La investigación-acción se distingue por su enfoque pragmático, rechazando la investigación deductiva guiada por hipótesis típica de las ciencias positivistas (Eden y Huxham, 1996; Gill y Johnson, 2002; Reason, 2006; Greenwood y Levin, 2007). En lugar de basarse en modelos preexistentes y teorías, esta metodología se enfoca en generar nuevos conocimientos y aplicar marcos conceptuales que surjan durante el proceso de intervención. La crítica habitual sobre el desafío de equilibrar la relevancia práctica con la rigurosidad teórica, se considera un dilema solo cuando adoptamos una postura positivista que define la "ciencia" en términos de objetivos hipotético-deductivos (Gill y Johnson, 2002, p. 90).

La singularidad de la investigación-acción se percibe tanto como una fortaleza como una debilidad. Por un lado, este enfoque genera perspectivas novedosas que las estrategias positivistas no pueden proporcionar. Por otro lado, algunos académicos critican la validez empírica y la replicabilidad de los proyectos de investigación-acción. La investigación-acción bien realizada, por lo tanto, aborda estas críticas ofreciendo descripciones detalladas de las intervenciones y las reflexiones asociadas dentro de la organización (Argyris y Schön, 1989; Watkins, 1991; Eden y Huxham, 1996; Bradbury, 2015; Coghlan, 2019). Según Reason, "la calidad en la investigación-acción descansará internamente en nuestra capacidad para ver las elecciones que estamos tomando y entender sus consecuencias; y externamente en si articulamos nuestra postura y las elecciones que hemos hecho de manera transparente a un público más amplio" (2006, p. 190, énfasis del autor). De esta manera, los investigadores subrayan la importancia de la reflexión continua, especialmente durante la fase de evaluación, para respaldar las evidencias y proporcionar perspectivas profundas para los lectores (Reason, 2006; Coghlan, 2019).

En términos de aplicación dentro de las organizaciones, los proyectos de investigación-acción suelen dividirse en dos ciclos: un ciclo empírico y un ciclo teórico (Perry y Zuber-Skerritt, 1992; Coghlan, 2019). Para mantener la rigurosidad teórica, es crucial integrar literatura relevante y perspectivas teóricas a lo largo de las fases de la investigación. Este proceso se ve reflejado en el proyecto de investigación de esta disertación, que incorpora nuevos enfoques teóricos en cada etapa del ciclo, respaldados por exhaustivas revisiones literarias. A pesar de la naturaleza iterativa de la investigación-acción, se evita la narrativa extensa y se prefiere una representación lineal del proceso.

El ciclo empírico o "acción" comienza en la fase de intervención, donde se analizan en detalle los problemas organizacionales y se integran en un contexto teórico más amplio. Un ejemplo de esto es la intervención sobre el "sobrediseño" dentro de una organización, que busca replantear los paradigmas tecnológicos y gestionar de manera más adecuada los requerimientos materiales en las innovaciones. A medida que se implementan las intervenciones, el proceso va más allá de la mera acción y se convierte en un proceso participativo de reorientación colaborativa, impulsado por la reflexión conjunta de los empleados y la reestructuración de los paradigmas tecnológicos existentes.

La reflexión continua sobre el cambio implementado es esencial para evaluar su impacto, no solo a nivel organizacional, sino también en términos de conocimiento teórico. Este proceso de evaluación no solo busca medir la efectividad de la intervención, sino también contribuir al corpus teórico de la investigación-acción, buscando iniciar un cambio de paradigma en la organización y responder a las preguntas de investigación planteadas al principio del estudio.

El ciclo de intervención no siempre termina con la finalización de la fase teórica del proyecto. A menudo, los efectos de las intervenciones prácticas siguen evolucionando incluso después de que la investigación formal haya concluido. Esto se refleja en el hecho de que las organizaciones continúan con los cambios iniciados incluso después de la publicación del proyecto de investigación. La duración del ciclo empírico y teórico depende en gran medida del contexto y los recursos disponibles, así como de la capacidad de la organización para integrar los cambios de manera efectiva.

La ambigüedad en los roles del investigador dentro de la organización es otro desafío significativo de la investigación-acción. La presencia constante del investigador puede generar tensiones, especialmente cuando la investigación involucra a amigos o colegas cercanos. Este tipo de proximidad puede sesgar las observaciones y las interpretaciones, lo que plantea la necesidad de una reflexión crítica constante sobre el propio papel del investigador en el proceso de intervención. Como advierte Coghlan, "¿qué pasa si la investigación implica criticar a tus amigos o colegas cercanos?" (2019, p. 86). Para mitigar estos sesgos, se requiere una revisión continua y transparente de las decisiones y de las dinámicas de poder involucradas en la intervención.

Además de los desafíos descritos, es crucial que el investigador mantenga una actitud de apertura y adaptabilidad durante todo el proceso. La investigación-acción no es solo un método de intervención, sino también una herramienta para el aprendizaje mutuo y la transformación tanto de la organización como del propio investigador. Este enfoque no solo genera cambios tangibles dentro de las organizaciones, sino que también contribuye al desarrollo de nuevos marcos teóricos que pueden ser aplicados en otros contextos organizacionales.

¿Cómo se integra la ingeniería frugal en el desarrollo de materiales automotrices?

La ingeniería frugal ha emergido como un enfoque crucial para mejorar la eficiencia en el desarrollo de productos y procesos, especialmente en sectores con altos costos de innovación como la automoción. Esta filosofía no solo implica reducir costos de manera drástica, sino también redefinir la relación entre las expectativas del cliente, las capacidades técnicas y las necesidades reales del sistema. Su implementación se basa en dos características fundamentales que facilitan su evolución. En primer lugar, establece una conexión coherente entre todos los actores involucrados en el proceso de desarrollo, asegurando que cada etapa del ciclo de vida del producto se comprenda y ejecute con claridad y sin ambigüedades. Este enfoque, denominado "ingeniería frugal de arriba hacia abajo", proporciona un marco organizacional que facilita la gestión eficiente de recursos y la alineación de objetivos. En segundo lugar, promueve una reducción orientada a la validación, lo que se traduce en identificar y ajustar niveles excesivos de desempeño que no aportan valor tangible al usuario final. Este proceso, denominado "ingeniería frugal de abajo hacia arriba", permite a las empresas adoptar una perspectiva más amplia y objetiva sobre sus capacidades técnicas y necesidades reales, ajustando los niveles de innovación según la viabilidad y la rentabilidad.

Desde un punto de vista teórico, la orientación sistémica que promueve la ingeniería frugal contribuye a llenar un vacío en la investigación sobre la definición, identificación y mitigación del sobre-diseño. En estudios recientes, se ha evidenciado que la sobre-ingeniería no solo es costosa sino que a menudo oculta oportunidades de mejora en el sistema en su conjunto. La tendencia a optimizar excesivamente una parte del sistema sin considerar su impacto global puede llevar a ineficiencias y a un rendimiento subóptimo. Así, la orientación sistémica no es solo un marco para la reducción de costos, sino también una herramienta para repensar los paradigmas tradicionales de innovación y diseño, integrando una visión más holística.

Sin embargo, el desafío en la adopción de la ingeniería frugal sigue siendo significativo. A pesar de los esfuerzos de algunas grandes multinacionales, el cambio hacia un desarrollo orientado a la reducción de costos, accesibilidad y sostenibilidad no es un proceso fácil. La implementación de la ingeniería frugal requiere esfuerzo, sobre todo cuando se deben equilibrar las exigencias de rendimiento con las limitaciones presupuestarias y ambientales. La resistencia al cambio es una de las barreras más comunes, especialmente cuando los métodos convencionales como el análisis de valor y función, o la "Casa de la Calidad", se encuentran limitados en su aplicación a sistemas más abstractos como los materiales. A diferencia de estos métodos tradicionales, la orientación sistémica permite una mayor flexibilidad al abordar las necesidades globales del sistema y las expectativas del cliente.

La innovación no debe centrarse únicamente en la optimización de componentes individuales, sino también en cómo estos interactúan en el contexto del sistema total. Para ello, se deben integrar constantemente conocimientos externos y los últimos avances de la investigación aplicada. La flexibilidad de los procesos de desarrollo es fundamental, sobre todo en los sectores donde los ciclos de vida de los productos son más largos y las demandas de los consumidores cambian con rapidez. En este contexto, las empresas deben ser capaces de reorientar sus estrategias de investigación y desarrollo de manera eficiente, adaptando sus recursos a las necesidades reales del mercado y utilizando enfoques frugales que favorezcan la sostenibilidad a largo plazo.

En la industria automotriz, la gestión de requisitos internos juega un papel crucial, sobre todo en las fases finales de la evolución tecnológica. Las optimizaciones y medidas ambientales dependen en gran medida de la precisión de las especificaciones subyacentes. Cuando estas especificaciones se tratan con la misma atención en las etapas finales del desarrollo que en las primeras, el proceso se vuelve más eficiente y permite la integración de enfoques frugales sin comprometer la calidad. La clave radica en identificar las necesidades reales de los materiales y sus niveles de rendimiento más allá de lo que sería técnicamente posible. Las metodologías como "Diseño para la Circularidad" y "Diseño Impulsado por Materiales" permiten replantear la forma en que se desarrollan los productos, abordando las necesidades de sostenibilidad desde una perspectiva sistémica y reduciendo la tendencia a sobre-diseñar componentes que luego deben ser optimizados costosamente.

Al adoptar la orientación sistémica, los expertos en desarrollo de materiales en la automoción son capaces de evaluar el rendimiento de cada nivel del sistema de forma independiente, identificar áreas de mejora y ajustar las especificaciones de manera que se minimicen los costos sin sacrificar la funcionalidad del producto final. La fase de verificación del proceso debe enfocarse en probar solo lo que es genuinamente necesario para cumplir con los requisitos de uso, evitando la tentación de realizar pruebas exhaustivas que no aportan valor directo al producto final. De este modo, se asegura un enfoque más frugal y, a la vez, más efectivo en la gestión de materiales y recursos.

Al final del día, la integración de la ingeniería frugal en el desarrollo de materiales automotrices no solo implica una reducción de costos, sino también una reconsideración de las paradigmas existentes y una apertura a enfoques innovadores y sostenibles que ayuden a las empresas a enfrentar los retos del futuro de manera más eficiente y rentable.

¿Cómo la Innovación Disruptiva Redefine el Mercado y la Competencia?

En el ámbito de la innovación disruptiva, un concepto fundamental es la distinción entre innovaciones "sostenibles" y "disruptivas". La innovación sostenible se refiere a mejoras graduales en los productos y servicios existentes, centradas en satisfacer las demandas de los clientes actuales. En cambio, la innovación disruptiva tiene un enfoque completamente distinto: introduce productos que, aunque inicialmente pueden parecer inferiores a las ofertas existentes, son suficientes para satisfacer las necesidades de un segmento de mercado desatendido. Este tipo de innovación no se basa en mejorar lo que ya existe, sino en ofrecer algo que cambie las reglas del juego y atraiga a nuevos consumidores.

El teórico Clayton Christensen, en su obra El dilema del innovador (1997), presenta la idea de que las empresas líderes a menudo se centran en innovaciones sostenibles, es decir, en mejoras que aumentan el rendimiento de sus productos para satisfacer las expectativas de sus clientes más exigentes. Sin embargo, este enfoque puede llevarlas a "sobresaturar" las demandas del mercado, creando productos que superan lo que los consumidores realmente necesitan. Esta situación provoca lo que se denomina clientes "sobrecargados" o "overshot", quienes dejan de ver valor en las mejoras adicionales, pues ya no justifican el costo extra.

Por otro lado, cuando una empresa no logra alcanzar los niveles mínimos de rendimiento demandados por el mercado, se enfrenta a los clientes "subsobrecargados" o "undershot", que se sienten frustrados por la falta de capacidad de los productos. Este fenómeno crea un vacío en el mercado: mientras los productos de gama alta siguen mejorando sin tener en cuenta las necesidades de los clientes más básicos, las empresas disruptivas ingresan en los segmentos de menor rendimiento, ofreciendo alternativas más simples, pero perfectamente adecuadas para una parte del mercado que ha sido ignorada.

Las compañías establecidas, al estar demasiado centradas en mantener la calidad de sus productos en un nivel óptimo para los clientes más exigentes, no prestan atención a estos segmentos emergentes. De esta manera, las innovaciones disruptivas tienden a surgir en los extremos del mercado, con tecnologías que inicialmente no alcanzan el nivel de sofisticación de los productos líderes. Sin embargo, a medida que estas tecnologías de bajo rendimiento mejoran, llegan a satisfacer las necesidades de los consumidores más exigentes, lo que les permite desestabilizar a las empresas establecidas.

Es importante observar que las innovaciones disruptivas no se limitan a reemplazar productos existentes. También abren nuevas oportunidades en mercados previamente desatendidos o ignorados. El caso de empresas como Honda, que introdujo motocicletas de gama baja que desafiaron a marcas como Harley-Davidson, o Toyota, que penetró en el mercado de los autos subcompactos en los EE.UU., muestra cómo las empresas pueden aprovechar estas oportunidades y modificar las dinámicas del mercado.

Por ejemplo, la industria aeronáutica, representada por gigantes como Airbus y Boeing, ilustra cómo la tendencia hacia la creación de aviones más grandes y complejos ignoró una demanda creciente por aviones regionales más pequeños y asequibles. Al no adaptarse a las necesidades emergentes de los mercados de menor costo, estas compañías perdieron terreno frente a competidores que se enfocaron en soluciones más simples pero efectivas.

Un aspecto relevante de esta dinámica es la tendencia hacia la "migración ascendente" de las tecnologías. Este término describe el proceso mediante el cual las tecnologías disruptivas, inicialmente inferiores, evolucionan con el tiempo y mejoran hasta ser capaces de competir con las ofertas tradicionales de las empresas establecidas. De esta manera, lo que comienza como una solución simple y económica termina siendo una alternativa viable y competitiva frente a los productos de alta gama, que ya no logran captar un valor agregado significativo para los consumidores.

Además, la innovación disruptiva también pone en evidencia la falacia de la "mejora continua". Aunque las innovaciones incrementales siguen siendo importantes, la verdadera disrupción a menudo se produce cuando se cuestionan las premisas fundamentales sobre las que se basan las mejoras tradicionales, como el precio o la complejidad del producto. Los innovadores disruptivos son capaces de presentar una propuesta de valor completamente nueva, que no solo responde a las necesidades actuales del mercado, sino que también redefine qué es lo que los consumidores realmente valoran.

Una clave para comprender este fenómeno es la distinción entre innovaciones incrementales y disruptivas. Las primeras suelen basarse en mejorar lo que ya existe, mientras que las segundas a menudo requieren un replanteamiento radical de las expectativas y la arquitectura de los productos. Los mercados emergentes, como los de China e India, han sido terrenos fértiles para este tipo de innovaciones, pues los consumidores de estos países tienen demandas diferentes, a menudo centradas en productos más baratos y con menores costos operativos. Los productos que a menudo parecen ser de menor calidad en comparación con los estándar de las economías desarrolladas, logran triunfar al ofrecer una solución más adecuada para esos mercados.

Para las empresas occidentales, esta tendencia hacia la reducción de costos totales de propiedad (TCO, por sus siglas en inglés) puede representar un desafío, pues muchas veces sus innovaciones no consideran esta necesidad crucial para los mercados emergentes. Esta brecha proporciona una oportunidad para las empresas disruptivas, que se centran en ofrecer un mejor valor en lugar de solo mejoras de rendimiento.

En resumen, las innovaciones disruptivas no solo desafían la evolución tecnológica y empresarial de las grandes corporaciones, sino que también abren nuevas oportunidades en mercados que anteriormente se consideraban marginales o poco rentables. Las empresas deben aprender a identificar y adaptarse a estos cambios, pues aquellos que no lo hagan corren el riesgo de ser superados por competidores que, inicialmente, parecen estar fuera de su alcance.