La estructura tributaria de un país, especialmente en sistemas federales como el estadounidense, se basa en una distribución clara de responsabilidades fiscales entre los diferentes niveles de gobierno: federal, estatal y local. Esta división, conocida como federalismo fiscal, tiene como objetivo fundamental alinear las responsabilidades fiscales con las competencias asignadas a cada nivel gubernamental, permitiendo así una mejor gestión y autonomía en la recaudación y el gasto público. Aunque esta alineación no garantiza necesariamente una mejora absoluta en el desempeño, sí otorga a cada jurisdicción la capacidad de decidir cuánto recaudar y cómo gastar los recursos provenientes de sus fuentes impositivas.
Entre las fuentes principales de ingresos tributarios para los gobiernos destacan tres: el impuesto sobre la renta, el impuesto sobre las ventas y el impuesto sobre la propiedad. En particular, el impuesto sobre la renta es la fuente más significativa para el gobierno federal y para muchos estados, que lo utilizan para complementar ingresos derivados de otros impuestos.
El impuesto sobre la renta grava los ingresos personales y empresariales, calculados en función de las ganancias obtenidas por individuos y firmas en un periodo determinado, generalmente anual. La definición de ingreso, aunque no precisa, se basa comúnmente en el concepto Haig-Simons, que considera el ingreso como la capacidad de un individuo para convertir su poder adquisitivo en consumo presente o ahorro futuro. Para que un impuesto sobre la renta sea aplicado, deben definirse claramente dos elementos: el sujeto pasivo, ya sea una persona o una empresa, y el periodo de tiempo en que se mide ese ingreso.
Históricamente, en Estados Unidos, el impuesto sobre la renta no fue la principal fuente de ingresos federales durante los primeros años; en cambio, predominaban los aranceles sobre importaciones y ciertos impuestos limitados. No fue sino hasta la introducción formal del impuesto sobre la renta en 1913, amparada por la 16ª Enmienda constitucional, que se estableció un sistema tributario más sólido. A lo largo del tiempo, las tasas impositivas sobre la renta personal han experimentado fluctuaciones marcadas, respondiendo a las necesidades económicas y políticas del país, incluyendo picos elevados durante guerras y depresiones, seguidos de reducciones en períodos de estabilidad o reformas fiscales.
El sistema moderno de impuesto sobre la renta presenta características particulares que reflejan su evolución histórica y la complejidad del entorno socioeconómico. Primero, la base gravable es el ingreso ajustado, no el ingreso bruto, lo que implica que existen numerosas deducciones, exclusiones y exenciones que permiten calcular un ingreso neto sujeto a impuestos. Segundo, el impuesto se calcula anualmente, lo que implica que personas con igual ingreso vitalicio pueden pagar impuestos diferentes según la variabilidad de sus ingresos en cada año. Tercero, la unidad básica de tributación es la familia y no el individuo, por lo que el estado civil y la composición familiar influyen en la carga fiscal. Por último, el sistema es progresivo, obligando a los que tienen ingresos más altos a pagar una proporción mayor de impuestos.
En este marco, las disposiciones incorporadas en el sistema tributario buscan equilibrar la equidad vertical y estimular actividades económicas deseables. Las exclusiones, por ejemplo, son ingresos que no se incluyen en la base imponible, como ciertos beneficios sociales o contribuciones patronales a seguros médicos. Las deducciones permiten restar gastos vinculados a la generación de ingresos o a incentivos sociales, como gastos educativos o intereses hipotecarios. Las exenciones, por su parte, disminuyen el ingreso sujeto a impuesto en función de factores personales, como la cantidad de dependientes.
Estas características no sólo definen el funcionamiento del impuesto sobre la renta sino que también explican por qué su reforma resulta compleja. La interacción entre las diversas disposiciones, los distintos niveles de gobierno y las fluctuaciones económicas y políticas genera un sistema dinámico que refleja las prioridades y valores sociales de cada época.
Es fundamental comprender que la estructura tributaria no es estática; responde continuamente a la evolución económica, social y política, adaptándose a nuevas circunstancias y necesidades. Además, su diseño debe balancear objetivos contrapuestos como la eficiencia recaudatoria, la equidad distributiva y la simplicidad administrativa, aspectos que no siempre se armonizan fácilmente.
El análisis profundo del impuesto sobre la renta y su rol en el financiamiento público es indispensable para entender cómo se sostiene el funcionamiento de un gobierno moderno y cómo las decisiones fiscales impactan en la economía y en la vida de los ciudadanos.
¿Cómo se ejecuta y controla un presupuesto gubernamental en distintos niveles del gobierno?
El requisito de equilibrar los presupuestos, especialmente el presupuesto operativo, marca profundamente el proceso presupuestario en los distintos niveles del gobierno. Este principio obliga a los gobiernos, tanto estatales como locales, a construir presupuestos que no presenten déficits, al menos en su forma aprobada. En la mayoría de los casos, esto se refiere al presupuesto propuesto, aunque también puede incluir tanto el propuesto como el adoptado. A diferencia del presidente a nivel federal, los gobernadores tienen la facultad del “veto por partida” (item veto), que les permite rechazar partidas individuales de un proyecto de ley presupuestario sin necesidad de vetar el documento completo. El poder legislativo puede anular este veto con una mayoría de dos tercios, aunque en la práctica, suele prevalecer la decisión del gobernador, lo que fuerza al legislativo a realizar los ajustes necesarios. Una vez firmado por el gobernador, el presupuesto adquiere fuerza de ley de manera inmediata.
A nivel local, aunque el procedimiento es similar, presenta una complejidad significativamente menor. El ejecutivo local —ya sea un administrador municipal o un alcalde, según la forma de gobierno— elabora y aprueba inicialmente el presupuesto. Luego, este es enviado al concejo o comisión correspondiente para su debate, modificación y eventual aprobación. El alcalde tiene, nuevamente, la posibilidad de vetarlo, y el concejo, la de revertir el veto con una mayoría calificada. No obstante, en la mayoría de los casos, se alcanza un compromiso. Una vez firmado, el presupuesto entra en vigor inmediatamente.
Los organismos públicos no reciben la totalidad de los fondos asignados de una sola vez; estos se distribuyen de forma escalonada a lo largo del año fiscal, generalmente en partidas trimestrales. Esta práctica, conocida como allotment, asegura que los fondos se utilicen de manera sostenida y no se agoten prematuramente. Los allotments suelen estar clasificados por tipo de gasto: servicios personales (salarios), gastos de mantenimiento y operación (insumos, servicios), servicios financieros (intereses, comisiones) y gastos de capital.
Antes del inicio del año fiscal, los gobiernos locales deben aprobar una ordenanza presupuestaria bajo el marco de su carta orgánica. Esta ordenanza, que se aplica también a unidades componentes del gobierno como distritos escolares o especiales, autoriza la recaudación de impuestos y la asignación de ingresos. Si bien es un documento legal, su redacción debe ser clara e inteligible para el ciudadano común, dado que constituye la base jurídica para la ejecución y la contabilidad del gasto público. Las ordenanzas pueden modificarse cuando sea necesario.
Una vez promulgada la ley presupuestaria, comienza la fase de implementación, en la que las entidades y departamentos del gobierno reciben autorización para generar compromisos financieros que derivarán en gastos actuales o futuros, lo que se conoce como autoridad presupuestaria. Esta autoridad se presenta en tres formas: autoridad contractual, autoridad de gasto y autoridad de endeudamiento.
La autoridad contractual permite a los organismos establecer acuerdos con proveedores del sector privado u otras entidades gubernamentales para adquirir bienes y servicios dentro de ciertos límites establecidos por la ley de asignaciones. En la autoridad de gasto, se autoriza el uso de fondos específicos —ya sean del fondo gubernamental, fondo empresarial u otro— para un fin concreto en un plazo determinado. La autoridad de endeudamiento permite contraer obligaciones mediante préstamos entre fondos o con el Tesoro.
Existe una relación directa entre la autoridad presupuestaria y el concepto de gastos realizados (outlays). Los outlays representan el total de desembolsos efectuados en un año determinado, provenientes tanto de autorizaciones presupuestarias del año actual como de años anteriores. Por ejemplo, si una entidad dispone de una nueva autoridad de gasto por 100 millones y planea utilizar 60 millones este año, con 40 millones para años futuros, y además tiene una autoridad remanente de 50 millones, de los cuales usará 30 este año y 20 en años venideros, los outlays del año actual serán 90 millones (60 + 30).
En esta etapa, la preparación de un presupuesto de caja (cash budget) y un informe de contabilidad de caja (cash accounting report) se vuelve esencial. El primero proyecta los flujos de entrada y salida de efectivo, mientras que el segundo documenta la posición real de caja del gobierno. Para construir un presupuesto de caja eficaz, se requiere prever tres elementos: ingresos en efectivo (recaudación), egresos en efectivo (pagos) y flujo neto (la diferencia entre ambos). Aunque técnicamente no es complicado, esta tarea exige competencias básicas de previsión financiera y gestión del efectivo.
El presupuesto adoptado al inicio del año rara vez coincide con el presupuesto final ejecutado. Esto se debe, en parte, a la posibilidad de reasignación interna de fondos por parte del ejecutivo, autorizada dentro de ciertos límites. Además, en casos excepcionales, las agencias pueden agotar sus fondos antes de que termine el año fiscal y requerir asignaciones suplementarias. Estas asignaciones adicionales suelen ser inferiores a las originales y se aprueban mediante procesos más rápidos y menos complejos.
Resulta crucial comprender que la autorización legal para gastar no implica una garantía absoluta de que todos los fondos serán efectivamente entregados a las agencias. Factores económicos, financieros o políticos pueden modificar las decisiones de asignación. Esta dinámica genera una distancia real entre el presupuesto propuesto por el ejecutivo, el aprobado por el legislativo, y el realmente ejecutado al finalizar el año fiscal. Lo que queda finalmente registrado como el presupuesto "real" es el resultado de múltiples fases de negociación, ajustes técnicos y condiciones económicas cambiantes.
El lector debe entender que detrás de cada número aprobado en un presupuesto público se encuentra una estructura compleja de procesos legales, técn

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