más completa del panorama de la extrema derecha en línea en la región.

El internet ha transformado profundamente las dinámicas de la extrema derecha, permitiéndoles difundir mensajes radicales con mayor eficacia y menor costo. A medida que estos movimientos se expanden y se adaptan al entorno digital, las democracias europeas enfrentan nuevos desafíos en su lucha por contener las amenazas que representan para la estabilidad social y política.

¿Cómo influyen la "post-verdad" y las noticias falsas en la política moderna?

La política contemporánea enfrenta una crisis de credibilidad que ha sido denominada "post-verdad", un fenómeno donde los hechos objetivos parecen tener menos influencia en la formación de la opinión pública que los apelativos emocionales y las creencias personales. Esta nueva dinámica, lejos de ser exclusiva de los países más desarrollados, también afecta al "Sur Global", como señala Chinchilla (2019), que argumenta cómo las ideologías políticas y la desinformación se han globalizado, extendiéndose a países en vías de desarrollo a través de nuevas plataformas tecnológicas y redes sociales. Las noticias falsas, el fenómeno por excelencia de la post-verdad, ya no son una anomalía, sino una herramienta que políticos y otros actores utilizan para moldear la realidad según sus intereses.

En un mundo saturado de información, el concepto de "noticias falsas" ha evolucionado. Corner (2017) discute cómo, en la era digital, los límites entre la desinformación y la propaganda se han difuminado, lo que complica el trabajo de los ciudadanos y de los medios en la búsqueda de una verdad objetiva. Las noticias falsas no son solo un fenómeno accidental, sino que son una parte integral de la política moderna, como lo demuestra el auge de líderes políticos que se han visto involucrados en la creación o difusión de contenidos falsos, un proceso que, según Graves (2018), ha sido instrumentalizado a través de nuevas plataformas mediáticas.

El impacto de este fenómeno es especialmente grave en contextos democráticos, donde la confianza en las instituciones es crucial para el funcionamiento del sistema. Como demuestra Fuller (2018), la política de la post-verdad no solo distorsiona el debate político, sino que socava la confianza en los medios y las fuentes tradicionales de información. Las consecuencias de este colapso en la distinción entre lo verdadero y lo falso son devastadoras: el desdén por los hechos objetivos crea un espacio donde prevalecen las "opiniones" sobre la evidencia, lo que, en última instancia, contribuye a la polarización social y política.

En el ámbito internacional, el fenómeno no es menos alarmante. La desinformación, como señala la Comisión Europea (2020), ha demostrado ser un arma poderosa en tiempos de crisis, como la pandemia de COVID-19. Las teorías conspirativas y las falsedades sobre el virus se propagaron con rapidez, debilitando las políticas de salud pública y alimentando el escepticismo colectivo. De hecho, investigaciones sobre el uso de plataformas como Twitter y Facebook en elecciones recientes han mostrado cómo la desinformación afecta la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos y sistemas electorales (Keller et al., 2020).

El impacto de la post-verdad no solo es político, sino también social y cultural. Según Lewandowsky et al. (2017), la persistencia de creencias erróneas, incluso después de ser corregidas, demuestra cómo las personas se resisten a aceptar la verdad cuando esta contradice sus opiniones preexistentes. Este fenómeno, conocido como la "efectividad continua", es una característica de las mentes humanas frente a la desinformación: una vez que una falsedad se ha instalado en la conciencia pública, resulta extremadamente difícil erradicarla, a pesar de los esfuerzos por corregirla.

Además, el alcance global de la desinformación implica un reto aún mayor. Como argumenta Polyakova (2019), la exportación de la "autoritarismo digital" hacia países democráticos mediante el uso de bots y redes sociales no solo afecta la política interna, sino que también puede alterar el equilibrio geopolítico. Los regímenes autoritarios, al manipular la información a través de canales digitales, están redefiniendo las reglas del poder y la influencia en el escenario internacional.

A pesar de la magnitud del problema, hay enfoques que buscan mitigar los efectos de la post-verdad. Un ejemplo es el trabajo de van der Linden et al. (2017), quienes proponen técnicas psicológicas como la "inmunización" contra la desinformación, que consiste en exponer a las personas a pequeñas dosis de falsedades, junto con las correcciones apropiadas, para fortalecer su resistencia a creencias erróneas. Esta estrategia de aprendizaje basado en la corrección puede ayudar a que las personas se conviertan en más críticas y menos susceptibles a la manipulación.

Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto es el papel crucial que juegan los medios de comunicación y la educación en la construcción de una sociedad informada y resistente a la desinformación. Como afirma Friesem (2019), la alfabetización mediática y el pensamiento crítico son esenciales para preparar a los ciudadanos en la era de la post-verdad. La enseñanza de estas habilidades debe ser prioritaria en todos los niveles educativos para garantizar que las futuras generaciones puedan navegar en un mar de información sin ser arrastradas por las corrientes de la falsedad.

Es importante que, más allá de las preocupaciones inmediatas sobre las noticias falsas y la desinformación, los ciudadanos comprendan que este fenómeno no es un accidente de la era digital, sino una consecuencia directa de la intersección entre poder político, economía digital y medios de comunicación. La post-verdad es una manifestación del poder en su forma más pura: la capacidad de moldear la realidad a través del control de la información. Solo a través de la educación, la responsabilidad de los medios y una crítica constante al poder se podrá hacer frente a este desafío global.