En la evaluación de los líderes políticos, las preocupaciones sociales juegan un papel fundamental. En 2017, se realizó una encuesta en la que se identificaron las principales preocupaciones de los ciudadanos de Estados Unidos. Los resultados mostraron que los problemas más importantes para los estadounidenses en ese momento eran la disponibilidad y el costo del cuidado de la salud, el gasto federal y el déficit presupuestario, el hambre y la falta de vivienda, el crimen y la violencia, la calidad del medio ambiente y la economía. Estas cuestiones no se consideraban novedades, sino que eran temas recurrentes que aún seguían sin una solución clara por parte de las administraciones anteriores. La mayoría de los encuestados consideraba que el presidente debía enfrentarse a estos desafíos, lo que refleja la alta expectativa que la sociedad tiene sobre la capacidad del mandatario para resolver los problemas más urgentes.

El hecho de que temas como la salud y la economía siguieran siendo los de mayor preocupación subraya la frustración de la ciudadanía ante la falta de progreso. Estos problemas son complejos y se han arrastrado durante décadas, lo que contribuye a una creciente desconfianza en los esfuerzos de los gobiernos previos por encontrar soluciones efectivas. Si bien la administración de Donald Trump no logró resolver estos problemas de manera significativa, su enfoque hacia la política y su estilo de liderazgo sí provocaron una serie de reacciones y análisis que influyeron en la opinión pública.

Trump, con su estilo disruptivo y sus políticas agresivas, se posicionó como un líder polarizador. En diversas encuestas, como la de 2019 realizada por el Washington Post, la opinión pública se dividió notablemente sobre su capacidad de liderazgo. Solo un 48% lo consideraba un "líder fuerte", mientras que un 51% lo veía como alguien que carecía de esa característica. La percepción de la honestidad de Trump fue igualmente negativa, con un 36% de los encuestados viéndolo como honesto y confiable, en contraste con un 61% que no lo veía así. Esto refleja la desconexión entre las expectativas del público y la figura presidencial que representaba. A pesar de sus esfuerzos por presentarse como un agente de cambio, solo un 41% de la población lo veía como alguien capaz de implementar los cambios necesarios en Washington.

Más allá de las encuestas y la política, la cobertura mediática y los programas de comedia nocturna jugaron un papel fundamental en la creación de la imagen pública de Trump. Desde su ascenso como candidato presidencial, su figura fue constantemente objeto de burlas y críticas, tanto por sus políticas como por su comportamiento personal. Los comediantes encontraron en Trump una fuente inagotable de material. Su estilo provocador y sus comentarios controvertidos fueron una mina de oro para los programas de sátira política. De hecho, los programas de comedia no solo se limitaron a cubrir sus intervenciones y sus declaraciones, sino que llegaron a convertirse en una forma de evaluar su desempeño como líder.

A medida que se desarrollaba la campaña presidencial, Trump alimentaba el ciclo mediático con sus ataques a rivales políticos, tanto en su propio partido como en el campo demócrata. Los comentarios despectivos hacia Jeb Bush, Ted Cruz, Rand Paul y otros aspirantes se convirtieron en uno de los puntos más comentados de la campaña. Este tipo de ataques no solo aumentó su visibilidad, sino que también permitió que los comediantes de la televisión nocturna pudieran construir parodias y chistes basados en estos conflictos, que a su vez ayudaron a dar forma a la narrativa política en el país.

En este contexto, es importante observar cómo los medios de comunicación y la política se entrelazan. La política no solo se lleva a cabo en los pasillos del Congreso o en la Casa Blanca, sino también en los estudios de televisión y en las redes sociales. Los comediantes y los periodistas se convirtieron en actores clave en la creación de la percepción pública de los candidatos y los presidentes. Las críticas y los comentarios jocosos que antes se limitaban a los ámbitos privados de los programas de comedia fueron gradualmente tomando un papel central en la arena política.

Para comprender la dinámica política y social de este periodo, es necesario reconocer que la política moderna no solo se juega en el terreno de las propuestas y los discursos, sino también en el ámbito de la percepción pública. La imagen de un líder político, alimentada por los medios y la comedia, puede tener un impacto profundo en su capacidad para gobernar y en la forma en que es percibido por los ciudadanos. La relación entre el humor político y la política electoral muestra cómo las emociones y las percepciones del público pueden moldear las decisiones políticas y, en última instancia, influir en el curso de la historia.

¿Cómo la comedia nocturna afecta el conocimiento político?

El conocimiento político en los Estados Unidos ha sido afectado por una creciente desconfianza hacia los medios tradicionales, lo que ha llevado a un aumento en la relevancia de los programas de comedia nocturna. Estos programas se han convertido en una respuesta al llamado “déficit de confianza” que los medios de comunicación tradicionales han experimentado en los últimos años (Feldman y Young 2005; Pew Research Center 2016b, 2017). En consecuencia, los candidatos presidenciales y los propios presidentes buscan llegar a votantes que se han distanciado de los medios convencionales, utilizando los programas de comedia nocturna como vehículos suplementarios para promover sus políticas y su imagen personal (Brewer y Cao 2006; Farnsworth 2018).

Un ejemplo de esto se vio en la campaña presidencial de 2008, cuando los candidatos y sus familias realizaron un total de 80 apariciones en estos programas, reconociendo la creciente importancia de los mismos (Lichter et al. 2015). Sin embargo, el impacto de estos programas en la percepción pública de los políticos también puede estar condicionado por el nivel de conocimiento político previo del individuo, ya que el consumo selectivo de noticias puede moderar el efecto de las críticas políticas en la televisión nocturna (Iyengar y Hahn 2009; Pew Research Center 2014; Stroud 2008). En este sentido, estudios indican que los liberales suelen confiar más en programas como The Colbert Report y The Daily Show, mientras que los conservadores tienden a desconfiar de ellos (Mitchell et al. 2014).

A pesar de las controversias sobre la posible influencia del humor político, existe un consenso en cuanto a la oportunidad de aprendizaje que estos programas ofrecen a sus audiencias. Investigaciones han demostrado que estos programas proporcionan información valiosa sobre los eventos actuales, permitiendo que los espectadores conecten la información política presentada en los chistes con su conocimiento previo proveniente de medios tradicionales (Becker 2018). De hecho, se ha encontrado que estos programas abordan temas sustantivos durante las campañas presidenciales con mayor profundidad que los periodistas en los noticieros tradicionales, quienes suelen enfocarse en la “carrera electoral”, las tácticas de los candidatos o los errores y declaraciones controvertidas (Farnsworth y Lichter 2011a; Lichter et al. 2015).

Estudios han demostrado que ver comedia política nocturna está asociado con un mayor nivel de conocimiento político (Brewer y Cao 2006). Por ejemplo, una investigación que comparó el aprendizaje de entrevistas con figuras políticas en un programa de comedia nocturna y en un noticiero tradicional encontró que los espectadores del programa de comedia recordaban mejor la información básica (Becker 2013). De acuerdo con otro estudio, los programas de comedia política lograron una adquisición de información similar a la que se obtiene al ver noticias en televisión, aunque las noticias tradicionales fueron más efectivas a la hora de enseñar sobre la importancia relativa de los asuntos políticos (Becker y Bode 2018).

Una de las claves del aprendizaje a través de estos programas está en las expectativas previas del espectador: aquellos que veían The Daily Show y The Colbert Report como programas informativos o como una mezcla entre noticias y entretenimiento, eran más propensos a comprometerse con el contenido político presentado que aquellos que no veían estos programas como fuentes de información política (Feldman 2013). Además, quienes se sienten atraídos por el contenido político o por el humor político en general tienden a hacer conexiones más claras entre las noticias y los chistes (Becker 2018).

Asimismo, los programas de comedia política también influyen en las actividades de participación política de sus espectadores (Moy et al. 2005). Este aumento en la participación podría estar relacionado con una mayor eficacia política interna, asociada con el consumo de humor político nocturno (Baumgartner y Morris 2006). Incluso puede haber una sensación de satisfacción personal derivada del consumo de comedia política, que refuerza las divisiones entre aquellos que “entienden” los chistes y los que no (McClennen 2018). Al atacar actitudes y comportamientos que se perciben como “estúpidos, ilógicos, arrogantes o manipuladores”, los humoristas nocturnos subrayan las identidades grupales divisorias entre aquellos que se ríen con los cómicos y aquellos que son objeto de la burla (McClennen 2018: 141). Es fácil prever que los ciudadanos que no comparten la visión política del cómico no apreciarán su humor, lo que a su vez profundiza estas divisiones (Grill 2018).

No toda la sátira es igual. Por ejemplo, la comedia satírica de Stephen Colbert tiene un tono más juguetón que la mordaz burla de Bill Maher o la ira justificada de Samantha Bee. No obstante, independientemente del tono, la sátira está dirigida a criticar actitudes, creencias, visiones del mundo y comportamientos que el satirista quiere señalar como objeto de crítica (McClennen 2018: 141). En este sentido, uno de los aspectos menos considerados del impacto del humor político es la reacción de aquellos que están alineados con el objetivo de la burla. La pregunta es si las personas que apoyan al objetivo del chiste estarán más inclinadas a defenderlo a medida que aumentan las burlas. Por ejemplo, los chistes dirigidos a Donald Trump también van dirigidos indirectamente a las personas que lo apoyan, quienes pueden reforzar aún más su apoyo a través de la indignación generada por la burla.

Investigaciones han sugerido que los ataques de los medios tradicionales de Nueva York y Los Ángeles contra figuras como Trump pueden intensificar la ira de sus seguidores y fortalecer su apoyo, en lugar de disminuirlo. La burla en la comedia nocturna, lejos de dañar la reputación de personajes políticos controvertidos como Trump, podría incluso fortalecer su base de apoyo, al provocar una reacción defensiva de quienes comparten sus puntos de vista (Baumgartner 2018).

En 2016, el Pew Research Center realizó una encuesta nacional para examinar qué enseñan estos programas de comedia sobre la política real. Los resultados mostraron que los programas de comedia nocturna ofrecen un valioso contenido educativo que influye en el conocimiento político de los ciudadanos, a pesar de las diferencias políticas. Estos programas no solo proporcionan entretenimiento, sino también una forma accesible y atractiva de aprender sobre los temas políticos actuales, especialmente durante eventos electorales clave.

¿Cómo el humor político influye en la percepción pública y la política?

En su esfuerzo por hacer llegar sus mensajes al público de la manera y el contenido que prefieren, todos los presidentes y candidatos presidenciales inevitablemente entran en conflicto con los medios de comunicación tradicionales, cuyas normas profesionales dictan que deben despojar la propaganda de los mensajes de los políticos (Farnsworth y Lichter, 2006). Sin embargo, en esta interminable batalla entre los medios y los políticos, los programas de comedia nocturna han surgido como un segundo frente. Como resultado, la cultura de la burla personal en el discurso público está más viva que nunca.

El formato de la comedia nocturna otorga una enorme ventaja a los presentadores en comparación con los reporteros de noticias tradicionales, quienes tienen menos oportunidades de presentarse como individuos y enfrentan estándares mucho más altos de precisión en el contenido. Las exageraciones y los comentarios objetivamente falsos que permiten los chistes efectivos en los programas de comedia nocturna hacen que las críticas generales a los políticos sean más accesibles y atractivas para los consumidores casuales de noticias. Por ejemplo, ABC News nunca podría exagerar como lo hace Jimmy Kimmel y otros en cuanto a las debilidades personales de los líderes políticos, ni los reporteros de noticias podrían presentarse como personas de forma tan íntima como lo hace un presentador de comedia nocturna que mantiene una charla amistosa con celebridades noche tras noche. Lo máximo que puede hacer el noticiero es citar a los cómicos como parte de su propio programa de noticias (como se hace ahora con creciente regularidad para maximizar los “clics” de los consumidores de noticias en línea). Incluso el prestigioso New York Times presenta una columna de "Lo Mejor de la Comedia Nocturna", que resume los mejores chistes políticos de los programas de la noche anterior.

Las conexiones personales que estos cómicos nocturnos cultivan con sus audiencias les permiten convertirse en expertos en políticas y mucho más. El ejemplo más notable que discutimos ocurrió cuando Jimmy Kimmel dejó de lado sus chistes y utilizó los problemas de salud de su hijo pequeño para abogar por la atención médica universal (Yahr 2017a, 2017b). Por el momento, el compromiso personal y agresivo de Kimmel con la política sobre la atención médica sigue siendo la excepción, incluso en su propio programa. Dado el bajo respeto público hacia los reporteros y políticos y las evaluaciones positivas hacia las estrellas de la comedia nocturna, es posible que la incursión de Kimmel en la defensa de políticas públicas inspire a otros cómicos a hacer lo mismo en los próximos años.

Es cierto que reírse de los líderes políticos es una expresión saludable de escepticismo público hacia los poderes establecidos en una sociedad democrática, así como una válvula de escape para el descontento del público con sus líderes (y aspirantes a líderes). Los actuales presentadores de talk shows siguen una tradición que se remonta a más de un siglo e incluye a figuras como Will Rogers y Mark Twain. Y no cabe duda de que las fallas y las travesuras de la clase política frecuentemente merecen una buena risa. Sin embargo, en una era de negatividad intensificada en el discurso político, la erosión del apoyo público en los últimos años hacia las instituciones políticas y mediáticas plantea cuestiones sobre la proporcionalidad.

De esta manera, los monólogos nocturnos de los cómicos pueden ser divertidos en sí mismos. Pero como parte del universo más amplio de la comunicación política, pueden acentuar tendencias en el discurso político que presagian problemas para una democracia sana. En las palabras de Neil Postman (1985), algún día podríamos mirar hacia atrás y concluir que estábamos "divirtiéndonos hasta la muerte".

El papel del humor político, especialmente en los talk shows, ha transformado la forma en que el público se involucra con la política. Las diferencias entre los medios tradicionales y la comedia nocturna, en cuanto a las normas y el estilo de presentación, reflejan un cambio en la forma en que el discurso político es recibido y procesado. Si bien la comedia nocturna permite un espacio más relajado y personal, también contribuye a una cultura de desconfianza hacia las instituciones políticas. La capacidad de los presentadores para abordar temas políticos desde un enfoque humorístico y personal les otorga un poder único en la actualidad, permitiéndoles influir en la opinión pública de manera que los medios convencionales no pueden.

¿Cómo la comedia política transformó las campañas presidenciales en los años 80 y 90?

La década de 1980 marcó un punto de inflexión en la relación entre los escándalos personales y la política. La carrera presidencial de 1988, y en particular el colapso de Gary Hart, ofreció una visión reveladora de cómo los medios de comunicación comenzaron a transformar la política en un espectáculo donde los detalles más íntimos de los candidatos se convirtieron en el centro de atención. Hart, quien era un contendiente prominente para la presidencia, se vio envuelto en un escándalo de adulterio con una mujer llamada Donna Rice. A pesar de que inicialmente negó las acusaciones, una fotografía en el tabloide National Enquirer, en la que Rice se veía sentada en su regazo mientras Hart llevaba una camiseta con el nombre de su yate, "Monkey Business", cambió el rumbo de su campaña. Este evento no solo desveló su infidelidad, sino que también dejó al descubierto una nueva era mediática, donde la vida personal de los políticos se convirtió en noticia principal.

Larry Sabato, en su análisis sobre la evolución de la política, definió este fenómeno como lo que se denomina "alimentación mediática", un concepto que describe cómo los reporteros y los medios de comunicación se alimentan de los detalles privados de la vida de los políticos, con la finalidad de crear un "frenesí" informativo. Hart, al igual que otros políticos antes que él, no entendió la magnitud de cómo sus acciones privadas serían explotadas, y la comedia política comenzó a jugar un papel clave en la difusión de estas historias. Johnny Carson, el presentador de The Tonight Show, se convirtió en uno de los principales divulgadores de esta "farsa", satirizando a Hart y contribuyendo a que la imagen pública del candidato se desmoronara. A partir de ese momento, la comedia nocturna se convirtió en un vehículo potente para moldear la percepción pública de los políticos.

Lo que ocurrió con Hart en 1988 también reveló un cambio en las normas sociales y políticas. Aunque antes de este escándalo, figuras como John F. Kennedy habían tenido aventuras extramaritales sin que la prensa les prestara demasiada atención, la situación de Hart reflejó el cambio hacia una cultura de mayor escrutinio personal. Si bien su caída fue abrupta, lo que siguió a este evento fue una mayor disposición de los medios para explorar los aspectos privados de los candidatos, a menudo sin considerar su relevancia política. Los casos de adultery se convirtieron en el centro de muchas campañas mediáticas, y este proceso se agudizó durante la presidencia de Bill Clinton, cuando la vida personal de los líderes comenzó a convertirse en un elemento habitual en los debates políticos.

Clinton, quien se convirtió en presidente en 1992 a pesar de enfrentar una serie de escándalos, incluida una acusación pública de adulterio, ejemplificó cómo la política había cambiado. Aunque sus problemas personales fueron utilizados por sus oponentes para atacar su figura, su habilidad para manejar la adversidad y responder con un "enfrentamiento" mediático le permitió ganar apoyo popular. Incluso los episodios más humillantes, como su relación con Monica Lewinsky, no fueron suficientes para terminar con su presidencia, pero sí consolidaron la percepción de que la política y la comedia estaban cada vez más entrelazadas. Las investigaciones, las acusaciones públicas y las representaciones cómicas en programas nocturnos de televisión se convirtieron en los principales modos de abordar las controversias en torno a los políticos.

Al final, la historia de figuras como Gary Hart, Bill Clinton o incluso Ted Kennedy muestra que la vida personal de los políticos ha sido, y sigue siendo, uno de los mayores campos de batalla en las elecciones. Si bien los escándalos de adulterio parecían destruir carreras en los 80 y 90, esta tendencia comenzó a invertirse hacia finales del siglo XX. En particular, con la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016, quedó claro que las controversias sobre la vida personal, especialmente las relacionadas con la infidelidad marital, ya no eran necesariamente un impedimento para acceder al poder. De hecho, Trump no solo superó escándalos de infidelidad, sino que ganó la elección presidencial, convirtiéndose en el candidato favorito de muchos votantes conservadores, a pesar de su comportamiento personal.

Este cambio en la percepción pública está estrechamente vinculado al modo en que los medios de comunicación, y especialmente los programas de comedia nocturna, juegan un papel en la construcción de la imagen de los candidatos. La política se ha convertido en un espectáculo en el que no solo importa el contenido de las propuestas, sino cómo los políticos son percibidos por el público, algo que se ve reflejado en cada chiste, sátira o parodia que los cómicos hacen de ellos. La comedia política no solo responde a los hechos, sino que también los amplifica, creando un ciclo en el que la política y el entretenimiento están cada vez más entrelazados.