Las oraciones no están compuestas por simples palabras, sino por frases; y son estas frases, o constituyentes, las que combinamos para formar oraciones significativas, siguiendo las reglas sintácticas del idioma que estemos utilizando. Lo clave aquí es que esas frases se disponen de manera jerárquica en la estructura profunda, como veremos. Es decir, algunos constituyentes contienen otros dentro de ellos. Así, cada oración tiene dos estructuras simultáneamente: una estructura lineal o superficial (lo que decimos o escribimos, palabra por palabra) y una estructura profunda compuesta por frases constituyentes dispuestas jerárquicamente. Para cualquier oración, podemos analizar su estructura superficial o su estructura profunda.
Para ilustrar esta idea, tomemos un ejemplo simplificado: The lazy dog sat in the shade under a tree (El perro perezoso se sentó a la sombra bajo un árbol). En el nivel de la estructura superficial, esa oración está compuesta por diez palabras. En el nivel de la estructura profunda, se compone de cuatro frases que, a su vez, contienen esas diez palabras:
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The lazy dog
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In the shade
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Under a tree
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Sat in the shade under a tree
Aunque cada frase esté formada por palabras individuales, desde una perspectiva sintáctica, son las frases o constituyentes, no las palabras individuales, las que forman las unidades básicas de las oraciones. Por eso, otro término para la estructura profunda es "estructura constituyente". Es importante notar que la última frase, "sat in the shade under a tree", contiene dentro de sí dos otras frases: "in the shade" y "under a tree". Esto se debe a que la frase 4 incluye las frases 3 y 2 como parte de ella. Este es un ejemplo de la estructura jerárquica, donde algunos constituyentes contienen otros.
Lo que exploraremos en este capítulo es esa estructura constituyente jerárquica: qué reglas la crean y cómo se relaciona con la estructura lineal. Comenzaremos viendo cómo se genera esa estructura profunda.
Los constituyentes de una oración
Para avanzar en este análisis, es necesario aclarar qué son los constituyentes de una oración y cómo se pueden agrupar. Los constituyentes son las unidades de una oración que se combinan de maneras específicas para crear significado. Las frases nominales (NP) y las frases verbales (VP) son los dos constituyentes que componen todas las oraciones. Algunas oraciones también incluyen otros tipos de constituyentes, como las frases preposicionales (PP).
Cada frase tiene un núcleo, que es una categoría léxica específica, como un sustantivo, un verbo, una preposición, un adjetivo o un adverbio. Además, existen conjuntos de reglas y operaciones que nos permiten combinar palabras en frases y frases en oraciones. Estas reglas de estructura de frases crean la estructura profunda de la oración. Las operaciones sintácticas, que veremos más adelante, derivan la estructura superficial a partir de esa estructura profunda.
Reglas de estructura de frases
Las reglas de estructura de frases especifican cómo se ensamblan las oraciones, es decir, cómo se establece su estructura constituyente. Para ayudarnos a visualizar esta estructura, utilizamos diagramas en árbol, que son una herramienta para ilustrar la estructura profunda de una oración.
Comencemos con la regla de estructura de frases que especifica qué es una oración. Probablemente ya te resulte familiar: una oración consiste en una frase nominal (NP) y una frase verbal (VP), lo que en términos comunes sería el sujeto y el predicado. Podemos expresar esta regla de forma concisa:
S → NP VP
El guion tiene un significado específico en sintaxis: lo que aparece a la izquierda del guion consiste en o puede ser reescrito como los elementos que siguen al guion. En lenguaje común, esta regla significaría: una oración está compuesta por una NP y una VP.
Esto es cierto incluso si la VP consiste solo en una palabra, como un verbo, por ejemplo, sighed (suspiro), y la NP también consiste solo en una palabra, como John (Juan). Para una oración como "John sighed" (Juan suspiró), con solo dos constituyentes, el análisis es muy simple. Sin embargo, la mayoría de las oraciones son un poco más largas y complejas, por lo que para esas oraciones necesitaremos especificar con mayor detalle qué constituye una NP y una VP.
Examinemos las frases que identificamos en la oración del perro perezoso:
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The lazy dog → una NP
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In the shade → una PP
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Under the tree → también una PP
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Sat in the shade under a tree → una VP que contiene dos PPs
Quizás te estés preguntando ahora, ¿cuál es la diferencia entre un sustantivo y una NP, o un verbo y una VP? Aquí la distinción radica en dos tipos diferentes de categorías: las categorías léxicas y las categorías sintácticas. Las categorías léxicas son los términos que aplicamos a palabras individuales para identificar su función dentro de una frase: sustantivo (N), verbo (V), preposición (prep), adjetivo (adj), o adverbio (adv), que quizás reconozcas como las partes del discurso. Las categorías sintácticas son términos que aplicamos a tipos de constituyentes dentro de una oración: NP es una categoría sintáctica que incluye un sustantivo; VP es una categoría sintáctica que incluye un verbo. Ambas pueden incluir otras categorías sintácticas, como veremos más adelante. Juntas, funcionan sintácticamente como los constituyentes de una oración.
¿Cómo sabemos si un grupo de palabras es un constituyente? Existen algunas pruebas que podemos utilizar:
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Proformas: cualquier palabra que sustituya una frase completa es una proforma. Si quisiéramos usar un pronombre para referirnos a nuestro lazy dog, diríamos she (ella). Esa she sustituiría a the lazy dog, toda la NP, no solo a dog o the dog. La proforma que sustituye a toda la frase es evidencia de que the lazy dog es un constituyente.
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Movilidad: si movemos una frase a una posición diferente dentro de la oración, debemos mover la frase completa, no solo una o dos de sus palabras. Por ejemplo, podríamos decir: In the shade under the tree, the lazy dog sat, pero no In the, the lazy dog sat shade under the tree. La segunda opción no es gramatical.
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Preguntas: si preguntamos ¿dónde se sentó el perro?, responderíamos con una frase completa, ya sea in the shade (en la sombra) o under the tree (bajo el árbol), pero no solo shade (sombra) o tree (árbol).
Frases nominales
Para examinar las frases nominales en nuestra oración del perro perezoso, escribimos nuestra primera regla de estructura de frases:
NP → (det) (adj) N
Expresado en inglés común, esto significa que una NP consiste en un determinante (det), en este caso the (el), una frase adjetiva (AdjP), en este caso lazy (perezoso), y un sustantivo (N), en este caso dog (perro). Miraremos los detalles de (det) y (AdjP) más adelante.
Nuestra regla para NP define lo que debe estar presente para que una frase sea considerada una NP. Los paréntesis indican que las categorías dentro de ellos son opcionales. Por ejemplo, se puede tener un adjetivo, pero no es obligatorio tener uno en una NP. Por tanto, nuestra regla nos dice que cada NP debe tener un sustantivo (la palabra central de una frase nominal) y puede tener un determinante y un adjetivo, si así lo deseamos.
Existe una categoría léxica adicional que puede formar parte de una NP: una frase preposicional o PP. Podríamos decir, por ejemplo, The lazy dog with brown spots (El perro perezoso con manchas marrones). Esa NP ahora incluye una PP, with brown spots (con manchas marrones). Entonces, debemos expandir nuestra regla para NP agregando PP como una unidad opcional:
NP → (det) (AdjP) N (PP)
Es decir, una NP puede consistir en un determinante opcional, una frase adjetiva opcional, un sustantivo y, opcionalmente, una PP.
¿Cómo funciona la cortesía en los diferentes contextos sociales?
En los grupos sociales, la cortesía no es un fenómeno aislado ni universal, sino que se configura según normas particulares que dictan lo que se considera apropiado o inapropiado, educado o grosero. La cortesía se estructura de maneras diversas según el grupo, reflejando no solo las normas lingüísticas, sino también las relaciones de poder, las expectativas culturales y las identidades sociales. En este sentido, las estrategias de cortesía se pueden clasificar en dos grandes tipos: positivas y negativas.
Las estrategias de cortesía positivas buscan involucrar a los interlocutores en un ambiente de camaradería, mostrando interés y cuidado por su bienestar, y se suelen emplear cuando se quiere afirmar la relación o hacer que la otra persona se sienta apreciada y aceptada. Estas estrategias pueden manifestarse a través de elogios, halagos o el uso de formas de tratamiento que sugieren cercanía. Por ejemplo, en algunos grupos, un tono cálido y cercano puede ser considerado una forma de cortesía, mientras que en otros puede interpretarse como falta de respeto si no se observa una jerarquía clara.
Por otro lado, las estrategias de cortesía negativas se emplean para proteger la autonomía del otro, respetando su espacio y su libertad de acción. Estas son típicas cuando se trata de mantener una distancia social o evitar que el interlocutor se sienta presionado. En contextos más formales o jerárquicos, esta forma de cortesía es esencial para mantener el respeto mutuo y evitar el enfrentamiento. La evitación de la intrusión y el uso de frases como "si no es molestia" o "perdón por la interrupción" son ejemplos de estas estrategias.
Es importante resaltar que lo que puede considerarse educado en un grupo, podría resultar grosero o inapropiado en otro. Por ejemplo, la utilización de ciertos gestos o tonos de voz que son aceptables en una cultura o subcultura, como el uso de contracciones informales en inglés (como [In] en lugar de [Iŋ] para el gerundio), podría ser visto como una señal de cercanía o simpatía, mientras que en otro contexto podría ser interpretado como falta de educación o de profesionalismo. En estos casos, los factores de identidad social y el contexto en el que se emplean los recursos lingüísticos juegan un papel clave en la determinación de lo que es considerado adecuado o no.
Teorías sobre la cortesía, como las de Brown y Levinson, pueden ayudar a entender mejor estas dinámicas al proporcionar marcos teóricos que explican cómo las personas gestionan las interacciones en situaciones sociales complejas. Estas teorías, que distinguen entre "cortesía positiva" y "cortesía negativa", permiten analizar cómo los hablantes toman decisiones estratégicas basadas en el reconocimiento de las necesidades de los otros y el deseo de evitar conflictos o malentendidos. Sin embargo, estas teorías también tienen limitaciones, ya que tienden a simplificar las complejidades de las interacciones sociales, al no siempre captar las variaciones locales o las normas implícitas que guían el comportamiento en diferentes grupos.
Más allá de lo teórico, es crucial observar cómo estas estrategias de cortesía funcionan en la práctica, especialmente en grupos que tienen códigos de comunicación específicos, como en los casos de ciertas variantes del inglés, como el inglés afroamericano o el inglés de los jóvenes, donde las normas de cortesía pueden ser totalmente diferentes a las que se encuentran en contextos más tradicionales o formales. En estos entornos, las variaciones lingüísticas no solo son un reflejo de la identidad social, sino también una manera de manifestar solidaridad, resistencia o pertenencia a un grupo.
Es fundamental entender que la cortesía está intrínsecamente ligada a la identidad social y cultural, y que los valores asociados con lo que se considera respetuoso o grosero son profundamente dependientes del contexto. La misma palabra o gesto puede tener connotaciones radicalmente diferentes dependiendo del grupo o la situación en la que se utilice. Además, el uso de determinadas formas de cortesía no siempre sigue patrones lógicos o universales; está determinado en gran medida por la dinámica del poder, la familiaridad entre los interlocutores, y las normas sociales que rigen esas interacciones.
¿Cómo se vinculan el género, las identidades y el lenguaje?
La creencia de que los estilos de habla de mujeres y hombres son tan diferentes que causan una gran cantidad de malentendidos en las interacciones cotidianas está tan extendida que casi se ha convertido en un lugar común. Libros basados en esa creencia, como Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus o No te entiendo, siguen publicándose y citándose ampliamente. Pero, ¿es esto cierto? ¿Realmente las mujeres y los hombres usan el lenguaje de manera tan diferente? Este es un tema de gran interés y aún objeto de investigación en el campo de la lingüística.
Si esta cuestión se hubiera abordado hace sesenta años, probablemente se habría titulado El lenguaje de las mujeres, si es que se mencionaba el género. Si el análisis se realizara hace treinta años, el enfoque probablemente habría sido Lenguaje y Sexo, analizando cómo las mujeres y los hombres hablan de manera distinta y cómo el lenguaje refleja una estructura sexista. Hoy en día, este tema es mucho más complejo. La pregunta crucial ya no es solo “¿cómo hablan las mujeres y los hombres?” sino también “¿quiénes son esas mujeres y esos hombres?” y “¿en qué circunstancias?”. Gran parte de la investigación temprana se centró en hablantes de inglés de clase media blanca en sociedades industrializadas. Aunque los resultados no son necesariamente incorrectos, se han mostrado más limitados de lo que se pensaba. Las diferentes identidades sociales —ya sean amplias (raza, etnia, clase social, edad, capacidad) o específicas (como el miembro de una pandilla de motociclistas, un granjero rural o un organizador comunitario)— influyen en la forma en que el género se expresa a través del lenguaje.
La noción de género también se ha vuelto más compleja. Ya no es simplemente un binario entre hombre y mujer. Los términos intersexuales, transgénero, queer, asexuales, entre otros, han desafiado la idea de que el género es fijo y unívoco. Además, hoy se entiende el género como algo fluido, mutable y performativo, es decir, algo que se realiza más que algo que se posee. Esta transformación conceptual tiene grandes implicaciones sobre cómo investigamos el uso del lenguaje en relación con el género, un tema que será tratado más a fondo.
Los primeros estudios sobre el lenguaje y el género, en gran parte inspirados por el trabajo de Robin Lakoff en 1975 con su libro Language and Women’s Place, han marcado un hito en este campo. Lakoff proponía que ciertas características del habla, como el uso frecuente de “¿verdad?” o de adjetivos vacíos como “lindo”, denotaban inseguridad y una cierta debilidad en las mujeres, lo que las hacía aparecer indecisas. Además, sostenía que las mujeres evitaban interrumpir o usar lenguaje vulgar. Esto generó un debate inmediato sobre si estas características eran realmente más frecuentes en el habla femenina que en la masculina, y si de hecho contribuían a esa imagen de inseguridad.
A partir de los estudios inspirados por Lakoff, muchos lingüistas comenzaron a investigar la diferencia en el uso de ciertos rasgos del lenguaje entre hombres y mujeres. A menudo, estos estudios concluían que sí, que los hombres y las mujeres hablaban de manera diferente, con las mujeres mostrando un estilo más cooperativo y los hombres un estilo más competitivo. En términos generales, el estilo de las mujeres favorecía la creación de una interacción fluida y abierta, mientras que el estilo de los hombres tendía a ser más autoritario, buscando acaparar la atención en una conversación. Sin embargo, investigaciones más recientes han mostrado que la imagen de las mujeres como las que mantienen una charla más inclusiva y los hombres como los que dominan la conversación es más compleja de lo que parecía en un principio. A veces, las mujeres interrumpen tanto como los hombres, y en ocasiones lo hacen con la intención de crear un lazo más cercano y afectuoso, más que para imponer su opinión.
Es cierto que, a pesar de los estereotipos, las diferencias entre los géneros en el uso del lenguaje son más pequeñas de lo que se pensaba. Un análisis exhaustivo realizado por Hyde en 2005 mostró que la mayoría de las diferencias reportadas entre el lenguaje de hombres y mujeres eran mínimas, y en muchos casos, prácticamente inexistentes. Esto sugiere que, aunque existen diferencias, estas son en gran medida irrelevantes cuando se comparan entre sí. Además, la variabilidad dentro de cada grupo, es decir, entre las mujeres y entre los hombres, es a menudo tan grande o mayor que la que existe entre los dos grupos.
Para entender mejor las diferencias, es fundamental tener en cuenta el contexto y la función del lenguaje. Los estudios que comparan características lingüísticas entre hombres y mujeres, como las preguntas de confirmación o las interrupciones, deben ir más allá de contar simplemente cuántas veces se usan estas características y preguntarse qué función cumplen en cada contexto específico. Por ejemplo, las preguntas al final de una afirmación, conocidas como “tag questions” (como "Es un buen libro, ¿verdad?"), han sido tradicionalmente vistas como un signo de inseguridad. Sin embargo, estudios más recientes muestran que su uso no siempre indica duda, sino más bien un deseo de crear una conexión más profunda con el interlocutor.
A pesar de las conclusiones anteriores, algunas características del lenguaje se asocian de forma más consistente con uno u otro género. Las mujeres tienden a utilizar más formas de lenguaje indirecto y expresiones que facilitan la interacción, mientras que los hombres pueden ser más directos y orientados al control de la conversación. Estas diferencias, aunque reales, no son necesariamente determinantes en la naturaleza de la comunicación entre géneros. El tipo de relación que se establece entre los participantes en una conversación, su estatus social, la relación de poder y el contexto cultural influyen de manera decisiva en cómo se utilizan estos recursos lingüísticos.
Además, es importante entender que el lenguaje no solo refleja sino que también construye identidades. No es solo un vehículo para expresar pensamientos y opiniones, sino también una herramienta clave en la construcción y el desempeño de roles sociales, como el de género. La manera en que cada persona elige usar el lenguaje está ligada a una serie de factores externos e internos, que incluyen las expectativas sociales y las experiencias personales.
¿Qué es el Multilingüismo y Cómo Funciona en la Sociedad Actual?
El multilingüismo no es una condición excepcional, sino una característica común de la mayoría de la población mundial. Mientras que algunos países defienden ideologías monolingüistas, la realidad es que la mayoría de las naciones, incluso aquellas que se consideran monolingües, son en gran medida multilingües. En muchas partes del mundo, el multilingüismo es la norma, no la excepción. Según Grosjean (1982), al menos la mitad de la población mundial es multilingüe, y esa cifra ha aumentado con el incremento de la migración global. Al estudiar este fenómeno, descubrimos que el multilingüismo no solo se da entre individuos, sino que también es un fenómeno sociocultural que impacta tanto a las personas como a las sociedades en general.
Cuando se habla de multilingüismo, se entiende como el uso de dos o más lenguas o variedades, ya sea por un solo individuo o por una comunidad. Esta definición incluye el bilingüismo, de tal manera que una persona que hable dos idiomas también se considera multilingüe, al igual que alguien que hable tres o más lenguas. Sin embargo, el multilingüismo no siempre es simétrico. Hay dos formas en las que se puede abordar este fenómeno: el multilingüismo individual y el multilingüismo social. El primero hace referencia al uso de múltiples lenguas por una sola persona, mientras que el segundo se refiere a la práctica común de varios idiomas en una comunidad.
La causa más común de multilingüismo social es la migración, ya sea por guerras, hambrunas o alteraciones sociales, políticas y económicas. Los movimientos migratorios traen consigo el contacto entre diferentes lenguas, lo que genera una nueva realidad lingüística en las sociedades receptoras. Un claro ejemplo de esto se observa en África, donde muchas personas hablan varias lenguas debido a la necesidad de comunicarse en un contexto de diversidad lingüística. Sin embargo, esta misma necesidad no siempre es recíproca; las poblaciones de mayor poder suelen no aprender las lenguas de las comunidades que migran.
Otro factor que crea sociedades multilingües es la redistribución de las fronteras políticas. Después de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, los países europeos redibujaron las fronteras en el Medio Oriente, lo que resultó en la formación de nuevas naciones en las que la diversidad lingüística fue forzada. Los kurdos, por ejemplo, se encontraron repartidos entre Siria, Irak, Irán y Turquía, lo que hizo que la lengua kurda se convirtiera en un componente esencial de las lenguas habladas en esos países.
A menudo, los países multilingües están organizados por regiones donde se hablan diferentes lenguas. Suiza es un caso claro: sus habitantes hablan principalmente francés, alemán e italiano, dependiendo de la región. Sin embargo, la mayoría de los suizos pueden hablar más de un idioma, aunque generalmente solo utilizan uno en su vida diaria. En Canadá, el francés y el inglés son los dos idiomas oficiales, pero la bilingüidad no se extiende de la misma forma en todas las provincias. En Quebec, por ejemplo, el francés es el idioma predominante, mientras que en otras partes del país, el inglés es el idioma principal.
En las grandes ciudades de muchos países, el multilingüismo es incluso más local. Existen barrios donde los residentes hablan lenguas como el somalí, el español, el farsi o incluso combinaciones de varias lenguas. En estos contextos, se da lo que se conoce como "multilingüismo asimétrico", una situación en la que los grupos con menos poder aprenden la lengua de los grupos dominantes, pero los grupos dominantes rara vez aprenden las lenguas de los grupos subordinados. Así, en sociedades multilingües, los grupos de estatus más bajo suelen ser más multilingües que los grupos de estatus superior.
Cuando una sociedad es multilingüe, los individuos tienden a usar los diferentes idiomas en distintos contextos, un fenómeno conocido como diglosia. La diglosia se refiere al uso de diferentes lenguas o variedades dentro de contextos específicos. Estos contextos pueden ser formales, como en la religión, la política o el trabajo, o informales, como en la familia o la comunidad. En situaciones diglósicas, los hablantes emplean una lengua para un ámbito y otra para otros, lo que refleja las jerarquías y roles sociales asociados con cada lengua.
El uso de más de un idioma en un contexto determinado no es neutral; siempre lleva consigo una carga de significado social. En las situaciones diglósicas, el uso de una lengua frente a otra transmite un mensaje sobre la identidad de la persona que la utiliza. Así, las lenguas no solo comunican información, sino que también indican quiénes somos y cómo nos relacionamos con otros grupos sociales.
En este sentido, el estudio del cambio de código (code-switching) ha demostrado que las lenguas no siempre están claramente delimitadas, como tradicionalmente se ha pensado. Para algunos hablantes multilingües, las lenguas pueden sentirse compartimentadas, con cada una asociada a una parte diferente de su identidad. Sin embargo, para otros, el uso de varias lenguas es fluido y menos delimitado. Esta fluidez es cada vez más evidente en la actualidad, especialmente en contextos urbanos y en sociedades de alta movilidad, donde las fronteras entre las lenguas y las identidades son cada vez más difusas.
Es importante comprender que el multilingüismo no solo es una habilidad lingüística, sino también un fenómeno social y cultural profundo. La diversidad lingüística está íntimamente vinculada a la historia, la política, la economía y las dinámicas de poder de las sociedades. Por tanto, más allá de aprender una lengua adicional, el multilingüismo involucra reconocer y adaptarse a nuevas formas de interactuar y relacionarse con el mundo.
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