Donald Trump, durante su tiempo en el escenario político nacional, creó una marca que se centraba en promesas de ruptura con las élites, creación de prosperidad económica, apoyo al orden y la ley, y construcción de una defensa nacional fuerte. Esta narrativa de marca no solo fue una cuestión de políticas, sino que se expandió a todos los aspectos de la vida estadounidense, convirtiéndose en un fenómeno más amplio que tocaba la cultura popular, la música, los deportes y las noticias. El uso de temas populares no solo servía para definir sus posturas, sino también para crear contrastes que posicionaran su imagen y construyeran un fuerte vínculo emocional con sus audiencias.
Trump no fue el responsable exclusivo de la politización de cada faceta de la vida cotidiana. Más bien, su historia de marca aprovechó y amplificó una politización ya existente. Al igual que las marcas comerciales que recurren a emociones y narrativas para conectar con sus públicos, Trump utilizó estas herramientas para desarrollar su discurso político, creando una conexión visceral con su base de apoyo. Este enfoque hizo que su mensaje fuera más directo y "pegajoso" para ciertos segmentos de la población, alineándolos con una visión particular del mundo que se definía en términos culturales, raciales y tribales, un punto señalado por investigadores como Norris, Inglehart, Jardina y Mason.
En particular, uno de los elementos centrales de la marca de Trump fue la construcción de una identidad de clase. Trump logró establecer una marca de clase trabajadora, lo que modificó el estilo y la presentación de la marca del Partido Republicano. Este cambio vino acompañado de un dilema entre atraer a votantes de clase trabajadora y repeler a aquellos votantes más educados y pertenecientes a las clases medias-altas, un punto crítico dada la mayor cantidad de votantes de clase trabajadora en comparación con los votantes profesionales. Sin embargo, el riesgo era evidente: los votantes de clase trabajadora, especialmente los blancos, habían sido históricamente una parte subrepresentada del electorado, lo que hizo que su apoyo fuera incierto en ciclos electorales previos. Trump ganó esa apuesta en 2016, pero perdió en 2020, un año en el que su partido sufrió derrotas significativas, aunque las elecciones a nivel estatal y congresional mostraron una mayor competencia.
Al fusionar la clase con la raza, Trump desarrolló una marca que no solo apelaba a las preocupaciones económicas, sino también a una visión racial específica. Esta combinación se alineó con sentimientos que han sido una constante en la historia de Estados Unidos. Su marca de clase trabajadora no solo se construyó sobre la base de su propio estilo de vida, sino que también apeló a un segmento de votantes blancos mayores que se sentían desplazados por las fuerzas de cambio social, económico y cultural que emergían con la globalización y el multiculturalismo. De hecho, Trump logró desafiar la creencia de muchos progresistas de que las políticas económicas más estatistas de los demócratas serían las que prevalecerían.
En su narrativa política, Trump utilizó figuras culturales, como los atletas, para posicionar su marca de una forma que apelaba a la nostalgia de un pasado idealizado. La imagen de los deportistas patriotas que agradecen a su país contrasta fuertemente con las protestas de los jugadores de la NFL, que usaban el himno nacional para llamar la atención sobre las disparidades raciales en Estados Unidos. Esta contraposición no solo buscaba reforzar su visión del patriotismo, sino también señalar a su audiencia objetivo que aquellos que no compartían esta visión eran, de alguna manera, poco patrióticos o incluso despectivos hacia la cultura estadounidense tradicional.
Trump se apoyó en esta clase de representaciones para crear una marca política emocionalmente cargada, donde los hechos solo servían para alimentar la narrativa. Los opositores de Trump, así como los medios de comunicación, se enfocaron en sus mentiras y exageraciones, pero al hacerlo, pasaron por alto el verdadero objetivo de estas declaraciones: construir una historia de marca coherente y efectiva. Trump no estaba interesado en presentar un análisis matizado sobre los problemas complejos de la vida estadounidense, sino en simplificar las decisiones y problemas para su audiencia, eliminando toda complejidad que pudiera diluir su mensaje. El relato que construyó se basaba en la emocionalidad y la identidad, no en los detalles fácticos.
La estrategia de Trump difería significativamente de la de otros competidores, como Bernie Sanders, quien también empleó una marca centrada en la clase. Sin embargo, las audiencias que Trump y Sanders buscaban eran muy diferentes. Trump apuntó a un público blanco y envejecido, mientras que Sanders apeló a una base de apoyo joven y diversa. Las emociones y valores que Trump promovió en su marca estaban alejados de los valores progresistas que promovían otros demócratas, pero igualmente establecieron un vínculo emocional poderoso con su base de votantes.
El estilo de comunicación de Trump no era uno de diplomacia o consenso, sino uno de polarización deliberada. Al igual que las marcas comerciales que no dudan en alejar a ciertos consumidores para atraer a los que realmente importan, Trump adoptó posturas implacables, decía cosas controvertidas y no se preocupaba por los desencuentros. Estas tácticas le permitieron diferenciarse de los demás candidatos y consolidar una lealtad feroz dentro de su base de votantes.
Es fundamental comprender que la marca política de Trump no solo se construyó sobre los temas de clase y raza, sino también sobre un profundo entendimiento de cómo apelar emocionalmente a los votantes, simplificando complejas realidades en mensajes directos y claros. Esta estrategia, aunque polarizadora, fue increíblemente efectiva al crear una identidad inquebrantable y profundamente leal entre sus seguidores. Al final, la marca de Trump no era solo un reflejo de su visión del mundo, sino también una herramienta diseñada para segmentar y construir una base política con un fuerte sentido de pertenencia y lealtad emocional.
¿Cómo Trump Intentó Ganarse el Voto Afroamericano? Un Enfoque de Marketing y Promesas de Cambio
Durante su mandato y campaña de reelección, Donald Trump empleó una estrategia de marketing dirigida específicamente a la comunidad afroamericana, especialmente a aquellos votantes de clase trabajadora. Aunque su relación con esta comunidad no fue simple ni directa, su enfoque fue notablemente táctico: Trump intentó ganar votos al ofrecer una alternativa a los demócratas, quienes, según él, habían fallado en cumplir sus promesas a los afroamericanos a lo largo de las décadas.
Trump apelaba a la idea de un cambio radical, utilizando una táctica de "pruébalo una vez" para persuadir a los afroamericanos de que consideraran a su administración como una opción viable. De esta manera, lograba que sus propuestas fueran percibidas como una oportunidad para experimentar algo nuevo, en contraposición a la continuidad de políticas que, a su juicio, habían mantenido a la comunidad afroamericana en una posición socioeconómica desfavorecida. “¿Qué tienes que perder?”, se convirtió en un lema central de su discurso, apelando a la frustración con la situación existente y sugiriendo que las políticas demócratas no habían mejorado las condiciones de vida en las comunidades afroamericanas, particularmente en ciudades como Detroit.
La estrategia de Trump fue cuidadosamente dirigida a un público segmentado, utilizando bases de datos y técnicas de marketing político para identificar votantes afroamericanos en estados clave. La promesa de un futuro mejor a través de empleos, seguridad y oportunidades fue clave en su mensaje, especialmente dirigido a aquellos votantes que sentían que el Partido Demócrata no los representaba de manera efectiva. En sus discursos, Trump criticaba abiertamente las políticas de los demócratas, afirmando que sus propuestas solo servían para mantener a los afroamericanos en una posición de dependencia y subordinación.
Un aspecto central de la campaña de Trump fue su enfoque en la reforma de la justicia penal. En su discurso sobre el Estado de la Unión de 2020, destacó los logros en la reforma de la justicia criminal, un tema que resonaba particularmente entre algunos votantes afroamericanos, quienes se veían afectados por las políticas punitivas que dominaron las últimas décadas. Además, impulsó la creación de zonas de oportunidad, un esfuerzo legislativo que, según sus defensores, ofrecería incentivos fiscales para fomentar la inversión en áreas desfavorecidas, muchas de las cuales tienen una alta concentración de población afroamericana.
Trump también explotó las tensiones raciales generadas por las protestas contra la brutalidad policial, un tema muy sensible en las comunidades de color. Su enfoque en el "Law and Order" (Ley y Orden) y la defensa de políticas como el "stop-and-frisk" —una estrategia policial que muchos consideran discriminatoria— fue una de las formas en que buscó ganar el favor de los votantes blancos, mientras apelaba a la idea de que era necesario tomar medidas duras para combatir la violencia en las ciudades con alta población afroamericana, como Chicago.
Sin embargo, aunque su mensaje tuvo resonancia en ciertos sectores, su falta de empatía por los incidentes de violencia policial y su enfoque en gran parte desde una perspectiva blanca le costaron el apoyo de muchos afroamericanos. Sus detractores, en su mayoría, argumentaron que su lenguaje y sus posiciones anteriores eran pruebas claras de un racismo subyacente. Al mismo tiempo, su comportamiento y comentarios de tono racista o con connotaciones raciales llevaron a que muchos afroamericanos desconfiaran de sus intenciones reales.
Trump no solo luchaba por ganar votos de afroamericanos, sino que también intentaba asegurarse de que su discurso llegara a un público blanco que podría haber estado preocupado por los efectos del activismo de izquierda, como las demandas de desfinanciar la policía. Su habilidad para comunicar la frustración con las políticas democráticas y su promesa de una política más centrada en los valores conservadores fueron elementos clave de su estrategia.
El reto para Trump era, por tanto, encontrar el equilibrio entre dirigirse a los afroamericanos como una comunidad con sus propios intereses y también usar su mensaje para reforzar la confianza de sus seguidores blancos. La retórica que utilizaba para hablar sobre las comunidades afroamericanas a menudo fue vista como un medio para consolidar su base electoral entre los votantes blancos de clase trabajadora, que compartían preocupaciones similares sobre el crimen, la inmigración y el cambio social.
Es importante comprender que la estrategia de Trump no se limitaba a una simple promesa de cambio económico. Su enfoque fue un acto de segmentación precisa del electorado, en el cual las políticas de los demócratas eran presentadas como un obstáculo para el progreso de la comunidad afroamericana. Este tipo de marketing electoral, que busca explotar las divisiones y ofrecer una opción radical, no es una novedad, pero en el contexto de la política estadounidense, se manifestó de manera particularmente eficaz en las elecciones de 2020.

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